DÍA 23. NANTES- BARCELONA ✏️ Travel Journeys of France

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Despertar en Nantes nos permite aprovechar mejor las pocas horas que nos quedan por delante.
Está situada en el fondo del estuario del Loira, en la confluencia del Erdre y de la Sévre Nantaise. Fue capital de la tribu celta de los Namnetes y cristianizada por St.Clair en el siglo V. Sufrió las invasiones sajonas y normandas y fue liberada en el 937, pasando a formar parte del ducado de Bretaña. Desde el primer momento luchó con Rennes por el título de capital de Bretaña. Vivió un período de esplendor del comercio fluvial en el siglo XVI.
En 1597 Bretaña estaba arrasada por las Guerras de religión entre la Liga y el partido protestante. Se hizo un llamamiento a Enrique IV para que acudiera a restablecer el orden. El 13 de abril de 1598 el rey firmó el Edicto de la Tolerancia en el que restableció la religión católica en sus derechos y concedió la libertad de culto a los protestantes. De este modo se restauró la paz pero Luis XIV revocó el edicto en 1685 y abrió un período de persecuciones contra los protestantes que sólo acabaron con la Revolución francesa.
Entre los siglos XVII y XVIII el comercio de Nantes se desarrolló hacia el Nuevo Mundo y se abrió un periodo de opulencia gracias al comercio de la “madera de ébano” (cambiar esclavos capturados en las costas de África por azúcar).
Lo primero que visitamos es Le Lieu Unique (el lugar único), un pequeño “campanario” azul, blanco y rojo que se alza frente al castillo. Es lo único que queda de una antigua fábrica de galletas. Los propietarios, uniendo sus iniciales, crearon la industria Lu (1886), que aún sigue en activo. El bonito edificio, en cambio, ahora tiene otros usos (dicen que hay una cafetería- que yo no vi- y es sala de exposiciones).
Desde allí, y dada su cercanía, nos vamos al castillo. En 1466 el duque de Bretaña Francisco II decidió construir un nuevo castillo en el lugar del antiguo edificio medieval (siglos XIII-XIV). Su hija Ana de Bretaña continuó con las obras. Las torres exteriores son típicas de la arquitectura militar del siglo XV. Se accede al interior por un puente del siglo XVIII y luego por el antiguo puente levadizo. La torre del Homenaje es una de las 4 torres que encuadraban el primitivo castillo. El Grand Logis era la zona en la que residían los duques. Merece la pena destacar la Torre de la Couronne d’or, con bellas galerías a la italiana que dominan un bonito pozo, coronado con una reja de hierro. El Petit Gouvernement, de estilo renacentista, se remonta a época de Francisco I. el edificio militar del Harnachement data de 1784. Aquí nació la duquesa Ana y se casó con Luis XII. Francisco I promulgó en este lugar el edicto que proclamaba la unión perpetua de los países y el ducado de Bretaña con el reino de Francia. Posteriormente, en 1598, Enrique IV firmó el decreto que autorizaba la libertad de conciencia y la libertad de culto a los protestantes calvinistas. Este edicto puso fin a las Guerras de religión.
Se puede pasear por las murallas sin coste y desde allí se obtienen preciosas vistas de la ciudad.
En su interior alberga el museo de la historia de Nantes, que no visitamos.
Tiene un detalle muy gracioso que al parecer sólo está abierto en pleno verano. Un enorme tobogán que va desde lo alto del castillo hasta la calle.
Ya en la puerta nos hicimos una foto con una bonita estatua de Ana de Bretaña.
La siguiente visita fue la cercana Catedral de St. Pierre. Tiene dos austeras torres de 63 m que enmarcan una portada central del siglo XV, con arquivoltas esculpidas que relatan el Juicio final. En el interior llaman la atención las bóvedas góticas que están a casi 40 metros de altura (más altas que las de Notre Dame de París). En el brazo derecho del crucero podemos ver el sepulcro de Francisco II y de su esposa, obra maestra del Renacimiento. Ambos yacen sobre una losa de mármol negro que cubre el sepulcro de mármol blanco. A los pies se encuentran las figuras de un león (poder) y un lebrel (la fidelidad). Las estatuas situadas en los ángulos personifican las virtudes (justicia, fortaleza, templanza, prudencia, etc). El conjunto está iluminado por una vidriera. Es una tumba preciosa que se puede ver muy bien si te subes a unas escaleritas que han colocado justo al lado.
La Plaza del Mariscal Foch está rodeada de palacetes del siglo XVIII: es la única en Francia que conserva una estatua de Luis XVI, que se alza sobre una columna de 28 metros. También podemos ver el Palacete de Aux, donde se alojó Napoleón. Al sur de la plaza encontramos la Puerta de St. Pierre, construida a partir del siglo XV sobre la muralla galo-romana (siglo III). Esta puerta está casi pegada a la catedral.
Visitamos luego la Basílica de san Nicolás, de estilo neogótico. El edificio original se construyó entre los siglos XI y XII. Fue restaurada en el siglo XV y permaneció sin mantenerse hasta el siglo XIX. No obstante el incremento de la población hizo que aquella iglesia se quedara pequeña y se tuviera que construir una nueva. En los bombardeos de 1943 tres bombas atravesaron la bóveda de la nave derecha y causaron muchos destrozos.
Desde allí nos acercamos a la Place Royale, en pleno centro de la ciudad. La plaza fue proyectada en 1786 y después del derribo de las murallas medievales constituyó el centro de un conjunto homogéneo de edificios clásicos muy unitario. En 1865 se colocó una preciosa fuente con una estatua que representa a la villa de Nantes y que simboliza el carácter fluvial de la ciudad (no en vano está rodeada de estatuas que representan a los ríos Erdre, Sèvre, Cher y Loiret). A pesar de su nombre en esta plaza nunca ha habido ninguna estatua que representara a un rey.
Desde allí nos acercamos a la alta Tour Bretagne para subir a lo alto, al bar Le Nid. Desde allí se obtienen unas vistas espectaculares de la ciudad. El precio del ascensor es de un euro. El bar tiene un detalle muy curioso, una enorme cigüeña sobre la que te puedes sentar y unas mesas y asientos con forma de huevos. No es necesario consumir nada. Desde lo alto también pudimos ver un huevo frito pintado en la terraza de un edificio, algo que habíamos leído en Internet. De todos modos no nos pareció que la ciudad fuera tan rara como muchos decían.
Una vez vista Nantes desde lo alto bajamos para seguir la visita a ras de suelo. Nos acercamos a la Iglesia de la Santa Cruz, de los jesuitas. El aspecto que tiene hoy en día data del siglo XVII aunque tiene sus orígenes en el siglo XII. Destaca por su reloj y por los ángeles trompetistas que hay en todo lo alto. Al parecer en sus archivos guarda una copia de la partida de nacimiento de Julio Verne, natural de Nantes. La iglesia en sus orígenes fue capilla de un palacete que ya ha desaparecido y durante el Terror, en la Revolución Francesa, fue prisión.
Continuamos con nuestro paseo por la ciudad, en la que se conservan aún algunas casas de entramado de madera pero muchas menos que en otras ciudades que hemos visitado.
Pasamos por delante del antiguo edificio de la Bolsa, hoy sede de la FNAC, y continuamos para alcanzar el Pasaje Pommeraye, galería comercial cubierta del siglo XIX en tres alturas con una espectacular escalera decorada con estatuíllas que representan a los espíritus de las artes y las ciencias. La decoración es bastante lujosa y en su tiempo debió ser espectacular.
Muy interesante en la ciudad es Feydeau, una antigua isla a orillas de un afluente del Loira que en el siglo XVIII albergaba las casas de los ricos comerciantes. Hoy se conservan esas casas de fachadas blancas y balcones de hierro forjado. Fue en 1930 cuando se rellenó el río y ese barrio se integró a la ciudad. De no hacerse habría acabado hundiéndose. En ese barrio nació Julio Verne. Por eso ahora podemos encontrar un museo dedicado a él.
El Museo de historia natural, inaugurado en 1799, está en un imponente edificio que fue la Casa de la Moneda hasta 1875.
Muy cerca encontramos el Museo Dobrée, entregado por el coleccionista millonario Thomas Dobrée a la ciudad en 1895. Se encuentra en un palacete que construyó en 1862 para albergar los más de 10.000 objetos de su colección (incunables, pinturas en miniatura, autógrafos, monedas, medallas, escultura, pintura y arte decorativo desde la Edad media y hasta finales del siglo XIX). Está justo enfrente de la mansión del siglo XV que perteneció a Juan V, duque de Bretaña, donde murió el duque y que también forma parte del museo. El palacete parece mucho más antiguo de lo que es realmente ya que sus arquitectos fueron discípulos del famoso Viollet-le-Duc.
Desde allí caminamos hasta la llamada Isla de las máquinas. Se trata de un proyecto inspirado en los mundos de Julio Verne o Leonardo da Vinci y contiene un conjunto de máquinas muy curiosas. Lo que nosotros vimos fue su famoso elefante, un enorme “animal” de 12 metros de alto (equivale a un edificio de 4 pisos), 8 de ancho y 21 de largo que se acciona con 62 elevadores y un motor de 450 caballos. Tiene un salón interior y una terraza y permite que la gente dé paseos. Me dio un poco la impresión que, dejando de lado la experiencia de estar en lo alto y moverte dentro de él, lo mejor es verlo pasear. Camina, mueve los ojos, la cola, tira agua…
Muy cerca hay un carrousel pero muy distinto de los que vemos en ferias. Es gigante (mide 25 metros de altura y 22 de diámetro) y en realidad son 3 tiovivos en uno cubiertos por una carpa. Está dedicado al fondo del mar. En el primer nivel encontramos un cangrejo gigante, un calamar, un batiscafo que trepa por el mástil… En el segundo nivel hay 6 elementos suspendidos a 5 metros por encima del fondo marino (el pez linterna abisal, la manta raya…). En el último nivel hay naves, carruajes marinos, peces voladores…
Finalmente en la isla encontramos la Galería de las máquinas, que es donde se encuentran y prueban todos estos raros artefactos. Una garza de ocho metros de envergadura sobrevuela la galería. También hay una araña y una hormiga gigantes. Los precios son caros.
Muy cerca podemos ver un monumento muy curioso, unas antiguas grúas reconvertidas en estatuas. Reciben el nombre de Grúas de Titán y se usaron en el siglo pasado para construir barcos.
Por todo el paseo vemos también unos aros metálicos muy grandes. Se llaman Los anillos de Buren y Bouchain y al parecer se iluminan por la noche.
Por esa zona también se mantienen (ya no están en uso como tal) hangares de plátanos. Reciben este nombre porque era la vía de acceso de los barcos que transportaban plátanos para su importación. Hoy muchos de ellos se han convertido en locales, discotecas o galerías de arte.
De nuevo en la zona “antigua” pudimos ver (desde fuera) el famoso restaurante La Cigale, de art nouveau (1895). Es una institución en la ciudad aunque leímos que no era tan bueno como parece. Eso sí, como edificio es muy bonito. Destacan sus pinturas y azulejos.
Se encuentra en la Place Grasclin, enfrente del teatro del mismo nombre.
Terminamos la visita de Nantes en el Jardín de Plantas, una especie de jardín botánico muy curioso. Se empezó a construir en 1807 pero terminó en 1865. Además de las plantas, invernaderos, animales (pavos reales, patos o cabras) podemos ver riachuelos, cascadas, una zona con árboles que tienen en sus ramas pájaros de mentira, un grupo de bancos para sentarse que empieza por el enano y termina con uno gigante, etc.

Después fuimos a coger la maleta y nos trasladamos en el práctico tranvía hasta la zona donde tenemos que coger el autobús de Flixbus para volver a Barcelona.

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