En el día de hoy también tendremos un largo camino…pero en bus y barca.
Nos levantamos a las 5 de la mañana, nos aseamos y vamos a la zona comunitaria a tomarnos el desayuno que ya nos han preparado. El planning para hoy será continuar a través del bosque nublado a través de la zona cultural, atravesar varias comunidades, ver una plantación (ilegal) de coca...
... hacer una parada en Pillcopata para las compras de última hora y llegar hasta la comunidad de Salvación donde abandonaremos por fin la furgoneta y montaremos en la barca en la que viajaremos durante los próximos días.
El camino es menos accidentados que en el día de ayer. Circulamos tranquilamente viendo la vida de pequeñas poblaciones hasta llegar a Pillcopata, con su mercado y sus tiendecitas. Allí paramos para comprarnos otro frontal y unas pilas (18 soles). Sólo llevábamos uno pero nuestro guía nos aconsejó tener uno por persona para las salidas por la noche (ahora, semanas después de haber acabado el viaje reconocemos que al menos una luz por persona es más que necesaria, no sólo por las caminatas nocturnas por la selva sino porque todos los lodges carecen de luz eléctrica y los baños se encuentran algo apartados de las cabañas donde dormimos).
Y por fin, llegamos a Salvación. Allí nos presentan a nuestro barquero y su acompañante, un chico jovencísimo y risueño, perteneciente a la comunidad Matsiguenka.
Aunque les echamos una mano con todo lo que hay que subir a la barca, ellos son los encargados de cargarla con nuestras mochilas, la comida de los próximos días, el combustible para el motor y el agua embotellada.
Estamos listos para comenzar la “singladura”.
Avanzamos lentamente por el río Madre de Dios. Es bastante ancho aunque ahora es época seca y el caudal ha bajado mucho, tanto que el barquero debe esquivar las partes menos profundas para no dañar el motor. El agua es transparente y el equipo no tiene problema en bajar al agua para empujar la barca cuando esta embarranca en algunos tramos. Es zona segura.
En este tramo del viaje vemos muchos cormoranes, garzas y hasta un pecari o cerdo salvaje que se está bañando.
Nosotros finalmente no compramos los prismáticos. Para tener unos de mala calidad pagados a precio de oro de Pillcopata, mejor disfrutar del paisaje y ver lo que nuestra vista alcance. La diferencia con nuestros compañeros de viaje es que ellos consiguen ver algo mejor a los tucanes en las ramas de los árboles y a los monos ardillas que, juguetones, no paran de saltar de árbol en árbol. Son del tamaño de un gato pero de color claro, así que es fácil divisarlos.
En el río encontramos árboles enteros que la corriente ha arrastrado. Son troncos gigantescos. También podemos ver pequeñas construcciones en las orillas del río. Es bonito ver la vida diaria de esta gente.
Antes de media mañana hacemos una parada. Nos dicen que vamos a tomar un baño. Pensábamos que era en el río pero unos metros más adentro nos encontramos una poza que recibe el agua que un volcán cercano ha debido calentar. Huele a huevo cocido pero el agua está tan calentita… aún estamos en zona relativamente cercana a las montañas, por lo que la temperatura ambiente no es aún asfixiante y se agradece darse un baño en el agua caliente.
Allí mismo han improvisado un “vestuario” construido con cañas donde nos podemos cambiar sin problemas y, cuando estamos todos secos, volvemos junto a la barca, a la orilla del río donde el cocinero tiene lista ya nuestra comida. Como el día anterior, todo está muy rico.
Después de la comida, continúa nuestro viaje hacia Bonanza Lodge, nuestro siguiente alojamiento aún a orillas del río Madre de Dios. Este grupo de cabañas también pertenecen a la familia de nuestro guía. Es allí donde continúan viviendo sus padres.
Llegamos al Bonanza a las 14,30 horas. El lugar es precioso. Han “domesticado” la selva en esta zona y han conseguido un jardín con plantas locales pero ordenado y muy cuidado. Hay casi tantas flores como mariposas y las papayas y los cocos casi se pueden coger desde lo alto de cada cabaña. Eso si los monos lo permiten, claro.
Tenemos el tiempo justo para dejar las cosas, asearnos y ponernos las botas de agua que nos facilitan. Serán nuestras compañeras durante los próximos días. Dan un poco de calor pero son geniales para andar por el barro y para evitar la picadura de cualquier bicho.
Litros de repelente, agua y la luz frontal con pilas de recambio y estamos dispuestos para nuestra primera incursión en la selva. Caminamos rodeados de mucha vegetación, muy tupida y muy exuberante.
Abre el paso nuestro guía que va con un machete como en las películas. Los árboles son tan altos que apenas llega la luz al suelo. Tenemos que saltar troncos, pisar charcos o cruzar un riachuelo y tras 1 hora de marcha, llegamos a una zona de selva en la que hay una charca muy sucia.
El guía dice que hemos llegado a nuestro destino. Al parecer es el lugar preferido por los tapires para acudir a media tarde. Junto a esta charca y a una altura de unos 5 metros hay una pequeña construcción de madera y cañas a la que subimos. Allí, en completo silencio y camuflados detrás de las cañas esperamos a que aparezca este animal tan esquivo. No se oye ni nuestra respiración, sólo el sonido de la selva, pisadas de vete tú a saber qué animales pero en la charca…nada.
Llevamos esperando más de 1 hora y alguno de nuestros compañeros se han dormido. Es cierto que es relajante escuchar el silencio de la selva pero a nosotros la tensión por ver a este animal nos mantiene despiertos. Se siguen escuchando crujidos y pisadas encima de las hojas hasta que de la nada aparece. Ha sido inevitable pegar un grito de la emoción aun sabiendo que se podía asustar. Pero lo tenemos ahí. Es mucho más grande de lo que imaginábamos y su visita también más breve de lo que esperábamos. Bebió algo, se paseó por la charca y se marchó tan sigilosamente como había llegado.
El guía nos comentó que, tiempo atrás, con otro grupo, consiguieron ver 17 tapires de una vez. Nosotros sólo hemos visto uno pero somos igualmente afortunados porque esto es la vida salvaje y nada asegura que los animales se dejen ver. Se ha hecho de noche y nos toca regresar.
A mí ya me tiemblan las piernas de pensar que volveremos por el mismo sitio que hemos venido, en noche cerrada. No me separo del guía que nos intenta tranquilizar diciendo que el único peligro en la selva son las serpientes (curiosamente es el único animal que no veremos en los 6 días por esta zona). En la más completa oscuridad, llevar un frontal en la cabeza es la atracción de todo bicho volador. Notas zumbidos constantemente alrededor de la cabeza y más de algún insecto que choca contigo.
Volvemos hasta el riachuelo. Esta vez el guía se detiene e inspecciona varias veces antes de cruzar. Tonta de mí, pregunto el motivo y me explica que suele haber caimanes pequeños en él. Me vuelven los temblores pero no se me quita la sonrisa de la boca por estar viviendo esta experiencia.
Nos estamos acercando al alojamiento pero el guía se desvía. Vamos a una zona libre de vegetación tan tupida y nos enseña, en el tronco de las palmeras, los nidos gigantes de tarántulas. Madre mía, si estas arañas son casi tan grandes como mi mano.
Es en esta zona, que ahora aparece como una discoteca por las numerosas luciérnagas, donde pretenden construir nidos artificiales para guacamayos. Esta mañana los hemos escuchado pero aún no los hemos visto. Dice que la tala masiva de árboles en la selva les está dejando sin zonas para anidar.
A las 19h llegamos al Bonanza Lodge. Tenemos tiempo para una ducha (agua fría, por supuesto, y la linterna colgando de un rincón). Mejor no ser pudorosos porque alguna ranita se esconde tras la puerta y se queda observando si no la asustas.
La cena de hoy, como todos los días, es muy completa y es imposible quedar con hambre. De primero, siempre sopa. Hoy toca sopa de patatas. Después: tortilla de verduras, macarrones con una salsa y pollo con salsa. De postre, un pastel de manzana que han cocinado esa misma tarde. Infusiones, café y/o chocolate.
Durante la cena, el guía nos contó que una parte de la versión inglesa de Lonely Planet, la que habla sobre la charca de los tapires, la había escrito él. Al parecer, el chico encargado de la sección de la selva hizo el tour con nuestro guía y entablaron una buena amistad tras sacarlo de algún aprieto en el río. Dice que a lo largo del libro se le menciona en varias ocasiones. .
A las 9 de la noche cada pareja está en su habitación, todos listos para dormir después de todas las emociones del día.
Nos levantamos a las 5 de la mañana, nos aseamos y vamos a la zona comunitaria a tomarnos el desayuno que ya nos han preparado. El planning para hoy será continuar a través del bosque nublado a través de la zona cultural, atravesar varias comunidades, ver una plantación (ilegal) de coca...
... hacer una parada en Pillcopata para las compras de última hora y llegar hasta la comunidad de Salvación donde abandonaremos por fin la furgoneta y montaremos en la barca en la que viajaremos durante los próximos días.
El camino es menos accidentados que en el día de ayer. Circulamos tranquilamente viendo la vida de pequeñas poblaciones hasta llegar a Pillcopata, con su mercado y sus tiendecitas. Allí paramos para comprarnos otro frontal y unas pilas (18 soles). Sólo llevábamos uno pero nuestro guía nos aconsejó tener uno por persona para las salidas por la noche (ahora, semanas después de haber acabado el viaje reconocemos que al menos una luz por persona es más que necesaria, no sólo por las caminatas nocturnas por la selva sino porque todos los lodges carecen de luz eléctrica y los baños se encuentran algo apartados de las cabañas donde dormimos).
Y por fin, llegamos a Salvación. Allí nos presentan a nuestro barquero y su acompañante, un chico jovencísimo y risueño, perteneciente a la comunidad Matsiguenka.
Aunque les echamos una mano con todo lo que hay que subir a la barca, ellos son los encargados de cargarla con nuestras mochilas, la comida de los próximos días, el combustible para el motor y el agua embotellada.
Estamos listos para comenzar la “singladura”.
Avanzamos lentamente por el río Madre de Dios. Es bastante ancho aunque ahora es época seca y el caudal ha bajado mucho, tanto que el barquero debe esquivar las partes menos profundas para no dañar el motor. El agua es transparente y el equipo no tiene problema en bajar al agua para empujar la barca cuando esta embarranca en algunos tramos. Es zona segura.
En este tramo del viaje vemos muchos cormoranes, garzas y hasta un pecari o cerdo salvaje que se está bañando.
Nosotros finalmente no compramos los prismáticos. Para tener unos de mala calidad pagados a precio de oro de Pillcopata, mejor disfrutar del paisaje y ver lo que nuestra vista alcance. La diferencia con nuestros compañeros de viaje es que ellos consiguen ver algo mejor a los tucanes en las ramas de los árboles y a los monos ardillas que, juguetones, no paran de saltar de árbol en árbol. Son del tamaño de un gato pero de color claro, así que es fácil divisarlos.
En el río encontramos árboles enteros que la corriente ha arrastrado. Son troncos gigantescos. También podemos ver pequeñas construcciones en las orillas del río. Es bonito ver la vida diaria de esta gente.
Antes de media mañana hacemos una parada. Nos dicen que vamos a tomar un baño. Pensábamos que era en el río pero unos metros más adentro nos encontramos una poza que recibe el agua que un volcán cercano ha debido calentar. Huele a huevo cocido pero el agua está tan calentita… aún estamos en zona relativamente cercana a las montañas, por lo que la temperatura ambiente no es aún asfixiante y se agradece darse un baño en el agua caliente.
Allí mismo han improvisado un “vestuario” construido con cañas donde nos podemos cambiar sin problemas y, cuando estamos todos secos, volvemos junto a la barca, a la orilla del río donde el cocinero tiene lista ya nuestra comida. Como el día anterior, todo está muy rico.
Después de la comida, continúa nuestro viaje hacia Bonanza Lodge, nuestro siguiente alojamiento aún a orillas del río Madre de Dios. Este grupo de cabañas también pertenecen a la familia de nuestro guía. Es allí donde continúan viviendo sus padres.
Llegamos al Bonanza a las 14,30 horas. El lugar es precioso. Han “domesticado” la selva en esta zona y han conseguido un jardín con plantas locales pero ordenado y muy cuidado. Hay casi tantas flores como mariposas y las papayas y los cocos casi se pueden coger desde lo alto de cada cabaña. Eso si los monos lo permiten, claro.
Tenemos el tiempo justo para dejar las cosas, asearnos y ponernos las botas de agua que nos facilitan. Serán nuestras compañeras durante los próximos días. Dan un poco de calor pero son geniales para andar por el barro y para evitar la picadura de cualquier bicho.
Litros de repelente, agua y la luz frontal con pilas de recambio y estamos dispuestos para nuestra primera incursión en la selva. Caminamos rodeados de mucha vegetación, muy tupida y muy exuberante.
Abre el paso nuestro guía que va con un machete como en las películas. Los árboles son tan altos que apenas llega la luz al suelo. Tenemos que saltar troncos, pisar charcos o cruzar un riachuelo y tras 1 hora de marcha, llegamos a una zona de selva en la que hay una charca muy sucia.
El guía dice que hemos llegado a nuestro destino. Al parecer es el lugar preferido por los tapires para acudir a media tarde. Junto a esta charca y a una altura de unos 5 metros hay una pequeña construcción de madera y cañas a la que subimos. Allí, en completo silencio y camuflados detrás de las cañas esperamos a que aparezca este animal tan esquivo. No se oye ni nuestra respiración, sólo el sonido de la selva, pisadas de vete tú a saber qué animales pero en la charca…nada.
Llevamos esperando más de 1 hora y alguno de nuestros compañeros se han dormido. Es cierto que es relajante escuchar el silencio de la selva pero a nosotros la tensión por ver a este animal nos mantiene despiertos. Se siguen escuchando crujidos y pisadas encima de las hojas hasta que de la nada aparece. Ha sido inevitable pegar un grito de la emoción aun sabiendo que se podía asustar. Pero lo tenemos ahí. Es mucho más grande de lo que imaginábamos y su visita también más breve de lo que esperábamos. Bebió algo, se paseó por la charca y se marchó tan sigilosamente como había llegado.
El guía nos comentó que, tiempo atrás, con otro grupo, consiguieron ver 17 tapires de una vez. Nosotros sólo hemos visto uno pero somos igualmente afortunados porque esto es la vida salvaje y nada asegura que los animales se dejen ver. Se ha hecho de noche y nos toca regresar.
A mí ya me tiemblan las piernas de pensar que volveremos por el mismo sitio que hemos venido, en noche cerrada. No me separo del guía que nos intenta tranquilizar diciendo que el único peligro en la selva son las serpientes (curiosamente es el único animal que no veremos en los 6 días por esta zona). En la más completa oscuridad, llevar un frontal en la cabeza es la atracción de todo bicho volador. Notas zumbidos constantemente alrededor de la cabeza y más de algún insecto que choca contigo.
Volvemos hasta el riachuelo. Esta vez el guía se detiene e inspecciona varias veces antes de cruzar. Tonta de mí, pregunto el motivo y me explica que suele haber caimanes pequeños en él. Me vuelven los temblores pero no se me quita la sonrisa de la boca por estar viviendo esta experiencia.
Nos estamos acercando al alojamiento pero el guía se desvía. Vamos a una zona libre de vegetación tan tupida y nos enseña, en el tronco de las palmeras, los nidos gigantes de tarántulas. Madre mía, si estas arañas son casi tan grandes como mi mano.
Es en esta zona, que ahora aparece como una discoteca por las numerosas luciérnagas, donde pretenden construir nidos artificiales para guacamayos. Esta mañana los hemos escuchado pero aún no los hemos visto. Dice que la tala masiva de árboles en la selva les está dejando sin zonas para anidar.
A las 19h llegamos al Bonanza Lodge. Tenemos tiempo para una ducha (agua fría, por supuesto, y la linterna colgando de un rincón). Mejor no ser pudorosos porque alguna ranita se esconde tras la puerta y se queda observando si no la asustas.
La cena de hoy, como todos los días, es muy completa y es imposible quedar con hambre. De primero, siempre sopa. Hoy toca sopa de patatas. Después: tortilla de verduras, macarrones con una salsa y pollo con salsa. De postre, un pastel de manzana que han cocinado esa misma tarde. Infusiones, café y/o chocolate.
Durante la cena, el guía nos contó que una parte de la versión inglesa de Lonely Planet, la que habla sobre la charca de los tapires, la había escrito él. Al parecer, el chico encargado de la sección de la selva hizo el tour con nuestro guía y entablaron una buena amistad tras sacarlo de algún aprieto en el río. Dice que a lo largo del libro se le menciona en varias ocasiones. .
A las 9 de la noche cada pareja está en su habitación, todos listos para dormir después de todas las emociones del día.