El país Kassena ✏️ Diarios de Viajes de Burkina Faso

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Al día siguiente Kaboré (así se llama el guía-conductor) y yo emprendimos la marcha hacia el país Kassena. Primero, dos horas hasta Ougadaougou, con parada en Bazulé, donde destaca el lago sagrado, con cocodrilos. La diversión de la gente es comprar un pollo, atarlo a una cuerda y así darles de comer. Me pareció bastante macabro por cuanto juegan bastante con la ave antes de ser devorado por los reptiles. Comida en Ouaga (riz gras, que es uno de los platos más característicos: arroz con algunas especies), to (una especie de gelatina hecha con mijo, y que es el plato nacional) y pollo a la brasa, y tres horas más hasta el País Kassena. Llegué con el tiempo justo para ver Tiebelé, que es el lugar más importante de la región para ver lo que es su principal atractivo: las casas pintadas de la corte real. Visita guiada obligada, pude pasear entre las casas de adobe, que se decoran bellamente con motivos geométricos o animales. La tortuga, la serpiente y el murciélago son los principales representados, ya que para ellos tienen significados importantes. Las casas tienen diferentes formas según la edad de quien las habita, y las fachadas las pintan las mujeres en el mes de febrero. Para cenar, cuscús cono cordero, acompañado con la cerveza “nacional”, la Brakina, que sirven en botellas de 665 mm (como tiene que ser)








Al día siguiente, antes de volver a Ouagadougou para coger el vuelo de vuelta, quise visitar otro pueblo. En la guía Bradt mencionaban Tangasoko, otro sitio con casas pintadas, más pequeño pero más “auténtico” y menos visitado…fui hasta allí y realmente me gustó mucho más que Tiebelé, donde casi me echaron tras una visita cortísima. En Tangasoko el pueblo estaba más cuidado, pude fotogafiar con calma, charlar con los locales y fue, en definitiva, una gran experiencia y sin duda lo que más me ha gustado de Burkina Faso a nivel de visitas. Al volver, el guía me enseñó una mina artesanal de oro, donde una empresa extranjera había hecho prospecciones hacía un tiempo sin llegar a explotarla, y ahora la gente aprovechaba lo que podía…entre ellos, con mucha pena, vi niños trabajando.







Paramos para comer (cerdo a la brasa, ñame, arroz con salsa de tomate y papaya) en un pueblo cercano a Ouaga, donde Kaboré me llevó a ver otra mezquita de barro, en este caso del siglo XVI, y de allí a la capital, desde donde cogería el vuelo de vuelta.

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