Las conversaciones de primer ahora de la mañana se han centrado en la tormenta de esta noche. Al final, casi ninguno hemos dormido demasiadas horas. A mí no se me podía quitar de la cabeza la escena del principio del mago de Oz en la que un tornado se lleva la casa y Dorothy grita buscando a su perro, Totó. Cuando confieso que me he tenido cierto impulso de salir a ver la tormenta, Denis se sonríe y me confiesa que él ha pensado lo mismo porque no paraba de ver las imágenes de La vida de Pi en su cabeza. En concreto, la escena en la que el protagonista sale de su camarote para ver una tormenta en alta mar. En cualquier caso, ninguno nos hemos movido de nuestras camas, a excepción de Kim que ha buscó asilo con M.
Nos volvemos a mover. En la camioneta estamos todos quitándonos, como podemos, la roña de debajo las uñas. Yo no paro de limpiarme las manos, pero siempre me parecen sucias. Hemos de cerrar la ventana de la furgoneta varías veces porque aparecen pequeños tornados que levantan polvo y arena. Si nos descuidamos nos la tragamos.
Después de la tarde y noche cantarina de ayer, hoy toca el turno a las posturas de Yoga. Podría parecer que la parte de atrás de una furgoneta en la que 6 personas adultas comparten espacio no es suficiente para que hagamos alarde de nuestra flexibilidad, pero es que las coreanas han empezado a hacer estiramientos de brazos y manos y al final hemos acabado mostrándonos unos a otros las posturas más raras que podemos hacer. A mí me ha encantado una postura que ha hecho Kim que simula una posición de rezo con las palmas de las manos juntas, pero por detrás de la espaldas. Me ha costado dominarla, pero finalmente lo he hecho.
A la hora de la comida el viento ha sido el gran protagonista. Mientras nos hacían la comida nos hemos quedado todos apelotonados en la parte de atrás de la furgoneta que operaba de pantalla y hemos vuelto a comer dentro de la furgoneta. El momento hilarante de la jornada ha sido cuando un golpe de viento se ha llevado el gorro de Ran y ella ha salido detrás del mismo. El viento se lo llevaba más y más lejos mientras Ran corría tras él. Hemos empezado a gritarle “Run Forrest, run!” mientras nos reíamos de su estampida. Finalmente lo ha atrapado y lo hemos celebrado todos con ella con vítores y aplausos.
El paisaje de hoy consta de colinas muy empinadas. Las subimos y bajamos continuamente. Hay veces que no llegamos a la cima y el conductor ha de dar marcha atrás y volver a coger impulso. El motor ruge por el exceso de carburante quemado y es entonces cuando nosotros, tiramos el peso hacía la parte delantera de la furgoneta, como si poner nuestro culo en la esquinita del asiento fuera a ayudar a nuestro vehículo a llegar a la cima. Cuando la colina es extremadamente difícil aplaudimos al conductor y a él le encanta porque se sonríe por lo bajo. A mí me dan ganas de hacer la ola en esos momentos, pero el vaivén de la furgoneta hace que al menos una de nuestras manos tenga que sujetarse en alguna pieza firme del auto.
La visita del día es el llamado valle del hielo, que también es llamado el valle de las águilas y que en su denominación más formal es el Parque de Yolyn Am. El parque tiene numerosos letreros de prohibido entrar que ignoramos, y por si eso fuera poco, encontramos múltiples barreras hechas con piedras que también sorteamos como podemos. Posiblemente saltamos 6 impedimentos de éstos en nuestro camino. Llega un momento que seguimos el camino andando. El valle se caracteriza por tener una zona con hielo/nieve durante muy buena parte del año. El calor es infernal en el desierto y esa es la grandeza de ver nieve en él. Vemos un hilillo de agua que baja de la montaña. Como Denis tenía mucha ilusión por verlo (en Singapur no nieva nunca), le martirizo diciéndole que la nieve se derrite y ya no veremos nada. ¡Pero no es así! claro que hay hielo. La vemos derritiéndose muy poco a poco en un oscuro rincón del valle.
Emma me comenta que en esa zona hay muchas águilas y otros animales. Yo sólo consigo cazar con la vista algunos ratones de campo, que son tan rápidos que pronto los pierdo de vista.
Regresamos a nuestro camino. Hoy es un día muy especial. Estaremos alojados en el pueblo de Dalanzadgad y tendremos, no sólo electricidad, sino también la oportunidad de tomar una ducha en los baños públicos del pueblo.
Lo primero que hacemos al llegar al gerd es poner a cargar todos los aparatos electrónicos que podemos. Denis y yo somos los más tecnológicos y por tanto ambos traemos ladrones que ayudan a repartir la electricidad de los 3 enchufes que tiene nuestro hogar.
Nos vamos después, alegremente, a duchar. Yo aprovecho el agua caliente para lavarme alguna ropa. Aún recreándome bajo la alcachofa, acabo saliendo la primera. Me huelo por todos los costados porque no puedo creerme tanta limpieza y me atuso los rizos del pelo que, al fin, después de tantos días bajo una gorra, he recuperado.
Espero junto con M en la furgoneta. Denis no tarda en salir aunque se queda dentro del recinto. Ninguno de nosotros dudábamos que las dos coreanas serían las dos últimas en salir y además que, dada su afición a los potingues, tendríamos que esperarlas tiempo. Seguramente han pasado 60 minutos en la ducha. ¡No quiero ni ver la factura del agua en el desierto! Cuando entran en la furgoneta todos las aplaudimos. Nuestra próxima parada es el supermercado del pueblo. debemos comprar agua y lo que necesitemos para los siguientes 3 días. Evidentemente que todos acabamos con bebidas frías para la noche…y M y yo, además, con un helado ¡yummmmmmmy!
Kim y Ran llevan aprendidas unas cuantas palabras en español. Denis también algunas. Nos encanta llamarle “coreano” porque aunque tiene ascendencia china, es muy moderno y presumido, y los coreanos son conocidos por atrevidos peinados y estilismo.
Esta noche tenemos fiestecita en el gerd. Nuestro conductor, que nos ha repetido su nombre ya demasiadas veces, sin nosotros entenderlo, entra a unirse a nosotros. Le invitamos a todo lo que tenemos y nos hacemos unas cuantas fotos de grupo para la posteridad.
Esta noche le saco a Denis una manta térmica que llevo en el botiquín. Anoche en el insomnio del desierto, recordé que la llevaba conmigo. La intención es buena, pero el resultado no tanto. Esta noche ha sido también muy fría y Denis ha vuelto a pasarlo mal.
Nos volvemos a mover. En la camioneta estamos todos quitándonos, como podemos, la roña de debajo las uñas. Yo no paro de limpiarme las manos, pero siempre me parecen sucias. Hemos de cerrar la ventana de la furgoneta varías veces porque aparecen pequeños tornados que levantan polvo y arena. Si nos descuidamos nos la tragamos.
Después de la tarde y noche cantarina de ayer, hoy toca el turno a las posturas de Yoga. Podría parecer que la parte de atrás de una furgoneta en la que 6 personas adultas comparten espacio no es suficiente para que hagamos alarde de nuestra flexibilidad, pero es que las coreanas han empezado a hacer estiramientos de brazos y manos y al final hemos acabado mostrándonos unos a otros las posturas más raras que podemos hacer. A mí me ha encantado una postura que ha hecho Kim que simula una posición de rezo con las palmas de las manos juntas, pero por detrás de la espaldas. Me ha costado dominarla, pero finalmente lo he hecho.
A la hora de la comida el viento ha sido el gran protagonista. Mientras nos hacían la comida nos hemos quedado todos apelotonados en la parte de atrás de la furgoneta que operaba de pantalla y hemos vuelto a comer dentro de la furgoneta. El momento hilarante de la jornada ha sido cuando un golpe de viento se ha llevado el gorro de Ran y ella ha salido detrás del mismo. El viento se lo llevaba más y más lejos mientras Ran corría tras él. Hemos empezado a gritarle “Run Forrest, run!” mientras nos reíamos de su estampida. Finalmente lo ha atrapado y lo hemos celebrado todos con ella con vítores y aplausos.
El paisaje de hoy consta de colinas muy empinadas. Las subimos y bajamos continuamente. Hay veces que no llegamos a la cima y el conductor ha de dar marcha atrás y volver a coger impulso. El motor ruge por el exceso de carburante quemado y es entonces cuando nosotros, tiramos el peso hacía la parte delantera de la furgoneta, como si poner nuestro culo en la esquinita del asiento fuera a ayudar a nuestro vehículo a llegar a la cima. Cuando la colina es extremadamente difícil aplaudimos al conductor y a él le encanta porque se sonríe por lo bajo. A mí me dan ganas de hacer la ola en esos momentos, pero el vaivén de la furgoneta hace que al menos una de nuestras manos tenga que sujetarse en alguna pieza firme del auto.
La visita del día es el llamado valle del hielo, que también es llamado el valle de las águilas y que en su denominación más formal es el Parque de Yolyn Am. El parque tiene numerosos letreros de prohibido entrar que ignoramos, y por si eso fuera poco, encontramos múltiples barreras hechas con piedras que también sorteamos como podemos. Posiblemente saltamos 6 impedimentos de éstos en nuestro camino. Llega un momento que seguimos el camino andando. El valle se caracteriza por tener una zona con hielo/nieve durante muy buena parte del año. El calor es infernal en el desierto y esa es la grandeza de ver nieve en él. Vemos un hilillo de agua que baja de la montaña. Como Denis tenía mucha ilusión por verlo (en Singapur no nieva nunca), le martirizo diciéndole que la nieve se derrite y ya no veremos nada. ¡Pero no es así! claro que hay hielo. La vemos derritiéndose muy poco a poco en un oscuro rincón del valle.
Emma me comenta que en esa zona hay muchas águilas y otros animales. Yo sólo consigo cazar con la vista algunos ratones de campo, que son tan rápidos que pronto los pierdo de vista.
Regresamos a nuestro camino. Hoy es un día muy especial. Estaremos alojados en el pueblo de Dalanzadgad y tendremos, no sólo electricidad, sino también la oportunidad de tomar una ducha en los baños públicos del pueblo.
Lo primero que hacemos al llegar al gerd es poner a cargar todos los aparatos electrónicos que podemos. Denis y yo somos los más tecnológicos y por tanto ambos traemos ladrones que ayudan a repartir la electricidad de los 3 enchufes que tiene nuestro hogar.
Nos vamos después, alegremente, a duchar. Yo aprovecho el agua caliente para lavarme alguna ropa. Aún recreándome bajo la alcachofa, acabo saliendo la primera. Me huelo por todos los costados porque no puedo creerme tanta limpieza y me atuso los rizos del pelo que, al fin, después de tantos días bajo una gorra, he recuperado.
Espero junto con M en la furgoneta. Denis no tarda en salir aunque se queda dentro del recinto. Ninguno de nosotros dudábamos que las dos coreanas serían las dos últimas en salir y además que, dada su afición a los potingues, tendríamos que esperarlas tiempo. Seguramente han pasado 60 minutos en la ducha. ¡No quiero ni ver la factura del agua en el desierto! Cuando entran en la furgoneta todos las aplaudimos. Nuestra próxima parada es el supermercado del pueblo. debemos comprar agua y lo que necesitemos para los siguientes 3 días. Evidentemente que todos acabamos con bebidas frías para la noche…y M y yo, además, con un helado ¡yummmmmmmy!
Kim y Ran llevan aprendidas unas cuantas palabras en español. Denis también algunas. Nos encanta llamarle “coreano” porque aunque tiene ascendencia china, es muy moderno y presumido, y los coreanos son conocidos por atrevidos peinados y estilismo.
Esta noche tenemos fiestecita en el gerd. Nuestro conductor, que nos ha repetido su nombre ya demasiadas veces, sin nosotros entenderlo, entra a unirse a nosotros. Le invitamos a todo lo que tenemos y nos hacemos unas cuantas fotos de grupo para la posteridad.
Esta noche le saco a Denis una manta térmica que llevo en el botiquín. Anoche en el insomnio del desierto, recordé que la llevaba conmigo. La intención es buena, pero el resultado no tanto. Esta noche ha sido también muy fría y Denis ha vuelto a pasarlo mal.