Que bien despertarse en Roma y tener la Fontana más famosa del mundo a dos pasos de tu alojamiento. Cuatro, cuatro personas tan solo en la Fontana, y dos eran de los servicios de limpieza de la ciudad. Genial. Casi la sentimos como nuestra.
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Hecha la visita de rigor, nos dirigimos hacia los Mercados de Trajano para empezar la ruta por la Roma Imperial. Estos vendrían a ser los primeros centros comerciales de la historia: tiendas, tabernas, comercios, todo englobado en un edificio. Muy bonita la visita ya que se conservan en bastante buen estado, además, las vistas hacia el foro desde la terraza de los mercados una maravilla.
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Estuvimos un buen rato leyendo las descripciones que hacía la guía de los mercados para luego salir y encontrarnos con la Columna de Trajano. Una maravilla, sin duda, que detalla a la perfección las campañas de Trajano en Dacia (lo que actualmente sería Rumanía). El mármol de la columna se conserva en un estado envidiable y es digno de contemplar con detenimiento.
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Luego nos dirigimos hacia el Coliseo para ver una de los iconos de la Antigua Roma, así que caminamos por Via dei Fori Imperiali hasta alcanzar a ver una silueta que nos era muy conocida. Allí, imperturbable, aguantando estoicamente el paso de los siglos, nos esperaba el Anfiteatro más conocido del mundo, el Coliseo.
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Con la Roma Pass no tuvimos que hacer cola ni que pagar entrada (ya que era la segunda visita y, por lo tanto, era gratuita). A decir verdad, tampoco es que hubiese mucha cola cosa que nos sorprendió gratamente, así que accedimos a su interior sin más dilación. Había leído sobre la decepción de mucha gente que cree que el Coliseo está poco arreglado. A mi, no por llevar la contraria, sí que me impactó, especialmente en la parte inferior más cercana a la tierra. Desde allí te haces una buena idea de lo que veían los gladiadores, un colosal edificio repleto de romanos ávidos de sangre y espectáculo. Tenía que ser tremendo verlo en directo.
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Subimos y bajamos por los diferentes niveles, así mismo, también pudimos observar los túneles subterráneos que conectaban los diferentes pasillos del anfiteatro donde, entre otras cosas, se guardaban los animales antes de soltarlos en la arena.
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Finalmente salimos para observar nuevamente el archiconocido perfil del Coliseo, tirara las fotos pertinentes y seguir hasta el Palatino, no sin antes ver de cerca el Arco de Constantino que resta dignamente en pie al lado mismo del Coliseo. Por cierto que allí nos topamos con los novios de una boda asiática. Allí estaban ataviados don los típicos trajes y con toda la familia tirándoles fotos como si fuesen la Sagrada Familia.
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La entrada al Coliseo incluye también la entrada gratuita al Palatino y al Foro, así es que aprovechamos para entrar. Un buen consejo para aquellos que no compréis la Roma Pass es ir primero al Palatino y luego al Coliseo, así con la entrada en la mano os podréis saltar las inmensas colas que suelen haber en verano.
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En el Palatino pudimos pasear por la diferentes zona, el Estadio de los emperadores, la Domus Augustana o residencia de los emperadores, la casa de Livia en la que al parecer vivieron Augusto y Livia, etc. Vale especialmente la pena para tener una vista muy bonita a cierta altura hacia el Vaticano, el Foro y el Coliseo.
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Poco a poco fuimos bajando de nivel hasta entrar en el Foro por la zona del Arco de Tito que se levantaba sobre la antigua Via Sacra. Resulta muy interesante esta visita porque uno va transitando delante de los edificios romanos y se puede hacer una idea bastante clara de cómo era esta zona ya que parte de las ruinas están bien conservadas.
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Uno de los edificios que más impresión causa debido a su gran altura es la Basílica de Constantino y Majencio, pero El Arco de Tito, el Templo de Rómulo o la Regia u oficina del sumo sacerdote romano e van al acecho. También la Casa de las Vírgenes con su jardín de estatuas es bonito de ver, aunque al no ser accesible pierdes un poco de perspectiva.
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Acabamos la visita pasando por delante del Templo de Vespesiano y del Templo de Saturno con sus altísimas columnas que daba una idea de la grandiosidad que tenía que tener el templo en su época de mayor esplendor. Cerramos la visita con otro Arco, el de Septimo Severo para salir en dirección a los museos Capitolinos para saludar la estatua de la loba capitolina.

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Entramos pues en la Piazza del Campidoglio para admirar esta elegante plaza diseñada por el propio Miguel Ángel. Decidimos dejar la visita a los museos para mejor ocasión en beneficio de las visitas a los monumentos y calles de Roma, así que dedicamos un buen rato a contemplar la plaza con su estatua de Marco Aurelio (es una copia el original se encuentra en el Palazzo Nuovo), el Palazzo Senatorio, y claro está, con la impresionante Cordonata que da acceso a la Piazza Venecia, y que está adornado por sendas estatuas gigantes de Dioscuri, Cástor y Pólux, una cosa digna de ver.
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Justo a acabas de bajar, te encuentras con la escalera Aracoeli que dan acceso a Santa Maria in Aracoeli. Dice la tradición popular que si subes las escaleras de rodillas te toca la lotería, así que ya sabéis. A ver, yo no es por rajarme, pero mis rodillas ya no son lo que eran, así que tuve que reprimir mis ansias lotéricas.
Un último lugar destacado en la misma zona, los restos de la Ínsula romana, una serie de viviendas romanas bastante bien conservadas y en las que se puede apreciar un retablo cristiano.
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Llegados a este punto decidimos dejar la visita al descomunal monumento a Victor Manuel en beneficio de la Bocca de la Verita Maria in Cosmedin, así que bajamos por Via del Teatro Marcello, pasamos por el lado del antiguo teatro romano del mismo nombre, hasta acceder a Via Petroselli y así llegar hasta la Bocca de la Verita que hizo famosa la película Vacaciones en Roma. Por el camino uno se va encontrando punto de visita destacados como la Casa dei Crescenzi, El Antiguo Arco de Jano, los Templos del Forum Boarium o la popia Fontana dei Tritoni que está emplazada justo delante de la iglesia.
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Estábamos avisados de la inmensas colas de turistas interesados en meter la mano en el mismo lugar que la pusieron Audrey Hepburn y Gregory Peck, así que llegábamos cargados de paciencia, pero cual fue nuestra grata sorpresa al ver que, como mucho, habían 12 o 13 personas haciendo cola frente a la susodicha boca de piedra. Así que, al cabo de nada, foro al cantó y a visitar la iglesia de Santa Maria in Cosmedin con su interesante suelo de mosaico y el baldaquino gótico. Curioso comprobar que la mayoría de gente de la cola pasaba de entrar a la iglesia.

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En este momento ya teníamos cumplido más o menos todo lo que queríamos ver por la mañana, así que aunque un poco fatigados, decidimos travesar el río Tíber para acercarnos al barrio del Trastevere y de paso ver los resto del Ponte Rotto y la isola Tiberina. A destacar el paseo hasta la entrada a la isla, en esta época del año (otoño) los arboles empezaban a tener las hojas marrones y el suelo estaba ocupado por una espesa hojarasca que embellecía el paso por esta vía.
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Por fin cruzamos el río para dirigirnos sin más dilación hasta Santa María in Tratevere. Valió la pena ya que la iglesia es digna de contemplar por dentro y por fuera. En la fachada destaca su imponente mosaico y las estatuas que la flanquean. El interior también destaca por sus mosaicos, así que nos sentamos un rato para descansar y contemplar la iglesia. Como bien es sabido, Italia y en especial Roma es un lugar de gran creencia cristiana, así que en esta y demás iglesias encontramos casi siempre fieles que dedicaban un rato a la oración.
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Salimos para comprobar que siempre hay alguien sentado en los peldaños de la fuente que custodia la plaza, aunque a estas horas no se respire el bullicio nocturno juvenil.
Decidimos que aunque era temprano, bien valía buscar un lugar para comer y entramos en Pizza Roma en via della Lungaretta 93 para beneficiarnos de una de las ofertas de croquetas variadas que ponía en un cartel de la entrada. Estaban riquísimas y a muy buen precio. Tras el almuerzo seguimos paseando por las calles empedradas del Trastevere para acabar dirigiéndonos a la para del tranvía y así validar de una vez la Roma Pass de transportes.
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Bajamos en la última parada, Largo Argentina, donde vimos desde la calle la restauración que están haciendo en la Aurea Sacra. Luego, sin más ánimo que llegar al hotel y descansar un buen rato, nos dirigimos hacia la zona de la Fontana de Trevi donde, una vez más gastamos un buen rato contemplándola para luego cerrarnos en la habitación del Trevi B&B y recobrar las fuerzas gastadas.
Por la tarde cogimos la guía de Roma para vez que podíamos abarcar ya que las iglesias suelen cerrar temprano, así que nos marcamos como objetivo : Santa María de la Victoria en Via Veneto, San Pietro in Vincoli cercano al Coliseo (en la zona del Esquilino), y c en la zona próxima a Termini (también en el Esquilino aunque en la otra punta del mismo).
Empezamos la ruta en dirección a la zona más próxima, Via Veneto. Decir que la nuestra guía de cabecera (la Visual del País Aguilar) nos hizo una trastada por uno de sus dibujos que nos confundió, así que entramos en dos iglesias que no era la buscada. Finalmente encontamos el lugar correcto y entramos en Santa María de la Victoria para contemplar el Éxtasis de Santa Teresa de Bernini. Preciosa y enigmática escultura ya que el éxtasis que desprende la santa roza levemente la erótica con su boca abierta, la mano en un pecho y el ángel sonriente que le quiere clavar una flecha. No sería el único éxtasis que veríamos en Roma y os aseguro que el otro es puro erotismo mongil.
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Tomamos el metro para acercarnos a San Pietro in Vincoli, una iglesia que por fuera deja mucho que desear pero su interior cambia radicalmente y es que aquí podemos encontrar el Moisés de Miguel Ángel. Esta estatua impone mucho respeto. Parece que el Moisés se tenga que levantar de un momento a otro mostrando sus bíceps en movimiento. La diferencia entre él y el resto del nicho realizado por sus discípulos es tremenda. También pudimos contemplar las cadenas que dan nombre a la iglesia y que según reza la tradición son las que sujetaron al propio San Pedro en su cautiverio en Mamertina. Al parecer las cadenas cayeron en poder de la emperatriz Audoxa que las separó poniendo una parte en una iglesia de su ciudad y la otra enviándola a su hija Eudoxia en Roma. Años después volverían a reunir las dos cadenas David Cooperfield copió el truco de las cadenas para sus espectáculos sin pagar los royalties de copyright al Vaticano.
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Salimos para tomar la via sette sale (voy a obviar cualquier comentario jugoso sobre el nombre de la calle) y pasear hasta llegar a Santa María Maggiore. La caminata valió la pena porque esta
era la más bonita de las tres iglesias que nos decidimos a visitar. La iglesia está acompañada en su entrada principal por una Columnata procedente de la Basílica de Constantino en el foro, a la que se le colocó en su parte superior la escultura en bronce de una Virgen con el niño.
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Pasamos bajo los arcos de la entrada para encontrarnos una Porta Santa (Puerta Santa) en la que nos sorprendió ver la figura de la Virgen con un anillo en la mano. Luego el interior no te deja indiferente. Con mármol por todos los lados, Capillas laterales de gran valor como la Sixtina y la Capella Paolina, el Baldaquino que preside la iglesia, las tumbas de los cardenales, etc. Visitar santa Maria Maggiore fue el colofón a una tarde de iglesia destacadas.
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Al salir bordeamos la iglesia para ver su parte trasera y fuimos en dirección a Termini para pillar el metro y acercarnos a plaza Barberini para ver más calmadamente la Fontana del Tritone. La estatua se encuentra en el centro de una plaza bastante desangelada, aunque merece la pena acercarse a ella para contemplarla con tranquilidad. Ya puesto, nos desplazamos pocos metros hasta la Fontana delle Api y así ver la fuente patrocinada por los Barberini, por eso Bernini la diseñó con unas cuantas abejas, ya que estas son el emblema de la rica familia que ostentó el papadó. A decir verdad, no es ni mucho menos mi fuente romana preferida, pero bueno.
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Llegó la hora de la cena, así que nos fuimos hacia los aledaños del hotel ya que la oferta de restaurantes es bastante variada.
Al llegar a la Fontana de Trevi nos encontramos que la iglesia de Santi Vicenzo e Anastasio que queda en una esquina de delante de la Fontana estaba abierta al público. Lo aprovechamos para subir a los peldaños que dan acceso a la puerta principal y así poder tirar unas fotos con un poco de perspectiva.
Luego nos dirigimos al famoso restaurante Birra Peroni que quedaba muy cerca. Allí nos atendieron muy bien y pudimos comer pasta y carne a buen precio. A parte nos tomamos unas cervezas Peroni que ya tocaba.
Una vez acabada la cena pasamos por delante de la iglesia de Santi Apostoli que en su fachada tiene un montón de santos en fila índia. Hasta me pareció que nos saludaban haciendo la ola... cosas de la Birra Peroni.
Finalmente llegamos a Piazza Venecia. El tráfico ya empezaba a menguar, así que pudimos tirar algunas fotos del pastel iluminado. Por cierto que pastel es cómo le dicen los romanos al monumento a Victor Manuel. La verdad es que tan blanco y grande parece una pastel de boda o hasta una máquina de escribir de proporciones inmensas.
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Finalizamos el paseo nocturno pasando por via del Corso hasta la Fontana de Trevi.
Una vez más nos quedamos magnetizados por la influencia de la fuente, así que nos sentamos casi una hora contemplándola. A estas alturas, los venderores de rosas, fotografos indios y demás fauna que se gana la vida alrededor de la fuente, ya nos conocían y pasaban de venir a molestarnos. Así que pudimos seguir al dedillo el ritual que sigue la gente para tirar las monedas a la fuente. También jugamos a acertar quien pagaría por la foto de los paquistaníes hasta que el sueño nos venció y nos retiramos al hotel.
