Hoy no teníamos que madrugar tanto, así que puse el despertador a las 6’20 para afeitarme tranquilamente (que llevaba 2 días sin hacerlo), y a las 7’15 teníamos el desayuno. Me estoy acostumbrando a las tortillitas mañaneras (¿les pondrán algo adictivo?). Habíamos quedado con Richard a eso de las 8. Como la ropa del día anterior, y sobre todo las botas, no se habían secado ni un ápice, hicimos un tenderete por los alrededores de la tienda, a ver si se secaban algo cuando saliera el sol.
A las 8’15 ya estábamos saliendo hacia la actividad que teníamos programada para la mañana, un “Swamp Walk” en la cercana comunidad de Kigodi. Esta es un área pantanosa donde los miembros de esta comunidad han preparado un sendero cirular, muy bien preparadito con unas pasarelas de madera para poder atravesar las múltiples zonas de agua. Este tipo de actividades, aparte de ser sumamente interesantes, contribuyen directamente a la mejora de las condiciones de vida de las gentes del lugar, ya que la totalidad de los ingresos que obtienen de las entradas, de la venta de artesanías y demás se las quedan ellos. Aquí el UWA no tiene nada que ver.

Yo estaba algo preocupado ya que iba sin botas, porque como he dicho las mías estaban hechas una sopa. Me había traído unas deportivas que son las que traigo siempre a los viajes a África para las cenas y demás. Sabía que allí te prestan botas de agua, pero como yo calzo un 47 pues ya me habían dicho que esto era muy grande (y la verdad es que lo es para el estándar africano… bueno y para el no-africano también). En cualquier caso me probé unas que me ofrecieron, las más grandes que tenían, y me entraron. Me quedaban algo justas pero eran muy cómodas y con una buena suela con profundos dibujos para terrenos resbaladizos. Me gustaron tanto que le dije a Richard a ver si sabía donde podía conseguirlas durante estos días para llevármelas a España, ya que allí no las había visto tan buenas.
Mientras esperábamos los trámites y a la que sería nuestra guía, que tardaba una eternidad (ya se sabe que África = Pole-pole), estuvimos curioseando en la rudimentaria tienda de artesanía. Nos gustó un tamborcillo africano que nos compramos por 30000 shillings (10 euros). Una cosa que nos llama la atención de Uganda es que aquí no se regatea, lo cual es muy de agradecer.
Nuestra guía era Fionna, una chica regordetilla y con el típico carácter de los ugandeses: tímida y extremadamente ceremoniosa. A nuestro pequeño grupo se unió Jessica, una chica jovencita que tomaba notas constantemente porque estaba haciendo el trabajo de campo para hacer una guía de pájaros. Ambas llevaban peinados inverosímiles de trencitas africanas tipo rastas. Aquí en las tierras pantanosas de Kigodi habitan varios cientos de especies diferentes de aves, 8 especies de primates no antropomorfos, multitud de especies de maripossas y otros bellísimos insectos, y unas pocas especies de otros mamífeos como mangostas, puercoespines, etc…
Durante el relajante paseo de esta mañana vimos muchísimas cosas interesantes: incontables pájaros, varias especies de monos (pudimos ver colobos rojos, colobos blancos y negros, colobos de cola roja y babuinos), muchas especies de mariposas y otros insectos. Vimos por fin a las temibles hormigas safari, de las que Fionna nos estuvo explicando cosas. Fue delicioso ver a los colobos jugando, espulgándose, saltando de rama en rama y haciendo un sinfín de “monadas” a escasos metros de nosotros, ya que aquí no le tienen nada de miedo al ser humano. Aquí, en Uganda, no se les hace el menos daño, aunque eso es solo en la actualidad porque Fionna nos contaba como su abuelo mataba monos para dárselos de comer a los perros.

También aprendimos durante el camino bastantes cosas sobre el modo de vida rural del país: cómo se las ingenian los granjeros para mantener a raya a los babuinos que siempre están al acecho para robarles la cosecha; cómo hacen el carbón vegetal para cocinar; cómo utilizan determinadas plantas para el tratamiento de las afecciones más comunes; etc…. Desafortunadamente el bajo nivel de desarrollo del país hace que la prevalencia de determinadas enfermedades provoca que la expectativa de vida sea muy baja y la mortalidad infantil altísima. Por esta razón tienen muchísimos hijos, contando ya de antemano que buena parte de ellos van a morir a edades muy cortas.
Hoy es domingo y por lo tanto día de oficio religioso. Mucha gente ha cambiado los harapos con los que habitualmente van vestidos por ropas visiblemente mejores. La mayoría de la gente en las zonas rurales sólo dispone de una muda de ropa en buen estado, que cuidan y reservan para los domingos, fiestas, visitas y demás ocasiones especiales. ¡¡Con la cantidad de ropa que tiramos en nuestras casas!! Fionna nos explica que conviven pacíficamente 4 religiones en esta área: la católica (mayoritaria), protestante, anglicana y musulmana. En Uganda profesan hasta 6 religiones más, que conviven sin conflicto alguno. Los domingos es el día dedicado al oficio religioso, por lo que muchas familias pasan el día entero en la iglesia, comiendo, rezando, cantado, confraternizando con los vecinos y familiares. El ugandés es un pueblo profundamente espiritual (¡y eso que no tienen de casi nada material!) y lo notas en todas partes. Incluso la gente lleva eslóganes religiosos en la ropa, en los coches, camiones y autobuses, e incluso en las fachadas de algunas casas: “confía en Dios”; “Dios es nuestro pastor”; “sigue la luz de Cristo”;… En fin, todo sumamente interesante. Durante nuestro camino nos subimos a una torre de madera que la comunidad ha preparado para que los visitantes podamos ver el humedal desde lo alto. Desde allá arriba puedes ver las enormes extensiones de papiros, que revelan que todo el terreno es puro pantano, con profundidades por zonas que alcanzan los 7-8 metros. También se ven pequeñas plantaciones de cereales, café, tabaco, palmeras, y en definitiva, vegetación exuberante por todos lados.

Así llegamos al final de este paseo que nos tomó unas 3 horas y volvimos al punto de inicio donde Richard estaba ya esperándonos para llevarnos de vuelta al Primate Lodge, para empaquetar nuestras cosas antes de almorzar. Como no se habían secado aún trasladamos nuestro tenderete al sol y empaquetamos todo lo demás. Comimos espaguetis a la boloñoafricana (es decir una boloñesa africanizada riquísima), ensalada y piña con fruta de la pasión de postre, o sea una delicia.
Con la barriguita llena salimos del Lodge en dirección ahora al Parque Nacional Queen Elizabeth. Richard tomó un camino de tierra que pasaba por minúsculos poblados y la verdad es que nos lo pasamos muy bien y nos reímos un montón con la algarabía y la juerga que formaban los chiquillos cuando nos veían pasar. Pegan unos chillidos cuando te ven que te hacen reír, gritándote a todo pulmón “jaguayu jaguayu” (how are you?)… que es lo único que saben decir en ingles estos pequeñajos de 3 o 4 años. Lo más simpático es que después son súper tímidos porque cuando Richard detenía el coche se les cambiaba el semblante y se ponían súper serios para instantes después salir huyendo despavoridos, pero desde que el coche se ponía en marcha otra vez, de nuevo a correr detrás nuestro saludándonos y gritando muertos de la risa ¡¡Qué bonita es la inocencia!! Parecen tan felices vestiditos apenas con unos harapos, descalzos y si un triste juguete, acarreando agua, ladrillos o leña desde que apenas caminan, pero sin perder la sonrisa y ese brillo especial en la mirada. Pero no es una sonrisa cualquiera, sino una bien grande, de oreja a oreja… se te conmueve el alma y no puedes evitar compararlos mentalmente con nuestros niños mimados en España, que pertrechados con todos los lujos imaginables (incluidos los que allí llamamos pobres) te mondan un cirio de narices, con pataleta incluida, si a la salida del súper no les compran un huevo Kinder…en fin.

Además de la algarabía de los chiquillos, por el camino te iban saludando también los adultos, aunque eso sí, de una forma mucho más recatada y con muchísima educación. Muchos de ellos iban vestidos hoy con sus mejores galas. Vimos a muchas mujeres vestidas al modo tradicional, con varias kangas anudadas en la cabeza, pecho y cintura, de colores muy bonitos. También muchos hombres con cargamentos imposibles sobre las endebles bicicletas camino al mercado del domingo. A propósito de esto, se me había olvidado contar que esta mañana, antes de inicial la caminata en el humedal, nos cruzamos en la carretera con un señor en bici que llevaba un cerdo amarrado en la parte de adelante. Lo llevaba a la carnicería al pobre animal. Casi se nos parte el alma al oír los gruñiditos que emitía porque le había amarrado también la boca para que no fuera chillando. En fin, no está el país aún como para pensar en las condiciones de transporte humanitario de animales vivos pero, claro, a nosotros con nuestra mirada occidental nos da una lástima que no veas.

Bueno, total que siguiendo con el relato, el camino de hoy no se nos estaba haciendo nada pesado. Además la carretera, aunque de tierra, no estaba en muy malas condiciones. Discurría entre onduladas colinas, dejando a derecha e izquierda varios lagos circulares formados en los cráteres de antiguos volcanes ya extinguidos. Al cabo de aproximadamente una hora y media de esta carretera llegamos además a una asfaltada en muy buenas condiciones, en la que se suponía que llegaríamos rápidamente a nuestro destino. Sin embargo al cabo de un ratito nos encontramos con uno de los aparatosos accidentes de tráfico tan comunes en las carreteras africanas. Hay que decir que, al menos desde nuestro punto de vista, lo más peligroso de viajar a África no son los animales salvajes, ni siquiera las enfermedades tropicales, sino sin duda las carreteras. En este caso un enorme y viejísimo camión había volcado derramando todo el cargamento de grava en la carretera. El camión quedó atravesado bloqueando completamente la carretera en ambos sentidos. Afortunadamente el camión llevaba el cargamento a una cementera japonesa que habíamos dejado atrás hacía un ratito, y rápidamente llegó una brigada de operarios japoneses con una enorme grúa y en una hora dejaron libre la carretera de nuevo.

Tras este episodio en seguida llegamos a una ciudad grandecita llamada Kasese donde repostamos gasolina. Según salimos de la ciudad el paisaje cambió rápidamente. De repente habíamos entrado en el típico ecosistema de sabana herbácea, y es que estábamos entrando en el Queen Elizabeth, que es el segundo mayor del país, con 1975 km2. Como todavía no eran más que las 5 y media todavía nos daba tiempo de hacer un pequeño safari por el parque, mientras nos íbamos acercando al Lodge. Este es un parque muy grande, pero con una variedad algo limitada de fauna, si los comparamos con los grandes parques de Kenia o Tanzania (Maasai Mara, Serengeti, Ngorongoro, Selous, Tsavo,…). Sin embargo, como todos, tiene muchísimas cosas interesantes que ver y actividades que hacer.
Una de las primeras cosas que te sorprenden es que está atravesado de Norte a Sur por una carretera asfaltada de doble vía, que es la continuación de la misma por la que veníamos, en la que el tráfico, si bien no es mucho, circula a toda leche (camiones, matatus, coches, motos,…). Al poco rato, y sin desviarnos de esta carreteras asfaltadas, vimos una de las mayores, si no la mayor manada de elefantes que hemos vistos en nuestros viajes por África… ¡¡Increíble!! Tenía que esperar a que pasaran los camiones para poder sacar las fotos. Sin duda esto es algo que se verán obligados a corregir en el futuro, cuando el nivel de vida en Uganda (y por consiguiente el tráfico) aumenten, porque si no los atropellos de animales y los accidentes de tráfico van a caer como moscas.
Esta tarde vimos un montón de otros herbívoros, entre ellos uno que no habíamos visto nunca por ser endémico de aquí, el kob ugandés. Además vimos muchos antílopes de agua, facoceros, impalas, gacelas y más elefantes. Al cabo de una horita ya llegamos al desvío para nuestro Lodge. Al estar en el extremo norte del parque, limitado por las montañas y un poquito en alto, la vegetación se hacía mucho más densa en esta zona, hasta convertirse en un precioso bosque de acacias amarillas. La elevación nos brindaba unas vistas de la sabana maravillosas. En medio de este bosque se encontraba el Jacana Lodge. Se estaba haciendo ya casi de noche y Richard metió el turbo. Tanto es así que casi estuvo a punto de atropellar a un colobo negro y blanco que cruzó a toda leche por delante nuestro. Nos hubiera dado un ataque si hubiera pasado.
Llegamos cuando ya había oscurecido y así, con las tenues lucecitas diseminadas por el bosque el Lodge nos pareció una auténtica preciosidad. Yo me lo esperaba algo cutrillo por las pocas fotos que había conseguido ver en Internet pero vamos, todo lo contrario. Tiene una atmósfera súper relajante, de chill out africano diría yo. La cabaña que nos signaron era la número, llamada Lion. Bueno, en realidad más que una cabaña parece un chalet… enorme. Es toda de madera. Tiene una veranda cerrada con mosquiteras mirando sobre un lago, una cama de 2 x 2 (con el colchón bastante duro, todo hay que decirlo) y un rincón muy coqueto de escritorio, donde me encuentro ahora mismo escribiendo estas líneas. El baño también está muy bien y la ducha con bastante presión. Por ponerle alguna pega el agua huele a rayos y demonios porque es bombeada directamente desde el lago y este, claro está, está llenito de animales. Como digo yo, el agua de la ducha huele a caca de hipopótamo, pero está calentita y se agradece. En realidad luego nos enteramos de que lo que pasa es que es agua salobre (como muchos lagos en la cuenca del valle del Rift) y eso le da ese tufillo tan desagradable.

Nos fuimos a cenar y, para variar, todo está riquísimo. Demasiado bueno, diría yo… En este viaje voy a coger 2 ó 3 kilos como mínimo (si las caminatas de los últimos días no lo remedian). Como hoy no ha sido un día muy agotador no tenemos mucho sueño, y nos quedamos un buen rato delante de la chimenea de un salón revisando la tonelada y media de fotos que ya habíamos sacado, y disfrutando del ambiente tranquilito del Lodge. Por allí pululaba una rana enorme que se estaba dando un festín de bichitos que no veas. Ya finalmente nos fuimos a la cama y estuvimos un ratito leyendo para que nos entrara sueñecito, que ya mañana de nuevo toca madrugón.