Después de desayunar, Mohamed nos esperaba en la recepción para emprender el viaje hacia el rio Jordán, Betania, otra de las partes del viaje que nos hacía mucha ilusión conocer.
Tardamos en llegar unas 2 horas y lo primero que visitamos fue la Iglesia ortodoxa de San Juan Bautista.
Después visitamos el lugar donde Jesús fue bautizado por el santo en el río Jordán. Actualmente hay un entarimado desde el que se accede al rio para la ceremonia de los bautismos y pudimos presenciarlos en directo.
El río Jordán es frontera natural con Israel y del otro lado también se ven instalaciones para bautismos, mejor preparadas que las jordanas.

Es bonito imaginarse cómo debió de ser en aquella época.
El lugar ha sido visitado por los tres últimos papas, Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco I.
Finalizada la visita, continuamos hacia el Monte Nebo (a 40 minutos), lugar desde donde Moisés vislumbró la Tierra Prometida, a la que dirigió a los israelitas aunque se dice que él nunca llegó a entrar en ella y que está enterrado en este monte. Desde aquí se divisa el río Jordán, el mar muerto, Jerusalén, Belén, Jericó.

Visitamos lo principal de la ciudad, como la Mezquita Abu Darwish, situada en una de las 7 colinas de Amman. Fue construida en 1961 con piedra blanca y negra traída de Siria. Resulta de lo más bonita y original. No pudimos visitarla por dentro porque estaba cerrada, pero verla por fuera ya mereció la pena.
Después nos dirigimos a la Ciudadela de Amman que está en la colina más alta y es un recinto espectacular. Lo más importante y que no te puedes perder es el Palacio Ummayad y el Templo de Hércules. Desde allí se divisa el anfiteatro romano, construido en el siglo II y tiene una capacidad para 6000 personas. No me voy a extender en explicaciones porque las podéis encontrar en cualquier guía, pero sí os digo que la visita a la Ciudadela vale la pena totalmente y mucho más al atardecer porque disfrutarás de una puesta de sol preciosa.

