El martes sobre las 05:30 ya estábamos levantados, ya que hoy teníamos la excursión a Samaná.
A las 06:00 bajamos al hall, y como el buffet no abre hasta las 07:00, el hotel deja fuera un servicio de desayuno, con pan, varios tipos de chacina, queso, leche, café, etc, y que tú te preparas y comes en las mesas del bar del hall.
Sobre las 06:30 estábamos en la zona de tiendas, que es donde nos recogen.
Puntualmente llego una furgoneta que nos recogió, y que en unos 45 minutos de recorrido, nos llevó a otro sitio donde nos montamos en un mini autobús, con varias personas de otros hoteles, y que habían contratado la misma excursión.
Sobre las 08:00 pararon en una tienda de carretera, para que estiremos los pies, compremos algún refrigerio, y por supuesto para que nos vendan algunos suvenires.
Sobre las 09:00 llegamos al pueblo Capitán, y nos dejaron junto a los muelles, entrando en el restaurante Bar Mana Mar, donde había un pequeño desayuno buffet.
Sobre las 09:30 nos montamos en una lancha rápida, en la que te facilitan un chaleco para la travesía.
Unos 40 minutos después llegamos al puerto de Samaná.
Cuando nos bajamos nos indicaron que nos fuéramos hasta un autobús abierto, donde nos esperaban.
Cuando llegamos lo primero que nos dieron fue un ron cola, y un chico que va en el autobús, nos hacía fotos a todos los de la excursión.
Pocos minutos después nos montamos y empezamos el camino. Por el camino pudimos ver la imagen tan famosa de las casas de colores de Samaná, y cuanto más salíamos del pueblo, veíamos más la realidad de la población con sus construcciones.
Unos 17 km y una media hora después, llegamos al Rancho Español.
Allí nos enseñaron varios productos tradicionales del lugar, como el coco, bananas, cacao, y productos artesanales de decoración, y otros alimentarios como cacao, damajuana, café, ron, etc, que por supuesto puedes comprar. Nosotros compramos el cacao, porque olía espectacularmente, y cuando nos la dieron a probar, estaba buenísimo.
Después nos llevaron a un puesto donde te enseñan cómo se hace manualmente los puros, y que también puedes comprar. De esto no compramos nada.
Después nos dieron unos cascos, y nos llevaron en el mismo autobús, hasta una explanada que había muchos caballos, y varios jóvenes.
En esa explanada, te suben a un caballo, y un joven te va acompañando hasta llegar al destino.
El camino es bastante pedregoso y con varias subidas y bajadas empinadas, que al ser los caballos dominicanos, de tamaño más pequeño, les costaba mucho subir.
Como mi hija iba sola en el caballo, la chica que la acompañaba, se montó con ella para que estuviera más segura.
El recorrido es de unos 3 km, y se tarda más menos unos 40 minutos. Serían las 12:20 cuando llegamos a una zona arbolada donde dejamos los caballos, y comenzamos una bajada por un sendero en la montaña, hasta llegar a la cascada del Limón.
Las vistas son impresionantes, y eso de que no caía mucha agua, porque llevaban dos años con una gran sequía.
Las cosas las dejamos en un banco de madera que había enfrente, quedándose a vigilar las cosas la chica que llevaba el caballo de mi hija. Nos bañamos en la cascada, que estaba muy fresquita, he incluso la peque llego con nosotros hasta la caída de la cascada.
Estuvimos unos 30 minutos, hasta que empezamos la subida a la montaña, para volver a los caballos.
Volvimos a cogerlos caballos y empezamos hacer el recorrido de vuelta.
Durante la vuelta, íbamos hablando con los chavales que nos llevaban los caballos, y nos explicaron que ellos trabajaban en la finca, donde también vivían, y hacían esto cuando podían, para llevarse algo de dinero extra. Claro que no le pagaban nada por esto, si no obtenían lo que los turistas querían darles de propina, lo cual nos dejó fríos, ya que los que nos vendieron la excursión no nos dijeron nada de esto, si no hubiéramos traído algo más de dinero.
Dejamos los caballos y nos volvimos a montar en el autobús hasta la casa donde llegamos. Justo solo llegar, fuimos en busca de los chavales que nos acompañaron con los caballos, y les dimos algo de dinero a los tres, aunque le dimos algo más a la chica que acompaño a mi hija, ya que no al dejo en ningún momento.
Sobre las 14:00, subimos a la planta de arriba, donde nos encontramos un buffet con comida dominicana y bebidas.
Durante la comida, se nos acercó el chaval que nos estuvo haciendo fotos desde que llegamos a Samaná, y durante toda la excursión, para comentarnos de que si quería las fotos que nos ha hecho de la excursión, y de las que nos hará hasta que termine, serían unos 70€. Le dijimos el tema de los chicos que nos acompañaban a caballo, y a los que les dimos propina, quedándonos con muy poco dinero, y le dijimos que le daríamos todo lo que teníamos, que eran unos 41€, quedándonos sin nada, contestándonos de que perfecto, pero que no se lo dijéramos a nadie, ya que varios le habían pagados lo que le pedía.
Sobre las 15:00 salimos del rancho, para volver al muelle de Samaná, para montarnos de nuevo en la lancha rápida, para coger dirección a Cayo Levantado, o como también se la conoce, Isla Bacardi.
El trayecto dura unos 20 minutos, y le da mucha caña, para disfrute de mi hija, y para acojone de mi mujer.
La isla tiene un hotel de la cadena Bahía Príncipe, al que no se puede acceder, ya que solo tenemos acceso a la zona pública que es la playa. Cuando bajamos nos dieron un vale por persona, para ser canjeado en el bar de la playa.
La playa es espectacular, palmeras, arena blanca y agua cristalina. Estuvimos un buen rato bañándonos y jugando con la peque, hasta que el chaval de las fotos se acercó para hacernos un reportaje de fotos, dándonos un CD con las fotos más tarde.
Justo después fuimos al bar de la playa, para canjear los vales por unos cubatas.
Sobre las 17:00 cogimos de nuevo la lancha para volver al muelle del pueblo Capitán. Durante la vuelta nos estuvieron dando cerveza, refrescos y ron, lo cual era muy divertido, ya que la lancha volvía a toda velocidad, y era muy difícil tomarlo. La peque se le estuvo pasando bomba, viendo a la velocidad que íbamos.
En 20 minutos llegamos al muelle, y subimos directamente en el autobús, para volver al hotel, quedándose inmediatamente dormida la peque, sin despertarse hasta llegar al hotel.
Llegamos a las 19:00 llegamos al hotel, marchándonos rápidamente a la habitación para ducharnos, ya que a las 21:00 teníamos la cena en el restaurante Japonés. Sobre las 20:45 ya estábamos en el restaurante, que se encuentra en el mismo edificio que el brasileño y el italiano. El restaurante está decorado de la misma manera que los otros restaurantes japoneses en los que hemos estado.
Nos sentamos en la mesa de comida en vivo, y primero nos sirvieron unos entrantes, mientras el cocinero hacia el espectáculo.
La verdad es que este cocinero no nos hizo mucha gracia, ya que no hacía nada del otro mundo, solo sabía mover la comida, no como en los otros que hemos estado, que montan espectáculo. Esto no era algo normal en el restaurante, ya que veíamos que en otras mesas, los cocineros si montaban diferentes espectáculos, que entretenían a los comensales, mientras que nosotros nos aburríamos viendo mover la comida de un lado de la plancha al otro. La comida no estuvo mal, pero me la esperaba mejor, tanto los entrantes como la comida en vivo.
Nos marchamos sobre las 22:00, marchándonos hacia el teatro abierto, donde tomamos copas, escuchamos música, y hasta bailaron un rato.
Sobre las 23:00, que nos marchamos a la habitación, ya que el día había sido muy largo e intenso, y sobre todo porque la peque estaba agotada.