Nos levantamos a las ocho, sin madrugar demasiado. Al tener los alojamientos reservados, no hay necesidad de llegar antes que otros para ocupar los sitios libres en los albergues y, aunque parezca mentira, así logramos evitar los momentos de mayor "tráfico". Fuimos a una cafetería cercana y desayunamos café con churros. Muy ricos. Y, tras colgarnos las mochilas de diario, empezamos nuestra singladura.
De nuevo, subimos la Escalera Mayor y recorrimos el casco antiguo hasta llegar al Puente de Áspera, sobre el Río Pequeño, el otro río de Sarria. Allí empezamos a ver el bosque y localizamos nuestro segundo mojón, que señalaba 113,460 kilómetros hasta Santiago. El cielo estaba nublado, pero hacía muy buena temperatura. No se esperaban lluvias a lo largo de la jornada, si acaso unas pocas gotas.
Seguimos un rato por un camino amplio a través de un fantástico bosque de robles y castaños centenarios. Imposible despistarse, ya que los mojones aparecían cada poco y las flechas amarillas marcaban claramente la dirección a seguir. Al principio, la ruta va en un ascenso casi continuo, si bien, salvo en puntos concretos, no nos resultó especialmente duro. Nos encontramos con bastantes peregrinos, cada uno llevando el itinerario a su aire: deprisa, despacio, hablando animadamente o en completo silencio, con el grueso de su equipaje sobre los hombros o sin nada entre las manos salvo el bastón, con pantalón corto o largo, incluso un par de ellos con el atuendo tradicional con su capa y sombrero. Gente de cualquier tipo y condición, de muy variadas nacionalidades y de cualquier edad, incluso bebés acompañando a sus padres en carritos (sí, sí, carritos) o mochilas, desfilaban casi en procesión bajo el resguardo de los árboles, pateando un atractivo sendero de tierra roja. Muy bonito este tramo.
La vegetación se entremezclaba de tal modo entretejiendo colores que nos hacía dudar en qué estación del año nos encontrábamos.
Al cabo de un rato, el paisaje cambió cuando salimos del bosque. Y los colores se tornaron más oscuros por culpa de la poca luz. El cielo se puso negro y lloviznó un poco, pero la temperatura estaba en torno a los diecisiete grados y los chubasqueros empezaban a sobrar.
El pronóstico del tiempo señalaba buena climatología y cielos azules para las jornadas siguientes. De acuerdo con tan optimistas previsiones, aquel iba a ser el peor día en tal sentido.
En Barbadelo (4,2 kilómetros desde el inicio), me desvié unos metros para visitar la Iglesia de Santiago, románica del siglo XII, que pertenecía a un antiguo monasterio del que existían referencias ya en el siglo IX. Es Monumento Histórico Artístico y Bien de Interés Cultural. Estaba abierta, así que la pude visitar. Y, además, me pusieron mi segundo sello en la credencial. Merece la pena entretenerse un ratito aquí.
Volvimos al bosque, pasando también por aldeas que nos saludaban con los típicos hórreos, algunos adornados con flores. Y tampoco faltaban las fuentes, algunas con sus banquitos de piedra, haciendo juego, para tomar un descanso.
En Sarria, habíamos comprado unos bocadillos por si no encontrábamos sitios para comer, pero enseguida nos dimos cuenta de que no faltan lugares para tomar café, bollos o refrescos y comprar botellas de agua, así como posadas y pequeños restaurantes donde parar a almorzar o tomar un tentempié. y al alcance de todos los bolsillos. También es muy corriente encontrar el “menú del peregrino”, con un precio que solía rondar los 12 euros. En realidad, no deja de ser el tradicional menú del día, que incluye dos platos, postre o café, bebida y pan. Y, como en cualquier otra parte, la calidad y la cantidad de la comida dependían de cada sitio. De todas formas, en esta ocasión no me dediqué demasiado a hacer fotos de los menús.
En Ferreiros (13,3 kilómetros desde el inicio), hicimos un nuevo alto para contemplar su Iglesia románica de Santa María, que fue trasladada piedra a piedra desde su ubicación original. Solo la pudimos ver desde el exterior, ya que estaba cerrada.
En la parte intermedia del recorrido, el desnivel no resultaba muy acusado, aunque con trechos de subidas y bajadas, y algún que otro repecho fuerte para que no se malacostumbraran las piernas .
Y, entre unos pasos y otros, habíamos alcanzado el legendario mojón del kilómetro 100, junto al cual casi todo el mundo se hace una foto. Yo también, claro está.
Al cruzar una aldea, vimos un cartel que anunciaba “comida gratis para el peregrino”. Era una casa antigua, con mesas corridas y un bonito jardín. Hacían comida casera y la ponían en mostradores para que cada cual se sirviese lo que quisiera. Tomamos tortilla, empanadillas, huevos, embutido, queso, pan, fruta, dulces… Había de todo, y recién hecho. Naturalmente, aunque no nos pidieron nada, cuando terminamos dimos el donativo que creímos conveniente para cubrir el gasto. Oímos todo tipo de opiniones sobre este asunto, pero a nosotros nos vino muy bien.
Continuamos a través de bosques encantadores, y quién sabe si encantados, con las meigas acechando entre las ramas. Y también observamos, de cerca o a lo lejos, prados, casas de madera y piedra, montes verdes, tierra marrón, campos de labor e iglesias perdidas. Y sin que faltasen las fuentes, por supuesto.
La última parte de esta etapa es una bajada casi continua. Muy cerca del final, tomamos una ruta complementaria que atajaba por un abrupto sendero, mientras que la principal seguía la carretera. Un poco confuso esto de las rutas complementarias, pues hay veces que sales ganando y otras, perdiendo. Son las paradojas del Camino.
Y, tras completar 22 kilómetros desde Sarria, vislumbramos las casas de Portomarín, anunciándonos el final de una primera jornada que se nos había hecho sorprendentemente corta, lo que no significa que nuestras piernas no notasen el cansancio.
Como simple referencia, escribo a continuación los datos de nuestra etapa según quedaron grabados en mi copia de wikiloc:
Distancia total: 23,66 kilómetros
Tiempo total: 8 horas 18 minutos (5 horas en movimiento)
Altitud máxima, 711 metros; altitud mínima, 368 metros.
Tiempo total: 8 horas 18 minutos (5 horas en movimiento)
Altitud máxima, 711 metros; altitud mínima, 368 metros.
Captura del itinerario y su perfil.