Iniciamos nuestra última jornada en la Región de los Lagos y esa misma tarde teníamos el vuelo a Punta Arenas desde Puerto Montt, de tal manera que nos quedaba la mañana para hacer alguna visita en el Parque Alerce Andino y escogimos empezar por ir a ver el Alerce Milenario.
El Parque Nacional Alerce Andino se encuentra al sur de Puerto Montt y tiene tres sectores. En el más alejado de esta ciudad, el Sector Chaicas, es donde se encuentra el Alerce Milenario. Para llegar a allí, tuvimos que ir por varios tramos de ripio y, una vez pasada la localidad costera de Lenca es desde donde se accede al parque.
En el camino de acceso al parque recogimos a una pareja de autoestopistas chilenos que iban también a visitarlo y que estaban haciendo un viaje desde Santiago a dedo. En la conversación que mantuvimos en el trayecto, se mostraron muy sorprendidos cuando les dijimos que en España no está permitido hacer autostop en gran parte de las carreteras, porque en Chile seguía siendo una forma habitual de desplazamiento. En mi época de estudiante también lo era en España. Los tiempos cambian.
El acceso al Sector Chaicas es de pago. Ya llevábamos, al igual que para el resto de los parques que íbamos a visitar, nuestras entradas compradas por internet.
El Sendero Chaicas, de dificultad alta, tiene un recorrido de tres kilómetros y medio hasta el Alerce Milenario. Dado que esperábamos poder ir a otro sector del parque y teníamos muy poco tiempo, iniciamos la caminata a buen ritmo, sin hacer paradas en el camino de ida.
Al principio el sendero discurre por una parte llana, siempre dentro de un bosque denso, hasta que se inicia la subida para llegar a los Saltos del río Lenca, a orillas del cual discurre todo el camino. Desde ese punto, todo el itinerario de ida es en subida más pronunciada.

La ascensión continúa teniendo que cruzar de vez en vez a una y otra margen del río, hasta llegar al Alerce Milenario.

Es un árbol que recuerda a las sequoias gigantes, que vimos el año anterior en California. En realidad, las dos son Cupresáceas, de la familia de las coníferas. Las sequoias son más altas, pero menos longevas.
El Alerce Milenario tiene una altura de unos 40 metros, mientras que la sequoia General Grant Tree que vimos en el Kings Canyon National Park, supera los 80 metros, pero no llega a los 2.000 años.
El Alerce Milenario es un ejemplar solitario, no se ve otro en todo el recorrido. Su edad se estima en unos 3.000 años y, al parecer, existen en Chile ejemplares más longevos, cercanos a los 5.000 años.
El panel informativo de CONAF al pie del árbol da unas curiosas referencias históricas de cuando no era más que un pequeño abeto navideño.

Llegados a este punto, teníamos pensado hacer el retorno al coche, pero decidimos continuar la ascensión, pues nos pareció que no íbamos a tener tiempo de visitar otros sectores del parque.
Nos quedaban casi dos kilómetros y medio de camino en ascensión hasta la Laguna Chaiquenes, que es un lago glaciar donde nace el rio Lenca.

Habíamos invertido más de dos horas y media en la ascensión y decidimos retornar, aunque el sendero aún continuaba algo más hasta la laguna Triángulo, también de origen glaciar.
En total, hicimos unos 11 kilómetros y empleamos cuatro horas y media en el recorrido de ida y vuelta. Llegados al coche, hicimos cálculos y consideramos que ya no teníamos tiempo para ir a otro sector, porque todos los puntos de interés precisaban de una caminata y los desplazamientos en coche eran más lentos de lo estimado.
Tomamos, por tanto, dirección hacia el aeropuerto de Puerto Montt y comimos tranquilamente a mitad de camino. Por la tarde, tomamos el vuelo hacia Punta Arenas donde íbamos a empezar la etapa más larga de nuestro recorrido por la Patagonia.
Mi compañero de asiento en el vuelo, me llevó en animada conversación hasta casi el final del viaje. Entre otras muchas cosas, me dijo que era "micrero" (conductor de microbuses) y, en los diez últimos minutos de vuelo, interrumpió la charla para hacer una larguísima grabación de video del aterrizaje con los vaivenes del avión por las fuertes rachas de viento. No era la última vez que lo vería en este viaje.
Llegamos a Punta Arenas avanzada la tarde. En el camino al hotel, el taxista nos dijo que la ciudad, de unos 150.000 habitantes, está aumentando mucho su población debido a la llegada de gente que está abandonando las grandes ciudades del país debido a la inseguridad. Nos insistió mucho en que íbamos a encontrar una ciudad muy limpia y muy segura y resultó completamente cierto.

Por recomendación del propio taxista, fuimos a cenar a un restaurante cercano al hotel donde tuvimos el primer grato contacto con la magnífica gastronomía de esta región: hay un amplio surtido de marisco, pescado y carne de vacuno y ovino. Nos vino muy bien porque, hasta el momento, nos habíamos ido apañando principalmente con lo que preparábamos en los alojamientos.