Volvemos a despertarnos y a desayunar temprano, esta vez con un grupo de alemanes que han llegado al hotel. Tenemos que estar a las 8h en la plaza de Armas para coger el autobús con destino a Chivay. Nos habían advertido que debíamos esperar junto a este con bastante tiempo de antelación ya que se podía llenar de lugareños con destino a la Cruz o a Arequipa, aunque hoy no es el caso. A las 8,30, cuando parte el autobús, hay bastantes asientos vacíos. El billete hasta Chivay cuesta 4 soles y del cobro se encarga un chaval que nos cobra cuando ya hemos recorrido unos cuantos kilómetros. En el camino no hay ningún incidente, por lo que llegamos puntuales a Chivay a las 10,30 de la mañana.
En la estación esperan varios taxis pero decidimos recorrer la distancia que separa hasta el centro del pueblo andando. Total, tenemos por delante más de 2 horas en las que no sabemos qué hacer ya que no hay tiempo para una visita a las aguas termales de la Calera. En menos de 10 minutos llegamos al hotel la Pascana. Pensábamos que tendríamos que cargar todo el tiempo con las mochilas pero hay un cartel de 4m express y una especie de oficina y patio donde el personal de la empresa te permite dejar el equipaje, esperar o ir al baño. Nosotros nos decidimos por dejar allí todo el peso y nos vamos a pasear por el pueblo. Aparte de la plaza de Armas, el mercado y una calle llena de horrendas estatuas, poco más hay que visitar.
Aprovechamos y llamamos desde un locutorio a nuestro alojamiento en Puno. Les pedimos si pueden venir a buscarnos para evitar el odioso regateo y a las 12,30, aburridos ya, damos por finalizado el paseo y volvemos. Ya está aparcado nuestro autobús y empiezan a cargar las mochilas. A las 13h (ojo con el horario de los folletos), puntuales, salimos hacia Puno.
En el folleto informativo parecen anunciar 4 paradas aunque en realidad sólo hicimos tres. Suerte de nuestro guía, Óscar René, un señor que rozaba los sesenta y que compensaba su inglés macarrónico con tremenda simpatía y desparpajo consiguiendo que el trayecto fuera muy ameno. Durante el mismo nos detuvimos por primera vez en un restaurante. Superado el primer susto, ya que creíamos que era el típico sitio donde tenías que consumir o visitar la tienda de recuerdos, nuestro guía nos dijo que podíamos ir al baño, que teníamos incluido un mate de coca dentro y nos entregó a todos una botella de agua y un sándwich buenísimo de queso, tomate y aguacate.
Continuamos la ruta y tras pequeños montículos aparecían grandes extensiones llanas en las que pastaban llamas, vicuñas y alpacas. Debíamos estar por Pampa Cañahuas en la reserva de Aguada Blanca.
Este fue el paisaje durante largo rato hasta la siguiente parada en la que tuvimos suerte y nos pudimos acercar hasta una laguna con flamencos rosas. Hubo suerte ya que la proximidad de volcanes y sus vapores sulfurosos contaminan estas aguas impidiendo que estos animales puedan alimentarse allí.
La tercera y última parada fue en Lagunillas, una gran laguna junto a montañas nevadas y un frío helador. El descanso fue breve ya que atardecía y unos nubarrones negros amenazaban lluvia…o nieve.
Dejamos atrás Juliaca (afortunadamente por los comentarios negativos que habíamos leído) y a las 19,30h, tal y como nos habían indicado, llegamos a Puno. Nuestro guía indica el precio que se debe pagar por un taxi y se ofrece a ayudar a todo aquel que lo necesite. A nosotros nos han venido a buscar. Para nuestra sorpresa es una chica muy joven y simpática. Nos explica que es la sobrina de los dueños de Casa Panq’arani y que el propietario no había podido acercarse a buscarnos por un contratiempo familiar. Subimos con ella a un taxi y en 5 minutos llegamos. Intentamos pagar la carrera pero no nos deja pretextando que todo está incluido en el precio de la habitación. Y qué decir del alojamiento. Se trata de una antigua casa familiar que han acondicionado para alojar a visitantes. Al patio, lleno de flores haciendo honor a su nombre, se asoman las habitaciones. Un gusto exquisito y un ambiente muy acogedor por 130 soles la habitación doble con baño, desayuno y wifi por fin.
[align=center]
En la estación esperan varios taxis pero decidimos recorrer la distancia que separa hasta el centro del pueblo andando. Total, tenemos por delante más de 2 horas en las que no sabemos qué hacer ya que no hay tiempo para una visita a las aguas termales de la Calera. En menos de 10 minutos llegamos al hotel la Pascana. Pensábamos que tendríamos que cargar todo el tiempo con las mochilas pero hay un cartel de 4m express y una especie de oficina y patio donde el personal de la empresa te permite dejar el equipaje, esperar o ir al baño. Nosotros nos decidimos por dejar allí todo el peso y nos vamos a pasear por el pueblo. Aparte de la plaza de Armas, el mercado y una calle llena de horrendas estatuas, poco más hay que visitar.
Aprovechamos y llamamos desde un locutorio a nuestro alojamiento en Puno. Les pedimos si pueden venir a buscarnos para evitar el odioso regateo y a las 12,30, aburridos ya, damos por finalizado el paseo y volvemos. Ya está aparcado nuestro autobús y empiezan a cargar las mochilas. A las 13h (ojo con el horario de los folletos), puntuales, salimos hacia Puno.
En el folleto informativo parecen anunciar 4 paradas aunque en realidad sólo hicimos tres. Suerte de nuestro guía, Óscar René, un señor que rozaba los sesenta y que compensaba su inglés macarrónico con tremenda simpatía y desparpajo consiguiendo que el trayecto fuera muy ameno. Durante el mismo nos detuvimos por primera vez en un restaurante. Superado el primer susto, ya que creíamos que era el típico sitio donde tenías que consumir o visitar la tienda de recuerdos, nuestro guía nos dijo que podíamos ir al baño, que teníamos incluido un mate de coca dentro y nos entregó a todos una botella de agua y un sándwich buenísimo de queso, tomate y aguacate.
Continuamos la ruta y tras pequeños montículos aparecían grandes extensiones llanas en las que pastaban llamas, vicuñas y alpacas. Debíamos estar por Pampa Cañahuas en la reserva de Aguada Blanca.
Este fue el paisaje durante largo rato hasta la siguiente parada en la que tuvimos suerte y nos pudimos acercar hasta una laguna con flamencos rosas. Hubo suerte ya que la proximidad de volcanes y sus vapores sulfurosos contaminan estas aguas impidiendo que estos animales puedan alimentarse allí.
La tercera y última parada fue en Lagunillas, una gran laguna junto a montañas nevadas y un frío helador. El descanso fue breve ya que atardecía y unos nubarrones negros amenazaban lluvia…o nieve.
Dejamos atrás Juliaca (afortunadamente por los comentarios negativos que habíamos leído) y a las 19,30h, tal y como nos habían indicado, llegamos a Puno. Nuestro guía indica el precio que se debe pagar por un taxi y se ofrece a ayudar a todo aquel que lo necesite. A nosotros nos han venido a buscar. Para nuestra sorpresa es una chica muy joven y simpática. Nos explica que es la sobrina de los dueños de Casa Panq’arani y que el propietario no había podido acercarse a buscarnos por un contratiempo familiar. Subimos con ella a un taxi y en 5 minutos llegamos. Intentamos pagar la carrera pero no nos deja pretextando que todo está incluido en el precio de la habitación. Y qué decir del alojamiento. Se trata de una antigua casa familiar que han acondicionado para alojar a visitantes. Al patio, lleno de flores haciendo honor a su nombre, se asoman las habitaciones. Un gusto exquisito y un ambiente muy acogedor por 130 soles la habitación doble con baño, desayuno y wifi por fin.
[align=center]
Nos recibe la dueña muy amistosa, nos acompaña a nuestra habitación, donde dejamos las mochilas y es de nuevo la sobrina la que se ofrece a acompañarnos al centro ya que le pilla de camino. En 5 minutos nos despedimos de ella en la Plaza de Armas. Ha sido encantadora.
Hacemos unas fotos de la catedral y vemos que el Restaurante Mojsa, tan bien valorado en tripadvisor, se encuentra allí mismo así que entramos de cabeza.
Está lleno y los platos que desfilan antes nosotros tienen muy buena pinta. Pedimos un taboule de quinua, lomo saltado, zumo de piña natural, zumo de naranja natural y un pastel de manzana (60 soles). Tienen un horno de leña en el que preparan pizzas a ritmo de vértigo y varias camisetas de la marca Planeta llama con diseño divertido. Lástima que no hubiera nuestra talla de una con un dibujo de Tintín y el texto “Tintincaca”. Era genial.
Cenamos de lujo y volvimos caminando, sin sentirnos inseguros, hasta el alojamiento. Allí indicamos a la casera nuestra intención de visitar el lago y llegar hasta Taquile, pero sin hacer noche. Nos dijo que ellos podían encargarse de contratar la excursión. Los 90 soles para visitar los Uros y Taquile, comida incluida, guía y embarcación de confianza nos parecieron razonables y nos evitaba tener que madrugar más, coger un taxi hasta el puerto y comenzar la peregrinación de caseta en caseta.
Quedamos en desayunar sobre las 06,30 de la mañana y nos vamos a dormir.[/align]