Itinerario del noveno día. De Stirling a Edimburgo
Habíamos elegido dormir la noche anterior en Stirling para levantarnos ya relativamente cerca de Edimburgo y poder así devolver el coche de alquiler a primera hora de la mañana. La oficina de la empresa de alquiler estaba ubicada en la zona de Leith, alejada del centro de Edimburgo, así que teníamos algo más de 1 hora hasta allí.
Por el camino vimos un par de cosas interesantes. La primera de ellas, de pasada (no tenemos ni siquiera foto decente…), fueron los Kelpies, unos enormes caballos mitológicos que están ubicados en Falkirk, al borde de la autovía M9. Aquí tenéis más información para realizar la visita, nosotros no la hicimos.
masedimburgo.com/ ...s-falkirk/
Poco después, desde la misma M9 tomamos un desvío para ir a ver unos famosos puentes. Desde la M9 se coge la salid B8046 hacia la carretera A904. A la altura de Newton hay un mirador señalizado para ver los puentes. Edimburgo está situado en un extenso estuario o fiordo conocido como Firth of Forth (este último es el nombre del río). La ciudad se asienta sobre la orilla sur de este inmenso brazo de agua que desemboca en el Mar del Norte. Hoy en día son nada menos que 3 los puentes que cruzan el fiordo para unir ambas orillas. Todo ellos están ubicados a la altura de los pueblos de South Queensferry y North Queensferry. El Forth Bridge, con su característico color rojo, fue el primero en construirse en 1890; hoy solo circulan los trenes por allí. El segundo puente, el Forth Road Bridge, data de 1964 y solo circulan autobuses. La última incorporación para aligerar el tráfico es el Queensferry Crossing, levantado en 2017 por una empresa española. Por este puente circulan los coches. Aquí tenéis una imagen que pudimos tomar desde el mirador que comentaba.
Vista de los 3 puentes
Tras el pequeño desvío para ver los puentes del Forth retomamos la carretera a Edimburgo. No tuvimos tiempo para parar en un castillo que estaba de camino, el castillo de Blackness. Tiene buena pinta, la verdad. Ahí lo dejo por si alguien le pilla de paso o hace una escapada desde Edimburgo.
Y por fin llegamos a la zona urbana de Edimburgo. Después de no pocas rotondas y de parar a llenar el depósito en una gasolinera, llegamos al barrio de Leith, donde estaba la oficina de Arnold Clark. Entregamos el coche sin mayor complicación y un amable empleado de la empresa de alquiler nos acercó en un microbús hasta nuestro alojamiento en el centro. Por cierto, en Leith hay unos cuantos puntos de interés turístico que no pudimos ver; entre ellos, el más famoso es el yate Britannia de la familia real británica, que sirve ahora como museo flotante.
Nuestro alojamiento en Edimburgo era una habitación de AirBnB en la zona del New Town, concretamente, en la calle Abercromby Place, al lado del Royal Scots Club Edinburgh. Más adelante os daré más detalles de este alojamiento, el peor y de los más caros de todo el viaje. Lo mejor, eso sí, su ubicación.
Hecho el desembarco en nuestra habitación, salimos a conocer Edimburgo. Una ciudad de la que habíamos oído hablar muy bien y que nos acabó conquistando. A pesar de las buenas referencias, yo iba con cierta cautela. De Reino Unido conocíamos poco, eso es cierto; solo Londres y poco más (alguna ciudad del sur de estancias en verano para aprender inglés en la adolescencia). Me perdonarán los amantes de la capital inglesa pero Londres no se encuentra entre mis favoritas en Europa. La encuentro entretenida, con deslumbrantes museos e infinitas opciones gastronómicas de todo el mundo, pero no es una ciudad a la que esté deseando volver, como sucede con Berlín, Roma, París, Ámsterdam, Lisboa, Estambul y tantas otras. Lo cierto es que los dos días en Edimburgo nos dejaron claro que nada tiene que ver la capital escocesa con su homóloga inglesa. Nada de nada. Solo comparten el idioma, ¡y eso es discutible! Solo hace falta escuchar los acentos…
Vista del Old Town desde Princes Street Gardens
En fin, dejo la digresión. Nos lanzamos a conocer la ciudad. Como muchos sabréis, en agosto solo se habla de una cosa en las calles de Edimburgo: festivales. Durante casi todo el mes, conviven un buen puñado de eventos culturales que transforman la cara de la ciudad. Son, por enumerarlos de forma resumida y sin extenderme, el Edinburgh International Festival (EIF), Edinburgh Festival Fringe (EFF) -conocido simplemente con Fringe, el Edinburgh International Film Festival (EIFF), el Edinburgh International Book Festival (EIBF), The Royal Edinburgh Military Tattoo –famoso espectáculo musical y militar en la explanada del castillo- y el Edinburgh Art Festival (EAF). Los más conocidos son los dos primeros y el Tattoo.
Cartel del Fringe en la Royal Mile
Ir en agosto a Edimburgo supone disfrutar de numerosos espectáculos gratuitos por la calle, un ambiente muy animado durante todo el día y un variada agenda de conciertos, obras de teatros y todo tipo de espectáculos. La ciudad es una fiesta y hay gente por todas partes. Inconveniente principal: los precios de los alojamientos son caros y hay que reservar con mucha antelación.
Comenzamos la visita a Edimburgo por el New Town, lo más cercano a nuestro alojamiento, y su archiconocida calle comercial, Princess Street, con sus bonitos jardines. Nos detuvimos un rato junto al Scott Monument, una oscura aguja de estilo gótico que rinde homenaje al escritor sir Walter Scott. Está decorada con 64 estatuas de personajes de sus novelas. Se puede subir hasta un mirador en la parte superior del monumento. Dejamos atrás Princess Street y nos acercamos hasta la Scottish National Gallery (no entramos). En esta zona ya se empieza a sentir el ambiente festivalero de la ciudad. Hay varios escenarios y el gentío comienza a ser considerable.
Desde el museo, la calle The Mound te lleva hasta el Old Town. Desde esta calle, según vas ascendiendo, hay bonitas vistas. Impresiona la figura un tanto tétrica del New College, perteneciente a la University of Edinburgh, edificio donde comienza ya la ciudad vieja. Nos adentramos en el patio del edificio universitario, donde varios grupos estaban ensayando números circenses. Fue entretenido verles.
Camino hacia el Old Town por The Mound
Y llegamos a la Royal Mile, la arteria del Old Town y el epicentro de los festivales. Dimos un corto paseo (la veríamos en profundidad más tarde) y nos dirigimos a una de las calles más pintorescas del centro, Victoria Street. Aquí merece la pena detenerse un buen rato, pasear tanto por la parte inferior de la calle como por la balaustrada superior, donde hay buenos puntos para hacer fotos. Aquí abundan las tiendas y hay una muy curiosa, la sastrería Walter Slater, una de las más antiguas y elegantes de la ciudad.
Victoria Street desde la balaustrada superior de la calle
Era ya mediodía y andábamos con hambre después del desayuno más bien escueto del B&B de Stirling. No solemos comer mucho a mediodía pero aquí hicimos una excepción. En la propia Victoria St. hay uno de los locales de la franquicia Oink y allá que fuimos a probar sus bocadillos. Habíamos visto recomendado esta cadena en muchos blogs y… ¡uff, qué bocatas!
Son famosos por asar un cerdo entero (tal cual), ponerlo en el escaparate de la tienda e ir haciendo bocadillos con la melosa carne asada (pulled pork). Cuando se acaba el cerdo, se cierra el local. Así de simple. Puedes personalizar los bocatas con salsas y toppings variados. El resultado será siempre bueno, no lo dudo. Hay 3 tamaños de bocatas: Piglet (80g) y £3.95; Oink (160g) y £5.40 y Grunter (250g) y £6.80. Yo me pedí el mediano con mayonesa de mostaza y ¡es más que suficiente! Puedes comerlos en el propio local (hay unas pocas mesas) o comprarlos para llevar. Apuntad este sitio, de verdad, no os arrepentiréis.
El escaparate del Oink con el cerdo en primer plano. Pobre bicho... pero qué rico está!
Muy cerca Victoria St (¡y del Oink!) se encuentra la plaza Grassmarket. Aquí estuvimos un buen rato disfrutando del ambiente de este rincón tan típico del Old Town, un antiguo mercado de ganado que estuvo activo desde el siglo XV y ¡hasta el siglo XX! Es, además, uno de los epicentros de la historia trágica y las leyendas macabras de la ciudad.
Plaza Grassmarket
Aquí fueron ejecutadas muchas personas en actos públicos y fue el centro de operaciones de los famosos asesinos Burke y Hare. Merece la pena visitar alguno de los pubs que se asoman a la plaza. Aquí se encuentran algunos de los más típicos de Edimburgo, entre ellos, el White Hart Inn, considerado el pub en activo más antiguo de la ciudad (data de 1516).
El White Hart Inn, en Grassmarket
Por si os quedan fuerzas por la noche, que sepáis en esta plaza es también el centro de la vidad nocturna de la ciudad. Hay más de una docena de clubes.
Grassmarket desde Victoria Street
No hay que perderse las vistas del castillo desde el lado occidental de Grassmarket.
Los imponentes muros del castillo de Edimburgo
Apenas 5 minutos separan Grassmarket del cementerio de Greyfriars, otra de las visitas ineludibles de Edimburgo. Reservad un buen rato para pasear por el lugar, es un sitio estupendo, a pesar de estar bastante lleno de turistas. Aquí están enterrados muchos de personajes ilustres de la ciudad. El contraste de las grises tumbas, el verde del césped y la imponente silueta de la iglesia es sobrecogedor. Hay muchos tours que visitan en el cementario como parte de los lugares imprescindibles de las rutas ‘macabras’ de la ciudad. También es famoso el cementerio por las visitas de la autora de Harry Potter –JK Rowling– para ‘tomar prestados’ nombres de algunas tumbas y transformarlos en personajes de su saga literaria.
Cementerio de Greyfriars
Justo en frente del cementerio está la pequeña estatua del perro Bobby, uno de los emblemas de la capital escocesa. Aquí tenéis su historia. www.edimburgo.com/greyfriars-bobby Solo decir que eso de tocar al perro no es realmente una tradición de la ciudad. Lo hacemos los turistas pero no los locales. Las estatua que tocan los vecinos de Edimburgo para atraer la buena suerte es del filósofo escocés David Hume en la Royal Mile, en concreto, su dedo gordo pie. El perro es simpático y es curioso ver también el pub que lleva su nombre. Por cierto, en el cementerio de Greyfriars podréis ver la tumba de Bobby.
Aquí tenéis al fiel can
La tumba del perro Bobby
Y a pocos pasos de la estatua de Bobby está el que quizás sea el museo más preciado de Edimburgo: el National Museum of Scotland (entrada gratuita); un nombre genérico que da pocas pistas de lo que vas a encontrar en el interior… pero que debe estar en toda lista de lugares a visitar en la ciudad. Nada más entrar te das cuenta de que no te vas a aburrir en sus cinco plantas. Estuvimos algo más de 1,30 h pero la verdad es que el museo da para lo que quieras. Entre lo más llamativo, las espectaculares salas de historia natural, con decenas de animales a tamaño real colgados del techo (no son piezas disecadas, son reproducciones). Ballenas, delfines, jirafas, elefantes, esqueletos de animales prehistóricos… una pasada.
Un zoológico flotante....
Si vais con niños, les encantará. Mención especial para el animal más singular del museo: la archiconcida oveja Dolly (ésta sí, disecada), subida a un pedestal que va rotando.
Aquí está quieta pero en realidad la pobre no para de dar vueltas
Es muy divertida también la sala dedicada a la ciencia, con aviones, cohetes y artilugios de todo tipo sobrevolando tu cabeza.
Muchas de las cosas expuestas son interactivas, como este traje espacial
También muestra el museo numerosas piezas históricas de Egipto, China, Corea o Japón, toda una colección que comenzó con la apertura del museo en 1861.
En fin, que hay cosas muy chulas aquí. Una gran elección si el día está muy lluvioso. Dos cosas para terminar: el propio edificio es una pasada, con una parte antigua de estilo victoriano y otra más moderna, que data de 1998; y tampoco os perdáis las vistas desde la 7ª planta. Aquí tenéis algunas panorámicas.
Al fondo, junto al castillo, se ve la estructura metálica de las gradas del Tattoo
Salimos del museo con ganas de relax y cerveza. Llevaba un lista de los pubs con música tradicional más famosos de la ciudad y uno de ellos estaba muy cerca, el Sandy Bells. Os dejo por aquí el resto de pubs de la lista (a la mayoría no fuimos pero creo que puede ser útil): The Captains Bar, The Royal Oak, Whistlebinkies, Whiski y The Antiquary (a este sí que fuimos).
En cuanto a la experiencia en el Sandy Bells, fue fantástica. Al ser época de festivales, hay actuaciones musicales todos los días. Pedimos unas cervezas en la barra y nos sentamos en una salita al fondo. Era pronto (sobre las 4 de la tarde) y había sitio. Podríamos habernos quedado allí hasta el anochecer. Es sorprendente ver cómo se van incorporando músicos, cada uno con su instrumento. Todos, todos se saben cada canción tradicional que se interpreta y suman su instrumento al conjunto. Violines, guitarras, acordeones… Es un placer ver cómo sienten la música y cómo la comparten.
Música en directo en el Sandy Bells
Varias cervezas después, salimos del pub y subimos por George V Bridge hasta la Royal Mile.
Comenzamos la visita a la calle principal del Old Town a la altura de la ‘catedral’ de S. Giles. Aunque todo el mundo la conoce así, como la catedral, realmente no tiene ese título, ya que es una iglesia protestante. Me gustó el ambiente en el interior del templo, muy medieval a pesar de ser un edificio que se ha ido reformando a lo largo de los siglos. Me llamaron la atención las banderolas que hay distribuidas por distintos lugares de la nave. Los escudos heráldicos son fantásticos. Por un momento crees haber entrado en algún capítulo de Juego de Tronos al ver tanto león, cirvos, jabalíes y flores de todo tipo estampadas sobre los estandartes.
Banderolas en S. Giles
Al salir de la catedral comenzamos a seguir un itinerario que vi en la web de MasEdimburgo. Se trata de visitar los famosos callejones (‘closes’ en inglés) que salen en perpendicular desde la Royal Mile. Aquí os dejo el link a la ruta a pie.
masedimburgo.com/ ...edimburgo/
Vimos todos los ‘closes’ de la ruta, de oeste a este. Algunos son preciosos; son además rincones donde no hay demasiados turistas y puedes disfrutar de un rato de tranquilidad antes de salir de nuevo al ajetreo de la Royal Mile. Nuestros preferidos: Dunbar’s Close, Lady Stair’s Close y Bakehouse Close, pero todos los de la lista merecen una visita.
Advocate's Close
Entre las visitas y las paradas en alguna que otra tienda, la ruta nos llevó casi 2 horas.
Entre callejón y callejón vimos también algunos de los monumentos más destacados de la Royal Mile, entre ellos, la iglesia Tron, la estatua de David Hume, la estatua de Alejandro Magno y su caballo Bucéfalo, el Parlamento escocés (que nos pareció bastante feo…) y acabamos en el palacio de Holyroodhouse, que a esa hora solo pudimos ver por fuera, estaba ya cerrado. Me hubiera gustado tener algo más de tiempo para ver la que todavía es hoy la residencia de la reina cuando está en Edimburgo.
Toolboth Tavern, uno de los pubs más famosos de la Royal Mile
El castillo lo dejamos al margen, ya que lo visitaríamos al día siguiente.
Todo este paseo por la Royal Mile lo hicimos en pleno ambiente festivalero. Gracias al Fringe, toda la calle está llena de actuaciones gratuitas donde te puedes ir parando. Merece la pena dedicarle tiempo y ver los distintos shows que vas encontrando a cada paso. Vimos de todo, pero sobre todo músicos y actuaciones circenses. Muy entretenido.
Terminada la visita a la Royal Mile, nos fuimos a ver otra calle preciosa, Cockburn St, que sirve de enlace entre el Old Town y la zona de la estación de tren de Waverley, ya en la zona nueva. Es una calle con multitud de tiendas, algunas de moda y decoración muy chulas. Y la arquitectura de toda la calle es una pasada. Los pintorescos edificios se amoldan a la forma de serpiente que hace la calle. Las fotos son fantásticas.
Cockburn St, la calle en curva más bonita de la ciudad
Ya casi tocaba a su fin el día y solo nos quedaba ir a cenar. Teníamos apuntado tras ver bastantes recomendaciones el restaurante Howies de Waterloo Pl y nos pillaba cerca. Atravesamos la estación de Waverley y tuvimos suerte de poder entrar sin reserva. El restaurante es muy bonito, con un amplio salón y unos ventanales que dan a Calton Hill, todo en un edificio neoclásico y georgiano muy elegante. A pesar de todo, el ambiente es distendido y para nada estirado. Tampoco los camareros. La cocina es tradicional escocesa pero renovada. Pedimos unas cervezas artesanales muy ricas (Black Isle Goldfinch IPA). De aperitivo te ponen algo que nos sorprendió: aceite de oliva, aceitunas y pan artesano. Todo muy mediterráneo… curioso… Como plato principal tomamos ‘Baked Shetland salmon’ (rico pero no el mejor del viaje) y un risotto bastante normalito, sin mucho sabor. Todo, sin postre, fueron más de 50 £ (la cantidad exacta no la tengo porque fue la única cena que pagamos en metálico). Conclusión: un sitio agradable pero algo caro para los platos que comimos. Nos esperábamos más calidad, la verdad.
De camino al alojamiento por el New Town, pudimos pasar por el hotel Balomoral, el más histórico de Edimburgo. Su fachada y la señorial torre del reloj son impresionantes. Se ves desde buena parte de la ciudad y es uno de sus símbolos.
Alojamiento
Y llegamos al alojamiento. Como decía al principio, era un apartamento AirB&B en el New Town. Y eso era casi lo único bueno, su ubicación. El resto, bastante mal, la verdad. Habitación pequeña, limpieza… muy justa, baño privado que no lo era (ya que estaba fuera de la habitación y podía entrar cualquier persona de la casa), zonas comunes y cocina bastante sucias, no había desayuno incluido… En fin, poco recomendable. Quizás lo peor era que la habitación no tenía pestillo. Por la noche, ya en la cama pero todavía despiertos, pasó lo inevitable: llegaron otros huéspedes -una familia francesa- y abrieron la puerta de la habitación, supongo que por cotillear la casa donde acababan de llegar. El hombre se disculpó, claro, pero ya nos dejó intranquilos toda la noche. Fue, además, un alojamiento caro (177 euros las 2 noches). Precio de época de festivales. Se aprovechan, claro, como en todos lados. Ha sido hasta ahora nuestra única mala experiencia con AirB&B. Hemos estado en casas y apartamentos en Italia, Alemania, Irlanda o Japón y siempre ha ido bien.