La pequeña H. pasa sus dias en las calles de Addís Abeba con su madre, y su hermano, pidiendo limosna. La madre carga al bebé en brazos porque así es más fácil despertar la compasión del transeúnte. La pequeña H. camina sóla a su lado, tiene 4, quizás 5 años, ya no es tan niña.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
La pequeña H. se convirtió en nuestra sombra en Addís. Disfrutó con una gran sonrisa la ducha caliente, los desayunos en compañía, las cosquillas y los besos de dos farenyis. Sus ojos se abrieron como platos cuando comprobó que el interior de una gran maleta albergaba un montón de tesoros que ella nunca habia tenido a su alcance: ropa y zapatos nuevos. La pequeña H. estaba preciosa con su ropita de estreno, con sus nuevas y relucientes bailarinas de color rosa, el color de las princesas. Aunque le quedaban algo justas ella las escogió porque le gustaban, porque estaba guapa, porque tenía derecho a estar guapa.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
En las calles de Addís Abeba hay muchas pequeñas H. esclavas de la puta vida que les ha tocado en suerte. Princesas de manos ásperas y amplia sonrisa; de inocencia infantil y mirada adulta. Cenicientas que no tienen nada, sólo sucios harapos para vestir sus frágiles y delgados cuerpos. No tienen bailarinas de color rosa con las que calzar sus sueños y sus pies desnudos.
Fotografías:
- La pequeña H. y su hermano.
- Las bailarinas color rosa de la pequeña H.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
La pequeña H. se convirtió en nuestra sombra en Addís. Disfrutó con una gran sonrisa la ducha caliente, los desayunos en compañía, las cosquillas y los besos de dos farenyis. Sus ojos se abrieron como platos cuando comprobó que el interior de una gran maleta albergaba un montón de tesoros que ella nunca habia tenido a su alcance: ropa y zapatos nuevos. La pequeña H. estaba preciosa con su ropita de estreno, con sus nuevas y relucientes bailarinas de color rosa, el color de las princesas. Aunque le quedaban algo justas ella las escogió porque le gustaban, porque estaba guapa, porque tenía derecho a estar guapa.
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En las calles de Addís Abeba hay muchas pequeñas H. esclavas de la puta vida que les ha tocado en suerte. Princesas de manos ásperas y amplia sonrisa; de inocencia infantil y mirada adulta. Cenicientas que no tienen nada, sólo sucios harapos para vestir sus frágiles y delgados cuerpos. No tienen bailarinas de color rosa con las que calzar sus sueños y sus pies desnudos.
Fotografías:
- La pequeña H. y su hermano.
- Las bailarinas color rosa de la pequeña H.