Ayer por la noche, mientras paseábamos por los puestos de artesanía de Cove, (éste es muy buen lugar para hacerte con una máscara Geledè,) una profesora de un colegio de huérfanos de educación primaria del pueblo, reconoció a Assou y le pidió que si podíamos pasar a visitar el colegio y a los niños a la mañana siguiente.
Nosotros habíamos traído mucho material escolar desde España y no se nos ocurría un lugar mejor en el que dejar parte. Assou nos contó que además llevaría cuadernos para los niños y nuestra respuesta fue: “Okey, cuenta con nosotros para colaborar en la compra de esos cuadernos” pero nos dijo que no era necesario, que parte del presupuesto del viaje lo destinan para este tipo de cosas. Humildad y generosidad africana sin aditivos ni conservantes.

Visitamos un par de clases, los niños nos recibían con sonrisas y saludos en su dialecto, nos presentaron a todo el equipo docente del colegio y de repente montaron una mesa con sillas en el centro del patio, querían organizar la entrega de material con toda la pompa y boato. En un aparte, le dije a Assou que no nos sentíamos cómodos repartiendo el material como que fuéramos unos benefactores blancos, que preferíamos que se lo entregara él, pero nos hizo comprender que para los profesores y para los niños era un honor que alguien se hubiera acordado de ellos, en un colegio perdido en una aldea cualquiera de Benín.

Recuerdo que cuando iban nombrando a los chicos y se acercaban a la mesa, chocábamos las palmas y les entregábamos un cuaderno, un bolígrafo, un lapicero, una goma y un sacapuntas. Yo observaba sus caras y veía mucha seriedad en ellas, casi rozando la inexpresión, lo que me hizo pensar que ni ellos ni nosotros estábamos muy a gusto con estas solemnidades.
Al acabar, alumnos profesores, cantaron unas canciones de agradecimiento y posamos todos juntos para una foto de recuerdo. Cuando los maestros dijeron a todos los alumnos que se podían marchar, cuando ya no estaban tan cerca de nosotros, les vimos que empezaron a gritar y a bailar, a enseñarse los unos a los otros el material que habíamos llevamos, ahí fue cuando fuimos conscientes de lo felices que les habíamos hecho, aunque fuera por un momento, de lo acertado de llevar material escolar que aquí apenas se valora y allí marca la diferencia entre poder asistir a la escuela o no.


Después de despedirnos de todo el mundo, continuamos nuestro camino hacia el norte, nuestro plan para hoy incluye la visita a la etnia Fulani, que se encuentran cerca de las colinas de Agonlin.
Los Fulani fueron originariamente nómadas, pastores que se desplazaban con su ganado y campamento a cuestas. Actualmente, al menos en el sur de Benín, estas costumbres se están perdiendo y empiezan a montar poblados más permanentes.
Los encontramos, hemos tenido que dejar el coche en un apartadero de la carretera principal y caminar una media hora (otra vez bajo un sol implacable). Allí nos reciben los niños, que siempre son la puerta de entrada a las diferentes tribus.

Físicamente son bastante diferentes de otras etnias, su piel es de tono más claro, son más altos y estilizados, su nariz es afilada, no tan achatada, con rostro alargado y ojos almendrados, están considerados una de las etnias más atractivas de África y sus mujeres son famosas por su belleza, sus pañuelos, sus abalorios y sus tatuajes.


Los Fulani son musulmanes y casi nunca se mezclan con otras etnias, de ahí que nos parecieran más reservados y más distantes que los Holi. Hicimos una visita por el pueblo, nos enseñaron sus viviendas por dentro y nos despedimos de ellos.
Continuamos hacia Savalou, donde a unos diez kilómetros se encuentra Dancoli. En Benín no es difícil encontrar santuarios de vudú y fetiches, pero ninguno es tan poderoso como éste. Se le considera el más importante de África Occidental y hasta aquí se acercan fieles de países vecinos e incluso del otro lado del océano a realizar peticiones y si se cumplen, más tarde regresarán a hacer la ofrenda que irá desde el sacrificio de una gallina a una cabra o vaca, en función de la importancia de la petición realizada.
Es un lugar al pie de la carretera, donde se encuentran dos fetiches, uno masculino y otro femenino. Nosotros fuimos testigos de una petición muy curiosa y es que se estaba realizando a distancia, a través del teléfono móvil.

Se descalzan, suben al fetiche, clavan una especie de estaca mientras realizan la petición y rezan, vierten aceite de palma y beben un aguardiente que después escupen.


Los restos de plumas, de sangre, de aceite de palma y huesos podridos tapizan todo el lugar. Tiene un aire un pelín siniestro.

Después de comer y acomodarnos en el hotel en Dassa, nos acercamos a conocer a una etnia que originariamente vivía en lo alto de una colina sagrada, ahora lo hacen en las laderas, con las casas encajonadas entre las rocas. Lo que en España sería uno de los pueblos bonitos.


No todos los días pueden ser tan intensos como los primeros, pero nos ha gustado conocer a los Fulani y el momento de alegría de los chicos del colegio, es de los que te hacen pensar. No tenemos ninguna duda, Benín es un país auténtico.