EL CASTILLO SHERWANA DE KALAR ✏️ Diarios de Viajes de IraqUna escapada a Kalar. Encontré por casualidad el castillo Sherwana de Kalar rastreando por la aplicación Google Map, construido por Mohamed Pasha, con una antigüedad de 200 años, bajo la alargada sombra del Imperio Otomano. Surgían dos problemas...Diario: En lo que una vez fue Mesopotamia (Irak)⭐ Puntos: 4.8 (17 Votos) Etapas: 12 Localización: IraqEncontré por casualidad el castillo Sherwana de Kalar rastreando por la aplicación Google Map, construido por Mohamed Pasha, con una antigüedad de 200 años, bajo la alargada sombra del Imperio Otomano. Surgían dos problemas: el primero que probablemente no encontrara un taxi compartido para la vuelta y segundo que, con toda seguridad, solo podría verlo desde fuera, estaría cerrado el recinto. Ubicado a una distancia de dos horas y media de viaje. Al final, tomé la decisión de visitar Kalar a pesar de los dos inconvenientes. Las calles de Suleimaniya a aquellas primeras horas de la jornada festiva era un calco del día anterior, el movimiento febril de los días laborales era un espejismo, el vacío la constante vital que lo impregnaba todo. Los taxis, aunque no fueran legión, no me costó mucho localizar a uno que me llevara a la estación, o, como lo llaman por tierras iraquíes, garage.El taxi compartido me costó 10000 dinares a Kalar. Pregunté los horarios de vuelta, pero no conseguía entenderme con ellos. Así que no pensé más en ello. En el peor escenario que podía ocurrir era que tuviera que contratar un taxi privado, algo con lo que contaba. Las montañas dejaron paso a las vastas tierras desérticas después de pasar un sombrío túnel, a mitad de camino. La calima volvía a ser compañera de viaje, pocos días me dejó y algún día fue peor, cuando se transformó en tormenta del desierto, y las mascarillas que llevaba en la mochila tuvieron una segunda vida, se convirtieron en una prenda útil para no respirar partículas de arena. Kalar no era precisamente una ciudad hermosa ni encantadora, y menos, con calima y en festivo. El taxista me dejó a los pies de la colina coronada por el Castillo Serwana. Como era previsible el acceso permanecía cerrado. Miré en la entrada algún cartel que indicara precios, pero no vi nada. Hice varias fotos desde el exterior. Seguidamente me acerqué al río Sirwan, que al paso de una de las orillas de la población su cauce se diversificaba en varios ramales exiguos de aguas encubierto por los cañaverales. El sol ya era una bestia infernal que flagelaba mi cuerpo, las partículas de arena habían abandonado los cielos. Me refugié en uno de los escasos colmados que habían abierto a hidratarme con un refresco y agua. Me dirigí al bazar principal de la ciudad, calles estrechas y cubiertas refrigeraban el ambiente. Todos los establecimientos estaban cerrados. Así que tomé un té en un pequeño local con dos clientes. Al percatarse que era extranjero me invitó el camarero. Una costumbre que se repitió muchas veces en mi viaje, tanto en la parte kurda como en la árabe. Comer, comí una pizza en uno de los pocos kebabs abiertos. Eso sí, era el único cliente. El simpático camarero mantuvo conmigo una comunicación de gestos y palabras en árabe que no siempre llegaban a buen puerto. Después de indagar posibilidades preguntado a transeúntes, a las seis de la tarde opté por una de las opciones viables de transporte que tenía para volver, cogí un taxi privado para regresar a Suleimaniya, única opción junto hacer autostop. Pagué 70000 dinares. El listillo del conductor me pidió si le podía pagar a medio camino para poner gasolina. Le di tres billetes de 25000 dinares y no me devolvió el cambio. No le dije nada. Esperaría a la finalización del viaje. Paró su vehículo a las afueras de la ciudad, lo normal. Le dije que me llevara al centro, pero se negó. Entonces reclamé el cambio, quien aprovechando la coyuntura del muro lingüístico que nos separaba se hacía el tonto. No tuve más remedio que alborotar el corral para que las gallinas cercaran nuestro taxi para intermediar en la disputa, los taxistas de la parada. Al final cedió, y con esos 5000 dinares pagué a uno de los taxistas para que me llevara al hotel. Al anochecer volví a disfrutar de la actividad nocturna alrededor de la Gran Mezquita. Imagenes relacionadas Índice del Diario: En lo que una vez fue Mesopotamia (Irak)
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