1 de diciembre de 2024
Bien está lo que bien acaba. Y esta escapada por ahora ha cumplido las expectativas, así que para qué arriesgarse a que se tuerza. Hoy despertamos en nuestra habitación del Biocity Hotel con el único objetivo de llegar a tiempo al Aeropuerto de Malpensa y coger nuestro vuelo de vuelta de las 15:25. Y menos mal que tenemos todo ese margen, porque ayer dormir supuso todo un reto hasta las 3 de la madrugada debido a unos ruidosos vecinos que decidieron que la noche es para levantar la voz.
En lo que L se despereza, bajo al cercano Carrefour Express a por un par de bebidas para el mediodía y visito la cafetería cercana con mejor aspecto para llevarme dos latte macchiato “a portare via”. Sigue el frío tras el que respiro aliviado cuando regreso al ascensor del hotel.
No nos aguantamos las ganas de esperar hasta la noche para saber qué ha ocurrido con nuestro video podcast favorito. A las 10 de la mañana y coincidiendo con su publicación, comenzamos a ver el nuevo episodio de Quieto Todo El Mundo en el que Facu Díaz y Miguel Maldonado, esta vez sin público, explican porque sus funciones en el Teatro Pavón de Madrid han sido repentinamente canceladas. Al parecer la querencia de los responsables del teatro por los actos de la extrema derecha han tenido gran parte de culpa de que se hayan ido al traste nuestros planes de atender a una nueva grabación dentro de dos semanas.
Abandonamos nuestro hogar temporal y, de nuevo cargados con nuestras mochilas, caminamos por última vez hasta la Estación Central. Encontramos aquí la solución para nuestro almuerzo del día, con las riquísimas hamburguesas y patatas fritas del Five Guys de la planta superior. Previamente hemos cogido ya nuestros billetes para el Malpensa Express de las 12:55. Con la misma puntualidad de siempre y tras validar el billete a los pies de propio andén, el tren lleno hasta los topes provocando que al revisor casi no le de tiempo de comprobar todo el pasaje antes de llegar al destino.


En la frenética y caótica terminal del Aeropuerto de Malpensa no nos resistimos a despedirnos con un último helado de pistacho, esta vez en los mostradores de la cadena Venchi. Luego vamos mirando con superioridad a los turistas que compran ensaimadas en el Aeropuerto de Palma. En fin, la hipocresía.

El avión sale puntual y por desgracia no tenemos asientos de ventanilla, ya que de tenerlos podríamos haber disfrutado en todo su esplendor de unas cumbres nevadas a las que desde nuestras butacas de pasillo apenas nos podemos asomar. Tocamos tierra dos horas después y regresamos de nuevo al hogar de la sobrasada, la ensaimada y estos dos modestos viajeros. Se acabó Milán. Toca empezar a pensar en qué será lo siguiente.
