
Un día y medio en Ragusa, se inicia la cuenta atrás. En Split, voy a la estación y me da tiempo a montar en el bus de la 8. Pago 125 HRK, 16 €.

Entre la parsimoniosa circulación por la carretera costera; las incontables paradas para dejar o recoger gente; el stop para la revisión de pasaportes en la frontera bosnia; el descanso de 25 minutos en un hotel-restaurante de carretera de Neum en la costita Bosnia; y pitos y flautas, el trayecto de Spalato a Ragusa de +- 230 kms, que por autopista se podría realizar en unas 3 horas, se alarga hasta las 5, o sea, a un promedio de 44 kms/h, lo que da un total de presentación en Dubrovnik city, a la 1 de la tarde.

La estación de buses de llegada está en el puerto (Luka Dubrovnik), que se esconde detrás de la península de Lapad, oteando desde la ciudad vieja. Hay autobuses, pero opto por estirar las piernas y caminar la aproximadamente ½ hora que hay hasta el Rixos Libertas en el barrio de Gorica, en la bahía de Dance.

El hotel es un mamotreto impresentable escalonado en la pared acantilada de la playa de Bellevue. La habitación del hotel mamotreto impresentable escalonado en la pared acantilada de la playa de Bellevue, es una magnífica estancia con terraza con vistas al mar, y a la playa e Iglesia de Santa María de Dance.
Tras dejar la mochila, pido un taxi, que me lleva por 8 € a la Puerta de Pile, la entrada oeste de la ciudad vieja, y acelero hasta la pizzería Mirakul, donde estrené cuchillo y tenedor el día de mi llegada. Cambio de pizza y pido una Tomislav negra.

La pizzería, en un callejón tranquilo, recibe mis bendiciones. De precio medio, las pizzas están ricas, aunque habrá a quien le gusten más crujientes, o más finas, o más con esto y menos de lo otro ... Los precios de las pizzas van de los 9 a los 13 €; las pastas de los 10 a los 12 €; las cervezas cuestan entre los 4 y 6 €.
El resto de la tarde lo dilapido rerecorriendo el casco viejo, desfilando por la Stradun, y una parada obligatoria en la Fuente de Onofrío. De vuelta al hotel, visito el cementerio de Boninovo, y al salir me evado un rato en el horizonte adriático, desde el parque Gradac.

Al día siguiente, día de vuelo, tengo tiempo de sobra para unas 4 horas de caminata, antes de dirigirme a la estación de buses para coger el del aeropuerto. Desayuno rodeado de decenas de hambrientos chinos que arrasan con el opíparo buffet del hotel, levantando castillos sobre el plato, de tortilla francesa, embutido, sandía, tostadas con compota, huevos fritos y porridge con muesli.

Para digerir la película, me voy a desintoxicar a la Iglesia de Santa María sobre la playa de Dance, viendo las insuperables perspectivas de la fortaleza de Lovrinejac, la colina de Boninovo, la isla de Lokrum, y las murallas de la ciudad vieja con su vigía la Torre Minceta. El parque Gradac y Dance es el colofón perfecto para despedirme de Ragusa.

Recojo las cosas, y desciendo en media hora hasta la Autobusni Kolodvor. Vuelan 40 kunas, y en 30 minutos clavados, aterrizo en el aeropuerto de Dubrovnik, donde me esperan dos vuelos, Dubrovnik – Roma, y Roma – Barcelona, donde espero llegar a las 22’45, hora prevista.
KRAG
