Itinerario por la isla de Mull del segundo día de viaje
Amaneció un día nublado, algo ventoso y bastante frío… pero las ganas que teníamos de ver la isla de Mull y sus salvajes paisajes podían con todo. Tras un corto recorrido en coche desde el B&B hasta el muelle, aparcamos de los primeros en los carriles para coches habilitados para esperar a que abrieran las puertas del barco. Ahí dejamos el coche y nos fuimos a las oficinas para recoger nuestros billetes.
Al comprar en la web de CalMac los tickets combinados Hopscotch (ver en la introducción más información de este tipo de billetes), ya te avisan que el PDF que te descargas en tu casa no es un billete válido para subir a los ferries, has de canjearlo por tickects antes de realizar tu primer trayecto. El trámite es rápido en el mostrador, donde ya te entrgan los tickets de todos los trayectos contratados, no solo del que vas a hacer en ese momento.
Salida en ferry desde el puerto de Oban
Para llegar a la isla de Mull desde Oban lo más sencillo es realizar el trayecto en ferry de Oban al pequeño puerto de Craignure. Es un viaje de 50 minutos muy bonito, que transcurre entre los islotes que rodean la capital escocesa del marisco antes de llegar a la costa de Mull. La parte final del viaje es sin duda la más atractiva. Unos 20 minutos antes de llegar, por babor se divisa el castillo de Duart (en obras en ese moemento) Vale la pena soportar el gélido viento para hacer una cuantas fotos desde la cubierta del ferry.
Castillo de Duart desde el ferry, justo antes de llegar a la isla de Mull
Una vez desembarcamos del ferry con el coche… ¡comenzó la diversión! Esto es, descubrir las intrincadas carreteras de Mull y sus innumerables kilómetros con ‘passing place’. Seguramente ya habréis leído de todo sobre qué es un ‘passing place’ y cómo conducir por estas carreteras pero no está de más una breve explicación. Los ‘passing place’ están situados en estrechos tramos de carretera donde solo cabe un coche. Esos tramos pueden ser de 200 metros o de muchos (muchísimos) kilómetros. Para permitir la circulación, se habilitan unos ensanchamientos llamados ‘passing place’ que permiten apartarse y dejar pasar al coche que te viene de frente. Unos veces te apartas tú y otras el coche que viene de frente, según a quien le pille más cerca el ‘passing place’.
Passing place en la isla de Mull
Hay que decir que el sistema tiene su gracia. Eso de conducir por carreteras tan angostas es curioso y en algunos sitios da lugar a paisajes alucinantes, como este de la costa oeste de Mull.
Sinuosa carretera en Mull
Pero también es verdad que los tramos largos con ‘passing place’ son cansados. Cuando llevas 25 o 30 km después de un día entero de conducción estás deseando que se acaben. Hay que conducir despacio, con mucho cuidado en las curvas y cambios de rasante. Y a eso se suman las ovejas que a veces te encuentras en medio de la carretera… Pero bueno, es lo que hay en muchas carreteras escocesas y no queda otra recorrerlas para llegar a los sitios más apartados.
Dicho esto, en Mull hicimos un verdadero máster de conducción por ‘passing place’. Fue el primer sitio donde nos tuvimos que enfrentar a ellos. Lo cierto es que al poco rato (un par de horas) ya le has cogido el tranquillo. La gente local es muy educada y frena a mucha distancia para dejarte pasar. El único problema somos nosotros, los turistas. Vimos a gente pasarlo muy mal para dar marcha atrás con alguna autocaravana, y a alguno que otro dejarse los bajos en una cuneta….
Al salir del minúsculo puerto de Craignure nos dirigimos directamente hacia la capital, Tobermory. Por el camino te encontrarás con dos famosos varados muy fotogénicos. Instragram está plagado de fotos de estos dos barcos cubiertos de verdín.
Barcos varados en la costa este de Mull
Seguimos de camino a Tobermory por un paisaje salpicado de ensenadas y pequeño poblachos costeros. Dan ganas de parar en cada rincón.
Y por fin llegamos a Tobermory . Tras estas vacaciones en Escocia, puedo decir que es uno de los pueblos con más encanto de los visitados. La vista de la pequeña bahía con las casitas de colores es preciosa. Eso sí, había bastante gente y aparcar fue complicado. Pudimos hacerlo en el parking junto al puerto.
Tobermory, capital de la isla de Mull
Una vez nos olvidamos del coche, nos pusimos a pasear. El pueblo tiene una bonita destilería, con fachadas del clásico color blanco. No hicimos la visita pero no dimos una pequeña vuelta por la tienda.
Destilería en Tobermory
Tobermory se recorre rápido. Tiene tiendas de artesanía y recuerdos muy interesantes, y las típicas cafeterías donde te pasarías la mañana admirando las vistas al mar.
A pesar de que tiene muy buenas opciones para poder probar platos escoceses tradicionales en pubs y restaurantes (el Café Fish o The Mishnish son lo más recomendados) y un famoso foodtruck de fish&chips (Fishermen’s Pier), tuvimos suerte (la lluvia respetó) y pudimos hacer un breve picnic en uno de los bancos que hay en uno de los extremos de la bahía del pueblo. Un sitio estupendo para disfrutar de las vistas, las olas y las decenas de gaviotas y otras aves que habitan por allí.
Vista de Tobermory desde el puerto
Se hacía tarde y decidimos salir de Torbermory en dirección hacia la playa de Calgary. Llevábamos apuntado el castillo de Glegorm, de camino entre Tobermory y Calgary, pero no tuvimos tiempo para desviarnos.
La carretera hasta Calgary (pequeñísima población de donde tomó su nombre la ciudad canadiense) es complicada y bastante pesada de recorrer. Todo con ‘passing place’ y llena de curvas, cambios de rasante, etc. El paisaje aquí tampoco es especialmente destacable, hay pocas vistas.
A pesar de todo, el tortuoso camino se ve recompensando con el premio final: la deslumbrante playa de Calgary, de arena blanquísima. Aquel día lucía entre nubes el sol y fue estupendo poder pasear por la playa, ancha con marea baja y bastante larga. El lugar es precioso, rodeado de verdes promontorios. Creo sin duda que es uno de los sitios más bonitos de Mull.
Playa de Calgary
Al hacer el planning del viaje tuvimos que descartar las islas de Lewis y Harris –famosas por sus playas– por falta de tiempo, pero la visita a Calgary compensó en parte no haber podido ir hasta estas islas.
'Vida salvaje' junto a la playa
Daban ganas de quedarse toda la tarde en Calgary pero nos esperaba un largo camino hasta Fionnphort, donde dormiríamos esa noche. Tomamos la carretera en dirección a Salen, desde nos dirigimos a Loch Na Keal, en la costa oeste, para ver el Ben Moore, la deshabitada isla de Eorsa y la escarpada costa por donde discurre la carretera B8035 hacia Balnahard.
Las vistas desde la carretera B8035 son espectaculares
En este tramo de la B8035 se encuentran algunos de los paisajes más sobrecogedores de Mull. La carretera se estrecha y se pega literalmente a la montaña antes de girar hacia Balnahard. Muestra de la belleza salvaje de este lugar son las autocaravanas que pasan aquí la noche. Dicen que por aquí es fácil ver nutrias pero no tuvimos suerte en nuestros intentos.
¿Por ahí caben dos coches?
Seguimos por la B8035 hasta su enlace con la A849 cerca de Pennyghael. Esta carretera, que recorre la Península Ross of Mull, lleva directamente hasta Fionnphort, nuestro destino final de esta jornada. Hubiera estado bien tener tiempo para explorar la Península Ross of Mull (leí que había interesantes rutas de trekking) pero no había tiempo.
Llegamos justo a tiempo para cenar. Pocas –muy pocas– opciones hay en Fionnphort. Optamos por el pub local, The Keel Row. Un sitio con un ambiente muy agradable y buenas vistas. Cenamos unas sopas del día muy ricas (de garbanzos, zanahoria y curry), un Yorkshire pudding hecho con cerveza negra que no estaba nada mal y un plato salmón con risotto muy muy bueno. Todo, cervezas artesanales incluidas, 49 £.
Atardecer en el puerto de Fionnphort. Al fondo, la isla de Iona, que visitaríamos al día siguiente
Si alguien se quiere dar un capricho, cerca de Fionnphort hay un restaurante de mucho nivel, dicen que entre los mejores de Escocia para probar marisco y otras exquisiteces de la tierra, el Ninth Wave (solo cenas). Unas 70-80 £/pax.
Alojamiento
La noche la pasamos en Caol-Ithe Guest House, un B&B de Fionnphort recomendado en el foro. Fue uno de los más caros del viaje (90 £ la doble). Habitación amplia, limpia y en perfecto estado. Una cama comodísima. Y el desayuno… bufff… espectacular!!. Productos de calidad. Especial mención para el salmón y un bizcocho de chuparse los dedos. El comedor tiene preciosas vistas. La dueña un pelín estirada, pero correcta. Desde el B&B se puede ir andando sin problemas hasta el puerto en un corto paseo.