Estambul - Recuerdo de Constantinopla ✏️ Blogs de TurquiaCuatro días en Estambul durante la semana santa de 2018 en Marzo.Autor: Gattotrips Fecha creación: ⭐ Puntos: 4.8 (5 Votos) Índice del Diario: Estambul - Recuerdo de Constantinopla
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Etapas 4 a 5, total 5
Está claro que lo que toca Gatto se hunde, así que aquí estamos estos días con la lira turca hundida, sin vacaciones, planeando diversas Gatto aventuras de las que ya veremos cuando será posible su realización. Si cuando estuve en marzo ya era todo bastante barato con una lira al cambio de unas cuatro liras por euro, ahora ya ni te cuento que está a la mitad... una gran oportunidad para disfrutar del "Fósforo".
Empezábamos nuestro último día con la visita obligatoria que aún no habíamos podido realizar, y es que nos encontramos las puertas cerradas dando vueltas como tontos alrededor el primer día que intentamos el asalto. Esa visita no es ni más ni menos que el epítome y modelo de toda otra arquitectura otomana, espejo al que se miran algunas de las más famosas mezquitas de los alrededores que ya he comentado por aquí: ni más ni demos que Santa Sofía, o Hagia Sofía como también es llamada. Hagia Sofía Como no podría ser de otra forma y siendo el más famoso de los monumentos que pueden visitarse en Estambul, la cola era brutal, por lo que es recomendable presentarse armado de paciencia lo más pronto posible y aguardar turno. En nuestro caso al poco más de la media hora pudimos hacernos con los tickets de entrada, que dan derecho a la visita de la basílica, su planta principal, y subida a los balcones de la segunda planta desde los que se puede ver el piso inferior y de más cerca las pinturas originales de los diversos periodos de la basílica, empezando por su antiquísimo pasado cristiano. Fundada en el año 360 como la principal iglesia del Imperio Bizantino, evolucionó a lo largo de los siglos con diversas ampliaciones y reconstrucciones del lugar original hasta su aspecto actual, sobreviviendo a terremotos e incendios, y convirtiéndose a partir del año 1453 con la caída de Bizancio en la principal y primera mezquita imperial de Estambul. Finalmente en 1931 se cierra al culto para reabrirse de nuevo en 1935 como museo bajo el gobierno de Ataturk, considerado como padre fundador de la moderna Turquía. Sobre 2010 terminó un proceso de restauración que llevó unos 17 años, con un lavado de cara de los mosaicos que pueden contemplarse en su segunda planta, y una restauración de su cúpula principal. Otra importante revisión ha sido el de los refuerzos estructurales añadidos para en teoría, asegurar que el templo pueda aguantar el próximo gran terremoto que sufra la ciudad , si bien la verdad viendo sobretodo los suelos deformados de los balcones de la segunda planta, da la impresión de que todo se vaya a venir abajo, turistas incluidos, de un momento a otro. Yendo a lo práctico, la basílica destaca por su supuesta colección de reliquias de diversos santos, así como por los mosaicos, del que destaca el del Cristo Pantocrator, siendo este uno de los más bellos ejemplos de mosaicos del arte bizantino. Aparte de este, se encuentran otros de la virgen y otras figuras destacadas. Algunos otros objetos como los grandes candelabros que decoran los techos de la planta principal, no son tan santos ni sagrados, si no parte del botín de guerra de Suleimán el Magnífico y su conquista de Hungría. Destaca en su planta principal el mihrab (lugar que indica hacia donde debe rezarse mirando a la meca) y su altar con la escalinata sobre la que se alzan los símbolos islámicos bajo las pechinas de la construcción original bizantina. El efecto en realidad es al final ese: la sensación de estas en una catedral cristiana con elementos islámicos... quizás algo opuesto a lo que se siente en la mezquita de Córdoba, bien mirado. Vista Santa Sofía, nuestra siguiente actividad del día tras comer, iba a consistir en otro "must" de la ciudad, del cual Gatto pasaría descaradamente pese al entusiasmo de sus acompañantes, por lo que solo dedicaría unos minutos antes de dejar a su corte en la vorágine compradora para irse a dormir la siesta al cercano hotel. Hablo por supuesto del Gran Bazar. La vorágine del Gran Bazar Ah... El Gran Bazar, ese inefable laberinto de túneles infectos recargado de mercachifles y falsificaciones de todo lo falsificable. Fácil es entrar y difícil es encontrar la salida... como debe ser. A quien no le interesen las compras merece la pena una visita breve como la que hice para ver el montaje del chiringuito en si, pero la agotadora sucesión de tiendas de todo tipo de chorradas acabó con mi paciencia rápidamente, por lo que deje a mis acompañantes presa de la vorágine compradora (de alfombras, de carteras, de cinturones, de polos, de vaya usted a saber qué...) y me fui a dormir, que a estas alturas cansados estábamos ya del frío y la lluvia y caminar. Efectivamente, fue una de las mejores decisiones del viaje, pues la Gatto familia estuvo varias horas (!?) viendo y/o comprando no sé exactamente qué. Cierto es y en honor a la verdad debo admitirlo, que por lo menos los turcos no son tan pesados como por ejemplo, ehhhm... no sé... los egipcios, y no intentan venderte sus movidas a toda costa... un atisbo de civilización de aplaudir y nada desdeñable. Nos quedará en nuestra última entrega de esta colección de Estambul hablar del mítico crucero por el Fósforo, en donde hacía un frío que dejaba tieso, y un comentario sobre la noche de Estambul y algunos lugares dignos de ser vistos de noche y en los que cenar o tomar algo. Etapas 4 a 5, total 5
Llegamos al último post de esta colección sobre un sorpresivo y corto viaje a Estambul en Marzo de este año. Quedaba aún otra actividad que es un "must" de los que deben realizarse en una visita a la antigua Constantinopla, y no era ni más ni menos que un pequeño paseo en barca por el Bósforo hasta el gran puente que une Asia con Europa y vuelta.
El tiempo volvía a empeorar, con amenaza de lluvia y un frío del carajo... las condiciones sin duda más apetecibles para un paseo sobre las gélidas aguas del Bósforo, pero era el último día y había que aprovechar, así que en un barco prácticamente desierto, nos acomodamos en el piso descubierto de encima y nos dispusimos a contemplar ambas orillas del estrecho... luego descubriríamos que había un piso abajo cerrado, con asientos más cómodos y calefacción... jeje... que genios, ahi nos instalamos a la vuelta, pero para ver las vistas merecía la pena pasar algo de frío. Crucero por el Bósforo Así es, como a precios realmente populares, es posible enrolarse en uno de los barcos que salen junto al puente de los restaurantes, para recorrer gran parte de la longitud del Estrecho del Bósforo hasta el puente que une Europa con Asia, y contemplar los pequeños pueblos de la orilla con antiguas casas señoriales que han conocido mejores tiempos, aunque también villas modernas en las que se ve que también hay turcos que manejan liras y dónde viven. De hecho hace no mucho aconteció una noticia, de que uno de los grandes barcos de carga de containers, petroleros etc... que habitualmente cruzan el Bósforo del Mediterráneo al Mar Negro, se estampó contra una de estas casas señoriales de antigua arquitectura otomana... no hay duda de que por donde pasa Gatto no vuelve a crecer la hierba. El caso es que bajo un cielo plomizo y frío atroz, zarpamos asomados a las barandillas de nuestra cubierta con vistas y pírricos modulos calefactores que apenas se notaban. Ni los gruesos abrigos ni bufandas liadas a la cabeza podían detener la gélida brisa del Bósforo, lo que auguraba como así fue, el resfriado de caballo que se avecinaba en los subsiguientes días... virus turcos al poder. El trayecto seguido remonta desde Estambul las aguas del Bósforo hacia el Mar Negro pudiéndose observar ambas orillas del estrecho, en donde destacan elegantes casas residenciales de turcos posiblemente con un mayor poderío económico que la media, antiguas casas otomanas, y lo que parecen otros pueblos ya separados de Estambul con sus pequeños puertos a orillas del estrecho y alguna que otra mezquita perdida. El trayecto atraviesa de ida y de vuelta otro de los grandes puentes de autopista que une Europa con Asia, muy parecido a esos que estan ahora tan de moda por derrumbarse en el momento más inoportuno con coches circulando sobre él... nunca me ha gustado mucho conducir sobre ellos, la verdad. Destaca también la pequeña isla con el faro llamado Torre de la Doncella, cerca de donde pasa el barco tanto a su ida como a su vuelta, ya cerca del Cuerno de Oro y la desembocadura del Bósforo en el Mediterráneo. Tras el frígido paseo dimos una vuelta por los alrededores del puente Galata (el de los restaurantes) para entrar en calor y nos dirigimos de nuevo como no podía ser de otra forma, al cercano mercado de las especias para hacer las últimas compras, no sin antes ir a comer el último durum "solo carne amigo". Noche a la turca No me podía despedir sin comentar alguno de los sitios más populares de Estambul para tomar algo o cenar cuando la noche ha caído. O aunque sea simplemente para pasear de noche y ver monumentos como Santa Sofía o la Mezquita Azul iluminada, que ya vale la pena con el toque espectral que las tenues luces nocturnas les confieren. Cierto es que más allá de los omnipresentes locales de durumitas, hay algunos otros restaurantes más apañados y elegantes en los que poder comer pescado y marisco, muy presente en los menús otomanos por su acceso directo al mar, u otros sitios en los que poder frungirse un buen chuletón a precios competitivos gracias al cambio de la lira turca respecto al euro. Uno de los primeros focos de interés gastronómico a priori, es el puente de Galata, lleno en su piso inferior de restaurantes con chillonas luces de neón que producen un atractivo reclamo de noche. Aquí si que los representantes de cada resturante son más pesados que la media e intentar atraer a su local a todo paseante que pase delante de sus puertas. Sobre estos restaurantes si que debe decirse que el aspecto y calidad parecen a simple vista similares. Una de las noches elegimos uno de los de pescado, con decoración marinera, y pese a que puede decirse que la comida fue correcta, también es cierto que no fue nada del otro mundo. Clásicos básicos en todos los lugares: gambas, calamares... Otro punto de interés son los alrededores de la Torre Galata, rodeada de bares y restaurantes de aspecto cosmopolita que parecen más frecuentados por público autóctono, en donde puede tomarse una copa de vino o unas tapas al pie de la torre iluminada disfrutando de sus vistas. Así fue como disfrutamos de una agradable cena de, como no, calamares, en una terraza con calefacción frente a la torre. Por último, cerca de Santa Sofía, después de ver esta y la Mezquita Azul iluminadas de noche, cenamos la última noche en el Café Loti, restaurante del hotel del mismo nombre, con un aire moderno. Si bien es verdad que esta es una opción mas cara, bien vale una última noche la pena pues sirven piezas de carne hechas al fuego y servidas sobre una piedra caliente, totalmente exquisitas. Una cena o paseo por estas localizaciones permite disfrutar placenteramente de las vistas nocturnas con algunos de los lugares que ya he comentado en otros posts iluminados, lo que les da un atractivo aspecto destacando entre por la otra parte, bastante extendida oscuridad del resto de la ciudad. Así con una cena premium y la contemplación de Santa Sofía iluminada acabó mi viaje a Estambul. Pronto, muy prnto por la mañana, esta vez si la voz del imán iba a servirme de despertador para prepararme y salir a buscar un transporte que me llevase al aeropuerto de Sabiha Gokçen, a unos 40km de Estambul en la parte asiática de Turquia... un interesante viaje que, aún pasado por agua, me permitió aún ver algunas de las partes más modernas de la ciudad con grandes rascacielos a los bordes de la autopista, así como cruzar uno de los grandes puentes que unen Europa con Asia. Así acaba este primer diario. Etapas 4 a 5, total 5
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