Banfora ✏️ Travel Journeys of Burkina Faso

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Los autobuses en Burkina funcionan muy bien; al menos, los que recorren la principal carretera del país, la que va de Ouaga a Bobo. Son puntuales, salen con frecuencia y no están mal, aunque durante el trayecto tienes que soportar que pongan la televisión a todo trapo, ya sean videoclips de música africana, telenovelas o discursos políticos. Antes de ir a la estación paseé un par de horas por un barrio fuera del centro…muy auténtico, la gente me miraba extrañada. Mercados, calles sin asfaltar…se nota realmente que Burkina es de los países más pobres del mundo. Con todo, la gente va saludando por la calle, y los niños ríen y quieren divertirse (excepto algunos, en poblados remotos, que no habían visto nunca un blanco y lloraron al verme…me pasó tres veces). El bus que me llevó a Banfora era un poco más antiguo, pero no estaba mal. Yo era el único occidental, aunque la gente tampoco pareció fijarse mucho. Dos horas hasta Banfora, check in en el Hotel La cane de sucre, donde me buscaron un motorista para llevarme a las excursiones típicas de la zona.





Banfora como ciudad no tiene nada, pero es una buena base para explorar la naturaleza de alrededor. Esa tarde vi las cascadas de Karfiguela y las Domes de Fabedougou, unas formaciones rocosas curiosas especialmente bonitas el anochecer. El paisaje de la región es especialmente bonito, con plantaciones de cañas de azúcar y los árboles que se ven por todo el centro y sur del país, entre ellos baobabs, mangos, árbol de carité y kaicedra, con el que se hacen muebles e instrumentos musicales.










Al día siguiente, pillé un coche con conductor para que me llevara a los Pics de Sindou, donde hizo un trekking por libre (aunque se supone que tienes que ir acompañado por un guía), que me decepcionó bastante, y quise explorar algún pueblo senufo, que es la etnia de la zona. Fue interesante, no estaban acostumbrados a ver occidentales, los niños se me pegaban y el pueblo, donde destacan las casas redondeadas de adobe con tejos de paja, era un importante centro artesano. Después, fui hasta otra de las visitas obligadas en la región, el lago Tangrela, donde se pueden ver hipopótamos y una bonita puesta de sol.







Por la noche, el conductor me invitó a ver una boda, en la que él era músico (tocaba el djembé), así que pude disfrutar de una actividad muy auténtica y constatar la importancia que se le da a la música tradicional.

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