Desayunamos en una pequeña panadería de barrio un café con leche y un croissant que recordaré por ser uno de los peores croissants que me he comido nunca, creo que me vieron venir y me colocaron uno hecho el día anterior. Pero bien, eso no me iba a amargar el día y fuimos directamente a la oficina de turismo. Compramos el ticket de 4 monumentos y 2 museos (15 € por persona). Pues bien, como era temprano y el movimiento turístico aún no había hecho acto de presencia fuimos en primer lugar al Claustro de San Trófimo, junto a la antigua catedral de Arlés cuya fachada da a la plaza de la República.
 
Es temprano, no hay nadie. Ha salido una mañana con un sol reluciente que hace que el Claustro despenda una belleza especial. Hay que aprovechar para hacer las fotos y pararse en cada una de las galerías que lo forman. La construcción se inicia en la segunda mitad del S. XII y durante este período románico se emprenden las obras de las pandas (galerías o corredores) norte y este que finalizarán en el 1220. Después de esta primera fase las obras quedan suspendidas, entre otros motivos, por las calamidades que azotaron europa a finales del S. XIV: la Peste Negra. Finalmente, las obras se reinician para la construcción de los corredores sur y oeste entre los años 1380-1390, ya de estilo gótico.
 
Dicho esto, la verdad es que pasear por este claustro es una delicia, se puede acceder a una terraza en la parte superior para tener una óptica distinta del lugar. 
En una de las salas de exposiciones hay un audiovisual que dura 10 minutos que viene fenomenal para rematar la visita.
La segunda visita es para el Teatro Antiguo de Arlés que no es otro que el Teatro Romano. Quienes hayan visto el teatro romano de Mérida, Sagunto o Tarragona no les va a decir nada. Queda poca cosa de lo que fue, y su uso está más enfocado a la celebración de eventos artísticos.
 En una de las salas de exposiciones hay un audiovisual que dura 10 minutos que viene fenomenal para rematar la visita.
La segunda visita es para el Teatro Antiguo de Arlés que no es otro que el Teatro Romano. Quienes hayan visto el teatro romano de Mérida, Sagunto o Tarragona no les va a decir nada. Queda poca cosa de lo que fue, y su uso está más enfocado a la celebración de eventos artísticos.
Sales de este monumento y enseguida te topas con el tercero de los monumentos elegidos: el Anfiteatro. Este mucho mejor conservado que el anterior y testimonio de lo esplendorosa que debió ser la antigua colonia romana de Arelate fundada en el S. II a.C. y cuyo nombre completo era COLONIA IVLIA PATERNA ARELATENSIVM SEXTANORUM, lo que viene a ser ANTIGUA COLONIA JULIANA (Julio César) DE ARLES DE LOS DE LA SEXTA (soldados veteranos de la VI Legión Ferrata).

No sé si lo he dicho anteriormente, pero estoy asombrado de la afición taurina que se respira en esta zona sureste de Francia. Sin ir más lejos el anfiteatro es un coso taurino ovalado que el día anterior estaba cerrado a las visitas turísticas con motivo de estar programada una corrida de toros.
 
Y en último lugar nos dirigimos a las Termas de Constantino el Grande construidas a principios del S. IV d.C. Pues poca cosa también. Haces el recorrido en veinte minutos o diez si quieres, viendo piedras y ladrillos sin apenas indicaciones que expliquen el funcionamiento de aquello.
 Hecha la visita y estando cerca la hora francesa de la comida salimos de las termas para dirigirnos al sitio elegido para comer. Porque aquí tienes que ir pensando donde comer para que no te pille el toro. Como te lo pienses mucho te puedes quedar sin probar bocado ese día. Así que fuimos directamente al Le bar à Thym, en el 62 de la vie de la République. Está muy céntrico así que se llena pronto de trabajadores de la zona y turistas, como no. Llegamos sobre las 12’30 horas, ya ves, pero si quieres comer no queda otra. Más tarde de las 13’30 horas es posible que no te sirvan en muchos sitios. Te sientan en una diminuta mesa y te sacan un cartel con los platos del día a unos precios que no están mal. No hay que dormirse que los platos se van acabando conforme llega el personal. Pedimos Spaghettoni y ensalada de burrata, ½ pichet (jarrita de medio litro de vino, también la hay de 1/4, y por copas), un Ki-cuit chocolat y 2 cafés. Sobre 45 euros, no está mal creo yo.  Estuvo bien la verdad. 
Los franceses por lo general te ofrecen siempre productos locales y las cartas de vinos suelen ser siempre de la zona.
Los franceses por lo general te ofrecen siempre productos locales y las cartas de vinos suelen ser siempre de la zona.
Como era muy pronto y hacía calor nos fuimos al apartamento a descansar un rato. Luego teníamos pensados pasar la tarde en Nimes. 
El resumen de la visita mañanera a Arlés está claro. Yo de los cuatro monumentos prescindiría de dos: el teatro antiguo y las termas de Constantino. No son nada del otro mundo y se pueden ver desde fuera perfectamente. En las termas, hay que ir a la calle paralela a la entrada al monumento donde hay una gran verja de hierro desde donde se pueden ver las ruinas y así poder hacerte una idea de lo que fue aquello.
En cuanto a los museos, pues para ser sincero no teníamos tiempo para verlos, priorizamos monumentos a museos, aparte del desgaste que supone estar de pie un buen rato contemplando cuadros de pintores locales que no conocíamos.
A las 15 horas le decimos a Google Maps que nos dirija al Parking Indigo Nimes Arènes (10€) y en 30 minutos estábamos allí. Estacionamos el coche y nos ponemos en marcha para recorrer Nimes y ver lo más destacado. Al salir del aparcamiento lo primero que ves es el fabuloso anfiteatro romano de dos plantas muy bien conservado. Construido en los tiempos del emperador Augusto, hoy se utiliza como coso taurino y para la celebración de eventos musicales y deportivos con capacidad para unas 16.000 personas.
El resumen de la visita mañanera a Arlés está claro. Yo de los cuatro monumentos prescindiría de dos: el teatro antiguo y las termas de Constantino. No son nada del otro mundo y se pueden ver desde fuera perfectamente. En las termas, hay que ir a la calle paralela a la entrada al monumento donde hay una gran verja de hierro desde donde se pueden ver las ruinas y así poder hacerte una idea de lo que fue aquello.
En cuanto a los museos, pues para ser sincero no teníamos tiempo para verlos, priorizamos monumentos a museos, aparte del desgaste que supone estar de pie un buen rato contemplando cuadros de pintores locales que no conocíamos.
A las 15 horas le decimos a Google Maps que nos dirija al Parking Indigo Nimes Arènes (10€) y en 30 minutos estábamos allí. Estacionamos el coche y nos ponemos en marcha para recorrer Nimes y ver lo más destacado. Al salir del aparcamiento lo primero que ves es el fabuloso anfiteatro romano de dos plantas muy bien conservado. Construido en los tiempos del emperador Augusto, hoy se utiliza como coso taurino y para la celebración de eventos musicales y deportivos con capacidad para unas 16.000 personas.

Siguiendo el Boulevard Víctor Hugo, una de las arterias principales de Nimes, se llega a la Maison Carrèe, edificio que formaba parte del antiguo Foro Romano de Nimes y construido en la misma época que el anfiteatro. Ha sido de todo: casa privada, iglesia, museo de bellas artes, sala de exposiciones. También llamada la Casa Cuadrada. 

Continuando por el mismo Boulevard llegamos al Canal de la Fontaine, y si lo seguimos. 
a poco más de 300 metros nos hallaremos ante los bonitos Jardines de la Fontaine en cuyo interior se encuentra el Templo de Diana, en evidente estado de ruina y algo descuidado. Cruzando los jardines y de vuelta por el Canal volvemos al Boulevard Víctor Hugo y tomaremos el Boulevard Gambetta hasta alcanzar la Iglesia de San Baudilio de Nimes donde a 100 metros se encuentra la Puerta de Augusto, una de las diez puertas que tenia la muralla romana que protegía la ciudad. Como prácticamente habíamos visto lo que más nos interesaba regresamos a la plaza del anfiteatro para tomar algo y nos sentamos en un bar muy taurino a los pies del monumento. Pedimos pastís para dos a un precio muy razonable para estar a los pies del anfiteatro (6 €).
a poco más de 300 metros nos hallaremos ante los bonitos Jardines de la Fontaine en cuyo interior se encuentra el Templo de Diana, en evidente estado de ruina y algo descuidado. Cruzando los jardines y de vuelta por el Canal volvemos al Boulevard Víctor Hugo y tomaremos el Boulevard Gambetta hasta alcanzar la Iglesia de San Baudilio de Nimes donde a 100 metros se encuentra la Puerta de Augusto, una de las diez puertas que tenia la muralla romana que protegía la ciudad. Como prácticamente habíamos visto lo que más nos interesaba regresamos a la plaza del anfiteatro para tomar algo y nos sentamos en un bar muy taurino a los pies del monumento. Pedimos pastís para dos a un precio muy razonable para estar a los pies del anfiteatro (6 €).
Sobre las 19 horas, y antes de que empezara a oscurecer regresamos a Arlés a pasar nuestra última noche allí. La tarde no daba para más. Todo el día pateando calles invitaba a descansar, y eso hicimos. Mañana más. 
Aquí finaliza de alguna manera el viaje a la Provenza que nos ha llevado por tierras de Papas, así como la visita de ciudades y monumentos que hicieron de la Galia una de las provincias más importantes del Imperio Romano; y empieza otra muy distinta con la visita a los pueblos encantadores y otros menos que componen la comarca del Luberon, famosa especialmente por el cultivo de la flor de lavanda y por la estampa que reflejan sus campos en época de máxima floración, aproximadamente a mediados del mes de julio. Aunque en este viaje no será posible ver este paisaje tan característico de esta zona de la Provenza por estar recogida la cosecha, sí que se puede percibir aún el aroma a lavanda que desprenden los campos.
		Aquí finaliza de alguna manera el viaje a la Provenza que nos ha llevado por tierras de Papas, así como la visita de ciudades y monumentos que hicieron de la Galia una de las provincias más importantes del Imperio Romano; y empieza otra muy distinta con la visita a los pueblos encantadores y otros menos que componen la comarca del Luberon, famosa especialmente por el cultivo de la flor de lavanda y por la estampa que reflejan sus campos en época de máxima floración, aproximadamente a mediados del mes de julio. Aunque en este viaje no será posible ver este paisaje tan característico de esta zona de la Provenza por estar recogida la cosecha, sí que se puede percibir aún el aroma a lavanda que desprenden los campos.
 
             
          


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