SAMARRA ✏️ Diarios de Viajes de IraqVisita al minarete más hermoso que he visto en mi vida. ¿Cómo me pedía 50000 dinares el taxista para ir desde Suleimaniya a Bagdad? Si en la ida pagué 35000 por un trayecto similar. Pensé desacertadamente que quería estafarme. Y a regañadientes...Diario: En lo que una vez fue Mesopotamia (Irak)⭐ Puntos: 4.8 (17 Votos) Etapas: 12 Localización: Iraq¿Cómo me pedía 50000 dinares el taxista para ir desde Suleimaniya a Bagdad? Si en la ida pagué 35000 por un trayecto similar. Pensé desacertadamente que quería estafarme. Y a regañadientes conseguí una rebaja de 5000 dinares, después de apretar en la negociación. Era un vehículo de cuatro plazas, un Dodge Charger, de éxito de ventas, al menos, en Bagdad; que me tenía confundido su notoriedad en las carreteras iraquíes, pues no es barato ni es utilitario. A final del trayecto me di cuenta que pagaba menos que los viajeros iraquíes. Así que acabé, por propia voluntad, pagándole los 50000 dinares que me pidió en primera instancia. Porque para mí no se trata de viajar más barato que nadie, sino a precios justos, ni estafar ni que me estafen. Y es que los precios van por distancia y plazas del vehículo; no es lo mismo uno de siete que de cuatro, el primero siempre será más barato que el segundo siendo la misma distancia a recorrer. Los controles de seguridad, está vez, no fueron todo lo agradable que uno desearía; sobre todo, a mitad de camino. Un militar malhumorado me cogió el pasaporte y mandó al taxista a cincuenta metros de distancia de mí. Y en ese punto, otro militar, registró mi mochila en busca de explosivos. A los diez minutos, con la inestimable ayuda del taxista, me retornaron el pasaporte y marchamos. El otro control que me pararon fue en la entrada de Bagdad, donde un mando intermedio me tuvo retenido diez minutos hasta convencerse que era solo un turista, después todo fueron bromas y sonrisas, y es que así acabaron todos menos el primero descrito en este párrafo. Como en Samarra no hay hoteles y de Bagdad está a tan solo 130 km de distancia, volví a alojarme en Life Palace Hotel y Rest. Y, desde allí mismo, contraté un coche con conductor para al día siguiente. Hay transporte público, pero informes de viajero solitarios relataban horas de espera en los controles de entrada a la ciudad hasta que los dejaban pasar. Así que opté por la opción más cómoda pero mucho más cara: 150 dólares. La tarde en Bagdad la pasé en la zona verde. Visité El arco de la Victoria o Espadas de Qādisīyah, un par de arcos triunfales en una avenida atestada, en aquellos momentos, de tanques y vehículos militares que amedrentaron mis ganas de disparar el botón de la cámara. Las manos que sostienen las espadas que dan formar al arco dicen que son una réplica de las de Sadam Hussein. El monumento del soldado desconocido, cerca de esta área, no lo visité. Eran monumentos de finales del siglo pasado con una intención clara: enaltecer el orgullo patrio a través de la simbología. Nada nuevo bajo el sol que sorprenda. Aproveché para comer algo en un restaurante y cogí un taxi para pasar las últimas horas en mi habitación. A Samarra Por fin iba a conocer una de las imágenes más icónicas del Irak turístico, el monumento más fotogénico, el minarete más sorprendente de los que he visto en mi vida. A las nueve, puntuales como un reloj suizo, el taxista y su “traductor”, esperaban en la entrada del hotel; aunque el traductor era más el móvil que él, cada palabra era buscada en google. El traductor, un joven treintañero, le faltaban dos dedos de la mano derecha, y enseguida me vino a la memoria, al ver la mano, una frase del libro de la Semilla del odio de una de las aberrantes acciones que se practicaron en los arrabales de Bagdad controladas por las milicias de Al Qaeda: “si te ven fumando te cortan los dos dedos”. No sé si esa fue la razón, pero coincidía con los dedos que suelen sujetar el cigarro. Era estremecedor pensar lo qué había tenido que pasar, no solo él, sino la mayoría de iraquíes en aquellos turbios años. Los controles para acceder a la ciudad fueron trámites sencillos y rápidos. Después del atentado del 2006 al mausoleo chií en Samarra, de mayoría suní, fue el detonante definitivo para desencadenar la violencia sectaria en todo el país entre estas dos comunidades musulmanas que habían vivido durante 1400 años en paz. Y una de las medidas que tomaron fue cerrar todos los hoteles de la ciudad. Algunos piensan que detrás de la destrucción del mausoleo estaba la mano norteamericana. Nadie reivindicó el atentado. Aparcamos en un solar, al lado de lo que un día fue la Gran Mezquita abasí, en su momento la más grande del mundo, en pie solo queda el famoso minarete y el muro perimetral. En el 1278 fue destruida. Me acerqué a la Torre Malwiya (el célebre minarete) a hacer unas fotos y luego subimos los tres por su escalera en espiral hasta el lugar donde el almuédano, en un tiempo muy lejano, hacia las llamadas a las oraciones. Su construcción se inspiró en los zigurats de forma cónica. Realmente era una de las construcciones más bonitas que había visto en mi vida. Desde su cima tenía uno una buena panorámica de la ciudad. Estaba feliz. Al subir al coche, unos niños preguntaron a mi conductor de dónde era. Y en un momento montamos una algarabía futbolera divertida que llamó la atención de uno de los guardias del recinto monumental, quien, a gritos, y recriminándoles su ocultación, se dirigió a mis compañeros de viaje al darse cuenta que yo era extranjero. Creo que fue más por desconocimiento, ya que era la primera vez que venían a Samarra. Había pasado como un nacional por taquilla y no me cobraron los 25000 dinares, tan solo 3000 dinares. Así que, en el tiempo de descuento tuve que pagar el precio establecido por el gobierno iraquí. La suerte sonrió al guardia. Para entrar al mausoleo de Ali Al Hadi y su hijo Hasan al Askari, dos de los doce imanes más venerados por los chiíes, había que atravesar varios controles de seguridad en una de las calles que confluían en el recinto. La psicosis a los atentados todavía estaba presente en la comunidad chií, quienes habían sido castigados varias veces allí. La reconstrucción de la cúpula dorada todavía no se había finalizado, rodeada de andamios. A diferencia de Qom, en Irán, aquí a los pocos extranjeros que llegaban a cuenta gotas nos dejaban pasar a su interior. Taquillas gratuitas custodiaban bolsas y calzados. Solo me permitieron el móvil, las cámaras estaban prohibidas. Samarra era la ciudad natal de Abu Bakr Al Bagdadi, el califa que proclamó el Estado Islámico en la ciudad de Mosul. Se cuenta que de joven era introvertido y pacífico, y lo apodaban “Maradona” por sus habilidades futbolísticas. Todo cambio cuando los norteamericanos lo aprisionaron en una de las cárceles en la era de la ocupación, como a otros miembros de esta organización terrorista. Muchos de ellos solo por ser suní, sospechosos de pertenecer a los partidarios del depuesto dictador Sadam. Comimos en un concurrido restaurante de carretera, ya dirección a Bagdad de nuevo. Llegamos a las seis de la tarde a mi hotel. Salí un rato por la calle comercial cercana a mi alojamiento antes de dar por finiquitado el día, antes de que volviera a soñar en el futuro, en ese futuro que tenía que abrir los accesos a unas cuantas ciudades iraquíes más. Índice del Diario: En lo que una vez fue Mesopotamia (Irak)
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