![]() ![]() Islandia 2015: Cataratas, volcanes, cráteres y glaciares en campervan ✏️ Blogs de Islandia
Vuelta a Islandia en sentido antihorario en dos semanas en agosto-septiembre 2015.Autor: Lou83 Fecha creación: ⭐ Puntos: 4.9 (37 Votos) Índice del Diario: Islandia 2015: Cataratas, volcanes, cráteres y glaciares en campervan
01: Introducción
02: Día 0: De Mallorca a Keflavik pasando por Barcelona
03: Día 1: Reykjavik y Círculo Dorado
04: Día 2: El día de las cataratas
05: Día 3: Skógafoss, trail junto al río Skógar y Kvernufoss
06: Día 4: Playas negras, Vík y Fjadrárgljúfur
07: Día 5: Skaftafell, Jokursálón y Fjallsárlón con sorpresa incluida
08: Día 6: De Fjallsárlón a Hengifoss pasando por Vesturhorn
09: Día 7: De Seydisfjördur a Mývatn pasando por Dettifoss y más auroras
10: Día 8: Viti, Dettifoss por el este y los Mývatn Nature Baths
11: Día 9: Visita a la zona de Myvatn
12: Día 10: Hverfjall, Godafoss, Fabrikkan y Kolugljufur
13: Día 11: Hvítserkur, Grábrók, Glanni y llegada a Snaefellness
14: Día 12: Recorriendo la península de Snaefellsness
15: Día 13: Kirkjufell, Hraunfossar y la cegadora aurora de Akranes
16: Día 14: Regreso a Reykjavik y despedida
17: Presupuesto
18: Coordenadas para el GPS
19: Vídeos útiles
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Etapas 4 a 6, total 19
31 de agosto de 2015
![]() Mapa de la etapa 2 Son alrededor de las seis de la mañana cuando arrancamos nuestro primer día despertando en el interior de una furgoneta. La noche ha ido razonablemente bien. No hemos sufrido el ruido de ningún vecino -de hecho, hemos estado prácticamente solos en el aparcamiento-, la calefacción no ha matado la batería auxiliar y ha mantenido caliente el interior del vehículo y solo el ruido de la nevera activándose de vez en cuando podía llegar a desvelarnos. La cama construida a partir de asientos ha resultado ser menos incómoda de lo que temíamos. Me asomo por la ventana todavía casi sin luz pero ya intuyo el problema de las mañanas islandesas: la niebla. A unos escasos 100 metros tenemos nuestra próxima catarata, pero hasta que no salga el sol y disipe una bruma que no deja ver el horizonte parece inútil acercarse a ella. No opina así el propietario de la auto caravana que tenemos a pocos metros, que tras unos minutos aparece de entre la niebla trípode en mano. Me pregunto qué resultados habrá conseguido. ![]() Nuestros primeros vecinos... ![]() La noche ha sido menos dura de lo esperado Nos tomamos todo el tiempo del mundo para desperezarnos, dejar en orden el interior de la furgoneta y desayunar. Utilizamos por primera vez y sin problemas la cocina portátil para calentar la leche de nuestro café, que acompañamos con galletas y un poco de ese yogur Skyr sospechosamente parecido a los Petit Suisse que descubrimos ayer por la mañana y acabamos comprando en el supermercado. Cuando me dispongo a utilizar el pequeño fregadero por primera vez, me doy cuenta de que no tenemos estropajo. Quitar los restos de la cubertería con un cepillo de cerdas duras no es fácil, así que será conveniente recordar comprar uno cuando tengamos la ocasión. Se acercan las ocho de la mañana y seguimos rodeados por la niebla cuando termino de redactar la etapa de ayer y ya estamos listos para ponernos en marcha. ![]() El café con la leche caliente, por favor Nos equipamos a prueba de cortinas de agua -a saber, botas, chaqueta y cubrepantalón impermeable- y enfilamos los pocos metros que nos separan de Gullfoss. Según nos acercamos descubrimos que había un segundo aparcamiento inferior con vistas directas hacia la catarata, ha sido un fallo no haber pasado la noche en él. Tras unos pasos sobre una pasarela de madera y un cartel narrando las bondades del lugar, la cascada aparece ante nosotros. No nos acompaña el mejor de los días para disfrutarla -lo habitual es encontrar fotos de ella atravesada por un arco iris- pero la inmensidad y el caudal en caída constante son suficientes para justificar su visita. Grandes cortinas de spray se elevan junto al sendero que permite acercarse a ella por la izquierda. ![]() Buenos días, Gullfoss ![]() No hemos venido en el mejor momento del día Transitamos por él y, aunque es irremediable mojarse, no llega al extremo esperado ya que el viento no sopla en la dirección necesaria para lanzarnos agua encima. Alcanzamos el punto en el que el agua del río empieza a coger velocidad hasta caer por múltiples laderas generando un ruido ensordecedor. No es el Brink of the Lower Falls de Yellowstone -aunque se le acerca- y probablemente no tenga comparación con alguna de las cascadas que están por venir, pero a estas alturas del viaje nos resulta impresionante. ![]() El húmedo paseo desde el aparcamiento ![]() Disfrutando Gullfoss... desde Gullfoss ![]() Alguien empieza a asomar el pico Abandonamos un aparcamiento al que ya empiezan a llegar los primeros turistas de la semana -además de nosotros, claro- y en el que, al igual que en los Parques Nacionales de Estados Unidos, vemos a cuervos por aquí y por allá que parece que estén dedicándose al dudoso oficio de los gorrillas. Mientras deshacemos varios kilómetros del camino de ayer, descubrimos con horror que el lector de discos de la furgoneta ha conocido tiempos mejores, dando error al reproducir cualquiera de las recopilaciones que traemos de casa. Eso, sumado a que por ahora la radio solo es capaz de encontrar dos emisoras y ninguna parece muy devota de nuestros gustos musicales, anticipan unas jornadas de carretera un tanto duras. El mal sabor de boca dura poco cuando a nuestro paso por Geysir el señor Strokkur parece querer despedirse de nosotros lanzando agua hacia el cielo a nuestro paso con una sincronización perfecta. ![]() Despidiéndonos de Geysir Tras algo menos de 20 kilómetros por carretera en buen estado llegamos a Faxafoss, una catarata que no figura en las listas de visitas principales pero vale la pena no pasar por alto. A nuestros pies y junto a una especie de canal artificial construido a su izquierda, se extiende a lo ancho ante un pescador que no sabemos muy bien cómo ha conseguido instalarse en el pequeño peñón frente a ella. Las vistas desde su posición deben ser inmejorables. Nos pisa los talones un autobús de turistas de los de "bajarse, disparar 200 fotos y volverse a subir" por lo que decidimos avanzar un poco más con el coche hasta alcanzar un mirador menos poblado. ![]() El primer contacto con Faxafoss ![]() Y el mejor contacto con Faxafoss Nuestro próximo destino se encuentra a 60 kilómetros y supuestamente empezará a suponer circular por carreteras menos óptimas. Al poco de arrancar encontramos una gasolinera N1 con una pequeña tienda que aprovechamos para al fin comprar agua mineral y ya de paso un par de manzanas. Cuatro botellas de litro y medio y la fruta nos cuestan 830 coronas. ![]() Una parada improvisada para disfrutar de un lago Proseguimos la marcha, rodeados ahora por infinitos prados de un intenso color verde bañado por un sol que ahora ya empieza a ser molesto para conducir. La carretera por ahora no ha empeorado ni un ápice, no hay arcén pero el asfalto está como nuevo. Solo los últimos 600 metros tras desviarnos para alcanzar nuestro próximo destino son de grava y nos obligan a una marcha cautelosa a no más de 25 km/h. Se presenta ante nosotros Hjálparfoss, que pese a no ser especialmente grande alude a su original forma para llamar la atención. Dos saltos de agua procedentes de un mismo río bifurcado metros antes y que vuelven a confluir en la base de la catarata. El lugar es totalmente accesible e incluso puedes sumergirte y llegar a su base si las aguas heladas no te suponen un problema. Desde el aparcamiento se puede descender a los miradores principales tanto a través de rampas de grava como por unas escaleras de madera. El aparcamiento tiene aspecto de ser un sitio estupendo para pasar la noche si fuese necesario. ![]() La original Hjálparfoss ![]() Las aguas de Hjálparfoss ![]() El corto paseo desde el aparcamiento Y ahora sí, arrancamos el motor y nos dirigimos a la hora de la verdad, a una de las entradas marcadas como prioritarias en la agenda. Desde que encontramos imágenes suyas por primera vez y supimos que no es necesario circular por una carretera F -las reservadas para vehículos todoterreno- para alcanzarla, Háifoss era claramente uno de nuestros objetivos del viaje. Sin embargo, que no sea obligatorio el uso de 4x4 para llegar a ella no implica que el camino fuera a ser fácil: opiniones de viajeros por aquí y por allá insistían en que no todo vehículo es capaz de avanzar por su acceso, especialmente en los últimos kilómetros en ascenso por una vía sin asfaltar. Los 13 primeros kilómetros no presentan sorpresas, ya que siguen siendo sobre el asfalto de una carretera 32 en perfectas condiciones. Entonces llega el desvío señalado por el GPS, y pronto vemos que nuestro navegador no está por la labor de hacer llevarnos a donde queremos. Nada más girar, nos topamos con una señal de "Paso permitido solo al personal autorizado" que nos obliga a dar media vuelta y deshacer 2,5 kilómetros para intentarlo por el desvío anterior, señalizado como el acceso al camping de Holaskogur. A partir de aquí empieza la acción de verdad: la carretera 332 arranca con siete kilómetros de un terreno plagado de rocas de todos los tamaños que no podemos atravesar a más de 30 km/h, y uno o dos tramos especialmente preocupantes -coincidiendo normalmente con pendientes de ascenso- que nos obligan a rebajar la velocidad hasta los 10 km/h. Pero sin embargo, llegamos, y aunque en el aparcamiento predominan los todoterreno, algún valiente más con una camper ha llegado antes que nosotros. Con un enorme sentimiento de satisfacción por haber disipado la duda de si podríamos disfrutar de Háifoss nos ponemos en marcha y bastan apenas unos metros para entenderlo todo. Qué pasada. Qué magnífico. Qué enorme. Qué único. Nos encontramos con el balcón perfecto: a mano derecha Granni, una ya de por sí espectacular cascada cuya agua cae y cae durante varios segundos. Frente a ella, un bloque de nieve compacta que se niega a desprenderse por la ladera. Y en el otro lado, la joya de la corona: Háifoss y sus 122 metros de altura nos dan su bienvenida con el sonido de litros y litros de agua esparciéndose por todas partes tras recorrer la supuesta tercera catarata de mayor altura en toda Islandia. Aunque estas clasificaciones cambian según dónde las leas, así que no son datos muy fiables. ![]() Tiene que estar por aquí... ![]() Y aquí está Háifoss y su hermana Granni El sitio es como para saborearlo el tiempo que sea necesario, y así lo hacemos. Vamos recorriendo ese balcón, descubriendo a cada dos pasos qué hace especial cada mirador respecto al anterior. Hacemos fotos, vídeos, más fotos, la contemplamos, más vídeos. Vemos a pequeñas figuras aproximándose al espectáculo por la parte inferior izquierda, pero no acertamos a averiguar por dónde pueden haber accedido. ![]() Una panorámica de ensueño No hay un momento correcto en el que decirle adiós a Háifoss, pero decidimos que sea al cabo de aproximadamente una hora. Aunque todavía no la abandonamos del todo, ya que aprovechando una mesa con bancos de madera cercana al aparcamiento hoy comeremos al aire libre. Sacamos el hornillo portátil de la furgoneta y nos preparamos unos filetes empanados acompañados por una ensalada de patata con pepinillo que, como todo lo que lleva pepinillo, sabe a Big Mac de McDonalds. Mientras comemos, el aire frío se acusa algo más por el hecho de estar parados. Suena de fondo el agua chocando contra el suelo y nos contemplan cumbres nevadas desde el otro lado. Ahora sí, nos ponemos en marcha para abandonar este paraje de ensueño y deshacer los siete complicados kilómetros de carretera que cuesta abajo resultan menos pesados. Probamos por primera vez el inverter destinado a poder enchufar aparatos de 220V en la toma de corriente del vehículo, pero solo parece funcionar correctamente si utilizamos uno de los puertos a la vez. Regresamos a la carretera 32, cuyos primeros kilómetros en la nueva dirección nos brindan límites de velocidad de 90 km/h. Pero todavía a 15 kilómetros de la nueva meta, empieza un páramo desolado y atravesado por una carretera muy bacheada con vistas sobrecogedoras a lado y lado. Durante los siguientes 11 kilómetros lucho circulando a no más de 35 kilómetros por hora contra un volante que traquetea tanto o más que el resto del coche, con la cubertería de los cajones sonando a todo volumen. El desvío para los últimos cuatro kilómetros no es mejor, circulando por una vía estrecha en la que afortunadamente no nos cruzamos con nadie circulando en dirección contraria. Tras confirmar que íbamos en la dirección correcta gracias a algunas señales previas, casi pasamos de largo el mirador en el que detenernos debido a la falta de carteles pero el sentido común hace que paremos donde corresponde. ![]() El largo y duro camino a Thjofafoss Estamos aquí para ver la cascada de Thjofafoss. Bajamos de la furgoneta y, rodeados de un desolador entorno que parece sacado de una fotografía enviada desde Marte, tememos que los dolorosos kilómetros bacheados no hayan merecido la pena. Pero ese sentimiento se desvanece rápidamente en cuanto nos asomamos al río desde las alturas y encontramos el salto de agua de tonos verdes acompañado por un voluminoso monte a su izquierda. Disfrutamos de esta postal en compañía de unos increíbles 14 grados de temperatura. ![]() Aquí el coche... ![]() ... y aquí Thjofafoss a su lado Deshacemos los cuatro kilómetros del desvío y, cuando giramos hacia el sur y estamos ya mentalizados para una nueva y larga tortura en forma de carretera no asfaltada, la vía se transforma y se convierte prácticamente en una imitación de la anhelada Ring Road. Es todo un alivio pensando que todavía nos quedaban 44 kilómetros para conectar con la carretera 1, creyendo que hasta entonces íbamos a tener que seguir acompañados por ese traqueteo infernal. Sin la emoción de los baches y circulando a 90 km/h, la travesía se torna algo monótona y solo la ameniza el avistamiento de ovejas y caballos enanos por aquí y por allá. Atravesamos en un abrir y cerrar de ojos el pueblo de Hella, lugar donde si se cumple la agenda pasaremos las dos últimas noches de nuestro viaje. Pero ahora lo que corresponde es pasarlo de largo y llegar a las 17:00 a una gasolinera N1 especialmente nutrida de servicios, entre ellos un supermercado en el que nuestro plan es localizar algunos productos básicos que se nos resisten. Sin embargo, justo enfrente de la gasolinera vemos un supermercado de la marca Kjarval y decidimos probar suerte. Encontramos todo lo que buscábamos, como por ejemplo alguna alternativa más para el desayuno y un paquete de estropajos. Nos llama la atención la bajísima edad media de todos los cajeros, y a uno de ellos le abonamos las 1.400 coronas que nos cuesta la bolsa con apenas 4 o 5 artículos. Retomamos la marcha en busca del que debería ser ya nuestro penúltimo aparcamiento del día. El ya bautizado como "Día de las cataratas" lleva hasta el momento cinco saltos de agua visitados pero todavía quedan algunos platos fuertes por llegar. El primero de ellos puede verse ya varios minutos antes desde la carretera, y cuando finalmente lo alcanzamos descubrimos en su aparcamiento más coches y turistas que en ninguno de los visitados hasta ahora. Es el turno de Seljalandsfoss, y no le cuesta nada pasar a engordar la lista de momentos de mandíbula desencajada. Ya desde el aparcamiento la cosa promete, con gente yendo y viniendo por el césped, tres ovejas pastando en el terreno elevado por encima de la catarata y, por supuesto, personas pasando por detrás de la caída del agua. Hacemos un par de ajustes a nuestro vestuario para estar lo más preparados posible ante la garantizada cortina de agua que nos va a recibir y, a medio camino hasta ella, nos damos cuenta de que hemos olvidado lo único verdaderamente preparado para soportarlo todo: la GoPro. Regreso corriendo hasta el coche para ir a buscarla y voy al rescate de L que se ha quedado ya en las entrañas de la catarata. ![]() Seljalandsfoss nos da la bienvenida Completamos el recorrido por el interior, y tal y como esperábamos salimos de él con medio glaciar derretido sobre nuestra ropa y cabello. En algunos tramos y cuando el viento golpea contra el interior, no hay mucha diferencia respecto a meterse en la ducha de casa y accionar el grifo. Me encomiendo al Dios Deliplus y hago peripecias con un gorro de baño de Mercadona para evitar que la cámara de fotos quede calada hasta los huesos, pero viendo el resultado final no parece que haya sido un Dios muy eficiente. La estrategia a seguir durante la locura que es cruzar Seljalandsfoss por dentro es destapar el objetivo, disparar rápidamente, comprobar que la lente ha quedado encharcada, achicar agua como buenamente puedo y volver a taparlo. ![]() A rodearla toca ![]() ¡Qué empiece el baño! ![]() Rodeo completado Nos alejamos de Seljalandsfoss lo justo para poder contemplarla de forma más tranquila y seca. Una vez satisfechos, todavía no regresamos al aparcamiento. Y es que toda esta ladera guarda muchos secretos en forma de cascadas más o menos grandes procedentes del glaciar descongelado, pero una en concreto nos ha llamado tanto la atención durante la planificación del viaje que nos vemos obligados a intentar vivirla de primera mano. ![]() Seljalandsfoss desde una posición más conservadora ![]() Alejándonos rumbo a la próxima catarata Gljufrafoss no se puede ver directamente desde Seljalandsfoss, pero está muy cerca. Tras apenas 500 metros, nos adentramos en un lodazal que resulta no ser el desvío adecuado, pero al segundo intento acertamos. Basta con encontrar un cartel que, debo suponer, nos está diciendo en islandés "es por aquí, despistado". A través del estrecho cañón que forma una grieta en la pared podemos ya atisbar otra generosa caída de agua que resulta especial por su ubicación clandestina entre las rocas. Para poder acceder a ella hay que vadear un pequeño río que, si bien podemos superar saltando entre piedras que emergen a la superficie, probablemente te condenará a mojarte las botas en cuanto haga peor tiempo. Aunque vista la recompensa, valdría la pena hasta zambullirse en bañador. La mezcla de luz y sonido de la caída del agua en el interior de la cueva es algo que no puede ofrecer ninguna de las otras cataratas visitadas. ![]() Por aquí, despistado ![]() Gljufrafoss, parcialmente visible desde fuera ![]() Y totalmente visible desde dentro Aunque no sea este el que elijamos para esta noche, aprovechamos que exactamente frente a Gljufrafoss se encuentra un camping para tener una primera impresión de cómo son este tipo de instalaciones. Tras rodearlo y tragarme un insolente bicho que decidió pasear frente a mi boca en el exacto instante en el que yo bostezaba, regresamos al aparcamiento de Seljalandsfoss donde una señal recuerda que está prohibido acampar aquí. Antes de marcharnos, aprovechamos el cercano río para limpiar el barro de los bajos de nuestros cubre pantalones. ![]() Un camping literalmente a los pies de Gljufrafoss ![]() Casas idílicas entre Seljalandsfoss y Gljufrafoss Nos faltan algo menos de 30 kilómetros para nuestro destino final, y el viaje se ve interrumpido por una rápida parada en el centro de visitantes del volcán Eyjafjallajökull, ese amigo de nombre impronunciable que en 2010 puso en jaque todo el tráfico aéreo europeo. El centro está cerrado, pero desde aquí podemos echar un vistazo a su protagonista. A esta distancia parece inofensivo, acariciado en sus cotas más altas por unas nubes que, como la mayoría de las que hemos visto hasta ahora, sobrevuelan el cielo a bastante baja altura. ![]() El amigo Eyjafjallajökull Arrancamos el motor por última vez y, justo tras la señal que indica el último kilómetro para alcanzar Skógafoss, giramos la cabeza a la izquierda y allí aparece. Volvemos a experimentar esa extraña sensación de ver al fin en su contexto una imagen que hemos visitado digitalmente cientos de veces. Accedemos al camping junto a la cascada y, tras aparcar lejos de las instalaciones pero cerca del salto, visitamos la recepción para pagar las 2.200 coronas -sin incluir las duchas- que cuesta pernoctar aquí. Hacemos un primer acercamiento a la cascada, aunque tendremos tiempo de sobra para retratarla y la luz de hoy ya no es suficiente para disfrutarla en su máximo esplendor. Por ahora nos parece evidentemente espectacular, y dada su cercanía a la capital y lo sencillo que es alcanzarla es fácil averiguar por qué se ha convertido en uno de los símbolos turísticos de país. Volvemos a nuestro hogar móvil y pasamos a hacer la cena en su interior, no como nuestros vecinos de acampada que llevan un buen rato organizando su barbacoa particular en el exterior pese a que la temperatura está empezando a bajar seriamente. Hoy toca repetir el pamboli mallorquín de sobrasada y queso, esta vez acompañado de una sopa de pollo precocinada. Se agradece el plato caliente de sopa en la mano rodeado de cristales empañados por la diferencia de temperatura con el exterior. Pasan las 22:00 horas cuando preparamos nuestro dormitorio tras lo que ha sido un día tremendamente completo si echamos la vista atrás. Un total de ocho cascadas visitadas, y todas y cada una de ellas nos ha ofrecido algo que la hacía merecedora de la visita. Tenemos el cuerpo molido, en mi caso especialmente debido al esfuerzo de sostener el volante durante los tramos de carretera más complicados. Pero nos vamos a la cama con una sonrisa en la cara, ya que cualquier otra cosa no sería justa con lo que nos está ofreciendo esta aventura. Etapas 4 a 6, total 19
1 de septiembre de 2015
![]() Mapa de la etapa 3 Empieza nuestro tercer día en Islandia a las seis de la mañana, cuando sin necesidad de despertador abrimos los ojos mirando al techo de nuestro hogar móvil. La adaptación a vivir en una furgoneta ha sido mucho menos traumática de lo que esperábamos, en parte gracias al buen funcionamiento de la calefacción y a la sorprendente comodidad de los asientos abatibles, pero sobre todo gracias a la mejora en espacio que supuso que Happy Campers nos entregara una Renault Trafic en lugar de la esperada Ford Transit Connect. Apartamos las cortinas de la ventana para comprobar que Skógafoss sigue en su sitio. El sonido del agua cayendo nos ha acompañado sin llegar a ser una molestia durante toda la noche, y a estas tempranas horas apenas vemos un par de vecinos deambulando por el césped entre las numerosas tiendas de campaña instaladas. ![]() Esto sí que son vistas para una casa ![]() Buenos días, Skógafoss ![]() Amanece en el vecindario Si has seguido este diario desde el principio, quizás te hayas percatado de que no hemos vuelto a mencionar una ducha desde la mañana en la que salimos de Keflavík. Eso es porque a estas alturas llevamos ya 48 horas sin ducharnos y es que cuando vives en una furgoneta, la higiene personal es una de las primeras cosas que pueden verse… mermadas. Tuvimos la opción de utilizar las duchas previo pago de 400 coronas junto al aparcamiento de Gullfoss, pero ese día lo terminamos demasiado cansados y nos convencimos de que no era tan grave pasar un día más a lo salvaje. Sin embargo dos días ya son demasiado, y por eso ahora que despertamos por primera vez en un camping vamos a ponerle remedio. En el mismo pequeño edificio en cuyo lateral encontramos la ventanilla de “recepción” para pagar la estancia en el camping, un par de puertas a mano izquierda dan acceso a sendos baños con un lavabo y un plato de ducha. Para dar comienzo a los cinco minutos de agua, hay que introducir tres monedas de 100 coronas -algo más de 2 euros en total- en la ranura de una máquina. En el preciso instante en el que introduces la tercera moneda, el agua empieza a salir del teléfono de la ducha. No hay controles manuales para regular el agua, que por defecto sale ya a una temperatura agradable. Que esté calentada mediante energía geotérmica en Islandia solo puede significar una cosa: que desprende ese aroma a huevos cocidos -otros dicen que podridos- típicos de las zonas con alta actividad de este tipo. Y aquí viene la parte más traumática de la experiencia: las instalaciones no incluyen sistema de calefacción por lo que cuando los cinco minutos terminan, más vale ser diligente al secarse y cambiarse porque el confort termina de forma abrupta. A estas horas la temperatura ambiente ronda los 8 grados, por lo que equiparse pronto de varias capas de ropa es una cuestión de supervivencia. Regresamos a la furgoneta como nuevos tras la reparadora ducha. Contradiciendo los pronósticos que anunciaban un día totalmente nublado, el cielo ha amanecido azul y el sol empieza a iluminar la postal de ensueño que es Skógafoss. No puedo resistir la tentación de acercarme por primera vez a la cascada cámara en mano. Tengo la escena entera para mí solo... durante unos segundos, los justos y necesarios para que una mujer asiática –de dónde si no- decida hacer fotografías siempre unos metros por delante de mi posición por mucho que yo intente desplazarme. ![]() Skógafoss... y la china ![]() Skógafoss, yo... y los chinos ![]() Sólo Skógafoss ![]() Skógafoss y nosotros De vuelta al vehículo, L ya ha terminado de desayunar y tiene cara de contrariada. Si ya es sorprendente poder perder algo en un piso de dimensiones estándar, hacerlo en una vivienda móvil de apenas cuatro metros cuadrados es para medalla. El rollo de papel de aluminio que compramos ayer en un supermercado no aparece por ninguna parte. No es que sea una tragedia, pero cuando todo lo demás marcha como la seda cualquier detalle parece el fin del mundo. Tras rebuscar en todos los rincones donde puede haber quedado escondido desistimos, y hemos alcanzado ya las ocho de la mañana cuando nos ponemos en marcha. Paramos primero -ahora en pareja- algo más cerca de la cascada para hacernos un puñado de fotos más ahora que no hay nadie que nos moleste ni a quien podamos molestar nosotros. Son las 8:30 cuando enfilamos el camino de la derecha según miramos hacia la cascada y subimos el primer escalón. Skógafoss es una de las estrellas turísticas de Islandia, eso está de más decirlo. Lo que ya no es tan turístico, aunque en los círculos adecuados goce de tanta o más popularidad que la propia catarata, es el sendero que aquí termina -o empieza, según se mire- y que forma parte de una excursión que distribuida en seis etapas comunica la villa de Skógar con la región de Landmannalaugar pasando muy de cerca junto a los glaciares de Eyjafjallajökull y Mýrdalsjökull. Para muchos está considerada una de las mejores rutas de senderismo que se pueden hacer en todo el mundo. Hacerla de principio a fin conlleva cargar con todo lo necesario -comida, sacos de dormir, etc.- a la espalda y pasar la noche en los distintos refugios instalados a lo largo de la ruta, ya sea montando tu propia tienda de campaña o bajo techo en su interior. ![]() Un pequeño paso para L, un gran paso para el viaje ![]() En peores nos hemos visto... ![]() El fantástico mirador no oficial Superamos el botador que da inicio a la etapa de verdad y a los pocos metros nos encontramos ya con una catarata que quita el hipo. Muy cerca de ella, junto a la orilla del río, vemos una tienda de campaña de la que sale un único hombre que debe haber pasado una noche espectacular. Nos damos cuenta ahora de que hemos intercambiado pantalones, despiste que puede ocurrir cuando ambos nos hemos puesto exactamente el mismo modelo y talla. Como por ahora el tráfico es muy escaso, aprovechamos unos minutos sin compañía a la vista para cambiarnos aquí mismo. Aprovecho para decir adiós al polar, una de las tres capas de ropa de manga larga que llevo encima. El sol está creando una temperatura que para nada hace necesario tanta protección contra el frío por ahora. La tierra en la que colocamos las mochilas durante el cambio de vestuario ensucia bastante. ![]() ¡Empecemos! ![]() Y esto, nada más comenzar Seguimos avanzando junto al litoral este del río Skógar y no hacen más que sucederse espectaculares saltos de agua. La densidad de escenas de postal por kilómetro recorrido es abrumadora, droga dura para los fotógrafos de gatillo fácil como yo. Tras alrededor de 40 minutos nos tomamos un par de onzas de chocolate como haría Popeye con sus espinacas para afrontar un tramo con fuerte pendiente ascendente que se presenta ante nosotros. ![]() Skógar y más Skógar... ![]() Se aleja la villa pero el río sigue con nosotros ![]() L contra Skógar, capítulo 1 ![]() L contra Skógar, capítulo 2 ![]() Spray de cascadas por todas partes ![]() Y siguen los saltos... A las 10:20 y tras algo más de 2 kilómetros recorridos sale a nuestro encuentro una nueva catarata que supera a todas las anteriores exceptuando la propia Skógafoss. Enorme y entre montañas, el ruido de esta resulta ensordecedor. Justo a partir de este punto el ascenso se complica un poco obligándonos a apoyar las manos aquí y allá, aunque al llegar a un plano y volver la vista atrás creemos ver un camino alternativo más accesible. ![]() El tamaño de ésta llama especialmente la atención ![]() Una buena excusa para unas cuantas fotos más... Y ésta no era la última cascada que encontrar por ahora. Apenas unos pasos más adelante, aparece otra monstruosidad con múltiples caídas de agua a lo ancho del río y frente a la cual encontramos el balcón perfecto en el que merendar un sándwich. Mientras lo hacemos, el cielo se nubla en cuestión de minutos privándonos ahora de ese sol que nos venía acompañando desde el inicio. ![]() Un buen sitio para merendar ![]() Seguimos avanzando Por lo que la no muy buena conexión móvil nos permite consultar en Google Maps, creemos la meta fijada en el puente sobre el río Skógar se encuentra todavía a cuatro kilómetros de distancia. Por ahora no es una cifra que nos asuste ya que el terreno que está por venir parece muy llano. Sin embargo, no tarda en volver a aparecer una fuerte pendiente aunque en este caso es sobre tierra compacta en lugar de rocas. Nos cruzamos con un turista que estima que podemos alcanzar el puente tras entre hora y hora y media. Mientras tanto y tras tomarse un descanso, el río vuelve a ofrecer varias cascadas a las que asomarse cada cierta distancia. ![]() ¿¡Dices que queda CUÁNTO para el refugio!? ![]() Verde y más verde ![]() Otra excusa para coger aire ![]() El río se esconde en un estrecho cañón ![]() Y vuelve a aparecer en forma de colosal caída Veo como las fuerzas de L empieza a flaquear y no poder siquiera intuir el maldito puente en la distancia hace que bajen los ánimos. Tras nuevos tramos de fuertes subidas y bajadas que las piernas empiezan a acusar, intuyo a ojo consultando el mapa -desde hace varios minutos la cobertura ha desaparecido- que todavía nos quedan por delante más de dos kilómetros. Viendo como las mejillas de L empiezan a ponerse coloradas y mis propias piernas empiezan a quejarse cuando nos detenemos, es el momento de tomar una decisión. Por una parte, queda ya claro que no estamos en la mejor de las formas físicas posibles. Desde hace unos meses procuramos hacer un mínimo de ejercicio gracias a una bicicleta estática en casa con la cual hemos perdido ya unos buenos kilos, pero el senderismo prolongado tiene otras exigencias que todavía nos consumen. Por otro lado, el puente de marras fue un objetivo marcado por nosotros mismos con tal de tener una meta, pero no es el fin último de la excursión. No es como si el hecho de no llegar hasta él determinase que todo lo andado hasta ahora hubiera sido en vano. Por último, no hay que perder de vista que esos más de dos kilómetros restantes no son los últimos, si no que habrá que deshacerlos junto a todo lo recorrido hasta ahora. Tras poner sobre la mesa todos estos puntos, decidimos que el valle elevado con vistas al río Skógar en el que nos encontramos es el final de nuestra ruta. ![]() Se acerca nuestro fin ![]() Algunos testigos de nuestra excursión ![]() El glaciar Eyjafjallajökull, al oeste de Skógar ![]() Nuestro fin de la aventura Tras unos últimos minutos sentados frente a lo que ha sido nuestro límite, emprendemos el camino de vuelta a las 12:30. Con una mejor idea de lo que nos queda por delante, las piernas parecen recobrar fuerzas y no tardamos demasiado en alcanzar un cartel que indica la distancia restante hasta Skógafoss: dos kilómetros y medio, lo cual sumado a lo que llevamos recorrido de regreso -tras dar media vuelta hemos activado una aplicación de seguimiento que habíamos olvidado en la ida- haría un total de aproximadamente seis kilómetros. Reconozco que es algo desmoralizador: nuestra ruta total quedará en unos modestos 12 km, muy lejos de las grandes etapas de más de 20 km que describe la guía Rother de rutas de senderismo. ![]() Viejas conocidas, ahora de regreso ![]() Volvemos a contemplar la mayoría de cascadas Nuestro alterado plan provoca que alcancemos una hora propicia para comer exactamente en el mismo punto donde hicimos un alto para merendar, así que volvemos a recurrir a los sándwiches frente a esa amplia cascada que podemos contemplar a la perfección desde nuestra posición. Y tal y como ocurrió durante la merienda, vuelve a nublarse tras haber disfrutado durante largo rato de un sol radiante. Esta vez las nubes vienen acompañadas de una bajada de temperatura que enfría el aire. Aproximadamente una hora más de camino de vuelta nos lleva de nuevo hasta Skógafoss. A estas horas, el mirador de la parte superior está mucho más poblado de turistas que esta mañana. Algunos ya pasan apuros para superar el botador que separa la cascada de la excursión, encontrando consuelo en que tampoco somos los peores visitantes de la historia. Son las 15:00 cuando ponemos nuestros pies de vuelta en la furgoneta y lo primero que hacemos es descalzarnos para que nuestros agradecidos pies respiren. ![]() De vuelta en Skógafoss Me acerco al edificio del camping, cuyo mostrador solo abre de 19:00 a 21:00 para recibir las reservas del día. Compruebo por el camino que ciertas parcelas del camping tienen tomas de electricidad protegidas con llave. Llevo en brazos con el depósito de agua de la furgoneta para rellenarlo en uno de los dos fregaderos frente a las duchas, pero más tarde descubriré que en el acceso al recinto hay una manguera disponible para hacer esto sin requerir tanto esfuerzo ni causar el estropicio que provoco al sacar el bidón del grifo. Tras sopesar los pros y contras entre pasar aquí una noche más o retroceder 30 km hasta el camping junto a Gljufrafoss, nos decantamos por lo primero. Empieza a chispear un poco mientras nos relajamos en la furgoneta. Por momentos parece que vaya a llover con más fuerza, pero a los pocos minutos vuelve a amainar. Pasamos más de una hora en el interior, L actualizando las redes sociales y yo empezando a redactar la etapa del día. Skógafoss sigue a lo suyo a mi izquierda. Algo más descansados, arrancamos el motor por primera vez en lo que va de día y nos dirigimos a la segunda y última actividad de la jornada. No se puede decir que vayamos a castigar el motor, ya que en apenas 1,8 km llegamos al destino. Cuando planificas un viaje por Islandia, una de las páginas web que no deberían faltar en los favoritos de tu navegador es World of Waterfalls. En ella encuentras no solo una completa lista de cataratas alrededor del mundo, si no detalladas fichas de cada una de ellas con fotografías, datos y, algo muy importante, cómo alcanzarlas. Es a través de este sitio mientras consultábamos la información de Skógafoss, cuando supimos de la existencia de una vecina mucho menos popular pero con mucho que ofrecer: Kvernufoss. Atravesando la pequeña villa de Skógar, pasamos de largo el Hotel Edda Skógar y aparcamos al final de la carretera. Ante nosotros solo vemos una valla que parece delimitar una finca privada en la que descansan varias ovejas. Me conecto a Internet buscando una segunda fuente, y lo que encuentro ofrece algo más de información: tras el museo dedicado a Skógar en el que hemos aparcado, deberíamos encontrar un botador que nos permita acceder al camino situado en esa misma finca privada. Resulta imposible perderse con instrucciones tan específicas y enseguida estamos pisando la hierba que debe acercarnos al río que protagoniza nuestro destino. ![]() El extremo del museo de Skógar e inicio de la travesía ![]() Buscando el botador ![]() Encontrando el botador Caminamos por un lateral izquierdo del río que a veces nos obliga a superar tramos complicados, pero enseguida vemos a una distancia razonable la meta. Y en ella, como si hubiéramos escrito un guión para tal efecto, nada más y nada menos que una ceremonia de matrimonio en plena celebración. ![]() Acercándonos a la magia Kvernufoss es, como su nombre acabado en "foss" da a entender, una nueva catarata. En este caso, una que guarda muchas similitudes con la popular Seljalandsfoss, siendo la principal que permite ser rodeada por detrás y darse una pequeña ducha por el camino. Es algo más pequeña que Seljalandsfoss pero merece mucho la pena visitarla gracias a lo poco conocida que es. De no ser por la boda en curso, la tendríamos enteramente a nuestra disposición. La rodeamos solo hasta la mitad, ya que no vemos claro por dónde completar la vuelta entera. Recogemos nuestras cosas para no molestar más al fotógrafo que está inmortalizando el mágico momento entre las dos chicas y emprendemos un muy agradable paseo de vuelta hasta nuestra camper. ![]() Uno de los mejores descubrimientos del viaje ![]() Buscad al fulano paseando la GoPro ![]() Yo os declaro pareja y cascada ![]() La oveja que Gotham necesita Estamos ya de vuelta en el camping cuando pagamos la novatada de no estar familiarizados con la cultura de las autocaravanas. Tras comprobar que las tomas de corriente de esos puestos que habíamos avistado no coinciden con un enchufe convencional, me acerco a una autocaravana vecina para que su amable propietario me aclare en qué consiste el sistema. Resulta que dichas tomas de corriente no funcionan del mismo modo que un enchufe convencional y ni siquiera utilizan el mismo tipo de corriente. La única forma de beneficiarse de ellas es mediante un cable que incorporan todas las autocaravanas y viene conectado a una instalación eléctrica para tal efecto en su interior. En resumen: que no vamos a poder enchufar nuestros aparatos en un camping, lo cual supone un duro revés cuando vamos cargados de varios aparatos que no soportarán ni por asomo 15 días de uso. Es hora de improvisar un plan. Pocos metros antes de regresar al camping, hemos avistado el cartel de un local llamado Fossbúd cuyos precios parecen, sin llegar a ser baratos, ligeramente prometedores. Damos un breve paseo hasta él con la mochila cargada de todo lo pendiente de carga así como una regleta que traemos de casa. En su interior, encontramos un salón comedor en el que varias personas están esperando a ser atendidas y muchas de ellas están ya aprovechando las tomas de corriente del perímetro. Parece que hemos dado en el clavo. Saco todo mi arsenal eléctrico y, como si fuera lo más normal del mundo, empiezo a chupar del frasco de la factura eléctrica de Fossbúd: móviles, portátil, batería de la cámara, GoPro y batería USB auxiliar, todo de golpe. Al poco rato aparece un empleado al que se le pueden hacer pedidos. Como todavía es pronto, empezamos con una cerveza de surtidor grande -1.000 coronas- y un cappuccino -500 coronas-. La cerveza es suave pero un deleite para la garganta. El cappuccino es de una máquina de autoservicio y bastante mediocre. ![]() Droga en forma de electrones Suena "You really got me" en el hilo musical y la temperatura es muy agradable gracias a la calefacción y el revestimiento de madera. Pasamos el rato conectados a nuestra propia red inalámbrica con Siminn, ya que la conexión a Internet del local no funciona demasiado bien. Pasan los minutos y, según dan las 19:30, creemos que cenar aquí es una muy buena opción. Compartimos un "Fish & Chips" y una hamburguesa también con patatas y pedimos sendas cervezas más, una grande y otra pequeña. El total son unas 5.000 coronas, 35 euros al cambio tras comprobar el extracto de la tarjeta de crédito. Y así pasan los minutos, con los Ramones sonando ahora de fondo y en uno de los momentos más relajados desde que iniciamos nuestra aventura. Por la ventana vemos que empieza a llover, lo cual supondrá un problema dado que hemos recorrido la distancia que nos separa del camping a pie. A las 20:30 el par de empleados que parecen gestionar todo el local empiezan a apagar luces y colocar sillas sobre las mesas, señal más que suficiente para comprender que ha llegado la hora de cierre y hay que regresar a casa. Afortunadamente, ha dejado de llover y la alerta de fuertes chubascos por venir todavía no se ha materializado. ![]() Hamburguesas y Fish & Chips, para probarlo todo Como es nuestra segunda noche consecutiva, podemos beneficiarnos de la oferta del camping para estancias más largas. Una sola noche en el camping de Skógafoss cuesta 1.100 coronas por persona, pero si la estancia es de dos días el precio sube solo hasta las 2.000 coronas por cabeza. Pagamos por lo tanto las 1.800 coronas de diferencia y, aprovechando la ocasión, cambiamos un billete de 1.000 coronas en monedas de 100 para poder utilizar las duchas a la mañana siguiente. Alcanzamos nuestra furgoneta que esta noche tendrá como vecino a un todoterreno con una tienda de campaña pegada al techo. No puedo parar de preguntarme cómo demonios deben subir ahí arriba. De nuevo en las entrañas de nuestra Renault Trafic, dejamos todo listo para no perder el tiempo a la mañana siguiente, dejando atrás un día intenso tanto para las piernas como para la vista. Son poco más de las 21:00 cuando apenas quedan deberes por hacer, simplemente hacer copia de seguridad de las fotografías y videos del día y descansar, descansar mucho. Mientras tanto, en el exterior Skógafoss sigue obrando su magia bajo un manto de nubes que anula toda posibilidad de ver un cielo estrellado o incluso auroras boreales. Etapas 4 a 6, total 19
2 de septiembre de 2015
![]() Mapa de la etapa 4 Una mañana más en la que nos ponemos en marcha a las 6:00 sin necesidad de despertador. Y segunda mañana consecutiva con Skógafoss dándonos los buenos días a través de la ventana de la furgoneta. Entre ella y nosotros, apenas un par de coches más y un extremadamente madrugador campista que ya está caminando hacia ella equipado con botas y chubasquero. En esta ocasión espero a que quede libre la segunda de las duchas del camping, la de la puerta situada más a la derecha. Y el cambio es a mejor. A diferencia de la de la izquierda, aquí no se ha roto el soporte para colgar el teléfono de la ducha. Además, nos encontramos la ventana ya cerrada evitando que escape el calor del interior por lo que la experiencia de cambiarse tras la ducha caliente no es tan traumática como ayer. L no corre la misma suerte y tiene que volver a utilizar la defectuosa ducha izquierda, ya que en la otra oye voces tras la puerta que dicen "Afanyat, que això dura poc". Debe ser un dialecto islandés... ![]() Empieza un nuevo día... ![]() ... junto al río Skógar Calentamos la leche junto al café de las siete de la mañana y nos acercamos por última vez a Skógafoss para despedirnos de ella de la mejor forma que sabemos: llevándonos un nuevo puñado de instantáneas. Cuesta encontrar el momento definitivo en el que arrancar el motor y ver como este lugar se aleja por el retrovisor, pero a las ocho de la mañana y tras limpiar un poco el interior de la furgoneta y rellenar el depósito de agua con la manguera disponible en el acceso al camping, iniciamos los aproximadamente 30 kilómetros que nos separan de nuestra próxima parada. Nos proponemos recorrerlos a un ritmo tranquilo, ya que vamos muy adelantados a nuestro horario previsto y así damos tiempo al inverter del coche para que cargue un poco más la batería USB auxiliar que tras salvarnos un par de noches está ya en las últimas. ![]() Hasta la próxima, Skógafoss ![]() Nos despedimos de una de las estrellas del viaje Tras salir de Skógar y coger la carretera 1 hacia el este, enseguida vemos desde aquí el tramo superior de la cascada Kvernufoss que tanto nos sorprendió el día de ayer. Tras 28 kilómetros de camino encontramos el desvío hacia el arco de Dyrhólaey pero consideramos que será mejor dejar pasar unas horas para que el sol se sitúe sobre él y no contemplarlo con el contraluz que nos encontraríamos si lo visitásemos ahora. Por el camino hasta la parada más oriental de nuestro recorrido costero, avistamos lenguas de glaciar a mano izquierda. ![]() La villa de Skógar y Kvernufoss escondida a su derecha Llegamos a Reynisfjara sin ningún contratiempo, apenas un último tramo de carretera que hubiera resultado algo estrecho en caso de habernos cruzado con alguien. El aparcamiento junto al Black Beach Restaurant señala que está prohibido acampar. Junto a él, unos baños impecables a los que se puede acceder previo pago de 200 coronas en un moderno kiosco que genera un código QR temporal. En el exterior tenemos ocho grados y un viento helado que consigue que experimentemos más frío que en ningún momento anterior del viaje. Damos los primeros pasos por esta playa al sur de Islandia y en lugar de la esperada arena negra lo que encontramos son más bien pequeñas rocas. Tampoco esperábamos, pero esto es una sorpresa positiva, poder avistar todavía frailecillos a estas alturas del año. Son unas aves muy características del país, de pequeñas dimensiones y un aspecto que combina rasgos de pingüino y el pico de un pelícano, pero más colorido. Unos cuantos sobrevuelan nuestras cabezas antes de dar una vuelta más sobre el Atlántico. Continúa azotándonos el gélido viento cuando alcanzamos el extremo más al este de la playa, donde nos esperan una cueva formada por columnas de basaltos y Reynisdrangar, las tres grandes figuras que emergen del agua y son conocidas popularmente como "los trolls". En el extremo contrario ya podemos ver desde la distancia el mencionado arco de Dyrhólaey. Por ahora hay poca afluencia de turistas, pero muchos de los que vienen cargan con equipos fotográficos que ya quisiera para mí. Esta zona de playas de arena volcánica es una referencia universal para los amantes de la fotografía. ![]() Dyrhólaey desde el aparcamiento de Reynisfjara ![]() Los trolls de Reynisdrangar ![]() Las columnas de basalto de Reynisfjara ![]() Una panorámica del extremo oriental de Reynisfjara Llevamos ya un rato combatiendo el frío cuando llega un cargamento de turistas asiáticos. Como suelen hacer, aterrizan en grupo, empiezan a hablar a gritos, disparan cuatro fotos y vuelven a subir cual rebaño al autocar que les llevará hasta la próxima parada rápida del itinerario. El sol sigue ascendiendo a las 9:30 y la experiencia mejora. ![]() Las olas acompañadas por Dyrhólaey ![]() Las olas acompañadas de Reynisdrangar Antes de continuar la marcha, hacemos un alto para merendar en la furgoneta. Hemos desayunado pronto y el ataque de frío nos ha dado hambre. Los dos últimos plátanos que quedan de los comprados el primer día en Reyjkavik están ya a un paso de convertirse en papilla. A tres kilómetros en línea recta pero 19 siguiendo las carreteras deshaciendo camino hacia el oeste lo que encontramos señalado como Dyrhólaey no es el arco en sí, si no el punto en el que se unen las playas de Reynisfjara y Kirjufjara. Hacia la primera, podemos ver ahora la gran roca de basalto que tiene sus pies en el agua a pocos metros de nuestro mirador elevado. Al fondo podemos ver el lugar en el que nos encontrábamos hace unos minutos y las siluetas de Reynisdrangar, mucho más distinguibles ahora que desde una menor distancia. Cuando estoy preparando la cámara el filtro ND1000 sale rodando y por un momento veo los 30 euros que me costó cayendo hacia la inaccesible orilla, pero lo salvo por centímetros. Hace más calor que hace una hora, pero el viento parece ir a peor. ![]() Reynisfjara, ahora desde el oeste Si giramos la vista hacia la derecha, tenemos la orilla de Kirkjufjara. Y en esta no cabe duda de que lo que estamos viendo es fina arena negra compactada por la humedad. Descendemos por una corta rampa hasta la orilla, en lo que resultan ser los mejores momentos de toda la jornada matutina. Haciendo una gracia que implicaba escribir en la arena, tomar unas fotos y colocar a Pato, éste último sufre el ataque inesperado de una ola y evitamos una catástrofe mayor gracias a sacarlo del agua antes de que el océano se lo trague. ![]() Kirjufjara a nuestros pies ![]() Se masca la tragedia Alargamos este momento mágico recorriendo casi toda la orilla de Kirjufjara, con el arco de Dyrhólaey contemplándonos al fondo. Un grupo de turistas se reúne junto a un tramo de la pared en el que varios frailecillos parecen tener su nido, ya que lo utilizan como parada recurrente antes de lanzarse una y otra vez a surcar los cielos. ![]() El mirador, ahora desde la playa ![]() Uno de nuestros momentos favoritos del viaje ![]() ¡Cazado! ![]() No me quiero ir... ![]() Daños colaterales L parece tener un don para evitar las carreteras en mal estado, ya que cuando pasa a ser mi turno al volante y nos dirigimos hacia el faro de Dyrhólaey, el último tramo hasta alcanzarlo pasa a ser una cuesta de grava que aunque lejos de lo vivido en etapas anteriores, me obliga a extremar la precaución. Afortunadamente dura muy poco y en escasos minutos alcanzamos el aparcamiento en la cima. No vemos sin embargo ningún acceso para poder alcanzar la superficie superior del arco, desconocemos si por estar muy oculto o porque ha dejado de ser posible acceder hasta él. Por desgracia y pese a nuestros esfuerzos para que no ocurriera, hemos llegado aquí demasiado pronto. El sol todavía se encuentra para nosotros más allá del arco, y eso lo desluce ya que gran parte del detalle de la piedra queda en la sombra. Sí que resultan inmejorables las vistas hacia los trolls, que son ahora más distinguibles que nunca. En el lado opuesto , una infinita playa de arena negra compite por el protagonismo del paisaje contra el colosal glaciar que se adivina en el horizonte. Lo peor sigue siendo, y por mucho, el intenso y gélido vendaval contra el que nos vemos obligados a luchar en todo momento. Sin él, incluso tendríamos calor. ![]() Dyrhólaey entre las sombras ![]() Según avanza el día, los trolls son más distinguibles ![]() Una nueva y enorme playa negra, ésta inaccesible Damos por terminado nuestro tour por esta serie de playas y miradores del sur y en 20 kilómetros alcanzamos el encantador pueblo de Vík gracias a una carretera 1 que sigue en impecable estado. Desde la calle principal vemos con temor como unas cuantas grúas y camiones están operando muy cerca de la iglesia que protagoniza casi todas las postales del lugar. Antes de ascender hasta ella, paramos en otro supermercado de la cadena Kjarval donde gastamos 5.000 coronas en algunas comidas preparadas, más agua, una postal y dos sellos. Remontamos ahora con la furgoneta la pequeña cuesta que termina en el aparcamiento junto a la iglesia. Desde este punto privilegiado y aparcando con vistas de frente hacia los trolls, iniciamos el servicio de comidas. Para hoy nos preparamos un risotto de queso desafiando a un viento que de vez en cuando zarandea ligeramente el vehículo. Quedan pocos minutos para las 15:00 cuando recorremos a pie la corta pero intensa cuesta que separa la iglesia de Vík de su cementerio. Por el camino pasamos de largo el desvío por que el que continúan dos excursiones, marcadas con colores amarillo y rojo respectivamente en lo que deducimos debe indicar su dificultad. Viendo la montaña hacia la que se dirigen, apuesto a que deben merecer muchísimo la pena. Junto al cementerio nos espera el balcón a las mejores vistas de Vík, incluso con el infortunio que suponen las grúas y camiones operando junto al edificio eclesiástico. ![]() Hoy, en lugares donde vivir, Vík í Mýrdal ![]() Lástima de obras junto a la iglesia... El tiempo de más que hemos invertido en Kirjufjara y la larga hora que se ha ido mientras cocinábamos y comíamos han provocado que nos retrasemos un poco sobre la agenda planificada. Arrancamos el penúltimo tramo de carretera del día con la intención de ganarle tiempo al reloj aprovechando los altos límites de velocidad de la Ring Road. Al poco de reemprender la marcha, sin embargo, no podemos evitar detenernos un instante para contemplar por última vez el colosal glaciar de Mýrdalsjökull que queda a nuestra izquierda. Recorremos 60 tranquilos kilómetros acompañados de campos de musgo en los laterales durante los últimos minutos. Cuando quedan cuatro kilómetros para el destino, iniciamos un desvío en el que la primera mitad consiste en una vía estrecha pero bien asfaltada y los últimos dos kilómetros pasan a ser grava con algunos baches. Nada que no podamos superar manteniéndonos entre los 20 y los 30 kilómetros por hora. Son las 16:40 y el termómetro marca unos espectaculares 16 grados cuando detenemos el motor en el aparcamiento de Fjadrárgljúfur. Perteneciente a la categoría "lugares cuyo nombre puede provocar un infarto cerebral al intentar pronunciarlos", Fjadrárgljúfur es un cañón que forma parte del parque geológico de Katla. El volcán que da nombre al parque es uno de los más poderosos del sur y se estima que sus erupciones tiene una periodicidad de entre 40 y 80 años. Su última erupción tuvo lugar en 1918 así que sí, cabe la posibilidad de que estalle mientras estoy escribiendo esto y el relato pase a ser una película de Roland Emmerich. ![]() Un vistazo a Mýrdalsjökull El cañón puede recorrerse de dos maneras: la primera y más popular, a partir de un sendero delimitado que sigue por arriba la pared derecha de la grieta. El segundo, algo más aventurero, caminando literalmente dentro del cañón cuando el nivel del agua lo permite. Incluso en las épocas de menor caudal es muy probable tener que vadear tramos donde el río ocupa toda la superficie. Nos asomamos primero al puente que cruza el río a mano izquierda y desde el que se puede iniciar el recorrido interior. La imagen del cañón desde aquí es la que suele protagonizar todos sus carteles promocionales. ![]() Bienvenidos a Fjadrárgljúfur Comenzamos ahora a ascender por la ruta exterior, acompañados por el zumbido de un dron que está subiendo y bajando a lo largo del cañón obteniendo unas imágenes seguramente espectaculares. El sendero tiene una pendiente bastante pronunciada por momentos, pero el buen estado del terreno hace que solo sea necesario saber dosificar esfuerzos. Por desgracia, el interior del cañón ya está parcialmente en sombra y no tardará en quedar totalmente oscurecido. La hora ideal para visitarlo en esta época del año debe ser entre las 12:00 y las 16:00, aproximadamente. ![]() El inicio del cañón desde el puente ![]() Primeros pasos ladeando el cañón Los dos kilómetros de excursión hasta el final del cañón no se hacen largos en absoluto. Su último hito es un saliente que hará dudar a los que sufran de vértigo y que ofrece vistas a una cascada doble. Salvo dos grandes grupos que nos hemos cruzado, tenemos todo el lugar para nosotros solos. ![]() Echando la vista atrás ![]() El final del camino ![]() El premio que espera al final Deshacemos el sendero esta vez cuesta abajo y volvemos a asomarnos al interior del cañón, esta vez para avanzar unos escasos 20 metros antes de encontrar el primer obstáculo insalvable a menos que estés dispuesto a mojarte los pies. Como no podía ser de otra forma, el agua está a una temperatura muy baja. El sol ya queda totalmente escondido tras la pared izquierda dejando el cañón a la sombra. ![]() El cañón, ahora desde el otro extremo Regresamos a la furgoneta para recorrer los últimos kilómetros del día, que nos llevan hasta el pueblo de Kirkjubaejarklaustur. Otro nombre más a la lista de infartos. En el camino tenemos marcada como parada la catarata de Stjornafoss, pero como nuestra intención es lavar y secar la ropa sucia esta tarde y no sabemos cuánto tiempo nos llevará preferimos no arriesgarnos y reservar esa parada para la mañana siguiente. Sí que paramos sin embargo en una gasolinera N1 para realizar nuestro primer repostaje del viaje. Según habíamos leído con anterioridad, el problema con las gasolineras en Islandia es que si indicas que quieres llenar el depósito, la autorización inicial que se realiza sobre la tarjeta de crédito es de una cantidad exorbitada. Aunque finalmente el cargo que queda confirmado es uno segundo por la cantidad realmente repostada, no queríamos acumular demasiadas autorizaciones de cantidades grandes, motivo por el cual para nuestra primera vez aseguramos el tiro indicando solo 5.000 coronas en la máquina de autoservicio. Con un precio del gasoil alrededor de las 190 coronas, con eso conseguimos llenar solo un 25% del depósito, dejando otro 25% todavía vacío. Entendemos por lo tanto que nuestra furgoneta tiene capacidad para aproximadamente 20.000 coronas de combustible diésel. Las gasolineras N1 llevan el concepto de autoservicio hasta sus últimas consecuencias: todo el proceso tiene lugar sin intervención de un empleado físico, utilizando las máquinas automáticas junto a cada par de surtidores para programar el repostaje, pagar y obtener el recibo volviendo a introducir la tarjeta tras haber completado la operación. Encontramos nuestro camping para esta noche en el segundo intento, tras acabar en una granja junto al río siguiendo las instrucciones del GPS. Bastaba con haberse fijado en un cartel en el que reza el texto "Kirkjubaer II" junto al símbolo de una tienda de campaña. El II es porque el pueblo cuenta con dos campings, si bien es este en concreto del que hemos leído muy buenas opiniones. Estacionamos la furgoneta en uno de los múltiples sitios libres de una superficie con muy buen aspecto. Frente a nosotros, se baja de otra furgoneta una chica que L, usando su sentido arácnido, intuye que debe ser española y, rizando el rizo, catalana. Nos apeamos y vamos a la recepción, que está abierta para pagar las reservas desde las 8:00 hasta las 11:00 por las mañanas y de 18:00 a 22:00 por las tardes. Pagamos las 1.200 coronas por persona y noche ante un encargado que parece un tanto seco en el trato y al salir hacemos una ronda de reconocimiento del lugar. Es un camping estupendo. A sus grandes dimensiones y lo bien cuidado de su césped hay que sumar unas completas instalaciones con lavadora y secadora, múltiples fregaderos para lavar tanto los platos como la ropa, un comedor comunitario con tres mesas y una cocina y, la guinda del pastel, unos completos e impecables baños con calefacción desde la puerta hasta las duchas. A su lado, el camping de Skógafoss queda en absoluto ridículo. El único pero es que no encontramos en el cuarto de la colada un dispensador de detergente. Por ello salimos raudos rumbo al supermercado que hemos ignorado a nuestra llegada, con la mala suerte de que cuando lo alcanzamos resulta estar cerrado. Lo intentamos en la gasolinera N1 en la que habíamos repostado, y pese a haber una estantería con artículos varios de higiene nuestra fortuna no cambia. Regresamos derrotados al camping donde aparcamos esta vez en una zona más elevada y probablemente más tranquila, ya que queda separada de la entrada principal por las cuatro cabañas de alquiler que tras un vistazo furtivo comprobamos que tienen varias literas en su interior. A unos diez metros de nuestra parcela, dos chicas juegan a las cartas en el exterior de una Happy Camper 3, que no es más que una Renault Trafic como la nuestra pero con el añadido de un techo supletorio en el que habilitar el dormitorio. Entramos en el comedor donde se encuentra la supuesta chica catalana, y en un vistazo podemos observar que su novio tiene una camiseta del Montseny y que han sacado de una bolsa de El Corte Inglés una lata de conservas de la marca Dani. El ojo clínico de L sigue en plena forma. Les preguntamos si tienen algo de detergente que puedan prestarnos pero nos confiesan que no tienen intención de hacer ninguna colada. Nos instan al que ya considerábamos que era nuestro plan B, que era pedirle ayuda al arisco encargado del camping. Tentamos a la suerte y salimos ganando: aunque preservando sus formas, el buen hombre parece no ser tan huraño como creíamos y él mismo se presta a cedernos algo de detergente sin cargo alguno cuando lo necesitemos. El servicio de lavadora cuesta 500 coronas repartidas en diez monedas de 50 y tarda 80 minutos en completarse. La secadora, por su parte, debe programarse entre 60 y 90 minutos a razón de 10 y 14 monedas de 50 coronas respectivamente. Echando cuentas, nos sale como resultado que hoy nos vamos a ir a dormir demasiado tarde. Y menos mal que nos dimos prisa en llegar. En estos momentos a la única lavadora en servicio -porque esa es otra, solo hay dos lavadoras y una de ellas está averiada- le quedan 20 minutos antes de quedar disponible. Decidimos aprovechar ese tiempo para ducharnos y así de paso poder lavar incluso la ropa que hemos utilizado hoy. Las duchas cuestan 300 coronas al igual que en Skógafoss, a pagar esta vez con monedas de 50. Entre unas cosas y otras, conviene venir a este camping con un buen saco de las dichosas monedas. Por suerte el ya-no-tan-borde encargado tiene monedas para dar y tomar y no pone objeción en darnos cambio. Las duchas son un lujo tal y como esperábamos por su estado de limpieza y la calefacción. Al salir, la lavadora ya ha quedado libre y la cargamos hasta arriba, dejando fuera solo un par de pantalones tejanos y una camiseta. Pedimos el jabón al encargado e iniciamos el ciclo de 80 minutos. Ya que tenemos a nuestra disposición una cocina con mejores prestaciones que el pequeño hornillo portátil de butano aprovechamos para cocinar aquellas cosas que requieren de más potencia y dejar prácticamente lista tanto la cena de hoy como la comida de mañana, que preservaremos en una improvisada fiambrera. Mientras tanto, utilizo mi regleta para multiplicar por cuatro las posibilidades de una de las tres tomas de corriente repartidas por el comedor. Aprovechamos el tiempo haciendo copia de seguridad de las fotos y redactando la etapa del día. El camping tiene servicio de conexión a Internet, pero solo son gratuitos los primeros 15 minutos y luego hay que pagar hasta un total de 1.000 coronas por 2 horas de servicio. Como por ahora nos sobra cuota de nuestra línea de prepago de Siminn, seguimos recurriendo a ella. Somos en el comedor tres mujeres alemanas, una pareja argentina y nosotros. Según les oímos conversar, la pareja argentina parece estar haciendo un recorrido muy similar al nuestro, incluso llevando los mismos días de viaje. Con las puertas cerradas y los distintos fogones a toda máquina, pronto empieza a hacer un calor sofocante en el interior. Tras un rato sufriendo, una de las chicas alemanas abre una puerta y se disculpa si a alguien le molesta. Por la reacción de los demás, creo que estábamos todos al borde del desmayo pero ninguno se atrevía a decir nada. Tras cenar y seguir aprovechando la electricidad, el comedor empieza a poblarse con nuevos vecinos y no queda más remedio que dejar libre nuestra mesa por el bien de la comunidad. Regresamos a nuestra furgoneta, en cuyo interior hacemos tiempo mientras termina la lavadora primero y la larga ronda de secadora después. Caminando por el césped en la penumbra cargados con la ropa seca, nuestra jornada de hoy termina pasadas las 00:30 bajo un cielo que, una vez más, ha decidido terminar el día totalmente nublado. Con ayuda de una luna menguante pero todavía rebosante de luz, será una noche más en la que no poder disfrutar del cielo estrellado islandés o, quién sabe, si de alguna aurora boreal. Pero todavía quedan muchas balas en ese cartucho. Etapas 4 a 6, total 19
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