La capital de Letonia es una ciudad de cerca de 700.000 habitantes, casi un tercio de la población total del país. Está situada en una llanura arenosa, a orillas del río Daugava, quince kilómetros antes de su desembocadura en el Golfo de Riga, donde se encuentra su puerto comercial, muy utilizado desde tiempos antiguos, cuando formaba parte de la ruta comercial de los vikingos a Bizancio. Fundada en 1201 por el obispo alemán Albert von Buxhowden, fue miembro de la Liga Hanseática. Aunque existen diversas versiones acerca del origen de su nombre, la más verosímil afirma que se debe al río Ridzene, que desemboca en el Daugava. Sus épocas de mayor prosperidad fueron entre el siglo XIII y XV, gracias al comercio entre Europa y Oriente, y ya en el siglo XIX, cuando la bonanza económica permitió la urbanización de los suburbios, que se produjo primero con la construcción de casas de madera y luego mediante edificios de estilo clasicista al que sucedió el Art nouveau.
A su casco antiguo, formado por estrechas callejuelas, calles entrelazadas, fachadas de corte medieval pintadas de colores, vetustas iglesias, recoletos monasterios, plazas repletas de cafés y terrazas de restaurantes entre macizos de flores, se une a poco más de un cuarto de hora a pie un barrio de magníficos edificios Art Nouveau, uno de los más bellos y amplios conjuntos de la arquitectura modernista de Europa. Tanto es así que a menudo recibe el apodo de la “París del este”. Y la fama debe estar bien ganada cuando su centro histórico fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1997. En fin, todo eso teníamos la intención de visitar para comprobar en primera persona qué había de cierto en lo que nos habían contado.
Nos alojamos en el Hotel Bellevue Park, de 4 estrellas, al otro lado del río, cerca de la Biblioteca moderna, en medio de un extenso parque. Habitaciones cómodas y buen desayuno. Parecía algo alejado del casco histórico, pero en realidad no lo estaba tanto. Cruzando el puente de piedra, en unos veinte minutos a pie, estábamos en la misma Plaza del Ayuntamiento. Esa noche no salimos porque era tarde, estábamos cansados del viaje y, además, seguía lloviendo a cántaros. Afortunadamente, a la mañana siguiente, tras un corto pero intenso chaparrón matutino, las previsiones no anunciaban más lluvia para el resto de la jornada; incluso parecía que iba a brillar el sol. Y así fue.
Paseando por el casco antiguo.
De acuerdo con el programa, por la mañana teníamos una ruta por la ciudad con guía local. En este caso, me apetece mencionar a Alexander, un chaval majísimo, nacido y residente en Riga, licenciado en historia y profesor de español, que nos explicó un montón de cosas y nos llevó a muchos sitios que a menudo se omiten en este tipo de recorridos. Aunque lo primero que visitamos fue el barrio Art Nouveau, me voy a saltar el orden en que hicimos las visitas porque Riga tiene mucho que contar y prefiero hacerlo en más de una etapa para no perderme ni eternizarme. De modo que mi relato será por sitios de interés, sin diferenciar los que vimos con el guía y los que hicimos por nuestra cuenta, que fueron muchos, y en bastantes repetimos.
Plaza del Ayuntamiento.
Riga representaba un cruce estratégico en la ruta comercial entre el este y el oeste durante el medievo, y uno de sus enclaves más importantes era la Plaza del Mercado, donde se producían las transacciones, las compras y ventas de todo tipo de mercancías. Cambió de nombre en 1334, al construirse la Casa del Consejo (Ayuntamiento) y pasó a utilizarse también para otros eventos, como torneos, recepciones y festejos. La plaza fue destruida durante la II Guerra Mundial y se restauró a finales del siglo pasado. El nuevo edificio consistorial se inauguró en 2003 con una fachada que mantiene la apariencia que tenía en los siglos XVIII y XIX.
En medio de la plaza se encuentra unaescultura de San Rolando (sí, el Roland de la Chanson), cuya primera versión se remonta a una talla de madera de 1474. Y es que en la Edad Media se podían encontrar estatuas de Rolando por toda Europa, pues se le consideraba un símbolo de la riqueza y prosperidad de la ciudad de turno, además de garante de su libertad e independencia. En 1894, los lugareños encargaron una escultura en piedra con la que decorar el pozo artesiano de la plaza. Otra curiosidad de esta plaza es una placa en el suelo recuerda en varios idiomas (el español, también) que fue en este lugar donde, aseguran, se colocó el primer árbol de Navidad del mundo en el año 1510.
Pero lo más llamativo de la Plaza es la Casa de la Hermandad de los Cabezas Negras. Data de 1334, su nombre primitivo era “Casa Nueva del Gran Gremio” y se erigió al lado del mercado para alojar a los comerciantes solteros. Destinada a diversos propósitos a lo largo de los siglos, con el tiempo se le añadieron elementos de estilos diversos y fue reconstruida numerosas veces, la última en 1999, tras haber quedado devastada durante la II Guerra Mundial. Aunque no sea el edificio original, la réplica luce estupenda, con su estilo renacentista holandés y sus pinturas en el techo. Se puede visitar.
Iglesia de San Pedro.
Muy cerca de la Plaza del Ayuntamiento, está esta iglesia, una de las más antiguas de Riga y el edificio más alto del casco antiguo, con 123 metros de altura. De culto luterano, continúa celebrando servicios religiosos. Sus orígenes se remontan a 1209, aunque la actual basílica, de tres naves, la central de 30 metros de altura, y estilo gótico tardío, es del siglo XV. Tras numerosas reformas, su aspecto actual data del siglo XVII. Por entonces, la torre medía 64,5 metros y era la torre de madera más alta de Europa. Ardió varias veces, la última durante la II Guerra Mundial. Se restauró completamente entre 1968 y 1973, aunque ya se empleó el metal en vez de la madera.
En la torre hay instalado un mirador al que se puede subir en ascensor. El precio (nueve euros) me pareció bastante caro, si bien las panorámicas de la ciudad son fantásticas, tanto del casco viejo como del moderno, el río y sus puentes, la Torre de la Televisión, el Mercado Central... En fin, todo. Con el Riga Pass tiene un 50% de descuento.
Conviene ir con un mapa turístico o, mejor aún, tras haber visitado el centro, y así entretenerse un rato jugando a identificar los edificios importantes. Fijándose bien, se divisan la mayoría. Una visita express de Riga para quien no disponga de mucho tiempo
Rodeando la fachada, además de tomar unas fotos chulas, cerca del ábside, se llega al Monumento de los Músicos de Bremen, que se ha hecho muy popular entre los turistas. Se trata de una escultura de bronce, que la ciudad alemana regaló a la capital letona en 1990 para celebrar su hermanamiento. Alude a un cuento de Jakob Grimm que narra la historia de un burro, un perro, un gato y un gallo que tienen que huir de sus amos, pues quieren sacrificarlos porque ya son mayores y comen mucho sin dar rendimiento. Aparte de la leyenda, la cuestión consiste en tocar a uno de los animales para recibir una dádiva, que será mejor cuánto más arriba esté el animal. Personalmente, me parece injusto, ya que las personas altas juegan con ventaja… En fin, te ríes un rato viendo los saltos de la gente: algunos acaban dándose un buen coscorrón. Para tomar unas fotos sin tanto “personal” y sus “peripecias” tuve que esperar a bien entrada la tarde”.
Plaza de la Catedral.
Es la plaza más grande del casco antiguo de Riga. Data de finales del siglo XIX, cuando se derribaron un buen número de casas medievales para abrir la fachada oeste de la Catedral. Sin embargo, su aspecto actual procede de 1936, fecha en que se demolieron otras construcciones antiguas del lado norte, siendo sustituidas por elegantes edificios de estilos Art Nouveau y ecléctico que nos llamaron inevitablemente la atención.
Otros edificios destacados del entorno son el Museo de Arte Riga Bourse, construido en 1855 en estilo renacentista veneciano, y el Museo de Historia de Riga y de Navegación.
Catedral de la Cúpula.
Dedicada al culto luterano tras la Reforma, la mandó construir el obispo Alberto. Su primera piedra se colocó en 1211, al igual que un monasterio anexo. Su estilo inicial fue el románico, que después cambió al gótico, aportándole ventanas más grandes y bóvedas más lujosas. Con el paso de los siglos, se aplicaron reformas y ampliaciones, barrocas en el siglo XVIII y de Art Nouveau en el XX. El portal norte es del siglo XIII, si bien el principal es el de la fachada oeste, construido en 1862. Había obras y era complicado tomar fotos decentes en el exterior.
El claustro es uno de los elementos arquitectónicos más atractivos del conjunto. También destacan las vidrieras, de los siglos XIX y XX; el altar data de 1896 y el púlpito, de 1641. El órgano, fabricado en Alemania en 1884, fue en su época el más grande y moderno del mundo.
Fortificaciones de la ciudad.
Las murallas de Riga se empezaron a construir en 1206, utilizando piedras trituradas, adoquines y ladrillos de forma alterna. A lo largo de los siglos, fueron mejoradas y ampliadas, llegando a una altura de entre 6 y 10 metros, con un grosor de casi 2. En el siglo XIV, llegó a tener 28 torres. La más importante fue la Torre de la Pólvora (se llamó Torre de la Arena hasta el siglo XVII), que, con sus 25 metros de altura, vigilaba la entrada de la ciudad. En 1668, se construyó la Puerta de los Suecos, formando por entonces un callejón sin edificaciones, lo que cambiaría después.
Como curiosidad, cerca de la Puerta Sueca, hay un callejón, conocido como el “callejón del ruido”, cuyas fachadas están llenas de pintadas y mensajes de los estudiantes que se hospedaban en los alrededores.
En 1987, se reconstruyó un tramo de las murallas en la calle Trosknu, con restos de la Torre Ramer del siglo XIII, que muestra el aspecto que tenía en el siglo XV. También se pueden ver restos de la muralla en el Patio de San Juan, ubicado en lo que fue el Palacio Arzobispal hasta el siglo XIII. Está algo tapada por la terraza de un restaurante.
Castillo de Riga.
Tras la destrucción del primitivo castillo de la Orden de Livonia del siglo XIV, en 1515 se edificó otro nuevo que incluía dos torres, la principal y la del Espíritu Santo. Posteriormente, pasó a manos de los Gobernadores Generales. En el siglo XX se la añadió la Torre de las tres estrellas y desde 1995 es la residencia del Presidente de Letonia.
Plaza Livu o Plaza de la Filarmónica.
Aunque es relativamente nueva, ya que se construyó tras la II Guerra Mundial, está rodeada de bonitos edificios del siglo XVIII, entre los que destacan el del Gran Gremio (Asociación de Comerciantes) y el del Pequeño Gremio (Asociación de Artesanos) junto a la colorida calle Meistaru. Me gustó mucho esta plaza, muy animada, con un precioso jardín, repleta de terrazas y rodeada por calles con casas pintadas de colores, como la calle Meistaru. El suelo está decorado con pavimento en forma de olas. En invierno, se convierte en pista de hielo. En los alrededores, hay multitud de galerías de arte, así como tiendas de recuerdos y artesanía, muchas de las cuales son muy antiguas y cuentan con su propia leyenda.
Otro edificio destacado es la Casa de los Gatos, construida en 1909 en estilo racionalista modernista tardío en 1909. Debe su nombre a que en las dos torrecillas con que cuenta la casa se encuentran las figuras de sendos gatos negros con los lomos arqueados y las colas dirigidas a la hacia las ventanas de las oficinas del dirigente del Gran Gremio. Hay varias versiones sobre esta cuestión y la que nos contó Alexander difiere de otras que he leído, así mejor dejar que cada uno las descubra personalmente. Todas son muy curiosas.
Iglesia de San Juan.
En 1234, los dominicos fundaron un monasterio en el lugar donde se encuentra esta iglesia, cuya primera referencia data de 1297 y desde cuya torre las gentes de la ciudad lanzaban objetos incendiarios hacia el castillo de la Orden de Livonia. En el siglo XV, se construyó su portal gótico de piedra blanca y el interior se cubrió con elegantes bóvedas ojivales. Con la Reforma, los dominicos fueron expulsados y la propiedad, vendida, convirtiéndose en establo y luego en taller. A finales del siglo XVI se recuperó para el culto luterano, reformándose más tarde en estilo manierista. En 1849, se erigió un nuevo campanario en estilo neogótico para sustituir al anterior, de madera, tras su derrumbe. El Altar es de estilo barroco.
Iglesia de Santiago
Actualmente, es la Catedral Católica de Riga. Su origen se remonta a 1211, si bien ha sufrido muchas vicisitudes, reformas, reconstrucciones e incendios. En el siglo XVII, cuando era la principal iglesia luterana de la ciudad, allí se dispuso el que se considera el Altar barroco más antiguo de Letonia, si bien ya no está allí, pues en 1923 la iglesia fue entregada a los católicos, que reconstruyeron el Altar según su fe. Erigida en estilo gótico, está hecha en ladrillo rojo. El interior es bastante modesto, pero su altísima aguja hace que el edificio sea visible a gran distancia. Además, tiene la particularidad de su pequeña campana exterior, que cuelga fuera de la torre. Se utilizaba para avisar a la población de las ejecuciones o de que las tropas enemigas amenazaban la ciudad. Otra leyenda más curiosa afirma que la campana doblaba por sí sola cuando pasaba bajo ella una mujer infiel .
Enfrente de una de las fachadas de esta iglesia se encuentra un edificio marrón de gran tamaño, que es el Parlamento de Letonia. Según se dice, los habitantes de Riga le llaman jocosamente "la tableta de chocolate". ¿Por qué será?
Viviendas medievales.
En la calle Maza Pils, hay un conjunto de tres casas llamado “Tres Hermanos”, cada una de un siglo distinto. La más antigua data del siglo XV. En la planta baja vivía, trabajaba y comerciaba el artesano y en el sótano se almacenaban los materiales. En la puerta se ponían bancos de piedra, sobre los cuales se forjaban escudos, marcas familiares o composiciones figurativas. Ahora las ocupa el Museo de Arquitectura de Letonia. Allí, unos músicos callejeros, en cuanto nos vieron, empezaron a tocar canciones españolas (el inefable "Viva España, incluido, claro está) y a saludarnos. A lo tonto a lo tonto, se sacaron una buena propina. La calle es muy estrecha y los edificios bastante altos y daba el sol de frente. Imposible sacar las tres casas enteras.
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Fuimos a almorzar a un restaurante situado muy cerca de la Plaza de la Catedral, que tiene una fachada de lo más interesante, como la mayoría de las que hay por allí. Las nubes se habían disipado y hacía mucho calor, y es que el aire acondicionado suele brillar por su ausencia en estos lares. Nos ofrecieron hacer una excursión hasta la playa y la zona de balnearios de Jurmala, pero habíamos oído que el sitio no merece mucho la pena y preferimos quedarnos en Riga. Además, de estar interesados, hubiésemos ido por nuestra cuenta en transporte público, que no tiene ningún misterio y sale más barato.