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La sorpresa de la que hablaba es que mi novio empezó a experimentar eso que se conoce como “la diarrea del viajero”. Era un tanto sorprendente porque ambos habíamos comido lo mismo y yo me encontraba bien y además, al contrario de lo que habíamos hecho en otras ocasiones, esta vez optamos por no consumir comida en puestos callejeros al no ir completamente protegidos de la Hepatitis B.
El caso es que primero fuimos a comprar unas pastillas para la diarrea, sobres de sales minerales, Gadetorade, algo para que desayunara yo y agua. En Chaksibari Marg, la arteria principal de Thamel, hay una supermercado para turistas que hace esquina en el que se vende todo tipo de productos europeos a un alto precio. Justo enfrente, hay otro más local y con precios más rebajados. Nosotros nos decidimos por ese y pagamos 375R por todo lo que compramos.
Después paramos por la oficina de Utam Kapri a pagar el autobús a Pokhara, que fueron 600R cada uno. Quedamos en que al día siguiente él nos pasaría buscar a nuestro hotel sobre las 6:00 y nos acompañaría al punto exacto de partida, cerca de Jamal.
Con todo hecho, fuimos andando hasta la zona de la Oficina de Turismo de Nepal, concretamente hasta una torre con un reloj. Desde allí salen los autobuses públicos a Bhaktapur, nuestro destino del día. Subimos a uno y afortunadamente conseguimos sitio sentados, porque tardamos una hora en llegar allí por la que se nos cobró 50R a cada uno. Le dijimos al chico las palabras “Bus Nagarkot” y él nos dijo dónde teníamos que bajarnos exactamente para coger el autobús que nos llevaría al pueblo desde el que se puede apreciar la inmensidad del Everest… cuando está despejado. En época de Monzón como estábamos es difícil pero, teniendo tiempo ¿cómo no intentar ver en pico más alto del mundo?
Cambiamos de autobús a uno que iba lleno en el que nos tocó ir de pie, cosa mala para mi novio porque con sus casi 1,90m tenía que ir doblando el cuello para caber. Entablamos conversación con un joven nepalí y hablamos sobre fútbol, sistemas de educación, sanidad, coste de la vida… hizo el trayecto bastante ameno y nos tuvo distraídos… y menos mal, porque el camino era de lo más peligroso. Olvidaos de carreteras asfaltadas, era un camino de tierra por el que en España sólo bajarían vacas y cabras, muy muy empinado, sin quitamiedos , lleno de baches aún más pronunciados por las riadas del Monzón y por el que circulaban vehículos en ambos sentidos. Mejor no pensar. Después de una hora y de pagar otras 50R cada uno, llegamos a pueblo que, sinceramente, no tiene nada.
Hacía un buen día, incluso con sol, pero el horizonte estaba cubierto y no hubo suerte como era de esperar. Para no bajar inmediatamente, acompañamos a nuestro amigo nuevo nepalí al hotel donde trabajaba, a sabiendas de que nos incitaría a consumir, y observamos al vida cotidiana del pueblo. Finalmente, las vistas del otro lado del valle desde el hotel, eran espectaculares. La inmensidad no se aprecia en las fotos.
Ya que estábamos allí, aprovechamos para comer algo. Mi novio por su estado, agua caliente con limón y pan tostado… Yo me pedí una tortilla masala y probé algo que llevaba apuntado en mi lista: El té tibetano con sal (para combatir mal de altura). Algo diferente y sorprendentemente bueno. El total fue de 480R.
Bajamos de nuevo a la parada de autobús y cogimos el de vuelta por otros 50R ya conscientes de lo que nos esperaba. Baches y más baches, y precipicios a los lados, pero intentamos hacer la vista gorda. Cuando llegamos a Bhaktapur después de otra hora… sorpresa, perdí el móvil. Recuerdo haber bajado con él del autobús y dejarlo en el bolsillo, consciente de que estaba medio fuera y se podría caer, pero iba tan cansada del trayecto y pendiente de mochila y cámaras que me desentendí. Igualmente, estaba reventado y le quedaban 2 meses para la jubilación. Llamé a un familiar para que cancelara la tarjeta y listo, porque cuando llamé a mi número ya daba apagado.
Este contratiempo me fastidió en un primer momento, pero las preciosas calles de Bhaktapur me hicieron olvidarlo. Estaba en Nepal y eso era lo que importaba. Caminamos por sus calles en dirección a la plaza Durbar… confieso que las pequeñas plazoletas que nos íbamos encontrando eran tan bellas que siempre creíamos haber llegado, pero no. Cuando vimos el increíble Nyatapola, el más alto del Valle con 30 metros, supimos que estábamos en el lugar correcto. Simplemente espectacular.
Obviamos las señalas que llevaban al corazón de la plaza Durbar e igualmente acabamos dentro sin pagar los 1500R de entrada. A nosotros fue la que más nos gustó de todo el valle: Limpia, tranquila, variada, y como todas, en reconstrucción.
Tras un largo rato merodeando por ahí, salimos por el lado opuesto al que habíamos entrado y disfrutamos de las limpias calles de la villa, mucho más tranquilas que las de la capital y llenas de encanto.
El sol ya caía y nos dirigimos al parking de bus local que nos habían indicado. Por 50R volvimos a Jamal en algo menos de una hora. Desde allí, ya de noche, quisimos hacer un nuevo intento de ver el verdadero Pashupatinath, así que cogimos otra furgoneta por 25R cada uno. Esta vez, sí dimos con el lugar correcto.
La zona estaba a oscuras y aún quedaban tiendas de souvenirs abiertas, además, en Nepal siempre hay gente. Supuestamente, la entrada eran 1000R, pero no vimos taquillas y las puertas estaban abiertas. Había varios shadus (no sabemos si reales o ficticios), algún que otro turista y varios hindús. No veíamos gran cosa tampoco… y además la mejor parte, que desde fuera prometía ser espectacular, estaba cerrada y en cualquier caso sólo se permitía el acceso a los hindús. Nos dirigimos a la zona donde supusimos que estaba el río para ver si veíamos algo más y ya lo creo que lo vimos. Yo tenía cierto respeto de andar por ahí de noche, sin luz, entre tantos y tantos hombres nepalís que nos miraban fijamente, pero continuamos…. Y llagamos al Bagmati, en cuya orilla ardían varias hogueras y donde un cadáver envuelto en telas y flores llegaba en camilla portado por sus familiares para alcanzar la nueva vida.
Sobrecogedor, no tengo otras palabras. El silencio, la oscuridad, el fuego, el crepitar de la llamas, el semblante de los familiares, sus miradas…
Evidentemente, por respeto, no tomamos fotos de esos instantes y con toda la discreción que pudimos, abandonamos el lugar y cogimos un taxi por 300R a Thamel. Allí compramos algo de comida no perecedera para el trekking en el mismo supermercado de la mañana, suponiendo que en Pokhara quizá sería más caro: Un par de bollos para el camino, dos botella de agua, plátanos, 4 latas medianas de atún, 8 barritas de cereales y una bolsa de cacahuetes por 1745R. Nada barato tampoco, pero para estas cosas no bajan los precios porque saben que son necesarias. Compramos la cena en un puesto de comida rápida para comérnosla en el hotel. Mi novio se moría de hambre, así que sin arriesgar mucho pidió una tortilla y un bocadillo de pollo y yo, un chicken roti. Todo nos costó 375R… y el bocadillo de pollo, me lo tuve que tomar yo (ni la mitad, porque era enorme) porque tenía además cebolla y todo tipo de salsas.. lo que le faltaba a su estómago.
Muy contentos con todo lo que habíamos visto en el valle, nos preparamos para abandonar Katmandú e iniciar una nueva etapa cerca de Pokhara: el trekking por la zona de los Annapurnas. La capital de Nepal siempre tendrá un gran hueco en nuestra memoria: quedamos enamorados de la historia y arquitectura de sus plazas, la energía de sus templos y la bondad y simpatía de su gente. Katmandú fue encontrar la belleza en el caos.
GASTOS DEL DÍA PARA 2 PERSONAS
- Compras “antidiarreicas”: 375 R
- Autobús a Pokhara: 1200
- Autobuses: 450R
- Comida: 480R
- Taxi: 300R
- Compras para Trekking: 1745 R
- Cena: 375R
Total: 4925 R
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