Amaneció, por fin, un día radiante, como no habíamos tenido desde la excursión a las Capillas de Mármol, al inicio del viaje y nos dispusimos a recorrer el Parque Nacional Vicente Pérez Rosales, que es el más antiguo del país, fundado en 1.926, y engloba los volcanes Osorno, Puntiagudo y Tronador, separados entre sí por grandes lagos glaciares.
Este parque tiene dos sectores fácilmente accesibles: Los saltos del Petrohué y el sector de Ensenada y un tercero más remoto: el sector Peulla, que descartamos para nuestras visitas por falta de tiempo, ya que no hay carretera para llegar a él.
Al parque se accede por la localidad de Ensenada, por la que ya pasamos el día anterior. Empezamos el recorrido por los Saltos de Petrohué.
Algunas partes del parque son de acceso libre, como la subida al volcán Osorno, pero otras son de pago y ese es el caso del sector Saltos de Petrohué, lo que no es impedimento para que sea un lugar muy visitado. Nosotros llevábamos nuestras entradas compradas con antelación por internet.
Los Saltos de Petrohué son unas cascadas provocadas por el flujo del agua proveniente del cercano lago de Todos los Santos al atravesar antiguas coladas de lava del volcán Osorno. Sobre ellas se han habilitado pasarelas y miradores desde donde observar los saltos con diferentes perspectivas.


En una de las muy concurridas pasarelas coincidimos con la pareja de italianos del sendero del parque Cerro Castillo de días atrás. Nos contaron que lamentaban no haber atendido a nuestra advertencia (que sí habían entendido) y la de los letreros del parque pues, después de toda la subida y horas de caminata, fueron a topar con un guarda del parque que los mandó por donde habían venido.
Además de las pasarelas, hay unos cortos senderos que llevan a una pequeña laguna y a otros rápidos río abajo. Al color negro de la lava basáltica se contrapone el azul oscuro del agua en las zonas profundas y muy claro en estos saltos y rápidos.

Desde los saltos hay también muy buenas vistas del volcán Osorno, que este día lucía en todo su esplendor.

Fuera ya de la zona de pago y continuando río arriba hay una sucesión de rápidos y saltos hasta llegar al lago Todos Los Santos, que es donde nace el río Petrohué.
Este trayecto se hace siguiendo la carretera 225, que discurre paralela al río y que tiene una serie de miradores señalizados en los puntos más pintorescos. A lo largo de la carretera hay también muchos puntos para la acampada y estacionamiento de caravanas.

El final de la carretera 225 conduce a la pequeña localidad de Petrohué, lugar también muy concurrido en esta época del año, vacaciones de verano en el hemisferio sur.
Tiene un puerto de donde salen cruceros para navegar por el lago y la parte remansada del río hasta llegar a los rápidos y donde se puede comer asado durante la travesía.
Nosotros nos comimos un bocadillo en un merendero a orillas del lago. No digo sentados en él porque nuestros no consentidos compañeros de viaje, los coliguachos, a los que ya presenté en la etapa anterior, no nos dejaban estar parados.
El lago de Todos los Santos, también de origen glaciar, tiene vistas a los volcanes Puntiagudo y Tronador y es la única vía, mediante navegación, de llegar a la parte más remota del parque, el sector de Peulla.

El resto de la jornada lo íbamos a dedicar al sector de Ensenada, con la subida al Osorno, que cuento en la siguiente etapa.