Ayer nos dedicamos a visitar las poblaciones al norte de la carretera D-900 que va de Aviñón a Apt (Gordes, Rousillon, Murs), y el día de hoy lo dedicaremos a las poblaciones al sur de esta carretera, que por cierto es de dos direcciones y muy transitada por los vecinos de la zona por lo que hay andar con cuidado.
Cuando nos levantamos no nos podíamos imaginar que hoy sería el día más atractivo de todo el viaje: naturaleza, pueblos con mucho encanto y bonito paisaje.
Saliendo de Apt por la mencionada D-900 en dirección a Aviñón, a unos 10 kilómetros nos encontramos con el desvío a Lacoste/Bonnieux. Nada más pasar este desvío, a la derecha, se encuentra unos de los lugares a visitar en el día de hoy: El Pont Julien. Construido por orden de Julio Cesar entre el 27 a.C. y el 14 d.C., forma parte de la calzada romana de la Vía Domitia que unía la Galia con Hispania. Ha servido de puente del rio Cavalón durante siglos. Fue destruido y reconstruido en diversas ocasiones durante su existencia y ha estado en servicio hasta el año 2005. En la actualidad forma parte de una de las rutas de senderismo de la zona. Al entrar en el desvío anterior, a la derecha hay un aparcamiento en el que no suele haber nadie y desde donde se contempla esta obra de ingeniería romana. Solamente la tranquilidad que se respira en ese lugar es motivo de parada y de unas buenas fotos.
Cuando nos levantamos no nos podíamos imaginar que hoy sería el día más atractivo de todo el viaje: naturaleza, pueblos con mucho encanto y bonito paisaje.
Saliendo de Apt por la mencionada D-900 en dirección a Aviñón, a unos 10 kilómetros nos encontramos con el desvío a Lacoste/Bonnieux. Nada más pasar este desvío, a la derecha, se encuentra unos de los lugares a visitar en el día de hoy: El Pont Julien. Construido por orden de Julio Cesar entre el 27 a.C. y el 14 d.C., forma parte de la calzada romana de la Vía Domitia que unía la Galia con Hispania. Ha servido de puente del rio Cavalón durante siglos. Fue destruido y reconstruido en diversas ocasiones durante su existencia y ha estado en servicio hasta el año 2005. En la actualidad forma parte de una de las rutas de senderismo de la zona. Al entrar en el desvío anterior, a la derecha hay un aparcamiento en el que no suele haber nadie y desde donde se contempla esta obra de ingeniería romana. Solamente la tranquilidad que se respira en ese lugar es motivo de parada y de unas buenas fotos.

Empezaba bien el día: sol, naturaleza y aire puro. Nada más salir del aparcamiento y después de incorporarse de nuevo a la carretera, se toma a la derecha la D-108 que nos llevará a Lacoste entre campos de lavanda y viñedos. La otra opción es la carretera D-149 que lleva a Bonnieux, pero yo recomiendo la primera opción.
A los pocos kilómetros te recibe Lacoste desde lo alto de una loma con su imponente castillo. Como era temprano, sobre las 9 de la mañana, estaba todo cerrado, pero no importa, queríamos pasear por el pueblo, por sus calles empedradas y contemplar sus bien cuidadas casas. En este pequeño pueblo del Luberon hay una escuela de arte que acoge a estudiantes de fotografía, publicidad, arquitectura y cine por lo que lo hace muy animado todo el año. ¡Ah! Y antes de que se me olvide, el aparcamiento es gratuito y está en la entrada de la población a mano izquierda entre árboles, al menos en el que estacionamos nosotros.
A los pocos kilómetros te recibe Lacoste desde lo alto de una loma con su imponente castillo. Como era temprano, sobre las 9 de la mañana, estaba todo cerrado, pero no importa, queríamos pasear por el pueblo, por sus calles empedradas y contemplar sus bien cuidadas casas. En este pequeño pueblo del Luberon hay una escuela de arte que acoge a estudiantes de fotografía, publicidad, arquitectura y cine por lo que lo hace muy animado todo el año. ¡Ah! Y antes de que se me olvide, el aparcamiento es gratuito y está en la entrada de la población a mano izquierda entre árboles, al menos en el que estacionamos nosotros.


Pero nosotros queríamos ver su castillo. El famoso castillo del Marqués de Sade (del abuelo). En él se refugió su nieto en 1771 huyendo de los escándalos provocados por este en Paris por sus escritos y estilo de vida. Después de una empinada subida se llega al castillo. Cuesta lo suyo (subir). Una vez arriba vimos que había una carretera asfaltada que llegaba hasta la misma puerta. Las vistas que se pueden observar desde lo alto del castillo de todo el Luberon son impresionantes, incluido el majestuoso Mont Ventoux que se erige imponente y visible desde cualquier punto elevado del Luberon. El castillo y algunas casas del pueblo fueron adquiridas y restauradas por el diseñador francés Pierre Cardin. Me pareció leer en alguna parte que el castillo ha pasado a formar parte del patrimonio francés. Se puede visitar el castillo y el museo que hay en su interior para los más interesados. Nosotros no entramos, hicimos unas fotos y bajamos al pueblo a ver si había algo abierto para desayunar. Lo único abierto era una tienda de alimentación Spar y la amable señorita que la atendía nos hizo dos cafés en una cafetera de estas de Nespresso que casi todos tenemos en casa, acompañado de un cruasán que tampoco pasará a la historia.
Dicho esto, salimos en dirección a Bonnieux, localidad que se encuentra a escasos 10 minutos de Lacoste, también en lo alto de una colina. Estacionamos el coche y nos dirigimos al centro de la población. Ya empezaba a verse gente, muchos de ellos mirando los carteles de los menús de los restaurantes, y eso que eran sobre las 11 de la mañana. Seguimos subiendo una calle interminable que hace honor a su nombre (rue des Penitents Blancs), que nos llevó a lo más alto del pueblo, en dirección a la Iglesia Alta desde donde se pueden contemplar también unas bonitas vistas, pero las mismas prácticamente que desde Lacoste.
Dicho esto, salimos en dirección a Bonnieux, localidad que se encuentra a escasos 10 minutos de Lacoste, también en lo alto de una colina. Estacionamos el coche y nos dirigimos al centro de la población. Ya empezaba a verse gente, muchos de ellos mirando los carteles de los menús de los restaurantes, y eso que eran sobre las 11 de la mañana. Seguimos subiendo una calle interminable que hace honor a su nombre (rue des Penitents Blancs), que nos llevó a lo más alto del pueblo, en dirección a la Iglesia Alta desde donde se pueden contemplar también unas bonitas vistas, pero las mismas prácticamente que desde Lacoste.

La verdad sea dicha, este pueblo no me pareció gran cosa, así que después del palizón subiendo hasta la Iglesia Alta nos dirigimos a Lourmarin, pueblo que algún viajero lo ha mencionado y aconsejado.
Loumarin se encuentra a 22 minutos de Bonnieux, a unos 12’50 kilómetros de distancia por buena carretera y bonito paisaje entre montañas y bosques. No nos podíamos creer que pudiera haber tanta gente concentrada en este pueblo. Los aparcamientos llenos hasta los topes, pero al final aparcamos un poco a las afueras del pueblo. Justo enfrente había un restaurante que no tenía mala pinta y decidimos quedarnos a comer, después veríamos el pueblo dando un paseo. En estos sitios, parece que no, pero hace mucho calor también.
El restaurante en cuestión es la Brasserie L’Angelo, lugar tranquilo y bien atendido. Trato amable. Comimos en la terraza una ensalada vegetariana y un "tártaro del momento" (tartar de ternera preparada en el momento), jarra de vino blanco y cafés, todo 46 euros, un precio más que correcto para comer en un lugar tan turístico de la Provenza. Si entráis en su web encontraréis otros platos muy sugerentes también y a buen precio.
Loumarin se encuentra a 22 minutos de Bonnieux, a unos 12’50 kilómetros de distancia por buena carretera y bonito paisaje entre montañas y bosques. No nos podíamos creer que pudiera haber tanta gente concentrada en este pueblo. Los aparcamientos llenos hasta los topes, pero al final aparcamos un poco a las afueras del pueblo. Justo enfrente había un restaurante que no tenía mala pinta y decidimos quedarnos a comer, después veríamos el pueblo dando un paseo. En estos sitios, parece que no, pero hace mucho calor también.
El restaurante en cuestión es la Brasserie L’Angelo, lugar tranquilo y bien atendido. Trato amable. Comimos en la terraza una ensalada vegetariana y un "tártaro del momento" (tartar de ternera preparada en el momento), jarra de vino blanco y cafés, todo 46 euros, un precio más que correcto para comer en un lugar tan turístico de la Provenza. Si entráis en su web encontraréis otros platos muy sugerentes también y a buen precio.

Comidos, salimos a dar un paseo por un coqueto Lourmarin con las típicas calles concurridas de restaurantes y tiendas de todo tipo. Si te sales del circuito turístico encuentras más tranquilidad, pero lo bonito está en las calles por donde transita todo el mundo. No cabe duda que es un bonito pueblo que tiene la ventaja de que está asentado en un llano y no tienes que subir y bajar como en los otros pueblos visitados.
En cuanto al castillo qué se puede decir, pues que está bien pero no es nada del otro mundo. Igual por dentro es una maravilla, pero si en estos viajes dedicas tiempo a ver el interior de los castillos, palacios y museos no harías otra cosa en todo el día. Así que le hicimos la foto de rigor sin poder evitar sacar algún vehículo aparcado casi en la puerta y nos dirigimos a otro de los pueblos que sin tener tanto nombre es uno de los más bonitos que visitamos por la zona: Saignon.
Este pueblecito fue todo un descubrimiento, parece que pasa desapercibido de los focos turísticos. Se aparca en el exterior que es lo recomendable, pero nosotros nos adentramos con el coche en el interior del pueblo, por calles estrechas, ascendiendo suavemente hasta una placita encantadora con su fuente en medio, de cuento. Por suerte no venía ningún vehículo de cara y pudimos aparcar cómodamente en la parte alta de la población. Así que bajamos andando para tomar unas fotos de la placita y dar una vuelta por el pueblo. En la parte de arriba se encuentra la zona histórica donde se halla el castillo, sus murallas y torreones.
Teníamos ganas de tomar algo en este pueblo tan encantador y vimos una terraza que tenía unas vistas espectaculares, la del restaurante Un Jardin sur le Toit (un jardín en la azotea). Pedimos algo y estuvimos como un buen rato contemplando las vistas, solos, disfrutando de una tarde muy agradable, el calor ya no apretaba tanto. Pagamos, y dando un paseo llegamos a la llamada Le Rocher de Bellevue. Se trata de parte de la antigua fortaleza o torreón a la que se accede por una puertecita desde el que se divisa el valle del Luberon en toda su extensión. Para los que tengan vértigo o vayan acompañados de niños han de ir con cuidado porque el lugar impone. Allá abajo puede verse a unos 4 kilómetros la población de Apt, donde pasaremos nuestra segunda y última noche en la Provenza.
En cuanto al castillo qué se puede decir, pues que está bien pero no es nada del otro mundo. Igual por dentro es una maravilla, pero si en estos viajes dedicas tiempo a ver el interior de los castillos, palacios y museos no harías otra cosa en todo el día. Así que le hicimos la foto de rigor sin poder evitar sacar algún vehículo aparcado casi en la puerta y nos dirigimos a otro de los pueblos que sin tener tanto nombre es uno de los más bonitos que visitamos por la zona: Saignon.
Este pueblecito fue todo un descubrimiento, parece que pasa desapercibido de los focos turísticos. Se aparca en el exterior que es lo recomendable, pero nosotros nos adentramos con el coche en el interior del pueblo, por calles estrechas, ascendiendo suavemente hasta una placita encantadora con su fuente en medio, de cuento. Por suerte no venía ningún vehículo de cara y pudimos aparcar cómodamente en la parte alta de la población. Así que bajamos andando para tomar unas fotos de la placita y dar una vuelta por el pueblo. En la parte de arriba se encuentra la zona histórica donde se halla el castillo, sus murallas y torreones.
Teníamos ganas de tomar algo en este pueblo tan encantador y vimos una terraza que tenía unas vistas espectaculares, la del restaurante Un Jardin sur le Toit (un jardín en la azotea). Pedimos algo y estuvimos como un buen rato contemplando las vistas, solos, disfrutando de una tarde muy agradable, el calor ya no apretaba tanto. Pagamos, y dando un paseo llegamos a la llamada Le Rocher de Bellevue. Se trata de parte de la antigua fortaleza o torreón a la que se accede por una puertecita desde el que se divisa el valle del Luberon en toda su extensión. Para los que tengan vértigo o vayan acompañados de niños han de ir con cuidado porque el lugar impone. Allá abajo puede verse a unos 4 kilómetros la población de Apt, donde pasaremos nuestra segunda y última noche en la Provenza.

Siguiendo la recomendación de la camarera del restaurante, fuimos a visitar Saint Saturnin d’Apt. Estábamos ya cansados de todo el día para arriba y para abajo, pero hicimos un último esfuerzo. La chica nos dijo que el pueblo estaba a 10 minutos que nos parecieron una eternidad, hasta que dimos con él. Qué se puede decir de este pueblo, pues que es uno más, nos lo podríamos haber ahorrado, pero ya que estábamos allí le dimos un vistazo, entramos en una panadería para comprar pan, y en una tienda de alimentación para comprar algo para cenar: pollo al limón nos dijo el dependiente. Nos cortó un gran trozo de un recipiente que contenía gelatina con algo. Yo le pregunté si se calentaba y me dijo que no, que se comía así. Al final lo tuvimos que calentar para poder comérnoslo. Así que con la compra hecha nos sentamos en la terraza de un bar del pueblo a tomarnos unas cervezas; un bar de los de antes, frente a la panadería, en la calle principal. Al rato empezamos a oler un aroma a brasas que daban a entender que algo bueno iba a pasar de allí, pero como ya era tarde y se estaba haciendo de noche tomamos la carretera en dirección a Apt con todo nuestro dolor de corazón.
La experiencia de la noche anterior nos aconsejaba ir directamente al apartamento a descansar, cenar y dormir. Hoy ha sido un día largo. Mañana nos espera un largo día de carretera.