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Con mucho gusto: Costa Rica

Con mucho gusto: Costa Rica ✏️ Blogs de Costa Rica Costa Rica

Un recorrido de 17 dias por un pais extraordinario
Autor: Lwrence  Fecha creación:  Puntos: 5 (10 Votos)
Con mucho gusto: Costa Rica. 1ª parte

Con mucho gusto: Costa Rica. 1ª parte


Localización: Costa Rica Costa Rica Fecha creación: 20/12/2009 02:59 Puntos: 0 (0 Votos)
INTRODUCCIÓN

Cuando por tercer año consecutivo me puse a preparar mi viaje a Costa Rica, localicé por internet una agencia costarricense, llamada A SU AIRE….
Y después de encontrar varias opiniones favorables en diferentes paginas de viajes, me puse en contacto con ellos.
Tras varios emails con propuestas varias de itinerarios, recomendaciones, consejos, y algún cambio de ruta, conseguimos cerrar un trayecto increíble, con un precio muy razonable.
A Su Aire, tan solo nos pidió que comprásemos los billetes de avión por nuestra cuenta y les pasásemos copia de ellos por fax.
Abonamos un 25% a modo de reserva, y el resto lo podíamos pagar bien la semana antes de partir, bien al llegar a San José.
Hasta aquí, más o menos como una agencia mas.

Pero desde este relato, debo recomendar y recomiendo encarecidamente esta agencia….
Todo salió a la perfección. Las reservas hoteleras no tuvieron ningún contratiempo; la empresa de alquiler de coches, fue más que correcta; la ruta estaba idealmente planificada gracias a los consejos de Jaime, el agente de A Su Aire; los traslados puntuales; el personal de A Su Aire, fenomenal, y lo más importante es que tuvimos la sensación de ser tratados como personas, no como turistas. Quizás no tendría que resaltarlo, pero cuando uno viaja bastante, muchas veces se suele recordar un viaje por él, “salió todo perfecto, excepto…..esto o aquello”….Con A Su Aire, TODO SALIO PERFECTO….
Gracias Jaime, gracias A Su Aire….
¿Costa Rica?....entrar y leerlo.


MARTES 1 DE SEPTIEMBRE… … 1º DIA… … BARCELONA-SAN JOSE

Lo peor de los viajes transoceánicos, son las largas y a veces aburridas horas dentro de un avión. Por mucho que las compañías aéreas se esfuercen, en poner películas, las 11 horas de viaje desde Madrid, más una hora más por la conexión con Barcelona, se hacen eternas.

Salimos de Madrid a las 12 horas, y gracias a la diferencia horaria, a las 3 de la tarde estábamos tomando tierra en el aeropuerto internacional Juan Santamaría.
Después de pasar los controles de inmigración y de rellenar los formularios de Sanidad sobre la carencia de síntomas de la famosa gripe A, pudimos recoger las maletas que llegaron sorprendentemente muy rápidas. El aeropuerto de San José, no es excesivamente grande, pero aún así, está plagado de tiendas de souvenirs y de bares.

Un empleado de nuestra agencia, ya nos estaba esperando dentro de las instalaciones. Nos colocó una pegatina en el pecho de turista VIP, y después de cambiar unos pocos colones en la oficina de cambio del aeropuerto, nos fuimos hacia la salida.

Siempre se ha recomendado, y de hecho es cierto, que cambiar moneda en el aeropuerto o en los hoteles es más caro, pero si queríamos disponer de moneda local inmediata para posibles pagos, era nuestra única opción. En Costa Rica, la moneda local es el Colon, aunque en la mayoría de lugares se puede pagar con dólares. El cambio siempre se devuelve en colones. En septiembre del 2009, el cambio estaba a 850 colones, por un euro. O a 580 colones por un dólar. Esto era el cambio oficial. En casi todos los lugares turísticos, el cambio más habitual oscilaba entre los 530 y los 575 colones. En el aeropuerto, el cambio era de 530 colones.

Salimos del edifico y en la salida, un empleado de nuestra agencia nos indicó donde estaba nuestro transporte, y con la correspondiente propina al maletero, nos embarcamos en una pequeña furgoneta rumbo a las oficinas de la agencia.

El aeropuerto Juan Santamaría, está a unos 20 minutos del centro de San José, aunque en horas punta, esta distancia puede convertirse en más de una hora. Muchos de los viajeros, suelen alojarse en la localidad de Alajuela, que está al lado mismo del aeropuerto. Antes de llegar a nuestro hotel, pasamos por las oficinas de “A su aire”, para recoger los vouchers, y así pude saludar y conocer personalmente a Jaime. Explicación de la ruta, que ya sabíamos y teníamos planificada, un obsequio de la agencia y después de unos 10 minutos de espera, para llevar en el mismo trayecto a otra pareja, salimos ya hacia nuestros hoteles. Aquí conocimos a Paco y Nuria, una pareja en luna de miel, con la que coincidiríamos varios días, y con los que entablamos una buena relación.

Después de unos 20 minutos más, llegamos a nuestro hotel, el Gran Hotel Costa Rica. Un edificio de los años 30, considerado histórico y donde el paso del tiempo, ha dejado huella en las habitaciones. Lo mejor del hotel, su inmejorable situación. En pleno centro de la ciudad, frente al Teatro Nacional. Lo peor, que se tendría que someter a una profunda remodelación por dentro, pues las habitaciones, aun siendo aceptables, se han quedado algo obsoletas. El baño tampoco era gran cosa. Pero como tan solo estaríamos en este hotel para dormir, y vuelvo a remarcar su extraordinario ubicación, no nos pareció tan mala elección.

Dejamos maletas, nos cambiamos de ropa, y a callejear por la ciudad.
San José me recordaba en algunos instantes a Lima. Tenía un olor particular, característico, diferente, y traté en varios momentos de intentar averiguar que aroma era el que me traía el ligero aire que soplaba.

El Teatro Nacional, el edifico público más importante de la ciudad, tiene una fachada deslumbrante. Construido a finales del siglo XIX, es un lugar único, bien por la representación de obras teatrales, bien por su interior repleto de frescos y de estatuas, bien por su cafetería, una de las mejores de todo San José. La plaza de la Cultura, con el Gran Teatro, y con el Gran Hotel Costa Rica, es un hervidero de personas, de manteros y de jóvenes autóctonos a la caza del turista. Palomas y aves de varias formas y tamaños, rivalizan en sonidos. Si se tiene la suerte de encontrar un banco libre, vale la pena sentarse en él y contemplar el ir y venir de los lugareños. En un subterráneo de la plaza, se ubica el Museo del Oro precolombino, de propiedad privada y digna de ver. Su colección es extensa y se encuentra muy bien expuesta.

El centro más turístico y animado de San José, son la avenida Central, la avenida 1 y la 2. Es sorprendente la cantidad de personas que pasean por sus calles al caer la tarde. Es como si todo San José se echara a la calle al final del día, y se dedicara a pasear sin rumbo fijo por unas avenidas llenas de tiendas, pero con poca gente dentro de ellas. Sorprende la cantidad de zapaterías que hay; de cada dos tiendas, una es una zapatería. Hacía calor, mucha humedad, y poco a poco el sol se fue ocultando para dar paso a una noche animada y ajetreada en las calles. A las 6 de la tarde, oscurece en toda Costa Rica. Por el contrario a las 5 de la madrugada el sol se empeña en salir. Y esto es igual en todo el año.

Caminando por la Avenida Central, llegamos al Mercado Central, donde la actividad comercial estaba ya decreciendo. Aun así, pudimos entrar dentro del edificio histórico y curiosear por alguno de los puestos que permanecían abiertos. Se podía comprar de todo, aunque a veces, la manera de exponer los alimentos, no es la que estamos acostumbrados en España, y en algunas tiendas, hubiésemos tenido verdaderos problemas para encontrar algo que nos entrase por la vista. En el Mercado Central, se puede comer, se puede comprar carnes, verduras y pescados, y se pueden comprar objetos de artesanía que podían fácilmente servir como souvenirs.

Cerca del Mercado, está el edificio del Banco Central y del Banco Nacional, que no es que sean dos edificios dignos de ver, pero entre ellos esta una plaza con un quiosco de venta de flores muy original. Siempre hay personas comprando flores.
Paseando por la Avenida Central, llegamos al edificio de correos, de una estética a medio camino entre colosal y sencillez. Su dorada fachada está adornada por banderas del país, y en la calle, frente a su entrada, la legión de manteros ofreciendo música, videos o bolsos de imitación es inmensa.
Era nuestro primer día en Costa Rica, y estaba siendo largo, muy largo. Tocaba buscar un sitio para cenar y después de buscar algún restaurante que nuestra guía recomendaba y que no supimos encontrar, terminamos cenando en El Patio del Balmoral, en plena Avenida Central, entre las calles 5 y 7, un establecimiento muy nuevo que estaba enfocado directamente hacia el turista con alto poder adquisitivo. Un restaurante en la parte baja de la Avenida Central, y que sentados en su planta baja, nos permitía seguir observando la vida nocturna de San José.

La cena estuvo bien, y por primera vez empezamos a familiarizarnos con la cerveza Imperial, la más popular del país, y con los platos de la cocina costarricense, como el lomito de res, en diferentes versiones y acompañamientos, el casado o el famosísimo gallo pinto que probaríamos más adelante. En todas las facturas, el servicio y los diferentes impuestos estaban incluidos pero perfectamente explicados en ella. Lo habitual era pagar un 10 % por el servicio y un 13% de impuestos.
Después de comprobar que la factura no era barata, unos 45 dólares, nos pusimos rumbo al hotel. Hacía casi 24 horas que estábamos en danza, y el cansancio, el sueño y el cambio horario empezaban a pasar factura. Además mañana tendríamos que madrugar. Tortuguero nos esperaba. Pero eso sería mañana.


MIERCOLES 2 DE SEPTIEMBRE… … 2º DIA… … SAN JOSE-TORTUGUERO

La primera noche en Costa Rica, me costó dormir. Aunque el sueño terminó venciéndome por la noche, el desfase horario del primer día y la emoción que siempre me invade en los primeros días de un viaje, hicieron que esa primera noche, fuera capaz de memorizar en mi cabeza, los diferentes sonidos que la noche de San José me traía. Quedé harto, hastiado de los cantos de unos pájaros que se pasaron toda la noche haciéndose notar. Tuvimos que madrugar, pues a las 6.30 de la mañana nos recogía un autobús para dirigirnos hacia el este del país, hacia Tortuguero.

Nos esperamos a que el restaurante del hotel abriera a las 6 en punto, no sin antes comprobar que los baños de la última planta, que son los del restaurante, salón de internet y de juegos, eran de lo más asqueroso que se pueda uno imaginar. Indignos para un hotel. El desayuno tampoco estaba acorde con la supuesta categoría. Escaso. Y si se quería un desayuno más completo, había que pagar un suplemento.

A las 6.30, nos recogieron y al subir al autobús, empecé a recordar algunas caras que había visto en el avión que nos trajo de España. Después de recoger a varios turistas más, mientras hacíamos una ruta por los hoteles de San José, emprendimos camino hacia el Caribe norte costarricense. El guía nos iba narrando por el micrófono parte de los paisajes que íbamos a ver en nuestro trayecto y nos ponía al día en cual sería nuestra actividad para el día de hoy.

Cruzamos el Parque Nacional Braulio Carrillo, situado a tan solo 30 minutos de San José y único Parque Nacional, que es atravesado enteramente por una carretera. Esta carretera, construida a finales de los años 70, sirvió para unir la capital y el puerto más importante de todo el país: Puerto Limón. La vegetación en este bosque primario, es extremadamente frondosa y abundante. Si se quiere visitar el Parque, hay diferentes entradas para acceder a él. Los bruscos cambios de temperatura, debido a sus diferentes alturas, hacen indispensable acceder a él, provistos de todo lo necesario para cualquier inclemencia meteorológica. La avistación de aves está garantizada. La de mamíferos, es más difícil.

Al llegar al puente sobre el río Sucio, el autobús aminoró la marcha, para que pudiéramos comprobar las dos lenguas de agua del río, cada una de un color diferente. La tierra, rica en minerales, teñía un lateral del río de un tono amarillento, mientras a su izquierda, el otro caudal era de un tono azulado. Curioso

Nos detuvimos a desayunar en Guápiles, donde por primera vez probamos el Gallo Pinto, un revuelto de arroz y fríjoles, huevos y algún chorizo. En otros lugares se le añade al plato queso y verduras. En el exterior del restaurante vimos al primer animal de todo nuestro viaje. Un perezoso. Costaba verlo, escondido, casi camuflado entre las ramas del árbol. Aun así, todos nos aproximamos al árbol, intentando captar la mejor imagen de un animal, que haciendo honor a su nombre, no se movía para nada.

Siguiendo nuestra ruta, atravesamos plantaciones de bananas, de piñas, y descubrimos que las piñas también crecen en el suelo, y no tan sólo de los arboles como nosotros creíamos. Pasamos por una fábrica, donde recibían, lavaban y empaquetaban las bananas que después se enviaban a los mercados internacionales. Descubrimos la figura del “carretero”, un muchacho joven que arrastra los racimos de bananas, que previamente se han colgado en un soporte, con una cuerda atada a su cintura. Era curioso comprobar cómo el autocar se detenía en la carretera, mientras un montón de racimos de bananas, cruzaban la misma, atados a una estructura metálica, arrastrada por la fuerza motriz de un adolescente. Vimos el aeropuerto que la empresa Del Monte tiene para transportar la fruta…y todo ello animado con las explicaciones de nuestro guía que nos “maravillaba” con una clase práctica de economía y salarios costarricenses.

Después de pasar por inmensas plantaciones de bananas, llegamos a Cariari, al Puerto de Caño Blanco. Final de la carretera, y principio del paseo en barca hacia nuestro hotel. Bajamos las maletas, las depositamos en una barca que partía antes que nosotros y compramos un coco por un dólar. Qué buena que está el agua de coco.

Y empezamos a recorrer los canales, o mejor dicho, un inmenso río con multitud de afluentes que desembocaban en otros afluentes más, y así, sin parar. Perderse sería lo más natural del mundo. Al cabo de unos 15 minutos de trayecto y después de cruzar infinidad de ríos, riachuelos, canales y afluentes, nos detuvimos en una especia de bar en medio de la selva, para beber, ir al baño o simplemente estirar las piernas. El mayor atractivo del lugar, aparte de contemplar la naturaleza, era un jeep militar abandonado, cubierto de sucia vegetación.

Nos subimos de nuevo a la barca y ahora sí que íbamos directos hacia nuestro hotel. El trayecto fue largo, pero se me hizo corto. A pesar de que tardamos más de 40 minutos en surcar el inmenso canal de Tortuguero, la contemplación del agua, de los arboles, el ruido de los insectos, de alguna ave, el ruido de la barca…todo era como una melodía de sonidos, que los colores de los arboles decoraban. Pasamos primero por la localidad de Parismina, y después nos detuvimos en el hotel Evergreen Lodge, miembro de la “corporación Pachira” que parece ser que tiene casi una exclusiva en los alojamientos de la zona.

En unos pocos minutos más, navegando por unas aguas de diferentes tonalidades llegamos al Pachira Lodge, una cabañitas enlazadas por caminos de piedra, rodeadas completamente de vegetación, y donde los sonidos de una típica jungla, retumbaban por todo el hotel. Nos dieron un coctel de bienvenida, y rápidamente nos fuimos hacia las habitaciones. Una cabaña con mosquiteras en las ventanas, mecedora en la puerta y un ventilador de aspas en el techo. No era lujoso, pero era exquisito.

Inmediatamente tuvimos que ir a comer, pues el horario de las actividades de la tarde se acercaba. La comida consistía en un bufet libre que el primer día nos pareció exquisito, pero después cuando comprobamos que cada día era parecido, es cuando empezamos a echar en falta una mayor variedad en las comidas. Aun así, comimos bastante bien. La bebida se pagaba a parte, excepto el agua que era gratis. La cerveza Imperial, empezó a ser la bebida más recurrente en todas las comidas y cenas.
Después de comer, directos al embarcadero. Empezaba una de las mejores excursiones de todo el viaje. Ruta por los canales de Tortuguero. Y para terminar de adornarlo, empezó a llover. Íbamos cubiertos por unos impermeables azules con capucha, que el hotel nos facilitó, pero el agua que caía, más la que salpicaba la lancha al surcar los canales, hicieron que la mayoría decidiéramos mojarnos la cabeza pero ganar en visibilidad y comodidad. Por suerte la lluvia fue a menos, y de una molesta lluvia, pasamos a unas impertinentes gotas dispersas.

Nos detuvimos primero en el puesto de control de entrada al Parque, donde había que abonar la tarifa de entrada. 10 dólares por persona. Nosotros teníamos la entrada gratis, gracias a una cortesía de nuestra agencia.
Quizás a Tortuguero no regrese nunca, porque una vez visto, ya puede perder para algunos algo de interés…pero para mí, Tortuguero es uno de los mejores lugares que he visitado en toda Costa Rica. Adentrarse por unos canales, de aguas marrones a ratos, y verdes en otras ocasiones; oír los escandalosos cánticos de los grillos; contemplar como la vegetación se hace más y más frondosa, y que parece que los arboles se abalancen sobre la canoa, impidiendo el paso; observar pájaros que jamás hubiese sabido que existían, de vistosos colores algunos, o de extrañas formas otros, como los preciosos Aninga, o las garzas azules, o la extraña Yahana norteña; escuchar e intentar divisar los monos aulladores, o los monos araña; navegar lentamente para poder captar la imagen de un caimán en el agua, o entrando en ella; sonidos de una jungla, de una pequeña selva, de un curioso bosque; colores, contrastes, animales, aves…no sé el rato que estuvimos navegando…quizás poco más de una hora y media, pero disfrute cada minuto, cada segundo, como si fuese el último lugar que vería en mi vida…quizás no regrese a Tortuguero…pero a veces, cuando contemplo las fotos, parece que siga estando ahí. Al regresar, paramos de nuevo en el puesto de entrada, donde un guía se quedó en el lugar. Iba a asistir al sorteo de los puestos de avistamiento para el desove de las tortugas.

Regresamos al hotel, y la lluvia que nos había dado una pequeña tregua, empezó de nuevo a caer. Las 6 de la tarde, y ya era de noche. Y para pasar el tiempo antes de la cena, no había mejor opción que unas cervezas en el bar de la piscina, donde las butacas, tumbonas y taburetes eran un preciado objeto. La tormenta fue creciendo en intensidad, y los truenos y relámpagos cada vez estaban más cerca. Recogimos unas botas de goma, que el hotel nos ponía a disposición nuestra para la excursión de mañana, cenamos y nos fuimos a la actividad estrella del lugar. La contemplación del desove de las tortugas.

Actividad optativa, de 30 dólares por cabeza, pero única. Literalmente, hay que verlo para creerlo. Había tres reglas básicas para realizar la excursión. Primera, ir con ropas lo más oscuras posibles, nada de colores claros. Segunda, nada de luces, ni cámaras, ni videos. Tercera, hablar lo más bajo posible, casi en susurro. Todo ello para salvaguardar el lugar, la especie y el momento tan delicado que con suerte íbamos a ver.

La naturaleza no tiene horarios, ni normas escritas, por lo cual el poder avistar una tortuga y contemplar el desove, era también cuestión de suerte, pero qué diablos, valía la pena intentarlo. Una pequeña barca nos llevó a la otra orilla del canal, y empezamos a caminar unos pocos metros, hasta detenernos en un puesto ya establecido, donde nuestro guía, nos fue informando de todo lo que con suerte íbamos a ver.

Las tortuga marina, la tortuga verde, es una especie, que atraída por un instinto único, regresa a la playa donde nació, para depositar en ella sus huevos. Los mejores meses para ver los desoves de las tortugas en Tortuguero, son entre los meses de julio y septiembre. Pero no todos los días se pueden avistar. Estamos hablando de naturaleza en estado puro. Todo el proceso dura más de dos horas. La tortuga sale del mar, lentamente se arrastra hacia la orilla, busca un lugar y con sus aletas empieza a cavar un agujero enorme. Deposita entre 80 y 120 huevos. Después tapa el agujero, y cuando las fuerzas se lo permiten, regresa al mar. Entre 45 y 65 días después, nacen las tortugas. Las crías tardan a veces, varios días en salir del nido, y por grupos se van arrastrando hasta la orilla, evitando los depredadores. Tan solo un 10% de las crías, llegan a sobrevivir y se convierten con el tiempo en tortugas marinas adultas, que algún día, regresaran a esta misma playa para poner sus huevos.
El guía nos fue contando todo el proceso. Nos volvió a explicar cómo comportarnos si teníamos la suerte de ver una tortuga y también nos contó la historia del lugar, de cómo antes, en su juventud jugaban con las tortugas, las cazaban, las comían, y como ahora, con el paso del tiempo, se ha convertido en un cuidador y salvaguarda de estos animales.

Al cabo de unos minutos, un ojeador, un rastreador llamó a nuestro guía, y le comunicó donde se encontraba la tortuga. Lentamente, siguiendo al guía nos acercamos a la playa. No llovía, la luna brillaba con intensidad y el ruido del mar y de las olas adornaba un momento especial.

Nos detuvimos en la arena, para poder ver como una tortuga salía del agua, lentamente, muy pausadamente y como entraba en la arena, buscando un lugar para depositar sus huevos. Cuando estuvo ya más o menos en el puesto elegido, caminamos por la arena buscando otra tortuga. Había otro grupo de turistas que estaban haciendo un corro alrededor de una de ellas, turistas, que por desgracia vestían algunos con colores claros. Nuestro guía se enfado por ello, y nos volvió a comentar que todas estas recomendaciones eran para pasar lo más inadvertidos posibles. De hecho, íbamos a asistir a un parto.

Cuando el otro grupo se retiró, nos acercamos nosotros y vi algo que jamás olvidaré. Tenía ante mí, una grandiosa tortuga, que estaba depositando los huevos en la arena. El guía le levantó un poco la aleta y vimos como los huevos caían por su propio peso, envueltos en una especia de gelatina blanca y viscosa y se amontonaban en el fondo del agujero. Estuvimos unos minutos contemplando el desove, y nos retiramos para que el primer grupo, volviera a verlo. Y así varias veces. Cuando la tortuga terminó de poner los huevos, empezó a cubrir el agujero. Con sus aletas, iba lanzando arena sobre los huevos, con fuerza, pero cada 4 o 5 aletazos paraba para descansar. El guía nos comentaba que tanto trabajo las deja exhaustas. A veces, podíamos escuchar los resoplidos de la tortuga. Reconozco que me hubiese quedado allí de pie, inmóvil, contemplado una tortuga, escuchando el mar, pasando frio a ratos, pero maravillado por la escena animal más bonita que había visto hasta entonces. Poco a poco, el agujero se fue tapando, y nosotros optamos por retirarnos. Al caminar de nuevo por la playa, vimos a otra tortuga como se alejaba de la arena y sin volver la vista atrás, iba adentrándose en el agua, lentamente, dejando que el agua la arrastrara…vimos las tres etapas del desove. Entrada, puesta y salida. En diferentes tortugas, pero las vimos.

Regresamos al lugar donde la barca nos dejó. Nuestro guía la llamó por móvil y en unos 10 minutos estábamos ya en el hotel. Se acercaba una tormenta, pues los relámpagos se veían muy cerca. Pero nosotros habíamos tenido suerte. El clima nos fue propicio en la noche. Una de las mejores noches de mi viaje costarricense


JUEVES 3 DE SEPTIEMBRE… … 3 DIA… … TORTUGUERO

El silencio es un aullido, un trueno en el cielo, unos cánticos de pájaros. El silencio nocturno al otro lado de mi cabaña, está lleno de sonidos y de vida. Y si presto algo más de atención, soy capaz de escuchar el batir de las olas enfurecidas. Podría estar soñando, pero sé que estoy despierto. Me levanté varias veces por la noche y me asomo a la ventana de mi cabaña. Las sombras de Tortuguero, siguen siendo sombras que agitadas por el agua que no para de caer y por los relámpagos que las iluminan fugazmente, me transmiten una sensación que no sabría describir. El agua ha silenciado a la jungla, pero esta, volverá a expresarse en el mismo momento que el sol empiece a asomarse.
No madrugamos tanto como ayer, pero si queríamos aprovechar el día lo máximo posible, teníamos que espabilar un poco. Desayunamos y nos fuimos a inspeccionar el hotel, a recorrer todos los caminos que pasaban por delante de nuestra cabaña y que nos conducían a otro hotel, dentro del mismo hotel. Cabañas de diferentes estilos y amplitudes iban apareciendo en medio de árboles y plantas. En la parte final de un laberinto de caminos, llegamos a otra piscina, en forma de tortuga, y un bar que permanecía cerrado. En el borde del muro que separaba el hotel del canal, una iguana gigantesca se paseaba lentamente, como si quisiera que la fotografiáramos y nos la lleváramos a ella con nosotros en forma de recuerdo digital.

Una empleada del hotel, nos dijo que encima de los arboles solía haber perezosos, pero por más que intentamos verlos, no los encontramos.
Dejando la exploración del hotel por medio concluida, nos fuimos hacia el muelle principal, donde íbamos a hacer una excursión, o mejor dicho, una caminata por senderos de Tortuguero, llenos de barro.

El Parque Nacional de Tortuguero, es único en todo el planeta. Único, porque para acceder a él, tan solo puede hacerse navegando. Hay un pequeño aeropuerto pero que no es utilizado mayoritariamente. Sus más de 50.000 hectáreas, están repletas de lagunas naturales y ríos serpenteantes. Los canales, fueron creados en 1969 para permitir la navegación por este espacio natural. Aún así, hay zonas, en las que la atracción no es el agua, sino las plantas, o los distintos animales, aves e insectos que se encuentran.

Nos repartimos en dos grupos, dependiendo del idioma mayoritario y pusimos los pies en tierra. Enseguida entendí el porqué de la insistencia de los guías, para que llevásemos las botas de goma que el hotel nos facilitaba.

Lo primero que nuestro guía Axel, nos enseñó, fue una serpiente, verde, delgada y muy larga que el cogió con la mano y nos la mostró. Aprovechó para darnos uno de los mejores consejos de todo el viaje. Jamás pongamos la mano en ningún árbol, planta o flor sin mirar. Nos podemos llevar alguna desagradable sorpresa, en forma de picadura de cualquier animal que pueda sentirse amenazado…aprendimos también que Costa Rica, es uno de los principales países en exportar suero ofídico, que en todos los Parques Nacionales, hay antídotos contra las picaduras de serpientes, y que todos los años, hay gran cantidad de accidentes, muchos de ellos por la imprudencia de los turistas.

Después tuvimos la suerte de encontrar una de las especies más raras y curiosas de ver, una Blue Jeans, una ranita de patas azules. Y venenosa. El guía nos contó que la segregación de su piel, en contacto con las mucosas humanas es mortal. El guía después de cogerla y enseñárnosla, se lavó las manos enseguida con agua. Mientras la rana no esté en contacto con sangre o saliva, no hay problema…pero por si acaso, nadie se atrevió a cogerla. Vimos plantas que al rozarlas desprendían aroma, vimos diferentes tipos de arboles, de raíces, y algún pájaro que sobrevolaba rápidamente por nuestras cabezas. En un momento de la charla, 2 langostas gigantes, o como mínimo de las más grandes que yo había visto jamás, se posaron en la pierna de Encarna como si estuviesen copulando. Al mirarlas de cerca, casi asustaban.

Siguiendo al guía, nos adentramos por unos senderos llenos de barro, de ramas caídas y de charcos de agua. En algunos momentos, las botas se quedaban clavadas en el barro y necesitábamos de la ayuda de alguien para seguir.

Enormes telarañas, con sus correspondientes dueñas y con algunos bichitos en ellas, aparecían por arte de magia en medio de ramas y arbustos…aunque el sendero en sí, era fácil de seguir, estoy seguro que de no ir con guía, me hubiese perdido. La angosta vegetación, extremadamente copiosa y abundante, la atmosfera casi fantasmagórica por la dificultad de los rayos de sol en penetrar entre tanto follaje y los cientos de sonidos que el aire traía, dieron al paseo, a la caminata un aire de aventura, que la seguridad del grupo y del guía atenuaban.

Con alguna dificultad que otra, conseguimos subirnos de nuevo a las barcas y volver al hotel. Hacia un sol espectacular, y como teníamos la mañana libre, la piscina y las cervezas fueron la mejor opción para disfrutar del tiempo libre. Reímos, nos bañamos, bebimos algunas cervezas en el agua y empezamos a contarnos anécdotas sobre nuestras vidas por parte de varios miembros del grupo que habíamos llegado a Tortuguero juntos.

Después de comer, y mientras esperábamos la excursión de la tarde, nos sentamos en el porche de nuestra cabañita, disfrutando de las mecedoras que teníamos en la entrada.
Por la tarde, teníamos otra actividad. Una excursión al pueblo de Tortuguero, que a priori me apetecía un montón.

Nos montamos de nuevo en la barca y en poco menos de 3 minutos, cruzamos el canal y nos detuvimos en el Centro de visitantes de La Corporación de Conservación del Caribe. Aquí hay una estación de investigación, un pequeño centro de visitantes y un museo. Y todo ello, enfocado y dirigido hacia el mundo de las tortugas. Entramos en el museo, que era una sala pequeña a modo de entrada y tienda de recuerdos y otra sala interior acondicionada como un pequeño cine, donde se proyectaba un documental sobre la vida de las tortugas. La entrada al museo costaba un dólar, y todo el grupo sin excepción entramos en él. El documental de unos 15 minutos de duración, era una clase práctica de todo el mundo de las tortugas, su nacimiento, su hábitat, el desove y sobre los peligros de extinción que tiene esta especie. En las paredes del improvisado cine, había varios plafones con imágenes y explicaciones más exhaustivas del mundo de las tortugas.

Dejamos el centro y nos fuimos caminando hacia la playa, hacia la playa que la noche anterior habíamos visitado en silencio y penumbra. Una cosa nos llamó la atención y era lo sucia que estaba la arena; restos de ramas, vegetación, algún plástico…el guía nos comentó que las últimas lluvias habían ensuciado la playa y nos aseguró que semanalmente se limpia la playa. Nuestro guía, era nativo del lugar, y nos volvió a explicar cómo en su juventud cazaba tortugas y ahora, se dedicaba a protegerlas.
Dejamos la playa y entramos de lleno en el pueblo de Tortuguero. Este pueblo, como la mayoría de pueblos del Caribe de Costa Rica, fue fundado por los españoles que huyeron de Jamaica y por los esclavos negros que pudieron escapar. El pueblo en sí, es una larga calle rodeada de palmeras, con el canal a un lado y el mar a otro. Caminamos por el pueblo, sin saber que buscábamos, pero dejándonos llevar. Fuimos hacia el extremo más alejado del pueblo, contemplando unos niños que correteaban descalzos por el camino. El sol que lentamente iba descendiendo, se filtraba por las palmeras, y proporcionaba unas postales idílicas. El pueblo en sí, no tenía nada más que una simple calle, unas tiendas de souvenirs y varios locales de comida y bebida. Casas bajas, de ladrillos, con techos de madera, colores alegres y vistosos y mucha humedad.

En el otro extremo del pueblo, había un campo de futbol, donde se estaba desarrollando una fiesta, un espectáculo con los niños del pueblo, donde un narrador contaba una historia. Había puestos de regalos, y ambiente de fiesta.

El sol lentamente empezaba a caer, cuando regresamos al hotel. Para terminar la tarde, la mejor opción era una vez más, la piscina. Después de los baños, todo el grupo que ya habíamos estado juntos por la mañana, nos sentamos en el bar de la piscina, tomando cocteles y cervezas. Las horas pasaron volando entre mojitos, cocos locos y otras delicatesen del barman. Cena y a dormir. La actividad nocturna en Pachira Lodge era nula, por lo que cada uno tenía que buscarse su distracción, bien contemplando las estrellas, bien escuchando los sonidos del parque, o sencillamente descansando en la habitación. El primer parque de Costa Rica, ya estaba visitado.


VIERNES 4 DE SEPTIEMBRE… … 4º DIA… … TORTUGUERO-PUERTO VIEJO

Esta noche no hubo tormenta. No hubo relámpagos que iluminaran la jungla. No se escucharon sonidos. Y los únicos que si asomaron con fuerza, fueron los aullidos de los monos aulladores, los Congo, que hasta el momento, tan sólo los habíamos llegado a oír muy de lejos. Esa noche, al amanecer, sus aullidos empezaron a despertarnos.

Desayunar, preparar maletas, abonar la cuenta de las bebidas del bar, y dirigirnos al embarcadero para partir. El trayecto desde Pachira Lodge hasta tierra firme duró más de una hora, parte de ella con una lluvia, que volvía a resaltar los colores, los olores de un lugar que permanecería para siempre en mi memoria.

Al llegar al punto de encuentro, tuvimos que esperar que llegaran los autocares, con otros turistas más que emprenderían el camino que nosotros ya habíamos realizado. Volvimos a pasar por los diferentes pueblos que cruzamos hace 2 días, por las plantaciones bananeras, por el aeropuerto privado de la empresa Del Monte….y en poco más de una hora llegamos al final de nuestro trayecto para nosotros dos y para la pareja de Tarragona.

El autobús nos dejó en un bar, en el Caribbean Dish. Un bar restaurante que servía de punto de recogida de los coches de alquiler que habíamos reservado, y por lo que pude ver, eran varias las empresas de alquiler de autos que hacían del Caribbean Dish, su punto de recogida.
Comimos el plato típico costarricense, el gallo pinto y esperamos a que vinieran los empleados de Thrifty Car-Rental.

Habíamos reservado un Daihatsu Bego, un todo terreno, ideal para circular por las carreteras de Costa Rica, pues aunque la mayoría están perfectamente asfaltadas, algunas no llegan ni a la categoría de caminos rurales. El chico de la agencia nos entregó la documentación del coche, nos facilitó un teléfono móvil para que pudiéramos llamar por cualquier problema que tuviéramos y nos sugirió la idea de alquilar un GPS…..Lo recomiendo sin lugar a dudas, pues algunas veces las indicaciones no están del todo claras y el GPS es casi imprescindible. El alquiler era de 10 dólares diarios, pero estuvieron totalmente aprovechados.

Después de las instrucciones y de las firmas pertinentes, partimos hacia el Caribe Sur, hacia Cahuita, hacia Puerto Viejo. Del Caribbean Dish, cerca de Siquires, tomamos la carretera 32 hasta Puerto Limón y de allí enlazamos con la 36 hasta Puerto Viejo.
Las carreteras de Costa Rica, tienen varias particularidades que cabe mencionar. La velocidad máxima es de 80 kilómetros hora, las indicaciones están pintadas en el suelo, y algunas veces tienen señales en los laterales, pero es muy frecuente pasar por diferentes velocidades aconsejadas en pocos metros de diferencia. Y la policía de tráfico multa. En cada pueblo, por pequeño que sea, en cada grupo de 4 casas, hay una escuela, una escuela pública y gratuita. Y un cartel en la carretera que recomienda circular a poca velocidad. Escolares.

Atravesamos Puerto Limón, localidad interesante de ver si se tiene tiempo suficiente, aunque hay que tener cuidado pues pasa por ser una de las más inseguras de todo el país. En unas 2 horas, recorrimos los 120 kilómetros que nos separaban de nuestro destino y llegamos a nuestro hotel, el Azania Bungalows, en Puerto Viejo.

Unos bungalows con techos de paja, semiescondidos en un jardín selvático. Bungalows de dos plantas, idílicos, con una mosquitera rodeando la cama. El complemento perfecto para el hotel, es la piscina, rodeada de verde y con una piscina pequeñita de agua caliente. Además tan solo hay 11 bungalows, por lo que parece que estés casi en familia. Muy recomendable.

Dejamos las maletas y nos fuimos a recorrer la ciudad de Puerto Viejo de Talamanca. La única calle de Puerto Viejo, sin asfaltar, tiene una fina línea imaginaria que separa la ciudad exclusivamente turística de la ciudad autóctona y afro caribeña. Puestos de souvenirs a la ribera del mar, locales de estética reggae adornados con los colores jamaicanos, surfistas de todas las nacionalidades inimaginables, y muchos locales de venta de artículos para el surfeo, ofertas de todo tipo para realizar cualquier excursión o actividad imaginable, locales de comida y bebida orientados al turismo juvenil, y hostales y pensiones, dirigidas a cualquier persona que priorice la inter relación con la gente del lugar al lujo y confort. “Cabinas libres”, era el cartel más mayoritario en Puerto Viejo. Cabina, sinónimo de habitaciones u apartamentos. A medida que caía la tarde, el ambiente en las calles se fue animando.
Queríamos contratar una excursión para hacer Snorkel en Cahuita, y después de preguntar en diferentes locales y de obtener varios precios, al final nos decidimos por uno que fue todo un acierto. La Asociación Talamanqueña de Ecoturismo y Conservación (ATEC), nos organizó una mañana de Snorkel, y paseo por el Parque Nacional Cahuita por 40 dólares por persona, cuando en la mayoría de las agencias el precio no bajaba de los 55 dólares.

Como bien indica su nombre, esta asociación se dedica a fomentar el turismo ecológico, a conservar la naturaleza evitando la masificación que ya de por si sufre el lugar. Creíamos haber elegido bien, y mañana comprobamos que habíamos acertado totalmente.
Después de terminar de pasear por primera vez por Puerto Viejo, regresamos al hotel para darnos un chapuzón en la piscina, que estaba completamente vacía. El único inconveniente es que al ser de noche ya, los mosquitos, están muy activos. Pero aun así, el baño supo a gloria. Y para cenar, después de barajar varias opciones terminamos cenando con Paco y Nuria en La Pécora Negra, posiblemente el mejor restaurante de la zona. Esta situado en la salida de Puerto Viejo, tomando la carretera hacia Manzanillo. La cena exquisita, en un local precioso, con poco público y muy bien atendido. Especialidad en comida italiana. Precio medio, 30 euros con vino chileno incluido.

Después de la cena, a descansar al hotel. Un pequeño paseo por la piscina y a dormir.
Mañana íbamos a conocer la parte más popular de Cahuita.

Cahuita es quizás el pueblo más tranquilo, dentro de todo el bullicio turístico del Caribe Sur. Ha conseguido mantener la esencia de un pueblo afro caribeño, donde es posible encontrar muchos rincones de paz. La mayoría de negocios están regentados por autóctonos. Los jamaicanos llegaron al Caribe gracias a una empresa bananera y terminaron instalándose en esta zona. Siempre han conservado unas tradiciones y una cultura propias, pero poco a poco, se ha ido mezclando con el resto de la población costarricense formando una zona diferente y un ambiente diferente. Vale la pena pasear por sus calles de gravilla y contemplar como el tiempo en este pueblo, pasa más lento de lo normal.


SABADO 5 DE SEPTIEMBRE… … 5º DIA… … PUERTO VIEJO

Dormimos escuchando el mar en la lejanía, algún cantar de un pájaro, y rodeados de una mosquitera alrededor de la cama. El único inconveniente era cuando por la noche queríamos levantarnos para ir al baño. Había que hacer algo de malabarismo para quitar la mosquitera, encontrar la luz y volverse a meter después en la cama, intentando que todo volviera a estar en su sitio. Aún así, los mosquitos, siempre encuentran algún agujero para colarse y recrearse en la piel de cada uno.
El desayuno del Azania estaba bien. Aparte de los habituales zumos, tostadas, cafés, etc. podíamos pedir una tortilla o unos huevos revueltos que estaban deliciosos.

Con nuestro coche nos acercamos a la entrada del Parque Nacional Cahuita, entrada que viniendo desde Puerto Viejo, tiene dos lugares para entrar. El primero es el que ofrece más naturaleza, más bosque, más vegetación. El segundo está en el mismo pueblo de Cahuita y al lado mismo del mar. Aparcamos e inmediatamente vino nuestro guía, José.
José era nativo del lugar; tenía ese aire bonachón que desprenden ciertas personas. Caminamos unos minutos por Cahuita, mientras José nos iba contando detalles de la historia del lugar. A cada persona que nos encontrábamos, José lo saludaba. Parecía que todo el mundo le conociera, como si fuera una institución en la ciudad. Eso me gustaba. Cada vez tenía más claro que habíamos elegido bien la empresa de la excursión. Caminando por Cahuita, vimos un Mapache en un árbol.
En unos 10 minutos llegamos a Playa Blanca, donde un bote nos estaba esperando. Ayudamos a José a entrarlo en el agua y con la ayuda también del patrón de la embarcación nos adentramos mar adentro, en busca de aguas propicias para hacer Snorkel.

Mientras nos íbamos alejando de la orilla, el agua fue adquiriendo una tonalidad más transparente, llena de miles de tonalidades de verdes y azules, pero extremadamente limpia. La costa empezó a hacerse pequeña, y en un momento oportuno, la lancha se paró y nos preparamos para lanzarnos al agua. En la lancha había chalecos salvavidas y un botiquín para primeros auxilios. José nos iba guiando en el agua, mientras nosotros íbamos alucinando con la cantidad de peces de vivos colores que podíamos observar. Algunos de grandes, otros de pequeños, coral, erizos de puntas amenazantes, y rocas de formas caprichosas, en cuyos agujeros se escondían diminutos pececitos. El patrón de la lancha se lanzó también al agua y pescó una langosta que sería su comida del día. Nosotros íbamos con las gafas, aletas y tubo de respiración. Ellos dos, a pulmón abierto. Estábamos visitando uno de los dos arrecifes de coral vivos de todo el país.

Nos llamaron para que subiéramos a la lancha, para recorrer unos metros más, cambiar de ubicación y observar otro tipo de fondo marino. José iba buscando una manta, pues decía que por esta zona se podían ver casi sin esfuerzo. Vimos más peces, mas coral y muchos más erizos, pero la manta no apareció.
Con la espalda quemada por el sol, y algo agotados, pues llevábamos dos horas dentro del agua, dimos por terminado el Snorkel, y entonces con la lancha nos acercamos a Punta Cahuita, que es el extremo que más se adentra en el mar, y donde la mayoría de embarcaciones de Snorkel empiezan o terminan la actividad. Llegamos a tierra y disfrutamos de una jugosa piña que José nos cortó en rodajas. Y agua……mucha agua.

Cuando estuvimos repuestos del desgaste, nos pusimos a caminar por el parque. Por delante casi 3 kilómetros caminando hasta llegar al punto de partida. José iba descalzo. Increíble. Y yo me las tenía que ingeniar con mis chanclas para no hacerme daño en según porque lugares caminaba.
Dos consejos para caminar por estos lugares. Calzado cómodo y repelente de insectos. José nos iba mostrando varios animales que íbamos encontrando y que no sé cómo diablos, él los veía con una facilidad asombrosa. Cruzamos el rio Perezoso, vimos los perezosos de dos dedos, los de tres dedos, que en todo el viaje no aprendí a distinguirlos por mí mi, tucanes, iguanas, serpientes como la Oropel (venenosa) y una culebra larga, verde y agresiva que se abalanzaba amenazante cuando otro guía la molestó con un palo. Decenas de pájaros de nombres que ya no recuerdo, insectos, arañas, diferentes tipos de árboles y plantas con unos coloridos preciosos. José nos fue contando como poco a poco el mar, iba ganado terreno al parque, y que incluso llegaron a haber cabañitas de pescadores que ahora el mar ha destrozado y recuperado su terreno.

Los mejores animales nos esperaban al final: los monos aulladores. Subidos en las copas de los árboles, cuando ya estábamos llegando a Cahuita, vimos un montón de monos que se paseaban de rama en rama, saltando, llevando a sus crías consigo y lanzando trozos de fruta al suelo a modo de agresión. Nos quedamos largo tiempo mirando los monos, contemplando sus saltos, con qué facilidad cambiaban de árbol y como a veces nos miraban desafiantes.

Un gavilán nos fue siguiendo cuando dejamos los monos. Nosotros nos parábamos y él se detenía en un árbol. Tan sólo era coincidencia, pero resultó anecdótico y hasta a José le sorprendió. Estaba disfrutando de un paseo, de una mañana…y de las anécdotas y consejos de José. Él había sido pescador, salonero (camarero) y ahora se dedicaba al turismo, además de disponer de varias habitaciones para alquilar.

Llegamos a la salida o entrada del parque. En ella hay una caseta donde se solicita un donativo para la conservación del parque. No hay tarifa fija, tan solo la libre donación. Dimos 5000 colones, unos 9 dólares, y la empleada del parque nos facilitó un ticket con la aportación realizada. Con José regresamos a donde habíamos dejado el coche y le pedimos que nos recomendara un lugar para comer en Cahuita. Y siguiendo su recomendación comimos en el Coral Greef, en la calle principal o única de la ciudad. Sentados en la terraza, en un primer piso, con vistas estupendas a todo lo que acontecía en la calla, disfrutamos de unas cervezas y de unos camarones exquisitos. Poca gente en el local, por no decir sólo nosotros.

Después de comer, y para relajarnos un poco, optamos por ir al hotel y darnos un chapuzón en la piscina. Hacia una calor increíble y donde mejor se estaba era en el agua.

Una muy pequeña siesta y nos fuimos hacia la playa Punta Uva que pasaba por ser una de las más bonitas del lugar. Saliendo de Puerto Viejo, en dirección a Manzanillo, está una playa que quizás no sea preciosa, pero tiene su encanto. Seguimos dirección hacia Manzanillo, ultimo pueblo costero antes de llegar a Panamá. La carretera no es ni camino. Una sucesión de baches, agujeros, tierra y alguna serpiente que cruza sin avisar por la calzada. Autentica carretera rompe nervios. Y llegamos a Manzanillo. Una docena de casas, tan solo una docena, una iglesia y dos bares, pero el que se lleva la fama y la clientela es el Maxims, con una terraza con vistas al mar, preciosa.

En el bar, había un cantante que amenizaba a la parroquia con canciones populares costarricenses alternándolas con otras más populares mundialmente. Tenía buena voz. Después del concierto, la propina correspondiente lógicamente.
Dos particularidades del bar. La primera la bebida que descubrimos y probamos: Una Mixelao, que es una cerveza con limón y con el borde de la copa adornado con sal.

La segunda. El bar es un lugar de culto del fútbol club Barcelona. Banderas, banderines, bufandas, posters, y una carta enmarcada del presidente del Club, dándole las gracias por esa afición y por hacer de este lugar tan remoto, un santuario azulgrana.
Vimos atardecer sentados en la terraza del bar, y cuando la luna ya se estaba instalando en lo alto del cielo, emprendimos camino de regreso a Puerto Viejo. Por el camino rupestre, paramos en un supermercado regentado por un anglosajón y compramos patatas y refrescos para llevarlos en el coche, en la larga jornada de carretera de mañana domingo. Casi todas las marcas conocidas en España, se podían comprar en cualquier tienda de comestibles costarricense. Globalización.
La noche del sábado, quisimos cenar en uno de los locales de más renombre de Puerto Viejo. Quizás no era el lugar con más glamur de la ciudad, pero si uno de los más antiguos y famosos. La Soda Samara. Con la carta, te dan una breve explicación de la historia del local, de la creatividad y empuje empresarial de su dueño. Un establecimiento humilde, con historia que apostó por la comida autóctona, la calidad, el ambiente amigable, intentando dejar de lado un poco el turismo, aunque sin lugar a dudas, vive básicamente del turismo.

Hoy sábado había partido de fútbol de la selección costarricense, contra México. Jugaba “la Sele” y en todos los bares había pantallas gigantes de televisión ofreciéndolo con lleno absoluto en todos los locales. Los partidos de “la Sele” son un acontecimiento nacional. Todo el país se paraliza. El fútbol en Costa Rica es el deporte rey, y las ligas europeas, especialmente la española son seguidas con mucho interés.

Perdió Costa Rica y eso fue casi una tragedia. Nosotros mientras cenábamos en Samara, sentados en la terraza, ajenos al deporte y disfrutando del espectáculo que ofrecían los bares de en frente y del ambiente de las calles.

Los tenderetes de artesanía seguían abiertos, aunque con poca clientela. Terminó el futbol, y las calles recobraron una intensa vida. De pronto decenas de personas empezaron a deambular de un lado a otro, y algunos bares reemplazaron la televisión por los altavoces. La música, con predominio del reggae empezó a hacerse audible por todo Puerto Viejo. Daban ganas de ponerse a bailar en medio de la calle.
Volvimos al hotel, pues mañana había que madrugar. Por delante teníamos una larga jornada de carretera. Pero eso sería mañana.

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Con mucho gusto: Costa Rica. 2ª parte

Con mucho gusto: Costa Rica. 2ª parte


Localización: Costa Rica Costa Rica Fecha creación: 20/12/2009 03:01 Puntos: 0 (0 Votos)
DOMINGO 6 DE SEPTIEMBRE… … 6º DIA… … PUERTO VIEJO-LA FORTUNA

Costa Rica es un país pequeño. 50.000 kilómetros cuadrados, sin demasiadas gestas bélicas que contar, tranquilo, próspero y donde los lugareños se saludan con un “Pura Vida”.
La población afro caribeña, conserva una autenticidad que no se encuentra en otras aéreas del Caribe, turísticamente masificadas por complejos hoteleros gigantescos. El ritmo lento de la población te contagia, te sumerges en su estilo de vida, y a veces, algunas veces te dan ganas de quedarte más días, o semanas…o quizá para siempre. Te terminarás enamorando de un lugar que no es perfecto, porque es real.

Pero eso no ocurrió esta vez, y con un madrugón considerable abandonamos Puerto Viejo para dirigirnos hacia la zona central del país. Hacia el Arenal.
Era domingo. Día feriado, día de fiesta. De marchas ciclistas en las carreteras, de ambiente festivo en los pueblos que íbamos cruzando, de ausencia de escolares, de tiendas abiertas, y de mucha policía vigilando los caminos. Pasamos por varios controles de policía, por patrullas de motoristas que paraban los coches a discreción, y que esta vez, tuvimos suerte y no nos obligaron a parar, como si que les ocurrió a la otra pareja que venía con nosotros.

Volvimos a hacer parte del camino que hicimos al llegar; volvimos a circular por la 36, empalmamos en Puerto Limón con la 32 hasta pasado Guápiles donde cogimos la 4, que a priori tenía que ser una mala carretera y por la que circulamos mejor de lo que nos esperábamos, exceptuando el último trozo que va de la población de Tanque, hasta La Fortuna. Atrás quedaron 300 kilómetros realizados en casi 4 horas y media.

Nuestro hotel, era el Volcano Lodge, un complejo precioso, muy nuevo y que estaba pasado el pueblo de La Fortuna, en la carretera 142 que conduce a la Laguna Arenal. El hotel, tiene una verja de seguridad donde se debe uno de identificar para entrar por primera vez. Después una tarjeta en el parabrisas del coche, indicando huésped ya es suficiente. Las habitaciones son pequeños bungalows de obra, contiguos los unos de los otros, con dos camas gigantescas y una terraza con vistas al volcán Arenal, que a esas horas de la tarde, estaba, como casi siempre nublado.

En la recepción del hotel, nos dejamos aconsejar por el personal y contratamos dos actividades Nos ofrecieron un completo programa de varias caminatas, caballos, rafting, canopy, aguas termales y tours combinados. Al final, después de valorar el tiempo y el dinero elegimos para la tarde de hoy, un Canopy Tour, o lo que es lo mismo, unas tirolinas, y para mañana, día completo con un Tour Combinado de puentes, caminata al volcán, catarata, almuerzo, baños termales y cena….el canopy, operado por la empresa Ecoglide, valía 45 dólares por persona, pero el chico, nos hizo una rebaja y nos costó tan sólo 38. Teníamos el tiempo justo para comer algo rápido y optamos por unos sándwiches, en el bar de la piscina. Empezaba a llover, ligeramente y el volcán seguía estando cubierto en la cima.

Descansamos unos minutos y a las 15.30 de la tarde, una furgoneta de la empresa Ecoglide nos recogió delante mismo de nuestra habitación. Nos llevó a sus instalaciones. Íbamos a hacer el tour con una pareja de California de más de 50 años.

Primero de todo, seguridad. Nos pusieron los arneses, los guantes y un casco, mientras nos llevaban a una plataforma pequeña para hacernos las explicaciones pertinentes. Era la primera vez que hacia una actividad de estas, y aparte de la emoción, tenía un cierto temor a que no se rompiera nada, o que mi falta de experiencia me proporcionara algún susto. Pero no. Los chicos de Ecoglide, hacen fácil lo difícil y se tiene siempre la sensación de estar completamente seguros y protegidos. Aún así, por si las moscas, la empresa te hace firmar una hoja de actividades de riesgo, en la cual la empresa se declara exenta de responsabilidades y en la cual te advierten de que puedes sufrir picaduras de animales, caídas por negligencia, golpes, mareos, etc. La empresa únicamente se hace responsable de la calidad del material y de la profesionalidad de los monitores.

Después de las explicaciones pertinentes y de probar nuestras habilidades en una plataforma pequeña, nos fuimos con una pick-up hacia el inicio del recorrido. Este canopy, tiene dos particularidades. La primera, es que hay un cable extra de seguridad. Siempre estás sujeto por dos cables, el principal, donde vas sujeto tú y el aparato deslizante, y el otro por encima de ti, donde un mosquetón te engancha al cable. La segunda es que el sistema de frenado es básicamente utilizando la goma de freno que va pegada al guante. Cuanto más aprietes la mano, más frenarás. Por si todo eso falla, por la inexperiencia o los nervios, casi siempre al final de la tirolina, hay un tope que te frena….y si no, siempre hay un árbol que te frenará. Uno o dos monitores en cada plataforma. Uno te sube, pues para atarte al cable, hay que hacer un pequeño brinco, con la ayuda de los monitores. Otro te para, te baja y te vuelve a subir al siguiente. Y un tercero va ayudando a los otros dos, además de ir realizando fotos y videos que al final te venden en la tienda.

Las primeras tirolinas eran cortas, de escasos metros; hacia el final, venían las largas, las de 400, 500 o 600 metros. Las mejores. Con las cortas, y al ser las primeras, bastante se tenía en controlar el cuerpo, no balancearse, no frenar demasiado, y empezar a familiarizarse con todo el equipo. En las más largas, y con algo más de práctica, es cuando empezamos a disfrutar del paisaje, de deslizarse por encima de los árboles, observando valles, bosques frondosos, vegetación, fauna, belleza sin fin…una experiencia única y totalmente recomendable.

Como broche final al tour, estaba la “atracción” denominada “Tarzan Swing”…o dicho en español, salto al vacío. Desde una plataforma, te atan a una cuerda que está sujeta en lo alto de una rama a varias decenas de metros de distancia. Se abre la reja que sirve de aguante, y caes…literalmente caes…no llegas a tocar el suelo, pues antes de hacerlo la cuerda te arrastra hacia arriba, proporcionándote un balanceo increíble…subes, bajas, te giras, incluso puedes llegar a marearte. Espectacular. El segundo, la fracción de segundo en la que tu cuerpo cae al vacio, no se tiene consciencia de nada. Tan sólo en el instante en que empiezas a subir, a raíz de la tensión de la cuerda, es cuando empiezas a chillar, cuando los temores de que no se rompa nada, empiezan a aflorar. Una caída en ese momento, sería mortal de necesidad. Como un puenting, pero con un árbol en vez de un puente, y balanceándote.
Al poner los pies de nuevo en tierra, notas que las piernas te flaquean unos instantes. Miras al siguiente en lanzarse, y piensas, en que como es posible que te hayas atrevido a ello. Punto y final al tour. Pero espectacular final.

De vuelta a la base de operaciones, te ofrecen un refresco o una cerveza, y te enseñan las fotos y los videos que te han hecho. El precio del CD, en el que también incluían una gran cantidad de fotos de paisajes costarricenses y de fauna del país, era de 20 dólares. Lo compramos, como no.
Nos devolvieron al hotel, y aun tuvimos tiempo de disfrutar de la piscina. Y sobre todo del jacuzzi al aire libre, con agua caliente y vistas al volcán. Estar en ese lugar, con una bebida, dentro del agua y mirando el paisaje, era un pequeño lujo.

Cuando el sol ya empezaba a ponerse, nos fuimos hacia el observatorio del volcán. Por un camino rompe ruedas en las afueras de la Fortuna, se llega después de 10 interminables kilómetros, al Arenal Observatory Lodge. Un hotel de lujo, enclavado en un observatorio privado. Desde finales de los años 80, este observatorio es visitado por vulcanólogos de todo el mundo, pues es un lugar privilegiado para observar toda la actividad del volcán. A unos 3 kilómetros del observatorio, vimos a un montón de gente, coches y autobuses, detenidos en las cercanías de un pequeño puente. Nos detuvimos y nos pusimos a observar. ¿Qué hacíamos todas esas personas a la misma hora y en el mismo lugar?
La mayoría de días, si el tiempo lo permite, al atardecer, se puede ver como el volcán escupe piedras incandescentes, rocas, lava, fuego, humo…se puede oír rugir al volcán. Pero esa noche, de nuevo, el Arenal, permanecía semi oculto por las nubes, y tan solo se vislumbraba muy lejanamente, una pequeña humareda, que se confundía con las nubes bajas que rodeaban al volcán. La mayoría de turistas, a la más mínima impresión de que algo pasaba, gritaban y hacían fotos. Sinceramente, no vimos nada. Preguntamos a los choferes que estaban vigilando los coches, si merecía la pena subir hasta el observatorio, y muy amablemente nos dijeron que no, que la visibilidad sería la misma. Por lo cual, marcha atrás y hacia La Fortuna.

El volcán Arenal, está considerado como uno de los 10 volcanes más activos del mundo y cada día es sometido a una observación y estudio completo. Hay que evitar riesgos. La última erupción importante fue en 1968 cuando despertó de su letargo y causó bastantes muertes y destrozos de pueblos y carreteras. Otras erupciones importantes, sin llegar a ser mortales sucedieron a principios de la década. Espectáculo vivo de la naturaleza. Pero con precaución.
Llegamos a La Fortuna, y nos pusimos a recorrer la ciudad. Una gran calle, vía principal de circulación y en ambas aceras tiendas de souvenirs y de agencias de aventura. Casi todo lo inimaginable puede realizarse en cualquiera de ellas. Los precios son similares las unas de las otras. Los mejores hoteles no están en el pueblo, sino en los alrededores. A excepción de la Catedral y el Parque Central, poco más hay que ver en la ciudad.

Para cenar, buscamos un establecimiento que fuera original, y terminamos cenando en uno muy nuevo, al lado del Burger King, donde las camareras vestían el traje típico del país, todo el local era de madera, y donde además se vendían souvenirs y productos de alimentación típicos de Costa Rica. Después de la cena, regresamos al hotel. Nos sentamos en nuestra terraza con vistas al volcán, intentando verlo, escucharlo, oírlo al…sabíamos que estaba allí, y algunas veces, en la lejanía, oíamos un pequeño estruendo, pero pequeño. El volcán se hacía notar. Como primera toma de contacto con la zona de El Arenal, no estuvo mal. Mañana tendríamos sesión intensa, con un día súper ocupado. Pero eso sería mañana


LUNES 7 DE SEPTIEMBRE… … 7º DIA… … LA FORTUNA

Hacía tiempo que no dormía en una cama tan grande. Si dejábamos la cortina abierta, la imagen que veíamos era la de vegetación, arboles, plantas…y un volcán que se empeñaba en no mostrarse en su totalidad. Los casi 1700 metros de altura, costaban de ver.
Desayunamos con una intensa lluvia, preguntándonos si no sería mejor anular todo el tour, pues el agua caía con intensidad, y el cielo todo taponado, no presagiaba que pudiera salir el sol…pero…pero…estábamos en Costa Rica. Muy puntuales, la furgoneta de Mapache Tours, nos recogió en la puerta de nuestra habitación. Nuestro guía para todo el día de hoy, iba a ser Miguel Benavides, un personaje peculiar, tremendamente amable, profesional y que nos hizo el día más ameno de lo que ya de por si debía ser.

La furgoneta la conducía Willy, un costarricense de unos 50 años, regordete y tan amable como Miguel. Primera parada, los puentes colgantes. Entrada 25 dólares por cabeza.
Hay que imaginarse caminado por encima de los árboles. Y lloviendo. Por debajo un bosque frondoso, espeso, donde perderse sería lo más habitual del mundo. Miguel, nos iba contando cosas del bosque, de las plantas que veíamos, de los árboles, de la vegetación que crecía en las copas de los mismos, creando un submundo de especies vegetales. Vimos de nuevo ranitas de patas azules, pájaros, perezosos, arañas, y sobre todo aprendimos de la geografía de un país. Sus explicaciones eran amenas, interesantes. Y poco a poco, empezó a dejar de llover. El fuerte aguacero del principio, se convirtió en sol. Las nubes se disiparon, pero el volcán Arenal, seguía escondiendo su cima. Cada vez en menor intensidad, pero seguía semi oculto.

Pasamos por diferentes puentes; unos más largos, otros más cortos, o más altos. Cada puente tiene su nombre, (puente escalera de mono, puente hormiguero, puente terciopelo, de la cascada, tarántula, etc.) Diferentes alturas, diferentes niveles de observación. Paseábamos por las nubes…a la salida de la zona de los puentes, nos encontramos con una manada de Pizotes, unos cerdos salvajes parecidos a los Jabalíes, que al vernos llegar se ocultaron rápidamente entre los arbustos. Aún así pude hacerles unas cuantas fotos.

Después de los puentes nos dirigimos hacía la catarata La Fortuna, una esplendida caída de agua desde más de 70 metros. Entrada 10 dólares. Tras bajar unos 600 escalones a través de un sotobosque lleno de helechos y con un suelo a veces algo resbaladizo, se llega a unas piscinas naturales que el agua forma al caer, y que están teñidas de unos colores verdes muy tentadores. Darse un baño en estas piscinas es toda una tentación. El único inconveniente es que no hay lugar ni para cambiarse ni para dejar la ropa. Tan solo un banco de madera que suele estar casi siempre ocupado. El agua estaba helada, pero que bien que supo ese baño en un paraje tan natural como ese. Miguel nos ayudó con las fotos, las mochilas, los bañadores….se estaba labrando una buena propina.

Después del baño, nos fuimos a almorzar a un restaurante que ya estaba concertado. En la comida pudimos profundizar más en la vida de Miguel y en la de nuestro chofer; hablamos de fútbol, de política, de turismo, casi de todo…interesante la charla. Ahora teníamos una hora y media libres, para lo cual nos podían dejar en La Fortuna, para pasear por el pueblo, o bien dejarnos en el hotel, para que descansásemos un poco. Y optamos por la segunda idea, pues La Fortuna, tampoco tenía mucho más que ver. Una buena siesta y a continuar.

Por la tarde, de camino al Parque Nacional Volcán Arenal, nos detuvimos unos instantes en la carretera, donde una manada de Coaties, correteaban por el arcén. Están tan acostumbrados a los humanos, que se acercan a la carretera, esperan que paren los coches, y los turistas les demos algo de comida. Los Coaties, son una mezcla de mono y ardilla, más largo que los mapaches y con un hocico largo y móvil. Su cola es extremadamente larga también y tienen un aspecto gracioso, pero hay que evitar tocarlos. Siguen siendo animales salvajes, y su reacción nunca sabremos cual es. Nos fotografiamos con ellos, con la docena de ejemplares que había, y nos fuimos. Según los guías, siempre están en el mismo lugar, esperando….

Llegamos al parque. Entrada 10 dólares. La furgoneta nos dejó en la misma entrada, donde está la oficina del Guardabosques, y desde allí empezamos una caminata de unos 40 minutos, los últimos de ellos escalando rocas de lava solidificada. Miguel nos fue contando más y más cosas del volcán. Nos trajo fotos, algún recorte de periódicos, dibujos, explicaciones de todo tipo sobre el volcán y su historia. Una de las cosas más sorprendentes que aprendimos, es que toda Costa Rica, fue el último país en formarse en América, y que gracias a su actividad volcánica, terminó uniéndose al resto del continente. Pero lo más hermoso, lo que realmente más nos gustó, fue ver el Arenal, en plena actividad. Periódicamente del cráter salían rocas que cuando se arrastraban por la ladera, producían una cortina de humo, que mezcladas con el calor de las rocas, eran bien visibles. Además oíamos al volcán. Le oímos escupir rocas, pequeñas lenguas de fuego, rugir, mostrarse…y así nos quedamos bastante rato, mirando, escuchando, espiando la actividad volcánica de una montaña. Otros grupos de viajeros, se ubicaron en zonas próximas a nosotros, pero debo decir, que la mejor zona, era la nuestra.

Se empezó a levantar aire, y unas nubes amenazantes, empezaron a llegar por el oeste. Había que regresar rápido. Quizás no lloviera, pero era mejor prevenir.
Llegamos a la furgoneta y al nuevo destino. A las fuentes termales de Tabacón. No hay palabras para describirlo. Hay que verlo. Una entrada majestuosa, y dentro un montón de piscinas termales con agua caliente rodeadas de vegetación. Parecía que estuviésemos en el mismo Edén. Cataratas, pájaros que revolotean encima de las decenas de flores diferentes que adornan las piscinas, aguas a más de 40 grados algunas, piscinas de agua fría, otras más templadas…de nuevo estábamos absorbidos por la naturaleza. El único inconveniente por buscar alguno, era que ya era de noche, por lo cual, los contrastes de colores no se pudieron aprovechar en toda su integridad. En algunas piscinas, la masificación era considerable, por lo cual pensé que haber venido por la noche, tenía su encanto. Estas aguas termales, son las más caras de la zona. 60 dólares por adulto, aunque si se entra después de las 19 horas, el precio baja a 45. Todas las actividades del día, nosotros ya las habíamos abonado en el hotel. Hacerlo por libre o con agencia, se lleva muy poca diferencia, pero nosotros tuvimos un guía para nosotros dos todo el día. Teníamos casi dos horas para disfrutar del agua, y se nos pasaron volando. Aguas calientes gracias a la actividad del volcán. Todo en la zona gira en torno al volcán Arenal.

Después del relajante baño, tocaba cena, también incluida en nuestro tour. Habíamos quedado con Nuria y Paco, y como ellos se alojaban en el hotel Tabacón, aprovechamos para cenar los cuatro juntos, un estupendo buffet libre, esa noche dedicada a la comida española.
En medio de la cena vino Miguel. Nos tenía que devolver al hotel, y también nos trajo información sobre nuestro próximo destino. Guanacaste. Planos, fotos, excursiones… quizás podía haberse esperado un poco, pero él estaba preparándose su propina, lógicamente. Terminamos de cenar, y nuestro chofer también acercó a Paco y Nuria a su hotel. Miguel nos dejó en el nuestro, y dimos por terminado un día increíblemente bien aprovechado. De nuevo nos sentamos en la terraza para poder oír al volcán. Queríamos despedirnos de él….y él de nosotros.


MARTES 8 DE SEPTIEMBRE… … 8º DIA… … LA FORTUNA-HACIENDA GUACHIPELIN

El Arenal, nuestro volcán, permanecía de nuevo semi oculto. Al amanecer del día de hoy, las nubes seguían cubriendo la cima, y casi estábamos convencidos de que no conseguiríamos verlo por entero.
Desayunamos y minutos antes de las nueve de la mañana, partimos en dirección a la región de Guanacaste. Los volcanes y las playas, limitan una región que destaca por sus tradiciones ganaderas y donde en el pasado, estas tierras fueron habitadas por los indios Chorotecas. Si se quiere conocer la Costa Rica más autentica y tradicional, hay que visitar esta zona, y no solo sus famosas playas, sino adentrarse en el interior de la región y descubrir que Guanacaste es diferente siendo similar. Los rodeos, son la fiesta típica del lugar. El aroma a ganadería, a caballos; los trajes de los ganaderos con sus camisas bordadas, el sombrero al estilo western americano…Guanacaste es la región más costarricense, más auténtica, además de ser una de las zonas más agrícolas del país, con enormes plantaciones de maíz, café, algodón o caña de azúcar.

De La Fortuna, tomamos la carretera 142 que bordea toda la Laguna Arenal, la laguna más grande de todo el país. Varios pueblos permanecen sumergidos en las profundidades de la laguna, convertida en presa eléctrica y que abastece de electricidad a más de la mitad de todo el país. Bordear la laguna en coche, es uno de los trayectos más bonitos que pueden hacerse. Con carreteras empinadas, pequeños pueblos que van apareciendo por sorpresa, vendedores ambulantes de todo tipo, y una vegetación que rodea a la laguna y que hacen que reduzcas la velocidad y conviertas el trayecto en un paseo.

En todas las carreteras de Costa Rica, es frecuente ver unos grandes corazones pintados en el asfalto de la calzada. Cada corazón representa un atropello, un accidente. Curiosa manera de recordar precaución en la carretera. Cuando dejamos ya la Laguna, dejamos también las nubes, y como por arte de magia, apareció el sol. Nos detuvimos en el pueblo de Cañas, para poner gasolina y cambiar algo de dinero en un banco local. La gasolina en Costa Rica, costaba alrededor de 1 dólar el litro. La oficina del Banco Nacional, con guardas de seguridad en la entrada, dispone de baños, periódicos e incluso una televisión. Igualito que las de España. Cambiamos algunos colones y proseguimos hacia nuestro destino. El cambio a 582 colones por dólar.

El paisaje es diferente. No hay tanta vegetación, o si acaso no es tan exuberante. En unos instantes desaparecen los bosques húmedos de hojas perennes y nos vamos encontrando con extensas llanuras.
La carretera Panamericana, la más importante y transitada del país, no es la más interesante de transitar, para conocer Costa Rica, pero si es la más rápida, con enormes camiones que parece que hayan salido de cualquier película, policías motorizados, carteles de “peligro monos”, y algunos puestos de verduras, frutas y souvenirs, que aparecen siempre que hay un semáforo a la entrada de cualquier pueblo. Pero como vía rápida que es, vale la pena si se quiere ahorrar tiempo en los trayectos. Casi sin darnos cuenta, pero vigilando siempre no pasarnos de velocidad llegamos a Liberia, la capital de la región y una de las ciudades más importantes del país. A la entrada de la población, el contraste es importante, y a veces se tienen la impresión de que se está en un lugar súper turístico, donde los dólares vuelan de las manos. No nos detuvimos en Liberia, y seguimos unos kilómetros más hasta encontrar un camino de tierra, mal señalizado que nos llevaba a nuestro destino final: La Hacienda Guachipelín.

Ubicada en la carretera a Las Pailas, en un camino “tortura coches”, y como escondida del mundo, se encuentra un alojamiento hotelero, distinto de los habituales en Costa Rica.
Un rancho del siglo XIX, todavía operativo y donde trabajan más de 300 personas en temporada alta. Rodeado de más de 100 hectáreas de bosque primario y secundario, este rancho tiene más de 100 habitaciones, una enorme caballeriza con más de un centenar de caballos, piscina, y una agencia que ofrece todo tipo de actividades de aventura para los huéspedes. Las habitaciones no son excesivamente lujosas, pero hay que aceptar, que estamos en un rancho, en una Hacienda, con hamacas en las puertas y hormigas en el suelo. En plena naturaleza. Tenía una dosis de autenticidad extraordinaria.

Dejamos el equipaje y nos fuimos hacia la agencia de actividades, Adventure Tours, para ver que nos ofrecían, y lógicamente la oferta es extraordinaria. Se puede estar todo el día haciendo cosas diferentes. Pero como el tiempo que teníamos era escaso, optamos por encargar una excursión para mañana y dedicar la tarde a recorrer parte del Parque Nacional Rincón de la Vieja y sobre todo explorar la zona de Las Pailas.

El Parque Nacional Rincón de la Vieja, es uno de los más tranquilos de todos. A unos 10 minutos en coche de la Hacienda, y siguiendo un camino arenoso bien indicado. Está surcado por más de 32 ríos y arroyos. Sus 14.000 hectáreas albergan diferentes tipos de vegetación, amparadas por las distintas alturas de la zona. Se puede estar a 400 metros de altitud, en las tierras bajas, y llegar a los 1900 de las cumbres. La flor nacional, la orquídea, crece en este lugar de manera natural.

Íbamos a visitar un bosque tropical seco, donde estaban la mayoría de árboles típicos de estos lugares, como la higuera estranguladora, un árbol parasito que va cubriendo a su anfitrión. Fuimos incapaces de ver ningún animal, tan solo una imponente iguana, que estaba en uno de los puentes de acceso al parque, y que cuando se cansó de que le hiciéramos fotos, se fue rápida y veloz a ocultarse entre los árboles. Todo el recorrido del parque se pude hacer en una hora y media, sin correr demasiado. Nosotros llevábamos los planos que nos dio nuestro guía del Arenal, y que con ellos, pudimos ver todo lo interesante del parque. En la caseta de la entrada, también vendían estos planos. Seguimos las indicaciones del mismo, con los sonidos de los monos aulladores de fondo. La vegetación era totalmente diferente a los bosques que habíamos visto en Tortuguero o Arenal. Bosque seco mayoritariamente. En este enclave, descubrimos uno de los mayores árboles de toda Costa Rica; el árbol de la lluvia” o la Ceiba, uno de los árboles más grandes de toda la América Tropical, y que puede llegar a medir más de 50 metros de altura.

Empezábamos a percibir un olor a podrido, pero que luego comprobamos que era olor a azufre. Estábamos cerca del Volcancito, un pequeño cráter, de donde salía un humo pestilente y donde había una gran temperatura. Unos carteles advertían de la peligrosidad del lugar, y a veces, para querer hacer una foto en condiciones, el humo te cegaba de tal manera, que tenías que desistir del intento, o esperar a que el aire soplara en otra dirección. Cerca del volcancito, al que se llega por un camino sin salida, están otros pequeños cráteres más, donde aparte de humo, hay agua hirviendo, mezclada con el barro, y con el mismo olor desagradable de antes. Estábamos en la zona de las Pailas, todo un inmenso lugar de actividad geotérmica y que sirve de respiradero al Volcán principal. Siguiendo el sendero, llegamos a Las Pailas en sí, que son los enormes pozos de barro, donde en algunos de ellos, el barro hierve provocando pequeñas explosiones de vapor, otros son de agua, otros de tierra, y algunos otros tan sólo tienen calor. Un calor que al aproximarse a las verjas de seguridad, ya se intuye. El panorama es precioso. Estábamos dentro de la naturaleza. Estábamos siendo partícipes de una actividad geológica, controlada pero viva…un volcán controlado, pero no apagado. En realidad el Volcán Rincón de la Vieja, es la unión de 9 cráteres que explotaron al mismo tiempo. Es por ello que hay varia actividad geológica en diferentes partes del parque. El riesgo es mínimo, pero es naturaleza….

Terminamos la travesía del parque, del sendero Las Pailas, con un olor a azufre que nos impregnaba toda la ropa. Cogimos el coche y nos detuvimos unos metros más debajo de la entrada, para hacer una pequeña caminata hasta la catarata de la Oropéndola. Un camino de unos 15 minutos, donde al final hay una cascada, y una piscina natural donde se puede uno bañar. El agua estaba helada. Empezaba a anochecer, y optamos por mojarnos tan solo los pies y dejar el baño para la piscina del hotel. Los mosquitos se paseaban implacables por el lugar, y no nos pareció buena idea darnos un baño en ese momento. La vegetación por esta zona no es tan frondosa ni verde como en los parques del sur, pero la fauna es igual de abundante.

Regresamos al hotel, y disfrutamos de una piscina, completamente solos. El agua de la piscina estaba templada. Y me preguntaba porque no había nadie en ella. De hecho, en toda la hacienda no había demasiada gente alojada, pero me sorprendió de nuevo el tener una piscina para nosotros solos.
Después del baño relajante, nos fuimos a descansar a la habitación, a esperar a que fueran las 7 de la noche, e ir a cenar. La cena en la Hacienda Guachipelín, fue exquisita. Buena carne, bistec de res, aun que un poco lentos en el servicio. En la mesa de al lado nuestro, unos guías estaban dando explicaciones sobre la búsqueda de unos extranjeros que se habían estrellado con su avioneta por la zona, y aún no habían encontrado los cuerpos.

El primer contacto con Guanacaste, me demostró lo que ya intuía en las guías de viaje. Es una zona diferente. Unas costumbres diferentes. Pero quizás más autenticas.
Mañana teníamos un día animadito.
Pero eso sería mañana.


MIERCOLES 9 DE SEPTIEMBRE… … 9º DIA… …GUANACASTE-PLAYA FLAMINGO

Como nos acostamos pronto, no nos costó demasiado el madrugar. Por delante teníamos una mañana con una excursión divertida y original. Haríamos una pequeña cabalgata y después probaríamos el “Tubing”. Cabalgata y Tubing, 55 dólares por cabeza.

Después de desayunar y de avisar a recepción de que volveríamos a la hora del Chek-Out, y de pedirles permiso para poder alargar unos minutos la estancia en la habitación, y para ducharnos y demás, nos fuimos hacia la oficina de la agencia. Después de unos minutos de espera, pues parecía que había falta de guías, nos vinieron a buscar y nos llevaron a las caballerizas. Esperando a que nos dieran nuestros caballos, íbamos observando los consejos que el personal iba dando al resto de los participantes en la cabalgata. Yo no había montado a caballo en mi vida, pero estos caballos están tan acostumbrados al tracto con los turistas, que casi se mueven solos, y uno, únicamente tiene que vigilar en agarrarse bien y no caerse. Provistos de un casco, y una vez que todos tuvimos nuestro caballo, nos fuimos casi en fila india hacia la cascada de “las Chorreras”.

A marcha tranquila, disfrutando del paisaje, con unos caballos que andaban lentamente. Como que enseguida le cogí el truquillo, a veces, cuando veía que el guía se adelantaba demasiado, daba un par de golpes a mi caballo, “paloma” y me ponía a trotar, haciendo que el resto de caballos me siguieran sin que sus jinetes pudieran hacer nada por evitarlo. Siempre seguían al líder, y en algunos momentos, yo ejercía de líder de la cabalgata….y me encantaba….

Después de unos 40 minutos de trote, llegamos a “las Chorreras”, una pequeña cascada con una piscina natural, y que termina vertiendo sus aguas en el rio Blanco, uno de los tres ríos del parque. Algunos decidieron darse un baño... El agua era clara, transparente, y fría…los monitores únicamente traían toallas de baño para secarse, para los que no hacían Tubing… Los que no nos bañamos, aprovechamos para hacer fotos del lugar y de la vegetación. Una vez secos, 30 minutos más de trote y llegamos al punto final de la cabalgada. Un lugar, donde debíamos de dejar los caballos, y donde se nos daban las instrucciones y el equipamiento necesario para realizar el Tubing.

¿Y qué es el Tubing?, pues una especie de rafting, individual, montado en un enorme neumático, en un tubo, con dos agarraderas en los lados, para sujetarse. Después de las instrucciones pertinentes, cada uno tenía que coger su tubo y bajar un buen trozo de montaña, hasta llegar al rio. Chalecos salvavidas, casco, zapatos de agua….y al agua. El rio Negro nos esperaba.

Los primeros momentos, se pasa un poco de apuro, después cuando le coges el tranquillo es una de las cosas más divertidas que hemos hecho en Costa Rica. El río llevaba poco agua, por lo cual los rápidos no eran demasiado peligrosos, y en algunos momentos te tenían que empujar pues apenas se movía. En otros, era fácil caerse, o quedarse atrapado entre las rocas. En principio éramos unos 8, pero después, rio abajo, nos encontramos con un montón de tubos más y aquello era un atasco…éramos más de 30. En ningún momento consideré que el Tubing fuera una actividad de riesgo extremo y mucho menos con el nivel de las aguas. Los guías se quejaban de que este rafting no se debería hacer por el poco caudal que había y criticaban a la agencia por su afán económico. Quizás tenían razón, pero las risas que nos pegamos, los paisajes que íbamos viendo, y las pequeñas dosis de adrenalina, me satisfacieron completamente.

En un punto acordado, nos deteníamos, salíamos del agua, que era quizás lo más complicado, y cargamos nuestros tubos, hasta un lugar donde nos esperaba el autobús para devolvernos a la Hacienda. Teníamos unos baños para cambiarnos de ropa y toallas para secarnos. Subimos al transporte y en unos 20 minutos nos dejaron en la agencia, donde te vendían, al módico precio de 25 dólares un CD con las imágenes y videos de la cabalgata y del Tubing, además de varias carpetas con fotos de paisajes y fauna de Costa Rica.

Llegamos al hotel cerca de las 14 horas. Nos duchamos y nos fuimos hacia recepción, con el temor de que nos riñeran por la tardanza. Pero no. Para nada. Se mostraron totalmente comprensibles y no nos pusieron ninguna pega. Gracias.

Con el Chek-Out realizado, nos fuimos a pie por un sendero que conduce por detrás del hotel, a un mirador, desde donde se obtienen unas vistas preciosas del volcán Rincón de la Vieja y de todo el valle. 5 minutos de sendero. Fácil.

A las 14.30 horas, abandonamos la Hacienda Guachipelín, para dirigirnos hacía las famosas playas de Guanacaste. Y en poco más de hora y media, y después de realizar unos 100 kilómetros llegamos a Playa Flamingo. En Liberia tomamos la carretera 21 y en el pueblo de Santa Cruz, la 160 que nos llevó hasta nuestro destino.

Playa Flamingo está en la península de Nicoya. El atractivo de esta zona, no necesita ninguna explicación, pues son preciosas playas de ensueño, rodeadas de vegetación tropical. Hay playas mejores que otras, e incluso algunas que son famosas por sus arenas blancas, o por sus cualidades excepcionales para la práctica de surf, pero todas tienen un nivel más que alto, donde el único peligro es la cada vez mayor explotación urbanística y turística.

Playa Flamingo se llamaba originariamente Playa Blanca, pero cuando se construyó el complejo hotelero de Flamingo, el nombre cambió. El hotel, el más anciano de la zona, es un macro complejo hotelero de 90 y pocas habitaciones que posee dos piscinas, una de ellas con bar en su interior, casino, local de Spa y masajes, pistas de tenis, y salida directa a la playa, donde se pueden observar las maravillosas puestas de sol del Pacifico. Después de dejar los equipajes y comprobar que la habitación era grande y con vistas al mar, nos pusimos los bañadores y nos fuimos a la playa. El mar estaba en calma, pero a veces, sin saber cómo, aparecían grandes olas, que te arrastraban hacia la orilla sin poder evitarlo.

Nos bañamos, caminamos por una playa semidesierta, y observamos una maravillosa puesta de sol, casi en soledad. Cuando el sol se ocultó del todo, nos fuimos hacia la piscina y su bar; un bañito más y después a la habitación a prepararse para la cena.

La oferta gastronómica para la cena, no era muy abundante, pues el pueblo de Playa Flamingo, recordaba a esas poblaciones turísticas españolas, que permanecen vacías los meses de invierno. Aun así, nos aventuramos a cenar en uno de los pocos lugares que vimos abierto: el Marie’s. Uno de los locales más antiguos del lugar, que dispone de una terraza, donde se puede comer o cenar.
La propietaria, una francesa que llegaba ya a la tercera edad, nos hizo la estancia agradable y disfrutamos de una langosta fresca y muy sabrosa.
Perfecta elección. Mañana queríamos recorrer las playas de la zona. Pero eso sería mañana.


JUEVES 10 DE SEPTIEMBRE… … 10º DIA… … PLAYA FLAMINGO

La provincia de Guanacaste en el Pacífico costarricense, se destaca por la exuberancia de su naturaleza, pletórica de parques naturales, volcanes, ríos y cataratas. Pero el atributo natural más distintivo son sus excelentes playas, ideales para la práctica del surf, buceo y otras actividades náuticas. Sus más de 1000 kilómetros de costas, su clima relativamente seco y una temperatura media de 27 grados, hacen de la región, un pequeño paraíso, dentro del gran oasis que es toda Costa Rica. Sus playas, donde convergen enormes montañas con preciosas ensenadas de arenas blancas y aguas transparentes, son frecuentadas por gran diversidad de turistas, atraídos por los nombre de playa Flamingo, Tamarindo, Papagayo o Samara.

Nos levantamos sin prisa, pues hoy íbamos a dedicar el día a disfrutar de las playas de la zona, sin horarios, sin rumbo. Cogimos el coche y nos fuimos en dirección a Potrero, para desde allí tomar el desvío hacia la Playa Pan de Azúcar. Una carretera sin asfaltar, nos dejó al cabo de unos 3 kilómetros en una de las mejores playas que vimos en todo el país. Extensa extensión de arena blanca y cristalina agua, protegida en ambos extremos por rocosos cabos. La vegetación, los árboles, las palmeras, semi esconden la playa, y la dotan de un ambiente tranquilo y relajado. Para llegar a ella, hay que cruzar las dependencias del hotel Sugar Beach, que permanecía cerrado. La playa estaba solitaria. No había nadie en ella y pudimos experimentar lo que se siente estando en una playa paradisiaca, completamente solos, y dejando volar la imaginación…creo que nunca jamás volveré a tener una sensación como esta.
De Playa Pan de azúcar, nos fuimos a Playa Potrero, otra pequeña porción de paraíso en la tierra, aunque quizás sin tanto encanto como la anterior. También visitamos Playa Penca, una pequeñísima playa, escondida entre las rocas, y que tan solo observamos desde el coche.

Queríamos llegar hasta Playa Ocotal y Playa del Coco, y preguntamos a unos lugareños como llegar a ellas, utilizando las carreteras interiores. Fue el mayor error de todo el viaje. Más de una hora por caminos, que no llegaban ni a la categoría de caminos rurales. Llenos de baches, piedras y poco transitados. Pasamos por las poblaciones de Nuevo Colón y Artola. Los 17 kilómetros más largos de mi vida, y encima, al llegar a lo que se suponía que era la civilización, tomamos la dirección equivocada y terminamos delante de un Resort de súper lujo, el Riu punta gorda, pero que no era la playa que buscábamos. Tanta imagen de extraviados hacíamos que un coche que salía del Resort, nos preguntó y se ofreció a llevarnos por el camino, hasta la dirección correcta, hacia el pueblo de Sardinal. Y menos mal. Ahora sí que en unos pocos minutos más, llegamos ya a Playa del Coco. El nombre de Playa del Coco, es por el color parecido al coco que tiene su arena, aunque algunos les parecerá que está sucia. Playa del Coco, podía pasar por ser un típico lugar de cualquier costa española, con puestos de souvenirs, bares y restaurantes, casinos, centros comerciales, casi todo concentrado en una calle sin asfaltar, y con mucha vida turística, especialmente de gente joven. La playa, en forma de herradura está rodeada de acantilados, donde se ubican la mayoría de establecimientos hoteleros.

En el pueblo de Playa del Coco, la mayor población de Guanacaste, exceptuando su capital, Liberia, comimos, en el restaurante Coconutz. Una pizza gigantesca, pero que era el tamaño normal de la casa y dos coca colas, todo ello por 8000 colones, unos 10 euros. El bar restaurante con pantallas gigantes donde se proyectaban eventos deportivos, está en la calle principal del la localidad. Y es un sitio frecuentado mayoritariamente por gente del lugar. Una terraza con vistas a la calle, todo de madera y unos camareros muy amables y atentos…como todos los costarricenses. Al pedir la cuenta, en todos los restaurantes, te cargan el impuesto de ventas, (13%) y el impuesto de servicio, (10%). Siempre con un ticket todo desglosado.

Después de la comida y antes de partir, visitamos brevemente la Playa Ocotal, una playa fácil de llegar, a través de una carretera asfaltada, que no goza de la popularidad de la del Coco, y por lo cual se puede disfrutar de una tranquilidad envidiable.
Dejamos las playas más al norte de Playa Flamingo y nos fuimos, por una buena carretera, por la 21 hacia la localidad de Belén, y desde allí tomamos la 155, para llegar a la playa más bonita de todas. Playa Conchal.

Dicen las guías de viaje, que esta, es la playa más bonita de toda Costa Rica. El nombre de la playa proviene, por los millones de conchas que bañan la orilla y que acaban convirtiéndose en un manto fino y arenoso. El agua tiene un intenso color azul turquesa muy difícil de encontrar en todo el Pacifico. En esta playa, los puestos de artesanía y de venta de pareos, están casi en la arena, y se nota que es una de las más visitadas de todo el país, por la cantidad de coches y de personas que vienen y van en esta playa. Para llegar a ella, hay que circular durante unos centenares de metros, con el coche, por la misma arena…circular en coche por la arena…increíble. Cerca de la playa, está uno de los complejos hoteleros más lujosos y espectaculares de toda Costa Rica: El Paradisus Playa Conchal Beach & Resort.

Después de bañarnos, tomar el sol y disfrutar de las vistas del lugar, emprendimos regreso hacia nuestro hotel y hacia Playa Flamingo. Al llegar, nos encontramos con Nuria y Paco, y los cuatro nos dispusimos a contemplar la puesta de sol, mientras nos bañábamos en el agua salada del océano. Después de la puesta de sol, baño en la piscina, acompañados de unos mojitos. Remojarnos por dentro y por fuera.

El hotel, disponía de casino, Spa, y un programa extenso de actividades. Todos los días, había varias propuestas de ocio para realizar, desde yoga, bingo, clases de baile, demostración de cócteles, etc. Pero supusimos que esto sería en temporada alta, pues a pesar de que nos dieron el programa al llegar, lo cierto es que no vimos a ninguna de las propuestas realizarse.

Para cenar, y como no nos apetecía a ninguno coger el coche, optamos por cenar en el restaurante Angelinas, uno de los pocos que permanecía abierto en Playa Flamingo. La cena en la terraza deliciosa. Y sobre todo la amena y entretenida velada que pasamos con nuestros amigos catalanes. Al regresar al hotel, había programada una Fiesta Night en un bar del hotel. Nos acercamos, pues la música aún sonaba, pero lo cierto es que el ambiente era bastante pobre, con tan solo media docena de personas, sentadas y la supuesta pista de baile vacía completamente. Plan B; a dormir.
Mañana dejábamos el Pacifico, dejábamos Guanacaste, y nos adentrábamos en otro lugar con nombre propio en Costa Rica. Monteverde.
Pero eso sería mañana.





Con mucho gusto: Costa Rica 3ª parte

Con mucho gusto: Costa Rica 3ª parte


Localización: Costa Rica Costa Rica Fecha creación: 20/12/2009 03:04 Puntos: 5 (1 Votos)
VIERNES 11 DE SEPTIEMBRE… … 11º DIA… … PLAYA FLAMINGO-MONTEVERDE

Por delante teníamos un día con un trayecto en coche bastante complicado. No por la distancia, que era tan sólo de unos 180 kilómetros, sino por el tiempo y el estado de las carreteras que debíamos tomar. 3 horas de trayecto. A través de la carretea 21, llegamos al pueblo de Belén, y desde allí, decidimos ir por el sur, hasta enlazar con la 18, para finalmente volver a circular por la Panamericana. La otra opción era ir hacia el norte, llegar a Liberia, y desde allí circular todo el rato por la Panamericana, pero preferimos ir por el sur, y así conocer otros lugares, aunque fuesen a vista de coche. Teníamos que llegar al desvío de la población de Juntas y desde allí emprender trayecto hasta Monteverde. Los últimos kilómetros, los 30 y pocos que separan Juntas de Monteverde, se realizan con una mala carretera, que tan solo la belleza del paisaje, amortiguan el malestar por circular por semejantes caminos. Los lugareños dicen que las carreteras no se arreglan, para que no se pierda el encanto semi salvaje del lugar, y que el contacto con la naturaleza de Monteverde, sea lo más auténtico posible.

Cuando se prepara un viaje a Costa Rica, hay varios nombres que salen en todas las ofertas y propuestas de viaje. Uno de ellos es Monteverde. Para ser más exactos, en el lugar existen dos zonas forestales únicas; Monteverde y Santa Elena. El primero es el más conocido, y Santa Elena es quizás la sorpresa del lugar, pues al ser mucho más pequeño para visitar, es bastante más agradable. A unos 3 kilómetros del pueblo de Monteverde, nos detuvimos en una agencia de aventuras, para contratar una actividad para la tarde. La empresa Extremo Canopy, ofrece varias propuestas de ocio, pero optamos por una de las que tienen más dosis de Adrenalina. Un Canopy excitante, de cables muy largos, rematados por un salto al vacío y por un vuelo de más de 1000 metros. Contratamos el Canopy, para las 14.30 de la tarde, y nos fuimos hacia nuestro hotel. El Sapo Dorado. 30 espaciosas habitaciones, la mayoría en cabañas de madera, con dos camas gigantes y una chimenea preparada con leña para utilizarse en cualquier momento. Nos extrañó que la chimenea estuviese lista para usarse. Por la noche entendimos porqué. Literalmente estábamos ubicados en una cabaña, rodeados de vegetación, con los sonidos del bosque sonando sin parar, con mosquitos, con una sensación de paz única…y con unas nubes tormentosas que se acercaban peligrosamente.

Después de instalarnos, nos fuimos al bar restaurante del hotel, para toma algo ligero y rápido para comer, pues se acercaba la hora del Canopy…y las nubes que instantes antes tan solo eran una amenaza, se volvieron en una intensa lluvia, con rayos y truenos incluidos. Al chofer que nos venía a recoger para llevarnos al Canopy, le dijimos que lo cancelábamos, que con semejante tormenta, no nos parecía una buena opción. Él estuvo de acuerdo, y quedamos en realizarlo mañana por la mañana. Fue lo mejor, pues al día siguiente, nos enteraríamos de que el Canopy se había suspendido por mal tiempo. Y la tormenta fue a más. Era como un pequeño diluvio, en medio de una cabañita en un bosque.

Cuando parecía que la tempestad se calmaba, decidimos ir a dar una vuelta por Monteverde.
La actividad de Monteverde, se concentra tan sólo en una calle principal, llena a rebosar de oficinas de agencias de turismo y aventuras, y establecimientos de ocio. Una ciudad por y para el turismo, donde el trasiego de coches de agencias, taxis y autobuses es frenético. A veces se tiende a preguntar de donde sale tanta gente. Pero en medio de aquel caos de ofertas y demandas, hay una oficina de turismo, La Cámara de Turismo de Monteverde, que proporciona una buena guía de cómo moverse por esa zona. En la agencia hay información de todas las actividades, de todas las agencias, con precios y horarios de todo, para poder comparar libremente. Pero no pidáis que la chica de la agencia os recomiende nada. Ella tan solo se limita a dar la información. Sin ningún tipo de sugerencia. De todas maneras, me pareció una muy buena idea, el poder tener en mi mano los precios y horarios de todo, y yo decidir libremente.

Podíamos realizar caminatas nocturnas, recorridos a caballo, visitas a plantaciones de café, de caña de azúcar, visitar el mariposario, el serpentario o el jardín de orquídeas, caminar por el bosque nuboso de Monteverde, o de Santa Elena, visitar los puentes colgantes o hacer varios tipos de Canopys… no había tiempo para el aburrimiento. Después de valorar y decidir, optamos por reservar una caminata nocturna, y visitar alguno de los museos del lugar.

Nos fuimos primero al Ranario. Un total acierto. Por 9 dólares cada uno, tuvimos una explicación fenomenal del mundo de las ranas. Vimos varios ejemplares, algunos de curiosos, raros de ver, venenosos, llamativos. La visita se realiza guiada, y reamente de no ser así, no se aprovecharía nada, pues el guía, te va instruyendo sobre las particularidades de cada sapo o rana, te las localiza en los ranarios, pues algunas son difíciles de ver si no se sabe dónde buscar, te cuenta anécdotas, historias y te hace la visita tremendamente amena. Walter, fue un estupendo y ameno guía que nos hizo la visita muy instructiva. Vimos ranas de una belleza increíble. De una mortal belleza, pues su veneno es letal. La mayoría de ranas son más activas de noche, por lo cual, con la entrada, te ofrecen la oportunidad de visitar la exposición una segunda vez, en horario más nocturno. El cierre es a las 20.00 horas.
Después del ranario, nos fuimos al Serpentario. 6 dólares la entrada. Más de 40 serpientes, pequeñas y gigantes, inofensivas y mortales. Algunas perfectamente camufladas entre hojas y troncos. Otras tan visibles y espectaculares, que daba temor acercarse al terrario. Pudimos asistir a como un empleado las alimentaba. Una boa gigantesca hacia esfuerzos para tragarse un ratoncito blanco, y dos serpientes terciopelo, se peleaban por otro. Curioso espectáculo pero increíble el poder verlo. Además de serpientes, hay terrarios con iguanas, sapos y tarántulas… vale la pena perder una hora y visitar la exposición.

Volvimos al hotel, a esperar que una furgoneta nos viniera a buscar, sobre las 19 horas, para realizar la caminata nocturna. La empresa te recogía en el hotel, te llevaba al punto de salida, te daba el material apropiado, (una linterna), y después te devolvía al hotel. Nigth Walk…Caminata nocturna por el Sendero Valle Escondido, una propiedad privada de 11 hectáreas de extensión. 18 dólares por cabeza.

Éramos unas 15 personas que nos dividimos en dos grupos: los de habla inglesa y los de habla española. La lluvia volvió a hacerse presente, por lo que los primeros momentos de la caminata se hicieron más pesados y poco fructíferos. El agua escondía a los animales, y los únicos ruidos que oíamos, era el del agua rebotando en las hojas de los arboles. Al principio, tan sólo nos dedicamos a observar árboles, diferentes tipos de plantas, todo ello con poca luz, con la única ayuda de una linterna por cabeza, y que en algunos momentos, se quedaba falta de potencia. Caminar por un bosque, en la oscuridad, con una fina lluvia que molestaba…. Tenía su encanto. Cuando ya llevábamos unos minutos de recorrido, vimos en lo alto de un árbol, un puerco espín, que se dedicaba a caminar por las altas ramas y a esconderse de nuestros flashes. Más adelante, en un gigantesco árbol, con su tronco completamente vacío, comido por las termitas, vimos en lo alto de todo un mapache. Algún pájaro nocturno, un insecto palo, alguna pequeña araña y poco más. Cuando la lluvia empezó a parar, el ruido del bosque fue otro. Decenas de sonidos distintos, de aullidos, de los cantos de los grillos…sonidos del bosque. Nos detuvimos en otro árbol, donde el guía nos comentó que habitaba una tarántula gigantesca y con la ayuda de un palo, intentó hacerla salir. No hubo fortuna. La mayoría de animales, habían decidido hacer huelga esta noche.

Después de una hora y poco más de caminata, regresamos al punto de partida, devolvimos las linternas y nos regresaron a nuestros hoteles respectivos.
Por gentileza del hotel, teníamos un coctel gratuito en el bar La Guarida del Sapo, que está en la entrada de todo el complejo del hotel. El bar, era un centro de ocio con karaoke y discoteca, que a esas horas, casi las 9 de la noche, empezaba a llenarse de jóvenes costarricenses en busca de diversión. El lomito con salsa de hongos, y el lomito encebollado, acompañados de unas buenas cervezas, fueron un buen colofón al primer día en Monteverde.

Al llegar a la cabaña, comprendimos el motivo de que estuviese la chimenea preparada. Había frio. Bastante frio. Encendimos el fuego, y dejamos que su luz y su calor, nos acompañaran para dormirnos. De fondo, seguíamos oyendo los sonidos del bosque. Monteverde se hacía notar.


SABADO 12 DE SEPTIEMBRE… … 12º DIA… … MONTEVERDE

El fuego se apagó en cualquier momento de la noche. Los restos de las maderas quemadas, estaban diseminados por todo el suelo de la chimenea. Los pocos rayos de sol, que se filtraban entre las cortinas de la cabaña, y los variopintos ruidos de los animales cercanos, hicieron que este fuera uno de los mejores despertares de todo el viaje. Si algún ruido me resultaba curioso, era el de los grillos, con un sonido parecido a un cascabel y otros que parecían una sierra mecánica.

Desayunamos y rápidamente nos vinieron a buscar de Extreme Canopy. Después de hacer un tour de recogida de pasajeros por diferentes hoteles de la zona, nos fuimos hacia las instalaciones del Canopy, que estaban a unos 15 minutos por un camino de tierra. Al llegar a las instalaciones, te equipan, te preguntan si deseas realizar la actividad de “superman” y te dividen en grupos, buscando siempre juntarnos por idiomas. Pero ese día, teníamos mala suerte. Casi todos eran anglosajones, tres japoneses y tan solo cuatro españoles.

Tuvimos que caminar un buen trozo, hasta llegar a la primera plataforma. El equipaje era el mismo que en el Arenal, y la manera de deslizarse por ellos era idéntica. Tan sólo cambiaba la largura de los cables, y que en esta ocasión, no había un segundo cable de sujeción. Por el contrario teníamos dos puntos de anclaje. Uno con el arnés, y otro como de seguridad.

Las primeras plataformas, fueron de toma de contacto, similares a las que habíamos realizado días atrás. Pero enseguida empezaron a venir los cables de 400, 500, 600 y 750 metros de longitud. Alcanzábamos una altura entre 75 y 190 metros. Y los paisajes al ir circulando por encima de las copas de los arboles, eran sencillamente espectaculares. Con la otra pareja de españoles, que hizo la casualidad que fueran de mi ciudad Barcelona y que tuviésemos una amiga común, no dejamos en ningún momento de reírnos, de hacernos bromas entre nosotros y de sacarnos fotos los unos a los otros, para después poder intercambiárnoslas. Después de unas cuantas tirolinas, plataformas y de unos paseos por el bosque, llegamos al Tarzan Swing, que ya habíamos realizado en Arenal. Aunque ya sabíamos lo que era, la descarga de adrenalina, cuando se cae al vacio, es brutal. Y además, tuve la sensación de que el salto era mucho más alto que el anterior. Los japoneses se tiraban de espaldas, haciendo un salto mortal en el aire.

Después del Tarzan, de un par de tirolinas, y de un paseo por la montaña, llegamos a la atracción estrella del lugar. El vuelo de Superman. Un cable de 1000 metros de largo. Un inmenso y amplio valle en el fondo, y el golfo de Nicoya en el horizonte. Un arnés te sujetaba por la cintura, y otro por los pies. Durante esos mil metros, volabas, completamente en horizontal, sujetados por esos dos puntos, cadera y piernas…los primeros segundos son de pánico, pero al instante te acostumbras, y con todas las reservas pertinentes, se tiene la sensación de ser un pájaro, de volar, de libertad. Los anclajes no se notan, y la velocidad sin ser elevada es lo suficientemente rápida, como para añadir un poco más de emoción. Al llegar al final, un tope de corcho puesto en la tirolina, te frena, mientras los operarios corren en tu auxilio, pues estas completamente en posición horizontal y colgado de un cable. Recomiendo esta tirolina sin ninguna duda. Si no se padece vértigo, claro.

El vuelo de superman, es la última tirolina de todas; después se regresa caminando a la recepción y una vez desprovistos de los trajes, cascos, arneses y guantes, te enseñan un Cd, con las fotos y los videos del recorrido. Precio 5000 colones, unos 9 dólares. Otro recuerdo más para la colección. Antes de regresar, aun tuvimos tiempo de tomarnos unas cervezas con la pareja que habíamos compartido risas y experiencias.

La furgoneta nos dejó en el hotel, y después de cambiarnos de ropa, nos fuimos a dar una vuelta por Monteverde. La ciudad, es en realidad 2 ciudades. Monteverde y Santa Elena, están unidas por un estrecho corredor de bosque nuboso. Para unos el centro es Monteverde, para otros es Santa Elena…tanto da. El resultado es el mismo.

Queríamos ir a los puentes colgantes de Monteverde, y son varias las agencias que lo realizan, por lo cual, como teníamos la información de todos los precios, optamos por la oferta de la empresa Selvatura Park, que es la que tiene el mayor número de oficinas, y además las más grandes. Reservamos horario para las 13 horas, y nos fuimos a recorrer un poco la ciudad. Tomamos un helado, visitamos una tienda donde vendían objetos de cristal, entramos en el supermercado, hasta que fue la hora de irnos a los puentes. De nuevo una camioneta nos recogía, y nos llevaba hacia las instalaciones de Selvatura Park. 25 dólares por cabeza.

Un conjunto de más de una docena de puentes, de diferentes niveles, de diferentes larguras, pero todos ellos enclavados en un paraje único. Esta vez estábamos recorriendo parte de un parque Natural, o de Reserva Natural sin guía, y nos esforzamos por poder observar animales, por ser capaces nosotros mismos de encontrar a parte de los habitantes del lugar. Inútil. Algún colibrí, y poco más. La ausencia de animales, la suplimos con la espectacularidad de los paisajes que íbamos viendo. Un recorrido precioso. En algunos momentos, oíamos y veíamos a las personas que practicaban Canopy, en las instalaciones de Selvatura. A cada paso que dábamos, la morfología cambiaba, y nos encontrábamos con hojas tan grandes como la cabeza de un elefante, o con algunos murciélagos escondidos al abrigo de alguna palmera, mariposas con alas enormes, o ranas de colores rojos, azules o verdes.

Durante 9 meses al año, este bosque está envuelto en una fina neblina, por lo cual recibe la denominación de bosque nuboso. Es curioso, poder observar la distinta flora que crece en las copas de los arboles, y que para nada tienen que ver con la distinta vegetación que crece a ras del suelo. Orquídeas, bromelias, helechos, musgos…plantas que han aprendido a capturar el agua de la nubes. No conseguimos ver ningún perezoso, ni monos, ni tampoco el famoso pájaro Quetzal, o los tucanes…tan solo colibríes, muchos tipos de colibrís. Merece la pena acercarse a estos puentes. En cierta manera iguales que los del Arenal, pero totalmente distintos. Una buena excursión.

Terminada la caminata, nos acercamos al mariposario que está en la entrada de Selvatura. 10 dólares la entrada, para observar un enorme jardín cerrado, un invernadero, donde las mariposas más increíbles volaban en su interior. La visita es guiada, y vimos mariposas de unos colores, que parecían que fueran falsas. Unas más pequeñas, otras más grandes; vimos la mariposa búho, la mariposa Morpho, la mariposa real…vimos como las mariposas se alimentaban de fruta, de un plato lleno de rodajas de plátano y de sandia y como ellas absorbían sus jugos…vimos como nacían, como morían, el proceso de transformación… Espectacular la visita, y todo ello con la inestimable ayuda del guía, sin el cual, no hubiésemos entendido ni apreciado nada de la visita. Después de la visita guiada, te permiten dar un paseo tu solo por el lugar, cosa que aprovechamos para recrearnos una vez más con los insectos, y esperar a que fuesen las 16 horas, que era la hora prevista donde una furgoneta nos dejaba en Monteverde.

Al llegar a la ciudad, nuestra pareja de amigos del Canopy de la mañana, José y Noemia, nos llamaron desde la terraza del Tree House Restaurant & Café, un local construido en torno a una higuera de más de 50 años de antigüedad, y nos sentamos a tomar una cerveza con ellos.
De nuevo más risas; empezamos a contar anécdotas de este y otros viajes, y nos despedimos, de momento.

Por la tarde, teníamos contratado un masaje. La masajista vino a la habitación con su camilla portátil y primero le dio un masaje de una hora a Encarna y después otro a mí. Nos comentó que ahora tenía poco trabajo, que ahora estábamos en temporada baja y que siempre iba por los hoteles que la llamaban para hacer masajes en la habitación. Una gozada de masaje. Enérgico y relajante a la vez. Un pequeño capricho al módico precio de 50 dólares las chicas, 60 los chicos.

Después del masaje y antes de ir a cenar, volvimos al ranario, para contemplar la actividad de estos animales en la noche. El panorama era diferente a ayer. Se mostraban más activas, más ruidosas, y el relativo silencio que hubo en la visita diurna de ayer, se transformó en una algarabía de sonidos producidos por las diferentes clases de sapos y ranas. Sinceramente había algunos ejemplares algo repugnantes.

Era la hora de cenar, aunque el horario en Costa Rica es relativo, pues a las 7 de la tarde ya se puede uno sentar a la mesa, y en cambio a las 9 de la noche, hay algunos lugares que ya no admiten clientes, como en el restaurante Morpho’s, que nos habían recomendado y que minutos antes de las 9, ya ponía un cartel de cerrado.

Al final optamos por cenar en el restaurante Mar y Tierra, y fue una acertada decisión. La exquisita amabilidad del personal, las vistas que teníamos sentados en la terraza, y la deliciosa y económica comida, nos hicieron la velada exquisita. De nuevo probamos los distintos tipos de carne, sobre todo de lomo, en sus diferentes formas de presentación. Pero una vez más, exquisito.
Después de la cena, un breve paseo por la localidad y a dormir. Volvimos a encender la chimenea, que volvía a estar preparada. Volvimos a escuchas los sonidos de Monteverde, y volvimos a soñar que estábamos viviendo un sueño de viaje. Y era real.
Mañana nos íbamos a otro nombre mágico de Costa Rica. Manuel Antonio. Pero eso sería mañana.


DOMINGO 13 DE SEPTIEMBRE… … 13º DIA… … MONTEVERDE-MANUEL ANTONIO

El fuego de la chimenea, volvió a terminarse por la noche. También nuestra estancia en el Sapo Dorado, tocaba a su fin. En el ranario, nos hablaron sobre la leyenda del sapo dorado. Parece ser que si que existió, y se extinguió a finales de los años 80. Desayunamos y pasadas las 9 de la mañana nos dispusimos a abandonar la zona de Monteverde. Volvimos a circular por el camino rural hasta la población de Las Juntas, recreándonos con el paisaje, y con las infinitas tonalidades de verde que el día tremendamente clareado nos ofrecía, y comprendimos que quizás una parte de razón se tiene para no asfaltar o acondicionar algo más la carretera. Todo forma parte de un paisaje, de una manera de entender la vida…Pura Vida…

En Las Juntas enlazamos con la Panamericana, para desviarnos después en Barranca y tomar la carretera 27.
La máxima velocidad estaba limitada a 80 kilómetros por hora, y debo reconocer que circulaba casi a 100 kilómetros. Antes de llegar a un puente, un guardia de tráfico nos paró. Se acercó con una especie de linterna, en la que marcaba que íbamos a 105 kilómetros por hora, y nos dijo que nos debería sancionar puesto que íbamos a una velocidad superior, e hizo mucho hincapié en que unos metros antes de donde él estaba, había una señal de “peligro puente”. Le rogamos, le suplicamos que no nos multara, que estábamos de vacaciones. El nos pidió nuestro permiso de circulación y nos obligó a que volviéramos atrás, para que nos diésemos cuenta de que la señal estaba y nos advertía de un puente peligroso. Así lo hicimos. Marcha atrás, y a buscar la maldita señal. Pero la señal no estaba. Volvimos al lugar donde el policía nos esperaba y le confirmamos que la señalización de puente peligroso no estaba. Esa fue nuestra suerte. Aquello le desconcertó y además con nuestras protestas y un poco de lástima, nos dejó marchar, advirtiéndonos de que no corriésemos porque en Costa Rica, los excesos de velocidad se multan con la retirada del permiso. Pequeño susto.

De la carretera 27, pasamos a la 34, y en unos pocos kilómetros nos detuvimos en un puente que cruza el rio Tárcoles. Había un montón de coches estacionados en las cercanías del puente y muchísima gente encima de él, mirando el rio… ¿Por qué? El rio Tárcoles, en esa zona está lleno de cocodrilos. Pero no de uno o dos, sino de una veintena larga que pude contar. Enormes, estáticos, sigilosos, amenazantes…los cocodrilos más grandes de toda Costa Rica, se juntan en este lugar y el detenerse a observarlos es toda una atracción turística. En ambos lados del puente, hay puestos de artesanía con distintos souvenirs en forma de cocodrilo. En la cercana población de Tárcoles, se organizan excursiones en bote, para navegar por el rio y acercarse a estos animalitos.

Siguiendo por la carretera 34, a unos 20 kilómetros de Tárcoles, nos paró otro policía de tráfico. Y ahora no estaba circulando por encima del límite. Sorpresa. Nos detuvo únicamente para charlar con nosotros. Nos preguntó de dónde éramos, si nos gustaba el país, que habíamos visto, a donde íbamos…nos dijo que tan solo quería hablar con nosotros….increíble.

Me imaginé que pasaría si aquí en España, un policía de tráfico nos detiene para entablar una conversación con nosotros. Tras 4 horas de viaje, y después de haber recorrido 225 kilómetros, llegamos por fin a Manuel Antonio, y a nuestro hotel El Parador.
Sin ningún tipo de dudas, el mejor hotel de todos, en cuanto a servicios y comodidades. El Parador Resort & Spa, está ubicado en el pueblo de Punta Quepos, y es un increíble complejo turístico, cercano al lujo, con una ubicación extraordinaria. Al llegar al hotel, nos obsequiaron con un cóctel de bienvenida, y unas toallas húmedas para lavarnos las manos.

El hotel dispone de pistas de tenis, piscina, piscina de adultos!!!!, senderos para caminar por los alrededores, acceso directo y privado a la playa, Spa, gimnasio, bar en la piscina, y unas habitaciones sensacionales. Al llegar nos dieron una habitación con vistas a los jardines, pero pedimos una con vistas al mar, que al ser de tarifa superior, nos cobraron 30 dólares más por noche. Pero valía la pena. Una enorme habitación, con dos camas gigantes, y una terraza con vistas al mar y a los jardines del hotel. Precioso. El personal, de nuevo, nos sorprendió con su amabilidad. Mientras estábamos en el balcón de la habitación, observando el hotel, se asomó por el balcón de la habitación contigua, nuestro ya amigo Danilo.

Danilo era un médico costarricense que había trabajado en varios hospitales de Barcelona, y que enseguida entabló amistad con nosotros. Dicharachero, nos presentó a su esposa y a sus hijas y se ofreció para darnos cualquier tipo de consejo sobre la zona. Él venía dos veces al año al hotel, para descansar y relajarse durante unos días. Lo mejor para relajarse en este hotel, era aprovechar las ofertas de los mil y un tratamientos de masajes que ofrecía el Spa. Una divina tentación.

Nos cambiamos de ropa, y bajamos a la piscina. Aquello era sensacional. Una piscina con vistas al Pacifico, rodeada de palmeras y plantas, otra más pequeñita al lado. En el piso inferior, casi escondida, la piscina de adultos…una piscina abierta las 24 horas, cerrada con una reja y a la cual se accedía apretando un botón electrónico; piscina solo para mayores de 18 años…donde cada uno podía dejar volar la imaginación como quisiera. En la piscina principal, había un bar, dentro del agua, que era la tentación más tentativa de todo el hotel. Nos pedimos unas hamburguesas para comer, tomamos el sol tumbados en las hamacas y esperamos a que llegasen Paco y Nuria. Una vez estuvimos los cuatro y después de presentarle a nuestro vecino, el Doctor Danilo, seguimos con la sesión de baños y cervezas en el agua. El hotel tenía también una oferta de actividades importante, y optamos por reservar para mañana lunes una excursión con Trimarán por toda la costa cercana en busca de delfines y ballenas, y con un tiempo para bañarnos en el agua y practicar Snorkel. Pero eso, para mañana. Además el Parque Manuel Antonio, cierra todos los lunes, por lo cual, había que buscar alguna actividad para pasar el día.

A las 6 de la tarde, empezaba la Happy hour en el hotel. Se cerraba el bar de la piscina y era la hora del Bar El Galeón. Ducha y a disfrutar de los cocteles. Coco locos, mojitos, caipiriñas, cubatas…happy hour…mas las cervezas de la piscina de la tarde…buena dosis de alcohol. Relax total. Y después de la happy hour, la cena.

El hotel disponía de varios restaurantes, pero el que único que permanecía abierto, era el Restaurante Galería, con una carta estupenda y unos vinos chilenos que tampoco desmerecían. Hoy estaba siendo un día de relax total. Sol y piscina. Y por la tarde noche, copas y cena… fuera stress
Mañana ya descubriríamos algo del lugar. Pero eso sería mañana.


LUNES 14 DE SEPTIEMBRE… … 14º DIA… … MANUEL ANTONIO

Si escuchábamos con atención, podíamos oír las olas del Pacífico como rompían en la arena de Playa Biesanz. El sol venía a visitarnos tan pronto, que a las 7 de la mañana, ya parecía que estábamos en pleno mediodía. Los monos aulladores se oían muy a lo lejos. Y los primeros trasiegos de turistas que se dirigían a desayunar, terminaban por romper la paz que reinaba en el Parador.
Desayunamos con Paco y Nuria, y esperamos en recepción que nos viniera a buscar un taxi para llevarnos al embarcadero situado en la localidad de Quepos. La carretera serpenteante, que daba acceso a todos los hoteles de la zona, era un calvario para un coche que no tuviera tracción a las cuatro ruedas. El taxista, durante el trayecto nos comentó que nadie quiere invertir en el arreglo de estas carreteras, ni el municipio, ni los hoteles. Y así iba pasando el tiempo.

Llegamos al embarcadero y nos presentaron al capitán del navío. Con nosotros también iría una familia de costarricenses, aparte de las 3 personas que componían la tripulación. A priori la idea era la de adentrarse mar adentro, en busca de delfines y ballenas. Y después de casi 1 hora de ir hacia el interior del mar, vimos que los delfines, si estaban, hoy no tenían ganas de salir. Y mucho menos las ballenas. Unos gritos de asombro sonaron en un momento, cuando avistamos una tortuga marina que asomaba su cabeza por el agua. Cuando nos acercamos demasiado, se fue. Pero aun tuvimos tiempo para hacerle alguna foto. Sin delfines y sin ballenas, cambiamos de rumbo y ahora nos dirigimos hacia las playas del Parque Manuel Antonio. La música de fondo y unas cervezas que nos dieron, hicieron el pequeño trayecto, más agradable. El sol brillaba con intensidad.

Este parque, es quizás, uno de los más hermosos de toda Costa Rica. Declarado Parque Nacional a principios de los años 70, es el segundo parque nacional de mayor extensión del país. Y por lo cual, un lugar donde siempre está lleno de turistas. Manuel Antonio es despampanante. Es fácil, al caminar por sus senderos y pensar que uno se encuentra en el paraíso, rodeado de cocoteros, de playas de arena blanca y aguas verdes turquesa. Nosotros de momento lo estábamos observando desde el agua, cerca de la orilla. Pudimos diferenciar las playas que eran públicas, bautizadas como Playa Espadilla, o primera playa, de las que pertenecían al parque y solo se podían utilizar accediendo al mismo, como Playa Segunda, tercera o cuarta. Nuestro hotel, se veía desde el mar, encaramado en lo alto de una pequeña loma, rodeado de vegetación y con el mar a sus pies.

El agua era de un color verde cristalino, limpia, no demasiado fría. Cuando el patrón lo creyó oportuno, y cerca de donde estaba anclada otra embarcación, nuestro trimarán se detuvo y nos proporcionó aletas y gafas para practicar algo de Snorkel. También nos dieron una bolsa llena de trozos de pollo, para que los utilizáramos como reclamo para atraer a los peces. Al lanzarnos al agua y empezar a nadar, vimos que de peces, también había pocos. Pero cuando empezamos a tirar los trozos de comida, los peces acudían a manadas, y se peleaban entre ellos para llevarse los trozos de carne. Peces enormes, de vivos colores amarillos. Otros de más pequeños, pero muchos, muchísimos atraídos por la comida.

Se terminó la carne, se terminaron los peces. Y mientras nos preparaban la comida a nosotros, nos dedicamos a flotar en el agua con la ayuda de los chalecos, a juguetear entre nosotros y a dejar pasar el tiempo. Al cabo de unos instantes, nos avisaron para comer. Teníamos la comida preparada, mientras seguíamos anclados frente a las playas de Manuel Antonio. Alguna vez tirábamos algo de comida al agua, alguna verdura, y los peces acudían de nuevo a donde estábamos nosotros. Después de la comida, nos preguntaron si queríamos adentrarnos de nuevo unos metros mar adentro, intentando encontrar por última vez a los delfines. Lo hicimos unos minutos, pero como veíamos que hoy, la fauna marítima nos era adversa, optamos por volver a puerto. La excursión, no había sido todo lo interesante que pensábamos, pero no siempre se acierta. Lastima de los 75 dólares por cabeza abonados.

Tuvimos que esperar unos momentos al taxi, y volvimos al hotel. Ahora íbamos a probar la famosa piscina de adultos, que permanecía algo más escondida del resto del hotel. Pero antes, Paco nos acompañó a recorrer uno de los senderos que rodean el hotel, y donde varios carteles, nos advierten que estamos en una zona salvaje, que es probable que encontremos animales, y que respetemos el lugar. Los empleados del hotel, nos aseguraron que por las tardes, los monos de carita blanca, se acercan al hotel buscando comida. Pero una vez más, los animales nos fueron esquivos. El sendero era cómodo de caminar en algunos tramos, y algo complicado en otros, por la cantidad de troncos que obstaculizaban el camino, y que teníamos que sortear, vigilando no resbalar ni caer por cualquier ladera. Casi al final, en una charca, vimos a una serpiente, que parecía que era de piedra, pero cuando nos acercamos, se escondió lentamente debajo de unas piedras. Lo mejor del paseo, unas vistas preciosas que hay sobre el Océano y la playa. Volvimos al hotel, y directos a la piscina.

Nos bañamos, pedimos unos cocteles y unos nachos para picar, reímos, utilizamos un jacuzzi, aún más escondido…pasamos una tarde, totalmente relajados. Manuel Antonio se estaba convirtiendo en sinónimo de agua, relax y alcohol. Dejamos la piscina de adultos, y nos fuimos a la piscina general, donde terminamos con nuestro amigo Danilo, tomando cervezas con unos amigos suyos. Era un sin parar. Remojados por dentro y por fuera, nos secamos un poco, para ir a disfrutar de nuevo de la Happy Hour. Más mojitos, más risas, más alcohol.

Y como broche final la cena. Danilo, nuestro amigo Doctor, nos dio su teléfono y casi nos obligó a prometerle que el miércoles le llamaríamos y nos iríamos a cenar con él y su familia. En cierta manera, esta noche era la despedida de nosotros cuatro, por lo cual hicimos una señora cena, una cena por todo lo alto. Nuria y Paco, partían mañana hacia Corcovado, y nosotros volvíamos a San José. Era el principio del fin. Pero aún nos quedaban muchas cosas que vivir y que contar.
Pero eso sería mañana.


MARTES 15 DE SEPTIEMBRE… …15º DIA… … MANUEL ANTONIO-SAN JOSE


Nos fuimos de Monteverde, sin visitar la Reserva Nacional. No queríamos irnos de Manuel Antonio sin visitar el parque, por lo cual, madrugamos, dejamos las maletas preparadas y después de desayunar y de despedirnos por enésima vez de Paco y Nuria, nos fuimos hacía el parque. De Costa Rica, nos llevamos también, la amistad de una pareja excepcional.

Manuel Antonio, es uno de los destinos más populares de todo el país. Aunque su superficie no llega a los 7 kilómetros cuadrados, sus preciosos parajes costeros, los manglares, las áreas de bosque combinadas con playas tropicales y la abundante presencia de animales, lo convierten en uno de los parques más visitados. La imagen típica de playas paradisiacas, rodeadas de frondosas selvas, se hace realidad en Manuel Antonio.

A un kilometro escaso del pueblo de Manuel Antonio, hay una especie de puesto de información de los miembros de Águila, una asociación local, dirigida por el servicio del parque, y que son los únicos guías autorizados para trabajar dentro del mismo. Te obligan a detenerte, te informan de lo que hacen, de sus tarifas, y te acaban convenciendo, de que para disfrutar plenamente del parque, lo mejor es llevar un guía. Nada impide visitar cualquier parque sin guía, pero las explicaciones que se obtienen con ellos, y sobre todo su pericia en distinguir cualquier tipo de fauna, lo hacen totalmente recomendable. Nos invitaron a dejar el vehículo aparcado en la cuneta, y a esperar a que viniera nuestro guía. 25 dólares por cabeza, más los 10 de la entrada al parque. Luego comprobaríamos que estuvieron muy bien aprovechados.

Quisimos comprar una botella de agua, en uno de los bares que había en la zona, pero aún estaban cerrados, igual que los puestos de artesanía que había en el lugar.
Esperamos unos 10 minutos, hasta que vino nuestro guía, y nos llevó hasta la entrada del parque. Al llegar al mismo, tuvimos que esperar unos minutos más para que los guías se organizaran y se asignaran los grupos. El nuestro era de unas 10 personas. Con nosotros también venia el adolescente hijo del guía que traía consigo un telescopio Muy útil el aparatito.

Y nada más entrar en el parque, por fin, vimos los famosos monitos de cara blanca. Una manada de los mismos, estaba correteando entre las ramas de los árboles, y con la ayuda del telescopio, pudimos verlos y fotografiarlos como si los tuviésemos a nuestro lado. A veces se quedaban quietos y nos miraban. Otras veces se escondían en lo alto del árbol. Pudimos ver a una hembra con su cría encima.

Estos monos, están plenamente acostumbrados a los humanos, y son tan inteligentes, que por las mañanas, suelen acercarse a la playa, han aprendido a abrir las mochilas de los turistas y a robarles la comida. Instinto de supervivencia. Por fin habíamos visto a los famosos monos de carita blanca. La visita al parque fue espectacular. A cada instante nos deteníamos para ver un animal, una planta exótica, algunas de venenosas, arañas, lagartos, basiliscos y perezosos. Por fin aprendí a diferenciar los dos tipos de perezosos. Los de dos dedos, con un color más claro y algo violentos, y los de tres dedos, con un color más oscuro y de comportamiento más pacífico. Un perezoso puede tardar más de 4 minutos en recorrer un solo metro, y lógicamente suelen pasarse la mayoría del tiempo durmiendo encima de los árboles. Contemplamos inmensos árboles de bambú, especie no autóctona del lugar, pero que se ha adaptado con suma facilidad al clima costarricense.

Mientras estábamos observando uno de estos animales, vimos a nuestros amigos de las tirolinas de Monteverde, José y Noemia, que también se habían acercado al parque, aunque ellos iban sin guía.
Nuestro sendero se fue haciendo más espeso, hasta desembocar en una especia de pequeña península que separa dos playas. Este es uno de los lugares más hermosos de todo el parque: Punta Catedral, con varios islotes de piedras a su alrededor, trozos de playa de ensueño, el sonido de las olas…podría perfectamente quedarme aquí. Seguimos avanzando con nuestro guía por los senderos que discurren alrededor de la playa, y encontramos una charca aparentemente vacía, pero al acercarnos vimos como la cabeza de un caimán emergía del agua, y se quedaba allí inmóvil, esperando a su presa. El camino, perfectamente señalizado se tornaba más angosto, más tupido, pero sin perder la presencia del océano a nuestra izquierda. Algunos lugares estaban señalizados con paneles informativos, y sobre todo con advertencias de no dar de comer a los animales que nos podríamos encontrar. Cuando llegamos a la salida, nuestro guía se despidió, pero no obstante, nosotros podíamos seguir por el parque, volver hacia atrás, y bañarnos en un lugar único. Y así lo hicimos.

Recorrimos el camino que ya habíamos andado y nos detuvimos cerca de Punta Catedral para darnos un pequeño baño. Nuestro último baño en el Océano Pacifico. Nuestro último baño en Costa Rica. Un lugareño, desoyendo la recomendación de no alimentar a los animales, empezó a dejar plátanos entre el follaje del bosque, y al cabo de unos minutos, pudimos ver y fotografiar a un mapache que se acercó y se puso a comerse el fruto. Cuando notó nuestra presencia, se marchó, pero nosotros ya lo teníamos inmortalizado en nuestras cámaras fotográficas. En cierta manera, nos costaba marcharnos de Manuel Antonio. A cada paso encontrábamos un motivo para quedarnos más tiempo; una foto, un lugar, un paisaje, un ruido, un aroma…y además habíamos visto, por fin, los monitos pequeñitos. Pero todo tiene un final, y decidimos irnos del parque, pues teníamos por delante un trayecto de unos 170 kilómetros, hasta San José.

La salida del parque, es un tanto peculiar. Llegamos a un pequeño riachuelo, donde unos lugareños habían encontrado una manera de ganarse la vida. Tenían unas barcas, con las que te ayudaban a cruzar el rio, previo pago de la voluntad; voluntad establecida en 500 colones por cabeza, menos de un dólar. Aún así, al descender, casi siempre te mojabas algo los pies. A nuestra derecha, cuando el rio empezaba a adentrarse en el bosque, vimos la silueta de un cocodrilo. Un motivo más para pagar el pequeño peaje de salida del parque.

Caminamos por el pueblo de Manuel Antonio, lleno de tiendas de recuerdos, bares, restaurantes y de agencias de aventura. Nada lo hacía diferente de cualquier población turística que habíamos visto; si acaso el hecho de estar al lado de una playa del Pacifico, con el sol implacable y algunas palmeras en la arena para resguardarse.

Llegamos al coche. Los puestos de artesanía estaban ya abiertos, pero con escasez de compradores. Regresamos al hotel, pagamos la cuantiosa cuenta de los Happy Hour, de las cenas, copas en la piscina y demás y nos fuimos hacia San José. En el pueblo de Quepos, paramos en una tienda para comprar agua y algo para picar. Hoy era fiesta Nacional en Costa Rica. Se celebraba el día de la Independencia.
A la salida de Quepos, nos encontramos con un control de policía. Nos paramos, un agente se acercó a la ventanilla, nos miró y nos dijo que siguiéramos. No sabíamos por que había esos controles. Tomamos la carretera 34, volvimos a pasar por Tárcoles y sus cocodrilos, para desviarnos poco después por la carretera 3. Nuevo control de policía, pero esta vez, tan solo tuvimos que aminorar la marcha, y circular lentamente.

La carretera 3, es una autopista a medio inaugurar. Se paga peaje por circular tan solo unos kilómetros por ella, y el resto se hace por una carretera normal, y en algunos momentos de montaña. Pero ello, nos permitió observar otras poblaciones, otras ciudades y paisajes. Volvíamos al valle central, a la capital.

Al pasar al lado del aeropuerto, una cosa nos llamó la atención. Una multitud de gente estaba mirando a través de las cercas que separan el perímetro del aeropuerto, la actividad de los aviones. Era una práctica habitual. Acercarse al aeropuerto para ver los aviones. Curioso.
Entramos con el coche en San José y con mayor facilidad de la prevista, llegamos al hotel. Volvíamos al Gran Hotel Costa Rica. Minutos antes de llegar, avisamos a la agencia de coches, para que nos lo vinieran a recoger. Descargamos maletas, y en unos 15 minutos un empleado de Thrifty Car-Rental, vino a buscar el coche…atrás quedaban 11 días circulando por carreteras y caminos, atrás quedaban 2000 kilómetros de paisajes.

De nuevo San José. De nuevo caminamos por la ciudad. Queríamos comprar algunas cosas y empezamos a caminar por las calles que hacía 15 días pisábamos por primera vez. Nos fuimos hacia el barrio Amón.

Este barrio es uno de los pocos barrios coloniales de la ciudad, y en él se encuentran muchas de las mansiones de los empresarios cafeteros que se construyeron a finales del siglo XIX. Muchas de estas mansiones son ahora hoteles con encanto. El barrio es también una zona llena de hoteles de las cadenas más internacionales, edificios de oficinas, y organismos oficiales. Hoy, quizás por ser festivo, parecía un barrio desierto. Preguntamos en una agencia para realizar alguna excursión y el jueves, y nos fuimos hacia el centro comercial El Pueblo, que a priori tenía que estar lleno de gente y de tiendas. Tiendas sí que había, pero la mayoría cerradas. Y las pocas que había abiertas, estaban desérticas.
Volvimos al centro, y nos pusimos a cenar en un Pizza Hut. No era lo más auténtico, pero nos apetecía descansar un día de casados, lomitos y carnes varias. La camarera del local, le gustó mi teléfono móvil y me preguntó varias cosas sobre él, sobre su funcionamiento y sus tarifas.

Después de la cena, a descansar. Mañana tendríamos un día de intensa adrenalina. Pero eso sería mañana.


MIERCOLES 16 DE SEPTIEMBRE… … 16º DIA… … RAFTING

Madrugón. A las 06.15 de la mañana nos venían a recoger de la agencia, para llevarnos a realizar un rafting. Desayunamos rápidamente y esperamos en recepción a que nos vinieran a buscar. En pocos minutos un autobús de Ríos Tropicales, nos recogió a nosotros y al resto de pasajeros. El trayecto volvió a mostrarnos la belleza del Parque Nacional Braulio Carrillo y su bosque lluvioso.

Durante el trayecto, nuestro guía nos fue contando cosas del Parque, de Costa Rica, de la naturaleza de estos lugares. Tuvimos la suerte, de poder observar como el Volcán Turrialba, desprendía una fina fumarola de humo negro. Si observábamos un mapa de la Cordillera Central de Costa Rica, podíamos observar como la cadena de volcanes empezaba en el sur por el Volcán Irazú, seguía con el Turrialba, Barva, Poás, Arenal, Santa María y terminaba en el norte con el Volcán Rincón de la Vieja. La mayoría de estos volcanes, se podían unir por una imaginaria línea recta. Los más de 3300 metros del Turrialba, se veían con total claridad, por la ventanilla del autobús. Ni rastro de nubes. Tan solo la concentración de humo del volcán, se asemejaba a unas nubes que se desvanecían en pocos minutos.

Llegamos a la base de operaciones de la agencia, donde desayunamos y nos cambiamos de ropa. Después del desayuno, un paseo en coche y una breve caminata hasta el rio Pacuare.
El rafting en el río Pacuare, es quizás el de mayor belleza paisajística del país y quizás de toda Centroamérica. El río tiene una combinación de espectaculares cañones cubiertos de bosque nuboso, con otros de paisaje más agreste. Alterna rápidos enfurecidos con otros de especial belleza y tranquilidad. El río Pacuare, tiene varios tramos de rafting, y nosotros íbamos a realizar el del bajo Pacuare, que tiene rápidos de nivel II, III y algunos de IV.

Al llegar al puesto de inicio de rafting, vimos las lanchas preparadas. Nos separaron en dos grupos, nos dieron los chalecos salvavidas, los remos, unas pequeñas instrucciones…y al agua.
En nuestro bote iba una pareja de americanos, dos surfistas suecos y nosotros dos. Detrás del bote y dirigiéndonos, nuestro guía. Los primeros metros fueron de toma de contacto, de familiarizarnos con las indicaciones en inglés: hacia adelante, remar los de la derecha, los de la izquierda, hacia atrás…lo mejor, los paisajes que íbamos observando desde el agua. El río no tenía su mayor caudal, aún así cuando empezaron a llegar los primeros rápidos de nivel IV, teníamos que sujetarnos fuertemente para no caernos. El americano, lo tenía yo detrás de mí, y se dedicaba más tiempo a charlar que a remar…y llegaron más rápidos, y paisajes difíciles de contar… y llegaron los momentos de calma, donde podíamos lanzarnos al agua y dejar que la corriente nos arrastrase lentamente. Como el ambiente era genial, uno de los suecos me tiró al agua. Bromista el chico.

A mitad del camino, paramos para dejar a los americanos, y por el contrario, subió un nuevo tripulante. Había un albergue perdido en lo alto de una ladera, y unos puentes que cruzaban el rio, que parecía que iban a caerse con solo mirarlos. Por delante nuestro siempre iba una pequeña canoa donde un fotógrafo nos hacia fotos para vendernos después el Cd correspondiente. En uno de los rápidos de nivel IV, uno de los suecos se cayó al agua. Sin quererlo ni beberlo, había conseguido que también se remojara. Casi sin darnos cuenta, sin tener consciencia del tiempo transcurrido, llegamos al final del trayecto. Habíamos estado 3 horas y 45 minutos en el agua. Y se me había hecho corto.

En un autobús nos llevaron de nuevo a la sede de la agencia, donde pudimos comer y ducharnos. En el transcurso de la comida, nos iban pasando por una televisión, las fotos del rafting. Otro más para la colección. Nosotros pusimos una condición. Nos quedaríamos el Cd, si nos prometía traérnoslo al hotel esta noche. De lo contrario no me interesaba, pues lo mandaba por correo y tardaba más de 3 semanas. Llegué a un acuerdo con el fotógrafo y por la noche, ya lo tenía en mi poder.
Después de la comida, regreso a San José. Por delante más de una hora y media de trayecto, tiempo esplendido para dedicarlo a una pequeña siesta en el autocar. Llamamos a Danilo para excusarnos por no cenar con él esa noche, pero la verdad es que estábamos cansados, y nos apetecía disfrutar de la última noche costarricense a nuestra manera.

Cerca de las 5 y media de la tarde, nos dejaron en el hotel. Aún podíamos callejear un poco más por la capital y comprar algún objeto para llevarnos a Barcelona.
San José tenía una extraña mezcla de arquitectura, con callejuelas de piedra repletas de casas señoriales del siglo XIX, y avenidas repletas de arquitectura moderna. Todas las guías de viaje, resaltan el carácter seguro de la ciudad, y lo cierto es, que no tuvimos ningún problema durante todo el viaje.

De nuevo comprobamos como al caer la noche, las calles se llenan de una actividad frenética; manteros, vendedores de todo tipo, turistas, lugareños, mendigos y mucha gente yendo y viniendo…
Nos fuimos hacía el Parque La Merced, donde había un mercadillo de artesanía que estaba a punto de cerrar sus puertas. Casi frente a él, en la Avenida 2, esquina calle 15, está situado el restaurante Nuestra Tierra, uno de los más recomendados en todas las guías de viaje costarricenses. El techo está repleto de tazas colgando y el ambiente siendo turístico, conserva un peculiar encanto propio. La comida buena, abundante y barata. Nuestra última noche en Costa Rica, tuvo el peculiar sabor de una comida típica, una cerveza, y un cielo estrellado.

El día de hoy, sin ser el de más actividad, había sido quizás el más agotador. Pensábamos que sería el broche de oro a nuestro viaje, pero nos equivocábamos. Mañana tendríamos uno de los mejores recuerdos de toda Costa Rica. Pero eso, como siempre, sería mañana.


JUEVES 17 DE SEPTIEMBRE… …17º DIA… …SAN JOSE-BARCELONA

El día anterior, al llegar al hotel, encargamos una excursión con la empresa Expediciones Tropicales, que tenían una mesa con publicidad en el hall, para hoy miércoles, y así cerrar con un estupendo broche de oro, un viaje increíble. Además, nuestro avión no salía hasta la tarde, por lo cual teníamos toda la mañana libre para recorrer la ciudad, o sus alrededores. Y uno de los lugares más cercanos a la capital, y casi obligados de ver, es el Volcán Poas. 43 dólares por cabeza, para una excursión de medio día.

El Parque Nacional Volcán Poas, es uno de los parques naturales más visitados de todo el país, pues no en vano, esconde uno de los volcanes activos más fácilmente accesibles de todo el planeta. Dominado por el humeante cráter principal, y por la vecina Laguna Botos, que ocupa una de las antiguas calderas, el parque posee también un pequeño bosque nuboso, lleno de helechos, bromelias y árboles de pequeñas dimensiones, donde es fácil ver ardillas corretear.
El parque se encuentra a 70 kilómetros de San José, y la carretera te deja a escasos 10 minutos a pie del cráter principal.

Pasados unos minutos de las 7 de la mañana, una furgoneta nos recogió en el hotel. Haríamos la excursión con una pareja argentina y un chico francés. Nuestra guía padecía un pequeño resfriado y las explicaciones que nos fue dando en el trayecto, no fueron demasiadas. Pasamos por la población de Alajuela, ciudad más cercana al aeropuerto, y núcleo de turistas en busca de alojamiento barato. La carretera se fue empinando por momentos, y la humedad que emanaba del bosque nos iba camuflando en la carretera. A ratos, cuando la neblina se hacía menos intensa, teníamos unas preciosas vistas del valle. Estábamos a 2700 metros de altitud.

El coche se detuvo en el parking, y la guía nos indicó como llegar hasta al cráter. Una caminata de 10 minutos, rodeados de vegetación y de humedad. Y sorpresa. Una de las mayores impresiones positivas de todo el viaje, una estampa ya para siempre inolvidable, un espectáculo de la naturaleza viva. Un cráter activo, un cráter emanando humo sin parar. La nubosidad que cubría el cráter, mezclado con la humareda del volcán, hacía imposible de adivinar la supuesta figura cónica del Poas. Tuvimos que esperar un poco a que el viento cambiara de dirección y las nubes se disiparan para poder apreciar en toda su belleza, en toda su crudeza, un cráter activo, un volcán humeante. Sus 1500 metros de diámetro, se hacían pequeños en nuestras pupilas. El Poas es el volcán más famoso y visitado de todo el país.

Una antigua leyenda cuenta la historia del Rualdo, un pájaro mudo de plumaje muy vistoso. Cuenta la leyenda que hace miles de años, el Poas hizo erupción e incendió los alrededores. Para calmar esa furia devastadora, que parecía no terminar jamás, la mujer más joven de la aldea más cercana, se ofreció para arrojarse al cráter, con la esperanza de que con su sacrificio, el volcán se calmara. Pero el Rualdo, que tenia por aquel entonces el canto más bonito del bosque, entregó su voz, a cambio de la vida de la muchacha. Dicen que el volcán aún llora por aquella ofrenda, y sus llantos son las bocanadas de humo que se escapan por el cráter.

Quizás todo sea una leyenda, pero nosotros estábamos asistiendo a la parte más real de la historia. La erupción. Tomamos fotos desde diferentes ángulos, con diferentes paisajes, con distintos colores. A cada cambio del viento, se nos ofrecía una perspectiva distinta, una imagen diferente de la anterior. La única pega, el intenso olor a azufre que impregnaba el lugar.

A escasos metros del cráter, hay un camino a la izquierda, que conduce a la Laguna Botos. Un sendero de unos 15 minutos en medio de un bosque, nos lleva hasta un cráter apagado y lleno de una agua azul turquesa, y con un montón de vegetación en su alrededor. Parecía una postal, una preciosa postal.
Antes de partir, nos volvimos de nuevo a asomar al Poas, para despedirnos para siempre de él, dejando en ofrenda, no nuestra voz, pero si una lagrima de admiración.
Al regresar al transporte, nos detuvimos en una tienda de artesanía y compramos algunas cosillas para llevarnos hacia España.

Después del volcán, íbamos a visitar un cafetal. Por el camino, los campos de café, las plantaciones de piñas, los invernaderos de plantas, se iban alternando con las vistas que nos ofrecía el valle. Y en unos pocos minutos, entramos en una plantación cafetera, donde primero de todo, nos dieron una explicación grafica de cómo es un grano de café, como nace, como se planta, como se recolecta, como se extrae, como se seca….y después nos llevaron a una estancia para ver como se tuesta, como se envasa, y como se vende… lógicamente la parte final era un recorrido por la tienda, para poder llevarnos unos paquetes de café hacia nuestro país. Café o chocolates con sabor de café.
Dimos una vuelta por la tienda, y terminamos comprando, como no. Ahora el grupo de la excursión se dividía. A nosotros nos venía a recoger un coche para llevarnos de vuelta al hotel. El resto seguía con la excursión hacia un poblado y una fábrica de artesanía.

Llegamos al hotel, con el tiempo justo de cambiarnos de ropa, y esperar brevemente a que nuestro transporte al aeropuerto viniera. Y puntuales como no podía ser menos, el transporte de “A su Aire”, nos recogió y nos llevó a la última parada antes de abandonar Costa Rica.
Para salir del país, hay que pagar una tasa de 26 dólares por cabeza. Pagar la tasa, facturación, control de pasaportes….y adiós.

Un largo vuelo, hecho mayoritariamente de noche; un enlace en Madrid; y por la tarde del jueves, con un poco de desfase horario, ya estábamos caminando por Barcelona.
Costa Rica. Volver. Pura Vida. Volver. Con mucho gusto. Volver…
Nunca jamás había tenido tan claro, tan seguro, al regresar de un viaje, que tendría que regresar, que tendría que volver. Costa Rica, me había atrapado, y yo, con mucho gusto, me había dejado atrapar.

Llorenç Estella Selva
Diciembre-2009








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comment_icon  Últimos comentarios al diario Con mucho gusto: Costa Rica
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Universo18  universo18  20/12/2009 15:45   📚 Diarios de universo18
lwrence queremos el final, aunque yo te dejo ya las estrellas. Me encantaria algun dia hacer este viaje. Saludos y gracias.
Universo18  universo18  20/12/2009 15:47   📚 Diarios de universo18
Ay!! no habia visto que esta completito. Gracias
Lwrence  lwrence  20/12/2009 21:52   📚 Diarios de lwrence
jajaja..gracias universo. ha sido uno de mis mejores viajes. lo recomiendo DE TODO CORAZON..cualquier cosa que necesites o pueda ayudarte, aqui me tienes
Universo18  universo18  24/12/2009 05:50   📚 Diarios de universo18
Lo tendre en cuenta!!
Default https Avatar  kenia_cr  03/01/2010 19:34   📚 Diarios de kenia_cr
Llorenç Estella muy bueno tu diario, "que dicha" que la pasaste muy bien en mi país, que pena lo de tu tour para el avistamiento de ballenas y delfines, será para la próxima eh? ... Saludos y feliz año!
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Fecha: Mar Oct 17, 2023 12:39 pm    Título: Re: Viajar a Costa Rica

"GTO1" Escribió:
Hola a todos.

He leído que hay una restricción para la entrada de alimentos de origen porcino.
www.embajadacostarica.es/ ...n-porcino/

Como habla de una prohibición Temporal, ¿alguien tiene información de que esta prohibición se ha levantado?

Muchas gracias.

Hola, para salir del aeropuerto hay que pasar las maletas por el scaner, y pone que esta completamente prohibido llevar cualquier alimento.
GTO1
GTO1
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Mensajes: 392

Fecha: Mar Oct 17, 2023 03:43 pm    Título: Re: Viajar a Costa Rica

Estuve el año pasado y podíamos pasar quesos, latas etc, pero el Jamón que pillaron, nos lo quitaron.
Si se puede llevar alimentos, lo que esta prohibido son los carnicos porcinos. Lo que me gustaría saber es si esta prohibición sigue vigente.
makavi
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Fecha: Mar Nov 21, 2023 05:33 pm    Título: Re: Transporte

Hola!!! Me puedes dar precios de cuánto pagas por el coche y conductor ??

Yo acabo de llegar de Malasya y por ejemplo un conductor para unas 5 horas unos 40 euros ?? Aunque creo que su nivel percapita es mucho más alto en CR
borjamad
Borjamad
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Mensajes: 180

Fecha: Jue Dic 14, 2023 09:21 am    Título: Re: Viajar a Costa Rica

Que precio tiene un semana-10 dáis por CostaRica en enero? Ques e puede ver en Costa Rica? que excursiones recomendais?
makavi
Makavi
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28-06-2010
Mensajes: 212

Fecha: Sab Dic 23, 2023 03:21 pm    Título: Re: Viajar a Costa Rica

Me gusta mucho ese alojamiento 😍 cuentas noches te quedaste? y si es solo una , crees que estaría bien quedarse más tiempo allí y pasar de Puerto Viejo de Talamanca ?

Gracias
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