Hoy ha sido un día básicamente de espera, lo que lo hace poco memorable si no fuera porque hoy, también, es el primer día en el que hemos cogido un tren nocturno en Rusia.
Hoy no tocaba madrugar. Sin embargo me toca esperar en la cama a que se haga una hora decente. Los primeros rayos de luz me han despertado a las 6.30 de la mañana y no ha habido forma de volver a dormirme. Así que he aprovechado y me he puesto a leer un rato mientras espero a que llegue la hora de la ducha.
Después de un desayuno de esos que no se olvidan fácilmente, hemos esperado en el hall del hotel a que amainara no sólo la lluvia sino también el molesto viento que se ha levantado. No tenemos prisa y ya hemos dejado las maletas en el guarda-equipajes del hotel, así que yo saco el portátil y hago la entrada del día anterior y subo algunas fotos al blog.
El sol ha sustituido en este intervalo a la lluvia. No es un sol fuerte, pero el cielo azul comienza a verse en muchos claros y eso nos anima a irnos al centro de la ciudad. Mientras esperamos a que llegue la hora de comer, entramos en algunos comercios de la calle principal: tiendas de souvenires y librerías es lo que se lleva el premio, pero como siempre, estamos programadas para no comprar nada. Llegamos hasta el Kremlin nuevamente. Nos acercamos a ver las vistas desde la colina, ahora las disfrutamos con con muchísimo mejor tiempo que el que nos hizo ayer. Llegamos justo cuando hacen el cambio de guardia en el monumento a los caídos en guerra. Pese al sol, se ha levantado viento y duele verlos haciendo guardia con las finísimas ropas de militar. Un anónimo ciudadano viene a depositar algunas rosas en el monumento, pero el viento insiste en no dejarlas en su sitio y ha de correr a por ellas. Uno de los guardias no puede contener la risa y hincha los carrillos en un claro intento de evitar la carcajada ante la cómica situación. Al otro lado, otra de las guardias tiene todo su pelo delante de la cara. No debe ver seguramente nada, pero aguanta estoicamente en esa posición sin moverse.
Hago algunas fotos del río Volga, pero esta vez con un cielo azul mucho más intenso. Cuando ya estoy lista de la sesión fotográfica, desandamos nuestro camino en busca de un sitio donde comer. Lo hacemos casi tocando a las tres de la tarde. El café lo tomamos ya en el bar del hotel. Nuestro tren no sale hasta las 21 pero no tenemos ganas de deambular por la ciudad, así que pasamos el rato en el bar y hall del hotel hasta que creemos que debemos mudarnos a la estación de tren. Esperamos la llegada del taxi que nos lleva a la estación por 400 rublos. Cuando llegamos vuelve a gotear. El tiempo no nos está dando demasiada tregua estos días.
La estación parece que está semi renovada. La sala de espera que elegimos para esperar…nuevamente…tiene unos asientos cómodos y muchos de ellos aún conservan la etiqueta del fabricante. Nos quedamos allí hasta que sale anunciado nuestro tren.
Este trayecto lo haremos en tercera clase. Cuando cogí los billetes o no caí en la cuenta o bien no me quedó otro remedio. He hecho tantos cambios y compras diferentes que ya no recuerdo bien el por qué y el cómo de muchas cosas.
El vagón de tercera clase cuenta con zonas de 4 literas (2 arriba y dos abajo) y luego un lateral de dos literas más en el pasillo del vagón. Eso hace un total de 6 literas por Zona.
Enseguida que subimos tenemos problemas para cerrar la tapa que cubre el portaequipajes, una tapa que no es otra cosa que el mismo cuerpo de la litera de abajo. Una señora que está sentada en una zona contigua nos sonríe y habla en ruso. Yo me pongo las manos en las orejas para indicarle que no entiendo y le digo Spansii. Ella entiende que somos españolas y enseguida viene a ayudarme. Ha subido a despedir a alguien, así que cuando pasa por delante mío me dice adiós con la mano.
Al poco una señora anciana viene a ocupar la cama de delante nuestro. Tiene el pelo muy canoso, la mirada cansada y los ojos muy azules. Enseguida que se sienta, me dice algo acabado en Kazán. Intuyo que me pregunta si vamos hasta Kazán, la última parada de nuestro tren. Intento la misma estrategia seguida con la otra señora, pero esta no me entiende. Así que saco mi librito de Conversación en ruso y le señalo la frase “yo soy de España” junto con su traducción rusa. Le cuesta leerlo, la luz es mala y posiblemente su vista también. Pero enseguida la oigo decir “So, you are from Spain”. Yo enseguida le sonrio y le admiro que hable inglés. Ella es humilde y me dice que sólo lo habla un poco. Le pregunto si es de Kazán y enseguida me dice que sí, que ha venido a N. Novgorod a visitar a su hijo que vive allí.
Al poco viene una chica joven muy seria. No dice nada y enseguida se sienta a leer una revista en una esquina de la cama inferior. No sé en qué momento la señora y yo volvemos a hablar. Nuestra conversación llama la atención de la chica joven, María (tal y como se nos presentará luego), que se une a las preguntas que nos hace la señora. Entre pregunta y pregunta están los silencios, y el hacer las camas.
Al poco de salir la provonitza nos reclama la tarifa de las sábanas. Seguramente no he acertado cuando compre el billete online. Pero no pasa nada, nuestras compañeras nos ayudan en la traducción y pago rápidamente los 222 rublos que me reclaman.
La pregunta de Maria, que tiene un inglés básico, es simple “¿Qué se os ha perdido en Kazán?. Le explicamos nuestro viaje y enseguida están interesadas en saber qué hemos visto de Rusia, qué vamos a ver de su país y sobretodo qué opinamos sobre los Rusos.
María aprovecha un momento en que la señora va al baño, para pedirme disculpas por su inglés y para decirme que está admirada con el hecho de que una señora tan mayor hable inglés. Yo le digo que también me ha impactado porque hasta ahora por lo que hemos visto, en general, el inglés es muy básico o inexistente. Me dice que la señora le ha dicho que era profesora de inglés en una escuela y de allí que domine el idioma.
No tardamos en irnos a dormir. Dormimos a ratos largos, aunque no toda la noche. A las 5 de la mañana ya está todo el vagón casi en pie. El tren llega a las 6.25 y vamos haciendo viajes a los baños para asearnos.
Por la mañana, la señora me desea mucha suerte en nuestro viaje y me da el siguiente consejo : “cuida de tu dinero y de tus documentos. Ah! y cuidado con los chinos, son de un carácter extraño!”. Le digo que no se preocupe que yo viví en China casi medio año y que ya los conozco. “Ah! pero es que yo viví 5 años!”. No puedo evitar preguntarle sobre ello. Su padre, oficial del ejército. Después de la Gran Guerra fue destinado a Port Arthur en Harbin, China. Ella tenía 15 años. Me dice que un día después de mucho escuchar la radio se dio cuenta que entendía el idioma chino, aunque mayormente ella se expresaba en una mezcla de idiomas con sus amigos.
Ha sido un viaje corto pero intenso. Tenía malas referencias de la tercera clase rusa, pero la verdad es que nosotras hemos estado muy cómodas con ellos. Mañana…más.