Pienza es Patrimonio de la Humanidad desde 1996. Allí nació Enea Silvio Piccolomini, quien 53 años después se convirtió en el Papa Pio II. Se nota la inversión que durante cuatro años hizo en su pueblo natal. Su muerte prematura acabó con la ilusión de crear una su ciudad ideal del Renacimiento que pudiera competir con las grandes ciudades de Italia. Desde entonces la ciudad ha sufrido pocos cambios.

Si siempre salimos temprano, hoy más. Queríamos tener la Capella della Madonna de la Vitaleta para nosotros solos, y así fue. El desvío se encuentra a unos kilómetros a la salida de Pienza en dirección a San Quirico D’Orcia, a mano izquierda. Dejas la carretera para adentrarte en un camino rural en muy buenas condiciones hasta que llegas a una esplanada para unos pocos coches y una barrera que dice que solo se puede pasar caminando. De ahí hasta la capella habrá 15 minutos. Está en medio del campo; al principio no la ves, pero cuando la visualizas te encuentras algo único y mágico. Simplemente es una preciosidad, y destaca su blancura, con los colores ocre y verdes del paisaje. Estuvimos contemplándola más de una hora, y no nos cansábamos de disfrutarla. También se puede observar desde otros puntos de la zona, en la lejanía, manteniendo su mismo encanto, o más. Si a ello le añades las filas de cipreses que te acompañan durante todo el recorrido hacen de ello un paisaje de película.


Continuamos camino hacia San Quirico D’Orcia, a pocos minutos de la capella Vitaleta, y estacionamos el coche en un parking gratuito que hay en la población junto a la carretera. También es un pueblo encantador, con sus murallas, sus calles empedradas y sus jardines: Horti Leonini y Il Giardino delle Rose. Pasear por la población no te llevará más de dos horas, pero yo invertiría media hora más tomando un aperitivo en la plaza del pueblo, que es un encanto. ¿Y quién ha dicho que Italia es cara? Aquí os dejo una pizarra con los precios de las bebidas. Yo no he encontrado en mi ciudad unos precios parecidos.


Después de disfrutar de esta localidad, a la que volvimos en otra ocasión, nos dirigimos a Montalcino, la cuna del famoso vino Brunello. El pueblo, la verdad, es que no tiene nada en comparación con los anteriores, pero dimos un paseo y tomamos una cerveza en un bar (6€) buscando un sitio para comer. Muchos de los restaurantes se encontraban cerrados, dado que aprovechan los meses de pleno invierno para descansar. Pero ya le había echado un ojo a uno que estaba junto a la fortaleza, en la Piazzale Fortezza, 5, llamado Drogheria & Locanda Franci. Estupendo, pero algo carete. Pedimos: carpaccio Ricciola (de pescado), Lasagnetta de Ragu y Tagliolino. Eso de comer. De beber pedimos dos copas de vino o Bicchiere como le llaman ellos, de la variedad Brunello y Nobile, respectivamente, para probarlos. Para el precio que valían 10€ y 15€, no eran nada del otro mundo. Luego, como nos quedamos cortos, pedimos dos vinitos de 6€ cada uno, que hicieron su papel y no desmerecían a los anteriores. Pero claro, tanto leer de los Brunellos y los Nobiles, quien es el guapo o guapa que no prueba uno. En fin, con el cubierto y los cafés: 106 euros, pero estaba todo muy bueno, la verdad. Además, este restaurante está muy bien situado y tiene una terraza estupenda, aunque nosotros comimos dentro.
Después de comer volvemos a Pienza a descansar un rato y tomarnos una copa de Proseco (10€) en una terraza (una especie de vino espumoso, nada que ver con el cava o champán). Luego entramos en una charcutería/carnicería y compramos un poco de fiambre y queso, y llegando al apartamento, nos topamos con una pequeña bodeguita donde se podían degustar algunos vinos. Y entramos, como no. El sistema consistía primero en elegir la cantidad de vino a catar por copa: copa pequeña, mediana o grande. Cada medida tenía un precio y podías tomarte creo recordar que dos copas. Nosotros pedimos las pequeñas (16€). Pedimos los famosos Brunellos y Nobiles. Y lo mismo, no les vimos la gracia. Prefiero los nuestros, sin duda.
De ahí, ya de noche, subimos al apartamento y preparamos la cena, no sin antes comprar en una pequeña tienda de ultramarinos unos brotes y tomates para hacernos una ensalada (frescos y buenísimos), todo ello acompañado de un vino de la zona, gentileza del propietario del apartamento, y pan de Montalcino.

No lo he dicho, pero en Pienza hay un restaurante que se llama La Terrazza della Vall D’Orcia que dicen que se come bien y tiene unas vistas sobre el valle espectaculares. Nosotros no tuvimos suerte, estaba cerrado por vacaciones.