Evidentemente que la noche en vela me ha dejado K.O para el día de hoy. Nada más abrir los ojos sigo acordándome de la familia hasta quinta generación de la guía. Me hubiera encantado recuperar el sueño perdido durante la mañana, pero hoy cambiamos de hostal, y hay que hacer la maleta.
Estamos en la ciudad de Hong Kong en dos alojamientos diferentes: uno en una parte de la isla y otro en la otra. Los que no hayáis estado nunca en HK, quizás no sabéis que la ciudad es la que registra el precio por metro cuadrado más alto del mundo, con lo que aún sin saber las fechas exactas de la estancia reservé el alojamiento de los dos últimos días y al tener que añadir dos más, ya no había nada disponible, por lo que hubo que buscar otro alojamiento.
Así pues, dedicamos las primeras horas del día a arrastrar las maletas por el metro y acomodarnos en un nuevo emplazamiento, el último de todos.
Estamos en pleno meollo. A solo unos pasos de Times Square.
Yo suspiro por un café bien cargado, así que de las primeras cosas que vamos a solucionar es mi nivel de energía. Aún no he llegado a la mesa con mi café, que veo que, de repente está cayendo una gran tromba de agua. Es increíble cómo, en solo unos segundos, hemos pasado de un sol resplandeciente a una nube cargadita de munición. M y yo esperamos a que pare café en mano, mientras observamos a los transeúntes corriendo a cobijarse en algún sitio. Por supuesto, que la cafetería, que hace tan sólo 5 minutos podría decirse estaba vacía, está ahora a rebosar de gente.
Gene Kelly, bailaba y cantaba contento bajo una lluvia artificial, pero nosotras no tenemos semejantes habilidades, así que hasta que nos conformamos con chapotear con los pequeños charcos de agua que nos han caído del cielo, mientras exploramos la zona comercial. Estamos en plena época de rebajas y además es viernes, así que está todo a reventar. Nos mezclamos con los expats, locales y otros turistas, hasta que no podemos más. La verdad es que la gran cantidad de zonas con un potente aire acondicionado, hace que sea mucho más llevadera cualquier jornada. No hay mucho que explicar, porque nos hemos dedicado a ir de tiendas y a pasear entre los restaurantes y comercios de las ramblas peatonales.
Volvemos al hostal casi a la hora de cenar, muertas de cansancio. Allí tenemos un hervidor disponible, así que hemos pensado comprar los noodles instantáneos, que nos encantan a las dos, para despedirnos finalmente de ellos.
Hoy sí que conseguimos vernos una película entera. Bueno, M se queda dormida en varios momentos, aunque, cuando la despierto, hace aquello de “¡pero si no estoy durmiendo!”. Esto es esa extraña manía que tenemos (casi) todos nosotros cuando nos quedamos dormidos en el Sofá, por norma general, que es intentar convencer a la parte despierta, que hemos sido suficientemente fuertes para mantenernos atentos a la película, en un entorno que es más propicio para planchar la oreja que para nada.
Estamos en la ciudad de Hong Kong en dos alojamientos diferentes: uno en una parte de la isla y otro en la otra. Los que no hayáis estado nunca en HK, quizás no sabéis que la ciudad es la que registra el precio por metro cuadrado más alto del mundo, con lo que aún sin saber las fechas exactas de la estancia reservé el alojamiento de los dos últimos días y al tener que añadir dos más, ya no había nada disponible, por lo que hubo que buscar otro alojamiento.
Así pues, dedicamos las primeras horas del día a arrastrar las maletas por el metro y acomodarnos en un nuevo emplazamiento, el último de todos.
Estamos en pleno meollo. A solo unos pasos de Times Square.
Yo suspiro por un café bien cargado, así que de las primeras cosas que vamos a solucionar es mi nivel de energía. Aún no he llegado a la mesa con mi café, que veo que, de repente está cayendo una gran tromba de agua. Es increíble cómo, en solo unos segundos, hemos pasado de un sol resplandeciente a una nube cargadita de munición. M y yo esperamos a que pare café en mano, mientras observamos a los transeúntes corriendo a cobijarse en algún sitio. Por supuesto, que la cafetería, que hace tan sólo 5 minutos podría decirse estaba vacía, está ahora a rebosar de gente.
Gene Kelly, bailaba y cantaba contento bajo una lluvia artificial, pero nosotras no tenemos semejantes habilidades, así que hasta que nos conformamos con chapotear con los pequeños charcos de agua que nos han caído del cielo, mientras exploramos la zona comercial. Estamos en plena época de rebajas y además es viernes, así que está todo a reventar. Nos mezclamos con los expats, locales y otros turistas, hasta que no podemos más. La verdad es que la gran cantidad de zonas con un potente aire acondicionado, hace que sea mucho más llevadera cualquier jornada. No hay mucho que explicar, porque nos hemos dedicado a ir de tiendas y a pasear entre los restaurantes y comercios de las ramblas peatonales.
Volvemos al hostal casi a la hora de cenar, muertas de cansancio. Allí tenemos un hervidor disponible, así que hemos pensado comprar los noodles instantáneos, que nos encantan a las dos, para despedirnos finalmente de ellos.
Hoy sí que conseguimos vernos una película entera. Bueno, M se queda dormida en varios momentos, aunque, cuando la despierto, hace aquello de “¡pero si no estoy durmiendo!”. Esto es esa extraña manía que tenemos (casi) todos nosotros cuando nos quedamos dormidos en el Sofá, por norma general, que es intentar convencer a la parte despierta, que hemos sido suficientemente fuertes para mantenernos atentos a la película, en un entorno que es más propicio para planchar la oreja que para nada.