Parque Nacional de Gauja.
Dedicamos buena parte de la jornada a visitar este parque, fundado en 1873 y que el más grande de Letonia, con una extensión superior a las 90.000 hectáreas. Se encuentra en la región histórica de Vizdeme, en los municipios de Sigulda, Ligatne y Cesis; sus lugares más pintorescos están en el valle del río Gauja, del que recibe su nombre, y abarcan desde Valmiera hasta Murjani.
El sol brillaba con fuerza en un cielo casi completamente azul, lo que ayudó a que los colores del paisaje lucieran resplandecientes. En esas condiciones, el parque presenta una naturaleza casi idílica junto a varios monumentos históricos y artísticos, como castillos e iglesias. Alberga 900 tipos de plantas y árboles y casi un centenar y medio de especies de aves. Son célebres sus acantilados de piedra arenisca, convertidos en algunos puntos en colinas que se elevan hasta 90 metros, lo que no está mal para un país cuyo máxima altura son poco más de 300. El lugar es muy visitado tanto por los letones como por los turistas. Hay un teleférico que conecta las dos orillas del río, una pista de esquí, zonas recreativas y deportivas. Existen muchas rutas de senderismo y en la oficina de información turística, que está junto a uno de los aparcamientos, facilitan planos, también en español. Pedidlos, resultan muy útiles, tanto para pasear como para visitar el parque en coche. También hay numerosos paneles informativos con mapas e itinerario que se pueden consultar.
Por nuestra parte, hicimos una ruta por los lugares más conocidos, lo que nos requirió un par de sencillas caminatas, unas tres horas a pie en total.
Castillos de Sigulda.
Junto al aparcamiento para visitar estos castillos, hay una iglesia y un antiguo bunker. Después, se traspasa un arco y se llega hasta el recinto ajardinado donde se encuentran los dos castillos, al lado uno del otro.
El castillo viejo tiene su origen en 1207, cuando la Orden de los Hermanos Livonios de la Espada erigió una fortaleza de dolomita sobre una escarpada orilla del río Gauja. Con el correr de los siglos, pasó por diversos propietarios, sufrió numerosas reformas y se incluyeron troneras en el siglo XV. Las ventanas grandes son góticas y las pequeñas románicas. Quedó destruido a principios del siglo XVIII y nunca se restauró. Solo se conserva una parte de los muros de la capilla y otra de la sala de los caballeros.
El castillo nuevo es de estilo neogótico y terminó de construirse en 1881 para el príncipe Kropotkin, quien se dedicó a vender tierras de Sigulda a las clases adineradas, lo que produjo un rápido desarrollo turístico de la zona, favorecido por la apertura de una línea ferroviaria entre Riga y Pskov. Así, el entorno del río Gauja se convirtió en destino favorito para la aristocracia rusa e incluso para miembros de la familia imperial. Desde 2003, es la sede del consejo municipal de Sigulda.
En lo que fueron las caballerizas, hoy en día están instaladas un par de tiendas de recuerdos, en las que no faltan los jerseys hechos a mano y tampoco los famosos bastones de Letonia, cuyo origen se remonta al siglo XIX, un arte que se ha ido transmitiendo de generación en generación. Se fabrican en avellano, enebro y sauce, maderas con un alto grado de elasticidad que permite utilizar el mango fácilmente, adaptándolo a la presión de la mano. Los que se venden a los turistas se ornamentan con dibujos y los colores típicos, rojo y verde. Son económicos y pesan poco. Un compañero compró uno porque tenía un problema en un pie y lo usó hasta la vuelta. Quedó muy contento.
Cueva de Gutmanis.
Se encuentra en la margen derecha del río Gauja y es la más grande de los Países Bálticos con una longitud de 18,80 metros, una anchura de 12 metros y una altura que llega hasta los 10. En la antigüedad, se utilizaba para ofrecer sacrificios a los dioses paganos. Sus paredes están cubiertas con inscripciones de gran valor histórico, siendo las más antiguas del siglo XVII. Quizás estamos acostumbrados a cuevas más espectaculares y esta parece insignificante, pero el lugar es muy curioso y merece la pena dar un paseo por el bosque y echarle un vistazo, sobre todo si hace buen tiempo, como era el caso. En su interior brota un manantial que, según se afirma, tiene propiedades curativas. Debe su nombre a un médico de origen alemán que sanaba a la gente con sus aguas. Su apellido era Guterman, que significa “hombre bueno” y se traduce Gutmanis en letón.
Hay muchas leyendas relacionadas con este sitio, la más conocida procede de 1601 y se refiere a una muchacha bellísima, llamada Maija, de la que se enamoró un desertor del ejército polaco. Ella le rechazó porque amaba a un jardinero del pueblo, con quien se veía cada noche en el bosque, cerca de la cueva de Gutmanis. Haciéndose pasar por su enamorado, el polaco citó a la joven en el bosque con los aviesos propósitos que nos podemos imaginar. Desesperada, Maija fingió ceder y sacó un pañuelo mágico que, según le aseguró, protegía de todo mal. Para probarlo se ató el pañuelo al cuello y pidió al hombre que le asestará un golpe con su espada. Aunque vaciló, él lo hizo y cercenó el cuello de la chica, que murió en el acto. El asesino había huido para cuando el jardinero llegó a la cueva y descubrió muerta a su enamorada. La gente del pueblo no creyó su versión, le acusaron del crimen y le apresaron. Cuando estaba a punto de ser ajusticiado, apareció en el bosque el cadáver del polaco, que se había suicidado por los remordimientos. El jardinero fue liberado y enterró a su amada en una tumba junto a la que plantó un tilo. Se dice que la historia está basada en hechos reales. Aún se conserva el tilo, la tumba y una lápida de mármol que dice “Rosa de Turaida, 1601-1620”. Sea cierto o no, la oficina de correos letona emitió en 1997 un sello con esta leyenda.
Castillo de Turaida.
Actualmente, este castillo se encuentra integrado en un Museo Etnográfico situado en el bosque, que reúne varios ejemplos de casas tradicionales, iglesias antiguas, molinos, establos, escuelas, etc. Además de estar en un entorno precioso, las exposiciones, con todo tipo de objetos de la vida rural de otros tiempos, nos resultó muy entretenida, sobre todo contando con las explicaciones de nuestro ya por entonces querido guía local, Alexander.
Sin embargo, lo más interesante del conjunto es, sin duda, el encantador castillo de Turaida, que se empezó a levantar en 1214 por orden del obispo de Riga, Alberto. Sus edificios principales se construyeron con ladrillo y en la parte noroeste del patio se erigió un torreón independiente, de base circular. Lamentablemente, quedó devastado en 1776 por un pavoroso incendio y hubo que esperar al final de la II Guerra Mundial para que se produjese su reconstrucción. En el interior de los actuales edificios, se han instalado varios espacios dedicados a museo con la historia del castillo.
Pero lo que más me gustó fue subir a lo alto de la torre, desde donde se contemplan unas vistas estupendas del conjunto arqueológico, del maravilloso bosque y del meandro del río Gauja.
Tras despedirnos de Alexander, fuimos a almorzar a una granja, instalada en medio del bosque. Lo que nadie se esperaba era encontrar un enorme árbol atravesado en medio de la pequeña pista que nos conducía a la granja. Fue imposible quitarlo y tuvimos que continuar a pie; bueno, tampoco vamos a exagerar, que apenas fue un kilómetro...
En la granja, que se abastece de productos propios, nos sirvieron un estupendo menú tradicional, compuesto de platos típicos, postres caseros y licores de elaboración propia. Lo único malo fueron las avispas que también estaban dispuestas a apuntarse al banquete y el intenso calor de la jornada, con un bochorno exagerado que presagiaba tormenta.
Nos encantó el sitio, donde nuestro grupo estuvo solo. Además, pudimos ver las colmenas y comprar miel artesana y probar los licores y la cerveza elaborados por la propia familia. Toda la comida nos la prepararon la abuela y la madre, mientras que las hijas, dos jóvenes veinteañeras, servían las mesas. Un buen epílogo para una jornada que había resultado muy agradable.
Muy bonito este parque. Merece la pena verlo y darse unos buenos paseos o incluso alguna caminata larga si se dispone de tiempo suficiente.