Nos levantamos a las cinco de la mañana y, aún de noche, tomamos rumbo sur por la Carretera Austral, para cubrir las casi tres horas de viaje hasta Puerto Río Tranquilo.
El ripio comienza a poco de salir de Villa Cerro Castillo y, en algunos tramos, tenía baches y ondulaciones transversales que hacían vibrar todo el coche y ralentizaban mucho el avance.
El mayor estrés, en cualquier caso, viene del riesgo de rotura de lunas cuando te cruzas o te pasa otro vehículo que, por lo general, son camionetas y todoterrenos conduciendo a gran velocidad. Afortunadamente, no nos encontramos con muchos en el camino.
Después de innumerables curvas, rampas y subidas y bajadas de fuerte pendiente, llegamos a la orilla del lago General Carrera o lago Chelenko, para los chilenos. Para los argentinos, su nombre es lago Buenos Aires.
Cuando llegamos a Puerto Río Tranquilo, nos fuimos directos a las instalaciones de la agencia con la que habíamos contratado el tour y nos dijeron que había un grupo que se estaba preparando para salir y nos recomendaron que nos uniéramos a él, pues se estaban levantando las primeras rachas de viento y la previsión era que iba a aumentar según avanzara la mañana.
La navegación que contratamos toma dos horas y media y se visitan todas las formaciones kársticas en dos sectores: Puerto Sánchez y Río Tranquilo.
Después de navegar junto a los restos de barcos encallados de una antigua explotación minera, nos dirigimos hacia la isla de Panichini para ver las cavernas de Puerto Sánchez, que se extienden a lo largo de más de un kilómetro, e internarnos en algunas de ellas.
Aunque climatológicamente el verano es la mejor época para visitar las cuevas, es cuando el nivel del lago está más alto por el deshielo, lo que hace más dificultoso entrar en ellas con las lanchas. Cuando baja el nivel del agua, el techo de las cuevas queda más alto y resultan mucho más vistosas.
En el recorrido, el guía nos fue explicando el proceso de disolución kárstica del mármol que conforma la isla, mientras el capitán del bote, simulando el acento de sus vecinos argentinos, hacía comentarios cómicos o complementaba las explicaciones sobre lo que nos iban contando.
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Después nos dirigimos al sector de Rio Tranquilo, donde están las Capillas de Mármol, que es el más visitado, ya que las navegaciones más cortas, de una hora de duración, sólo van a ellas.
Este sector tiene más vegetación y hay islotes karstificados, que se pueden rodear con la lancha e incluso pasar por su interior de parte a parte. Lo que ya no están permitidas son las bodas que se celebraban hasta hace poco.
La formación más espectacular es la Catedral de Mármol, por dentro de la cual pudimos navegar.
Después de recorrer otros islotes, como el del “gato de mármol”, emprendimos el retorno a Puerto Río Tranquilo, al tiempo que el viento empezaba a arreciar y dimos por terminado el tour.
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Puerto Río Tranquilo es un centro neurálgico para excursiones al Parque Nacional Laguna de San Rafael, por lo que, en esa época del verano austral estaba muy animado. En sus pocas calles cuadriculadas hay una buena cantidad de comercios relacionados con actividades al aire libre, agencias de excursiones y también una buena oferta de restaurantes.
Como el día anterior habíamos comido bien poco, aprovechamos para probar el salmón de la zona en un antiguo autobús reconvertido en pequeño restaurante.
Por la tarde, ya con un viento que arrastraba, emprendimos retorno tranquilamente hacia Villa Cerro Castillo. Hicimos una parada en el mirador de Río Ibáñez, con vistas al Monte Cerro Castillo. Además de contemplar la antigua caldera volcánica, vimos como una racha de viento tumbó a una moto con su motorista y costó bastante trabajo poderlos levantar.
Al día siguiente por la mañana, teníamos previsto hacer un sendero en Cerro Castillo antes de partir hacia Puerto Aysén.
El acceso a los parques nacionales en Chile no es gratuito y, en algunos casos la entrada sólo puede adquirirse online y con suficiente antelación. El Parque Nacional Cerro Castillo estuvo bajo gestión privada hasta finales de 2.023 y, en las fechas previas a nuestro viaje aún aparecía como cerrado al público en la web de CONAF, la gestora de los Parques Nacionales de Chile.
Cuando llegamos a Villa Cerro Castillo, el parque ya estaba de nuevo abierto parcialmente al público, pero optamos por una caminata al Mirador Cerro Peñón, por el antiguo acceso privado al parque, que concertamos con el propietario de la finca por donde discurre por mediación de nuestra anfitriona.
Se trata de un recorrido a orillas de un caudaloso subsidiario del Río Ibáñez, con varias cascadas en su curso, que discurre en su parte inicial por dentro de un bosque y después de una fuerte subida llegamos al Mirador Cerro Peñón, en el cual, un letrero advertía de que se entraba en el Parque Nacional Cerro Castillo y estaba prohibido el acceso. Como el día estaba muy nublado, no disfrutamos de una gran vista desde el mirador.
En el camino de retorno, nos cruzamos con una pareja de italianos cargados con sus mochilas a los que advertimos de la prohibición de pasar, pero nos dijeron no entender y continuaron hacia adelante. Días más tarde ellos mismos nos contarían, en un más que aceptable español, sus peripecias en esa jornada.
Después de la caminata, tomamos la Ruta 7 hacia Coyhaique y desde allí a Puerto Aysén, donde estaba nuestro alojamiento para, al día siguiente, hacer la navegación al Glaciar San Rafael.