Día 10 - Shirakawa-go y Kanazawa ✏️ Travel Journeys of Japan

Daba su inicio el décimo día. Habíamos pasado el ecuador del viaje, cada vez quedaban menos días para que se terminara toda esta gran experiencia. Dejando a un lado todo esto, hoy tocaba visitar la aldea tradicional de Shirakawa-go, localizada en un bonito escenario entre las montañas de los Alpes, para más tarde desplazarnos hasta la ciudad de Kanazawa, situada en la costa del Mar de Japón y que recibe el nombre de la "pequeña Kioto", en referencia a sus barrios de geishas y samuráis.

Desde el hotel ryokan dónde habíamos pasado la noche cogimos el primer servicio del minibús, que tenía su salida a las 08:00 de la mañana y cuyo trayecto hasta la estación era de unos 10-15 minutos. El primer autobús que salía desde Takayama hasta Shirakawa-go lo hacía a las 07:50, el segundo a las 08:20 y el tercero a las 08:50. Como el primero ya nos era imposible cogerlo, probamos a ver si podíamos coger el segundo.

Nada más llegar, nos dirigimos a las máquinas autoventa donde nos habían dicho el día anterior que debíamos efectuar la compra de los billetes. No sé qué ocurrió que sacamos unos billetes cuyo destino no era el nuestro, así que al intentar subir al autobús, el conductor nos dijo que no valían, desesperándonos allí mismo. Le dijimos que se esperara un momento, así que entramos rápido a la taquilla, que ya se encontraba abierta al público, y le comentamos rápidamente la situación. Como el importe de los billetes que habíamos sacado era el mismo que el que correspondía para el autobús de Shirakawa-go, simplemente nos los cambiaron y pudimos por fin subir, dejando las maletas en la bodega. Otro día más en el que nos tiene que pasar algo de buena mañana...

La duración de este trayecto es de unos 50 minutos, que transcurren entre valles y túneles, teniendo uno de ellos la friolera de casi 11 km de longitud. A las 09:10, por tanto, llegamos a la pequeña estación de autobuses que nos da la bienvenida a la localidad. Como llevábamos las maletas, decidimos dejarlas en las taquillas de la propia estación. Menos mal que llegábamos en uno de los primeros buses, si no nos hubiéramos quedado sin taquilla (aunque leímos antes del viaje que en un local cercano también se guardaban los equipajes cuando se llenaban las taquillas).

Para empezar la ruta, nosotros decidimos subir desde un camino cercano a la estación de autobuses que asciende por la colina hasta las ruinas del Castillo de Ogimachi, dónde se ubica un mirador desde el cual se tiene una preciosa vista de la famosa aldea con las casas con tejado de paja. El camino hasta arriba es corto, no llega a 10 minutos, aunque al ser colina arriba cansa un poco. Justo allí nos encontramos con varias parejas de españoles con las que compartimos algunas sensaciones del viaje. Además, una provenía de la zona de Valencia, resultando bastante curioso. Tras deleitarnos con las vistas desde esta zona, procedimos a bajar por el camino hacia la aldea en sí.

La gente suele venir por esta rampa hasta la zona del mirador, o incluso utilizar un servicio de autobús que sube hasta arriba desde la propia aldea. No obstante, decidimos hacer la ruta al revés, ya que el camino de la colina salía desde prácticamente la estación de autobuses, y además así hicimos la parte más cansada al principio, siguiendo después una rampa colina abajo y un paseo por la aldea que es en llano. Además, tuvimos suerte en esta elección porque ya bajando por la rampa empezó a lloviznar, que más tarde se convertiría en lluvia bastante fuerte.

Una vez en la aldea, ya se trata de ir paseando y admirando la construcción típica de las viviendas con los tejados de paja triangulares, el estilo conocido como gasso-zukuri. Se pueden visitar algunas de estas casas, como las Casas Wada o Kanda, además de algún museo al aire libre que se encuentra al otro lado del río (hay un puente de madera a través del cual cruzar, el puente Deai).

Mientras paseábamos por las calles de la aldea y nos asomábamos al puente Deai, la llovizna pasó a ser una lluvia más fuerte, lo que nos obligó a retroceder e ir volviendo hacia la estación de autobuses. Había transcurrido ya una hora y veinte aproximadamente desde nuestra llegada, y cuando llegamos a la estación eran más o menos las 10:50. Eso significaba que hasta las 12:20, que es cuando salía nuestro autobús a Kanazawa, quedaba aún una hora y media. No obstante, nos acercamos a la taquilla y comentamos la situación a la persona que nos atendió, que no puso ninguna traba a cambiarnos el billete para el autobús que salía a las 11:25, tal y como nos habían comentado el día anterior en la oficina de Takayama.

De esta manera, nos tocó esperar a penas media hora en el interior del edificio de la estación, tras previo paso para recoger las maletas de la taquilla. Allí conocimos a una pareja de valenciano y andaluza que iban a coger el mismo autobús que nosotros, por lo que durante la casi hora y media que duraba el viaje, estuvimos charlando acerca de Japón y de otros países que habíamos visitado. Ellos estaban haciendo la ruta al contrario que nosotros, pues habían empezado por Tokio y desde Kanazawa se dirigían hacia Kioto y Osaka.

Al llegar a Kanazawa, a eso de las 12:50, el autobús nos dejó en los andenes situados en la puerta este de la estación central de trenes, una de las más bonitas y modernas del país. En ese punto podremos observar un torii gigante que nos da la bienvenida, cuya forma imita la de un tsuzumi, un tipo de tambor japonés de origen indio/chino con forma de reloj de arena.

Nuestro hotel, el Mystays Premier Kanazawa, se situaba en la avenida que nacía en la puerta oeste de la estación, a unos 350 metros de ésta. Lo primero que hicimos fue acercarnos para dejar las maletas en el servicio de guardaequipaje, ya que hasta mediodía no se podía realizar el check-in (como resulta de normal en Japón). Una vez hecho esto, nos volvimos hacia la estación, pudiendo observar con un poco más de detalle el gran torii y el curioso reloj que marca las horas con agua situados en la salida este de la estación.

En Kanazawa existe un autobús de la compañía JR que nos acercará a los puntos más turísticos de la ciudad, de manera similar a como sucedía en Hiroshima, pudiendo utilizarlo con el JR Pass sin realizar un pago adicional. Así, en el andén 4 situado a la izquierda de la puerta de entrada será en el que podamos coger una de las dos líneas para las que sirve el pase: la línea Korinbo, la ruta larga y la que permite acceder a más localizaciones, y la Owarichu, la ruta corta que sirve para llegar hasta el distrito de geishas de Higashi Chaya más rápidamente.

Nosotros optamos por coger la línea Korinbo, bajando en la parada número 6: Kenrokuen Garden / Kanazawa Castle. Como se puede intuir por el nombre, el autobús nos dejará justo en la avenida que cruza por bajo el puente que separa ambos monumentos: el Jardín Kenrokuen y el Castillo de Kanazawa. Eran las 13:45 cuando entrábamos a los terrenos del castillo a través de la Puerta Ishikawa, tras la cual se apareció el castil... mejor dicho, el parque del castillo, porque por desgracia sufrió varios incendios a lo largo de su historia y solamente resisten unos pocos edificios en pie, mayormente reconstruidos. Aun así, resulta un paseo agradable, con vistas espectaculares de los edificios de los terrenos del parque.

Tras unos 15-20 minutos disfrutando del castillo, procedimos a salir del recinto, pues nuestra intención era la de coger de nuevo el autobús para desplazarnos hasta el distrito de geishas de Higashi Chaya, localizado al norte al otro lado del río Asano. Saliendo del castillo por la Puerta Ishikawa nos encontramos a una pareja de novios haciéndose fotos con los vestidos, muy monos ellos.

Poco más de 10 minutos después, entrábamos en el distrito de las geishas, repleto de viviendas de estilo tradicional. Había bastante ambiente, estaba repleto de gente, con las tiendas y las calles principales llenas, aún siendo las 2 y media de la tarde. Kanazawa es conocida también por el trabajo que se realiza del oro, habiendo en este distrito varios locales famosos dónde se venden todo tipo de artilugios y objetos recubiertos del preciado metal. Existe incluso un helado que se recubre con una lámina de oro, el cual tuvimos el placer de probar en una de las tiendas que lo ofrecían; no está mal, aunque para lo que cuesta, no es nada del otro mundo, es más que nada lo curioso del oro.

Tras un paseo por el distrito de 30 minutos, procedimos a volver hacia la parada del bus, que se situaba al lado del puente Asanogawa que habíamos cruzado hace un ratito. Nuestro siguiente destino era el Mercado Omicho, uno de los mejores mercados de todo Japón para la degustación y la compra de productos frescos, y más especialmente de pescado. Para llegar hasta él, podíamos coger cualquiera de las dos líneas del autobús de JR, aunque la corta línea Owarichu permite llegar mucho más rápidamente al mercado. Sin embargo, acabamos cogiendo un autobús de la línea Korinbo, por lo que dimos mucho más rodeo.

Finalmente, pudimos llegar a la parada de Ohmicho Market (7ª parada) sin problemas, entrando seguidamente al mercado. Es un lugar enorme, repleto de puestos y donde el olor a pescado es inconfundible. De entre los muchos puestecitos, elegimos comer en uno donde pudimos pedir unos pinchos y unos trozos de pescado que estaban buenísimos, se nota que la calidad del género allí es alta.

Habiendo rellenado el estómago, seguimos la ruta a pie hacia el Santuario Oyama, situado a unos 10 minutos del mercado, cuyo torii y unas escaleras adyacentes nos darán la bienvenida. Se encuentra dedicado al primer señor feudal del clan Maeda, uno de los más poderosos del país, siendo su atractivo principal la puerta Shinnon, declarada patrimonio cultural de Japón y que combina elementos constructivos de Japón, China y Europa, cuyas vidrieras superiores se iluminan formando un bello paisaje al atravesarlas la luz del sol. El jardín adyacente al edificio principal resulta un remanso de paz, cuyo diseño sigue el patrón de la forma de antiguos instrumentos musicales.

Una vez visitado el santuario, nos dirigimos todo recto durante unos 400 metros hasta llegar a un pequeño canal o arroyo, donde giramos a la izquierda para seguir a su lado durante otros 300 metros. Nos estamos dirigiendo hacia el distrito de samuráis de la ciudad, Nagamachi, uno de los mejor conservados de todo el país y donde se pueden encontrar casas y museos dónde se explica la historia de las familias y personajes que vivían en estas residencias. Nosotros decidimos simplemente pasear por la zona, sin entrar a ninguna de las atracciones, pues además por hora la mayoría cerraban o ya lo habían hecho.

Al final del distrito, se vuelve a uno de los cruces de avenidas más importante del centro de la ciudad, situado delante del centro comercial Korinbo. Allí decidimos, puesto que eran las 5 y media de la tarde, pasear un poco hasta otro distrito de geishas, Nishi Chaya, mucho más pequeño que el que habíamos visitado hacía unas pocas horas, y cuya distancia desde nuestra posición era de 800 metros (unos 15 minutos andando).

Recorriendo una zona a pie que no habíamos podido ver aún, cruzamos el río Sai y acabamos llegando al distrito de las geishas sobre las 6 y poco, pues habíamos ido a ritmo relajado para ir dejando pasar el tiempo. Tras dar una vuelta por la calle principal del distrito, dónde se localizan mayormente las viviendas de estilo tradicional, regresamos hacia la zona de Korinbo, dónde ya sobre las 18:45 / 19 horas de la tarde en la parada de Minami-cho cogimos el bus de JR (línea Korinbo) para desplazarnos hasta la estación de trenes.

Atravesando la estación, nos encaminamos hacia el hotel, dónde aún debíamos hacer el check-in. Tras recoger las maletas del guardaequipajes, subimos a la habitación (bastante amplia y bien cuidada, situada en uno de los pisos más altos y encarada hacia el norte, con vistas a la ciudad), donde procedimos a descansar un rato hasta las 9 y media aproximadamente, cuando bajamos a la planta baja. En recepción nos habían comentado que podíamos hacer uso de la cafetería restaurante que allí se encontraba, y ya que no habíamos comprado nada para cenar, decidimos probar suerte. La comida estaba deliciosa, siendo lo mejor de todo que nos encontrábamos en el mismo hotel, sin tener que salir afuera.

Tras acabar de zampar, regresamos a la habitación, donde ya procedimos a descansar. Nos esperaba un madrugón al día siguiente para visitar a primera hora el Jardín Kenrokuen, la única visita que nos quedaba de la ciudad de Kanazawa, tras la cual nos encaminaríamos hacia la estación para coger el shinkansen con destino a la capital, Tokio.