Blogs / Diarios 
En la parte más alta de la ciudad de Oporto se edificó en el siglo XII la catedral de Oporto conocida como la Sé. Con el paso de los siglos esta construcción ha sufrido numerosas modificaciones por este motivo en ella encontramos varios estilos arquitectónicos; los cimientos y la fachada son románicos mientras que el claustro es gótico y en el resto predomina el estilo barroco como en su altar mayor.
Su ubicación es estratégica ya que desde aquí se dominan la ciudad y el río. La catedral con sus torres y almenas tiene aspecto de auténtica fortaleza.
Acceder a la explanada de la Catedral o Terreiro da Sé es muy sencillo. Se halla a escasos 200 metros de la conocida estación de tren de Sao Bento pero también se puede subir en funicular desde el barrio de la La Ribeira o bien caminando desde la Plaza de Batalha donde nos deja el tranvía 22.
Sin embargo, si queréis hacer ejercicio, optad por la más complicada de todas: tomad las escaleras que parten de uno de los pilares del Puente Luis I. La subida puede resultar agotadora pues el desnivel es de 70 metros y los escalones y rampas pueden pasaros factura si ya lleváis algunos días caminando.
Por fin íbamos a poder entrar en la catedral y visitar su famoso claustro decorado con azulejos. Desde luego que la espera valió la pena.
El Terreiro da Sé es un excelente mirador hacia el Douro, las bodegas y la parte medieval de Oporto. En el centro de la plaza hay un rollo o picota llamado "pelourinho", donde se ajusticiaba a los criminales de la ciudad.
Pero centrémonos en la Catedral. La fachada principal tiene dos torres decoradas con cúpulas barrocas y una hermosa balaustrada de piedra. Una vez dentro apreciamos la luz que entra a través del rosetón y las tres naves de bóveda de cañón que son los elementos que dotan de carácter románico al templo. El antiguo retablo también románico que adornaba el altar mayor fue sustituido por el actual de estilo barroco joanino en el s. XVIII. Las pinturas murales de la capilla mayor son obra del italiano Nasoni de nuevo. El resto de la iglesia carece de decoración a excepción de la Capilla del Santo Sacramento ricamente ornamentada con un descomunal altar de plata, obra maestra de la platería portuguesa que fue tapiado durante la ocupación de los franceses para evitar su saqueo.
Dejamos a un lado la iglesia para salir al claustro del siglo XIV-XV. En un principio posiblemente el claustro estuviera proyectado en dos plantas cubiertas pero al final sólo quedó techada la planta inferior mientras que la superior es más o menos una especie de terraza. Ambos pisos están decorados con los típicos azulejos en blanco y azul que representan escenas religiosas de la vida de la Virgen y escenas clásicas de las metamorfosis de Ovidio. A la planta superior subimos por una escalera ornamentada tambien de Nasoni del siglo XVIII. El conjunto resulta precioso.
Desde el claustro entramos a la Casa do Cabildo, anexa a la catedral y donde se encuentra el tesoro.
Tras la visita al monumento descendimos por unas callejas antiguas a la parte medieval de la ciudad. Nos topamos con gatos callejeros, ropa tendida al sol y altares con santos. Nos advirtieron que esta zona no resulta muy aconsejable de noche aunque de día tiene un encanto decadente muy particular y nosotros no tuvimos problema alguno.
Nos dirigimos a buen ritmo hacia la plaza do Infante donde se halla el Palacio de Bolsa que vamos a recorrer en visita guiada de 1 hora.
El Palacio de la Bolsa es uno de los monumentos más visitados del país por lo que recomiendo que reservéis con cierta antelación. Las visitas son guiadas y normalmente se realizan en dos idiomas. Los primeros que llegan eligen. En nuestro caso nos habíamos acercado el domingo por la mañana para reservar la entrada para esa misma tarde y ya nos fue imposible, sin embargo fuimos los primeros en reservar la visita de las 10:30 del lunes y por tanto, en elegir idioma. Nuestra visita fue en español e inglés. No es caro (7,5€) y además aplican muchísimos descuentos con la Porto Card (-50%) o si habéis realizado el crucero del Douro guardad los tickets porque tiene dtos. también (-25%).
Nada más entrar empezamos a intuir las enormes dimensiones del edificio que es de estilo neoclásico. En el hall de entrada se encuentran las taquillas y la tienda. En un principio habíamos leído que no podríamos realizar fotografías de su interior pero por contra nos permitieron sacar imágenes sin flash durante toda la visita.
La visita comienza en su imponente patio de una altura considerable y que se denomina Patio de las Naciones por los escudos de los reinos que comerciaban con Portugal durante el siglo XIX que lo adornan, España, Inglaterra o Francia entre otros. Enseguida nos llama la atención el suelo que pisamos. Es un mosaico de cerámica inspirado en los hallados en la ciudad de Pompeya, Italia, con motivos greco-romanos.
Cruzamos el patio para dirigirnos a la planta superior por la escalera noble, una obra maestra esculpida en mármol y granito cuyos trabajos tardaron algo más de 40 años en concluirse. Del techo cuelgan unas lámparas que pesan más de 1/2 tonelada cada una.
Desde este piso hay unas fantásticas vistas del patio gracias a la galería que lo recorre. A partir de aquí nos vemos abrumados por una serie de salas, cada cual decorada de un modo diferente pero con un gusto exquisito y cuidado.
La Sala del Tribunal, que recuerda a la del Palacio de la Bolsa de Madrid, está adornada con grandes lienzos que hacen referencia a los sectores en los que el comercio estaba presente como la agricultura, más concretamente el vino, la navegación o la banca.
La siguiente sala que visitamos es la Sala de las Asambleas Generales, mucho más grande que cualquiera de las anteriores. Tomamos asiento para seguir las indicaciones de la guía que nos asombra al afirmar que, a excepción del suelo, no hay apenas madera en la sala sino que se trata de estuco o yeso pintado a imitación de la madera. Esto les permitía ahorrar dinero en la decoración de un edifico tan grande y no se nota para nada. Además hace más fácil su mantenimiento.
La Sala de los Retratos está decorada al estilo de Luis XVI de Francia. En sus paredes encontramos grandes cuadros de los reyes de la dinastía Bragança de Portugal.
Nos guardan lo mejor para el final: el Salón Árabe. Esta increíble habitación fue diseñada como homenaje a la cultura árabe inspirándose en grandes monumentos de Al-Andalus como La Alhambra de Granada o los Reales Alcázares de Sevilla. Simplemente nos quedamos sin habla. La finalidad de este salón era impresionar a los mandatarios y personalidades que visitaban Oporto y, sin duda, lo consiguieron. Su tamaño (unos 300 m2) y la decoración al estilo oriental tan recargada en color blanco y dorado son espectaculares. Las inscripciones están en árabe y hacen referencia a la grandeza y perfección de Alá.
Finalmente, regresamos a la planta baja por la escalera noble con pena
por haber concluido la visita pero muy contentos de haber dedicado 1 hora a este monumento. Nos fijamos que por una de las esquinas del claustro se accede al local O Comercial, un lujoso restaurante de comida creativa portuguesa. Apenas son las 12 y aún no hemos visitado la otra orilla del Duero, Vilanova de Gaia y las bodegas. La mañana invita al paseo y nos disponemos a cruzar por la pasarela inferior del puente D. Luis I.
Os aviso de que los lunes algunas bodegas están cerradas por lo que os aconsejo que miréis los horarios de apertura con antelación su deseáis visitar alguna en particular. Nosotros elegimos Quevedo Port Wine porque estaba incluida la visita en la entrada que sacamos para el crucero de los 6 puentes y nos daba un poco igual. No somos fans del vino dulce y hemos visitado muchas bodegas en España así que no esperábamos mucho de esta visita. Y así fue. Un poco decepcionante.
Para empezar, no se trata de una visita guiada sino que la bodega está abierta para degustación y venta de vinos y no es una bodega sino más bien un salón grande con mesas y algunos carteles explicativos sobre la historia del vino de Oporto. Pedimos un blanco y un tinto y... allí se quedaron. No supimos apreciarlo.
Al final de la mañana, tras tomar unas fotos bellísimas de la ciudad desde la orilla opuesta regresamos sobre nuestros pasos para comer en la Ribeira. Queríamos probar las tripas, o callos, que decimos en España, por las que son conocidos popularmente los habitantes de Oporto, "tripeiros", así que nos sentamos en una de las múltiples terrazas al sol mientras un artista callejero nos "alegraba" la velada tocando canciones populares con su violín. La comida estuvo muy bien, como todos los días.
Por la tarde dimos un corto paseo por el centro de la ciudad para adquirir algún recuerdo deteniéndonos en el Mercado de Bolhao y en el Café Majestic y nos fuimos al hotel a hacer las maletas para marcharnos al aeropuerto.
Etapa anterior
Últimos comentarios al diario: 
Tema: 
Ir a tema del foro
