El domingo 7 de julio madrugamos mucho para coger el primer ferry con destino a la isla sur. Aconsejo esta hora puesto que el trayecto entre islas dura 3 horas y si, una vez en la isla sur, se tiene que llegar a Nelson como era nuestro caso, aún restan unas dos horas buenas por carretera. En invierno además, donde a las 5 de la tarde ya se acaban las horas de sol, el ahorrar tiempo nos era esencial.
No se porqué, pero es tan caro pasar con el coche de alquiler en el ferry, que desde la agencia ya nos alquilaron uno para la isla norte y otro para la isla sur.
A pesar de todas las dudas de dónde dejar el coche, facturar las maletas en el ferry etc., que me tuvieron con ciertos nervios la noche anterior, como siempre en este país: todo fue muy sencillo. Simplemente dejar el coche cerrado en un parking debidamente señalizado con el nombre de la agencia y luego, al entrar en la estación del ferry un trabajador muy amable nos indicó que las llaves simplemente se depositaban en una especie de buzón, y eso fué todo!!
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Tuvimos un trayecto muy tranquilo, con muy buen tiempo, como había venido siendo habitual en nuestra primera semana de invierno en la isla norte. Nosotros seguíamos con los dedos cruzados para que la cosa no se torciera, aunque el ver las cadenas en el maletero de nuestro segundo coche ya nos auguraba que aquí, más al sur, el tiempo no iba a ser tan apacible.
Una vez en Picton, donde desembarcas tienes dos opciones para llegar a Nelson. Por recomendación, no teníamos ninguna duda en coger la Charlotte Queen Drive. Una carretera espectacular, con una vegetación casi tropical a la izquierda y unas vistas que cortaban la respiración a la derecha. Con muchas curvas, pero valió la pena recorrerla. Ya nos anunciaba que la isla sur iba a ser de órdago a la grande en cuestión de paisajes y que aquellos que nos hablaron de ella, estaban en lo cierto.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
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En la isla sur habíamos alquilado Bed and Breakfast. Queríamos que nuestros hijos practicaran inglés y entrar en contacto con los habitantes del país.
Nuestra primera casa en Nelson fué una experiencia difícil de olvidar. La propietaria, Elizabeth, era una agradable señora, abuela de 9 nietos, con una vitalidad envidiable. Toda la casa para
nosotros porque éramos los únicos huéspedes (como nos ocurriría en todas las siguientes al ser temporada baja en NZ).
Después de salir a cenar, Elizabeth nos ofreció estar un rato con ella en su sala de estar. La conversación no pudo ser más amena. Compartimos informaciones de nuestros respectivos países y también algunos consejos sobre el resto de nuestro viaje.
La segunda noche le pedimos poder utilizar el comedor para cenar algunas cosas que habíamos comprado en el supermercado, sin problemas. Compartimos con ella una botella de vino blanco de la zona de Marlborough (un chardonnay exquisito) y de nuevo otra charla interesante.
Nos dimos cuenta de que el terremoto de Christchurch está muy presente en todos los habitantes de NZ, puesto que muchos han vivido allí antes, tienen familia que aún vive, etc. Nos contó que es frecuente sentir cómo la tierra tiembla en numerosas ocasiones, y que te acostumbras si vives allí.
Nelson es una pequeña y bonita ciudad donde fuimos en busca de la joyería que regenta el joyero que diseñó los anillos del Señor de los Anillos.
Al día siguiente, rumbo al parque nacional Abel Tasman. Se llega cómodamente en coche hasta que la carretera se acaba. Allí dejas el coche en el parking y puedes hacer rutas a pie.
Al inicio de nuestra caminata nos encontramos a una pareja (él de Barcelona y ella de Bilbao) que llevaban 9 meses dando la vuelta al mundo! Cuando les pregunté qué era lo más bonito que habían visto, contestaron sin dudar que Nueva Zelanda. Después de la foto de rigor y de intercambiar mails, seguimos nuestra ruta, desierta de otras personas pero de una belleza aplastante.
Me sorprende sobremanera tener un bosque tropical casi encima del mar, el mar de Tasmania, y otra cosa muy bella a mi modo de ver son las calas y playas desiertas. En la costa dorada, donde vivimos, siempre hay mucha gente.
El tiempo seguía siendo magnífico. A veces amanecía nublado y con alguna llovizna, pero cuando llegábamos a los lugares para caminar, se despejaba y me permitía hacer unas buenas fotos.
[align=center]*** Imagen borrada de Tinypic ***
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En la isla sur habíamos alquilado Bed and Breakfast. Queríamos que nuestros hijos practicaran inglés y entrar en contacto con los habitantes del país.
Nuestra primera casa en Nelson fué una experiencia difícil de olvidar. La propietaria, Elizabeth, era una agradable señora, abuela de 9 nietos, con una vitalidad envidiable. Toda la casa para
nosotros porque éramos los únicos huéspedes (como nos ocurriría en todas las siguientes al ser temporada baja en NZ).
Después de salir a cenar, Elizabeth nos ofreció estar un rato con ella en su sala de estar. La conversación no pudo ser más amena. Compartimos informaciones de nuestros respectivos países y también algunos consejos sobre el resto de nuestro viaje.
La segunda noche le pedimos poder utilizar el comedor para cenar algunas cosas que habíamos comprado en el supermercado, sin problemas. Compartimos con ella una botella de vino blanco de la zona de Marlborough (un chardonnay exquisito) y de nuevo otra charla interesante.
Nos dimos cuenta de que el terremoto de Christchurch está muy presente en todos los habitantes de NZ, puesto que muchos han vivido allí antes, tienen familia que aún vive, etc. Nos contó que es frecuente sentir cómo la tierra tiembla en numerosas ocasiones, y que te acostumbras si vives allí.
Nelson es una pequeña y bonita ciudad donde fuimos en busca de la joyería que regenta el joyero que diseñó los anillos del Señor de los Anillos.
Al día siguiente, rumbo al parque nacional Abel Tasman. Se llega cómodamente en coche hasta que la carretera se acaba. Allí dejas el coche en el parking y puedes hacer rutas a pie.
Al inicio de nuestra caminata nos encontramos a una pareja (él de Barcelona y ella de Bilbao) que llevaban 9 meses dando la vuelta al mundo! Cuando les pregunté qué era lo más bonito que habían visto, contestaron sin dudar que Nueva Zelanda. Después de la foto de rigor y de intercambiar mails, seguimos nuestra ruta, desierta de otras personas pero de una belleza aplastante.
Me sorprende sobremanera tener un bosque tropical casi encima del mar, el mar de Tasmania, y otra cosa muy bella a mi modo de ver son las calas y playas desiertas. En la costa dorada, donde vivimos, siempre hay mucha gente.
El tiempo seguía siendo magnífico. A veces amanecía nublado y con alguna llovizna, pero cuando llegábamos a los lugares para caminar, se despejaba y me permitía hacer unas buenas fotos.
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Finalizada nuestra estancia en Nelson, nos dirigimos muy temprano hacia la costa este, a Kaikoura. Queríamos ver las sperm whales o cachalotes que habitan allí.
Hay como unas 3 horas y media de viaje. Se pasa por la zona de Marlborough, donde, según nos explicó Elizabeth, se han sustituido las granjas de ovejas por los viñedos, que producen unos vinos excelentes. Inmensas laderas sembradas de viñedos que no se acababan nunca! Creo que dejarían a Falcon Crest en una ridícula miniatura.
Al llegar a la costa este, qué emoción: nuestras primeras focas!, junto a playas de arena negra.
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Llegamos con tiempo suficiente para dejar las maletas en el B&B antes de ir al tour para avistar ballenas. Es un poco caro, sobre todo si has de comprar cuatro tickets, pero desde hacía ya mucho tiempo queríamos ver estos enormes animales de cerca. Si no se pueden encontrar las ballenas te devuelven el 80% del importe. También se pueden ver: albatros, focas y leones marinos y decían que si teníamos suerte, a la vuelta nos acompañarían los delfines saltando al lado del barco.
El tour entero dura alrededor de 3 1/2 horas y no se hace pesado en ningún momento. Los barcos están equipados con una pantalla, donde te explican las características de las sperm whales, de porqué hay tantas en esta península de Kaikoura, y otras curiosidades que te amenizan la llegada al punto de destino. Una vez allí, cámara en mano, a aguzar la vista!
Los miembros de la tripulación colocan un micrófono en el agua para poder oírlas y así localizarlas y te van explicando en todo momento dónde están las ballenas, si alguna se ha sumergido por mucho tiempo y ya no la veremos, si hay otra unos cientos de metros más allá y tenemos que correr todos dentro otra vez porque vamos a perseguirla a gran velocidad, etc.
Se palpa cierta emoción en el ambiente...
Mientras, me dedico a fotografiar un albatros que nos sigue sin ningún pudor y se para justamente debajo de mi ventana en el barco, magnífico!
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Este cachalote se llama Tiaki, las reconocen por la silueta de su cola, en todas diferente.
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Esta otra es Tutu.
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Ésta creo que es Manu. Realmente, las vimos cerca. Los tripulantes nos habían enseñado que entre una respiración y la siguiente de las ballenas pasan unos 10 segundos, no tenías más que contar y hacías la foto perfecta, o casi. Y, cuando estaban a punto de sumergirse y, por tanto, de levantar la cola, te avisaban así: uno, dos y "ahí está la cola!". Imposible no hacer unas buenas tomas fotográficas o en vídeo.De vuelta, y como todo no podía ser tan perfecto, no nos acompañaron los delfines.
Por la noche, los dueños del B&B nos acompañaron con su coche a un restaurante que nos habían reservado previamente, el trato: de lujo!
No comimos langosta, que es el plato estrella de la zona, pero dimos cuenta de otros mariscos también excelentes.