![]() ![]() Japón - 20 días en junio-julio de 2018 ✏️ Blogs de Japon
Diario de nuestro primer viaje a Japón de 20 días de duración a finales de primavera e inicio del verano de 2018. Actividades, catástrofes, sitios comunes y no tan comunes...Autor: JJVila Fecha creación: ⭐ Puntos: 5 (8 Votos) Índice del Diario: Japón - 20 días en junio-julio de 2018
01: Día 1 - Introducción, imprevistos y viaje
02: Día 2 - Llegada a Tokio y visita a Shibuya
03: Día 3 - Templos Senso-ji, Zojo-ji, torre Tokyo Skytree y VR-Zone
04: Día 4 - Odaiba y de compras por Nakano Broadway
05: Día 5 - Excursión a Kamakura
06: Día 6 - Tour en kart y partido de béisbol de los Giants en el Tokyo Dome
07: Día 7 - Jardines Imperiales y día friki en el J-World y Akihabara
08: Día 8 - Museo Nacional y zoo en el parque Ueno y vuelta a Shibuya
09: Día 9 - Excursión a Nikko
10: Día 10 - Santuario Meiji, Takeshita Dori, parque Yoyogi y vuelta a Shinjuku
11: Día 11 - Ruta hacia Takayama y recorrido por las calles del pueblo
12: Día 12 - Lluvia y Sol en Shirakawa-go para acabar el día en Kanazawa
13: Día 13 - Museo de dinosaurios de la prefectura de Fukui en Katsuyama
14: Día 14 - Ryokan y onsen en la visita a Miyajima con parada previa en Himeji
15: Día 15 - La Bomba Atómica de Hiroshima y visita express a Osaka
16: Día 16 - Recorriendo la zona de Arashiyama y el templo Kinkakuji en Kioto
17: Día 17 - Excursión a Nara y tarde recorriendo el santuario Fushimi Inari
18: Día 18 - Templos y santuarios por Kioto: Kiyomizudera, Ginkakuji, Ryoanji, Heian
19: Día 19 - Zona centro de Kioto truncada debido a las lluvias torrenciales
20: Día 20 - Los horrores de un tremendo temporal de lluvias torrenciales
21: Desglose de los gastos realizados
Total comentarios: 3 Visualizar todos los comentarios
Etapas 7 a 9, total 21
![]() Día 7 - Jardines Imperiales y día friki en el J-World y AkihabaraBreve visita a los jardines del Palacio Imperial antes de visitar las atracciones del J-World y acabar la tarde recorriendo el mundo manganime y de videojuegos de Akihabara.
El día de hoy estaba más enfocado al mundo manganime, aunque la primera visita del día no tenía nada que ver con ello. Habíamos reservado con antelación vía web las entradas al J-World en Ikebukuro para las 12:00, por lo que antes de acercarnos por allí aprovechamos para hacer una visita a los jardines del este del Palacio Imperial. Pese a que habíamos leído que eran prescindibles, nos acercamos para curiosear un poco y hacer tiempo antes de irnos hacia Ikebukuro.
El día amanecía, como muchos otros, nublado y sin rastro de que fuera a aparecer mucho el Sol y sí más probabilidades de que lloviera, como así hizo por la tarde. Ya en el trayecto que ya nos sabíamos de memoria, ésto es, coger la Chuo/Sobu hasta Akihabara y, desde allí, coger la Yamanote que nos llevaría esta vez hasta la estación de Tokyo, una de las grandes estaciones de la ciudad que vimos al salir que se encontraba en un edificio más de arquitectura convencional pero antigua, casi como las estaciones europeas. Desde allí, un pequeño paseo hasta ver ya delante los extensos jardines que contrastaban con los edificios colindantes, grandes rascacielos y hoteles de muchísimas plantas (y suponemos que altos precios). Justo al llegar y por los alrededores del parque nos encontramos con una especie de carrera popular. No sé de cuántos kilómetros sería pero suponíamos que de muchos, pues la verdad es que los corredores iban bastante lentos, niños incluidos, y no se vislumbraba dónde podía estar la salida o la meta. Los jardines, además, presentan una amplísima extensión y la carrera iba rodeándolos. Al llegar, el pequeño río que los rodea nos recibió junto con algún edificio característico. Más allá, amplias llanuras hasta llegar a estructuras o puertas cerradas y donde se podían ver imponentes edificios a lo lejos. Como no íbamos a visitarlo, dimos una vuelta por allí viendo lo limpísimo y cuidado que estaba todo pese a no ser éstos unos jardines con mucha variedad. Llegado a un punto donde habían cientos de turistas, la gran mayoría chinos, comenzamos la vuelta hacia la estación y camino al J-World. Llegamos hasta la estación de Ikebukuro y comenzamos el paseo hasta el edificio que hace de centro comercial donde se encuentra el J-World, un Centro Pokémon y hasta un acuario. El día empezaba a ponerse más feo y la lluvia comenzaba a aparecer aunque con poca intensidad pero la suficiente como para tener que abrir de nuevo los paraguas. Llegamos al fin al centro comercial para encontrarlo repleto de gente (era sábado) y dimos una vuelta por allí curioseando mientras subíamos a la planta donde estaba nuestro objetivo. En este centro comercial había una zona con un pequeño escenario y varios carteles anunciando actuaciones de grupos de “idols” japonesas que más tarde veríamos. ![]() Cuando encontramos el J-World era, más o menos, la hora en la que debíamos entrar, así que canjeamos nuestros pases, que incluían la entrada a las atracciones de forma ilimitada, y allí que fuimos. Este complejo se divide en varias temáticas, destacando la de Dragon Ball (que era la que más nos interesaba), One Piece o Naruto y algunas otras temporales o más pequeñas. Con la entrada nos regalaron tres paquetes de cartas de los manganimes que allí ofrecían y tres monedas también de la temática. Al acceder, entramos en una sala donde se iban proyectando vídeos de los personajes de las distintas series supongo que dando la bienvenida. Lo cierto es que el lugar está más enfocado a los niños, pero para los que hemos crecido con alguna de estas series era una parada imprescindible. Como comentaba, nos interesaba más la zona de Dragon Ball y allí que fuimos, disfrutando de una búsqueda de las Dragon Ball en una especie de pasillo con varias pruebas donde colocabas tu radar y, si la superabas, te daban una bola. Habían más de siete pruebas, así que si alguna no la superabas seguías buscando y, si al final no las conseguías todas, el radar te las daba gratis. Lo dicho, para niños. Después de conseguir las siete bolas (las cinco primeras pruebas fueron muy sencillas, luego costaba algo más), accedías a unas escaleras donde bajabas y un trabajador estaba allí únicamente para cuando apareciera alguien con el radar al completo y te daba acceso a una sala donde aparecía el dragón y te concedía un deseo. Posteriormente nos acercamos a la atracción de realidad virtual para hacer un Kame Hame Ha, en salas donde estabas en solitario, y también había por allí una atracción para subirse a la nube y dar un paseo. Junto a atracciones de reflejos de Naruto u otras temporales como las de la serie de baloncesto, pasamos allí un buen rato y también haciéndonos fotos en muchos de los iconos temáticos de cada serie. ![]() Una vez satisfechos, fuimos a comer al propio restaurante del J-World. Se hacía cola para, en una pantalla táctil, ir escogiendo el menú que se quería, todo con referencias a un montón de mangas y animes. Incluso estando en inglés, había tal variedad de elección que no sabíamos qué elegir. Hecha la elección, nos regalaron después una postal que podíamos elegir entre varios animes. Lo cierto es que no conocía a ninguno de ellos, así que la elegimos al azar. La comida, con el pan de hamburguesa con el símbolo de la tortuga, tenía su gracia. ![]() Al salir del J-World seguimos dando una vuelta por el centro comercial y encontramos el Centro Pokémon, llenísimo a reventar y con bastantes figuras a tamaño real de muchos de los pokémon. La gente se desvivía por encontrar el Pikachu que más le gustara (los había de todos los tipos, tamaños, colores y temáticas que os podáis imaginar). Comenzamos a escuchar ruido cerca y volvimos a la zona donde estaba el escenario, pero esta vez varios pisos por encima. Allí estaban, actuaban un grupo de idols y multitud de gente asomado a las barandillas, no sé si viendo a las chicas o viendo el espectáculo de los que estaban allí a primera fila sentados. Apenas habrían cuatro o cinco filas de asientos, unas 15 o 20 personas por fila, todos, absolutamente todos, hombres y la gran mayoría de una edad entre 40 y 55 años, alucinados, como si estuvieran drogados, bailando al compás, haciendo los coros y con unas caras de disfrutar y satisfacción viendo a las jóvenes chicas cantar que todos los extranjeros que allí mirábamos curiosos alucinábamos. Incluso había gente en todos los pisos con carteles de prohibido grabar y hacer fotos, pero era difícil resistirse a la tentación, sobre todo para quienes ese tipo de cosas nos impactan por ser tan diferentes. Nos fuimos para pasar la tarde en Akihabara, aunque nos llovió durante las dos o tres horas que estuvimos paseando por allí, entrando en las tiendas de electrónica, de videojuegos, de manga y de anime que íbamos viendo y nos llamaban la atención. Mención especial fueron las tiendas retro, donde vimos juegos de las antiguas NES, Super Nes, Mega Drive y consolas de los años 80 y 90 bien conservadas, a la venta sin problemas y a precios ridículos. ¡Super Mario 64 original de la Nintendo 64 a apenas unos 5 euros! ¡El primer Super Mario Kart de la Super Nes a 10 euros! Grandes juegos del pasado que recordábamos en cada tienda, consolas y accesorios antiguos a precios de ganga que nos hacía dudar de si coger alguno, y juegos que a Europa nunca llegaron o no habíamos visto nunca. Ya anocheciendo empezaron a aparecer por la calle las típicas japonesas vestidas de colegiadas, de personajes anime o de sirvientas promocionando con su timbre de voz tan característico al local que les correspondiera. ![]() Asimilando todo lo que habíamos visto durante el día y ya de noche cerrada durante un buen rato, nos fuimos ya a descansar pues la lluvia seguía sin darnos respiro. El parque Ueno sería la zona principal para recorrer durante el siguiente día. Etapas 7 a 9, total 21
![]() Día 8 - Museo Nacional y zoo en el parque Ueno y vuelta a ShibuyaVisita al parque Ueno, donde visitamos el Museo Nacional y entramos al zoo, entre otras cosas, para terminar el día volviendo a Shibuya.
El octavo día de viaje nos trasladaba a Ueno con interés en visitar el parque y entrar al Museo Nacional de Tokio, pero finalmente hicimos incluso más cosas de las previstas. Por la tarde teníamos previsto ir a Ginza, pero después de mirar bien lo que nos íbamos a encontrar, decidimos volver a Shibuya para ver si la podíamos recorrer mejor sin lluvia. Pese a todo, a primera hora de la mañana el clima seguía inestable y, de vez en cuando, la lluvia caía con algo de fuerza.
Entramos al enorme parque Ueno sin muchas prisas, pues llegamos más o menos una hora antes de que abrieran el museo. Queríamos dar un buen paseo por el parque y ver lo que nos podía mostrar, sabedores de que allí se encontraban decenas de templos y santuarios y, quién sabe, quizá nos topábamos con alguno interesante de ver. Paseando por allí sí que encontramos algunos templos bien cuidados, no muy grandes pero con sus jardines y sus zonas. Recorrerlo sin apenas gente siempre es de agradecer y, por ello, los madrugones los agradecíamos. ![]() También vimos algún santuario con un pequeño camino lleno de toriis que nos recordaba la futura visita al Fushimi Inari (salvando mucho las distancias, claro). Alguno de los templos más grandes estaban cerrados a esa hora, hasta que llegamos a una zona donde había ya mucha gente haciendo una cola bastante extensa. Nos preguntamos qué pasaba y nos dimos cuenta de que era la cola para entrar al zoo de Ueno, que todavía no había abierto. Sin saber el por qué de tanta cola para entrar al zoo (luego lo descubriríamos), nos encaminamos hasta el Museo Nacional. Lo cierto es que acabamos un poco decepcionados de lo que allí encontramos. Salas bastante vacías en su mayoría y bastante iguales (no sé si éramos nosotros, pero las armaduras y espadas de samurais y los distintos kimonos de las distintas épocas se parecen muchísimo aunque hubieran pasado cientos de años y, a veces, no sabías en qué siglo estabas, aunque ésto no es culpa del museo, por supuesto). [img]20180624_094348.jpg[/img] Es posible que nos esperáramos una especie de Louvre, British Museum, Museos Vaticanos o los museos de la Acrópolis y, como no encontramos algo parecido, nos llevamos esa decepción. Lo cierto es que finalmente encontramos alguna sala interesante con objetos prehistóricos y, antes de irnos, entramos a otro edificio con una exposición con muchas piezas de Egipto y otras zonas de Asia distintas a Japón que quizá fue de lo mejorcito. Es posible que por la distribución de estar en edificios distintos, algo se nos escapara, pero pensábamos que habría mucho más contenido de épocas pasadas japonesas y nos supo a poco ver en cada sala la típica armadura, la típica espada, el típico kimono y el típico pergamino. Lo dicho, quizá demasiado iguales o quizá nosotros que no nos enterábamos bien de lo que veíamos. ![]() Debido a que teníamos más tiempo del previsto, decidimos acercarnos al zoo y al ver el precio (¡600 yenes, alrededor de 6 euros!) nos decidimos a entrar. Nada más entrar ya vimos el por qué de la cola que había más de media hora antes de que abrieran, y más siendo domingo y con muchos padres con sus hijos: la visita al Oso Panda. En el recinto de entrada había una cola que, atención, ¡¡llegaba ya a las más de dos horas y media sólo para ver al panda!! Pese a lo bonito que hubiera sido verlo, no pretendíamos estar allí a pleno Sol (sí, la lluvia parecía que empezaba a desaparecer) durante tanto tiempo sólo para una visita rápida. Visitamos todo el zoo, viendo algunas especies que por aquí no suelen ser comunes (la mayoría pájaros o reptiles) y algunas otras que aquí creo no veríamos nunca en un zoo (¡ardillas!). Lo cierto es que quizá era el zoo más grande de los que hemos ido, dividido en dos secciones a las que podía accederse con un tren colgante (de pago) o caminando por un paseo y pequeño puente que pasa por encima de la carretera. El estanque enorme al aire libre lleno de nenúfares y la variedad de animales de todas partes del mundo nos dejó satisfechos ante una visita que no habíamos programado. Finalmente, descartamos del todo Ginza y nos encaminamos de nuevo a Shibuya, pues el primer día entre el jet lag, el cansancio del viaje y la lluvia, no la pudimos ver cómodamente. Allí que llegamos de nuevo y, si el lunes había gente, este día al ser domingo había muchísima más gente. El famoso paso de cebra estaba a reventar de gente cada vez que el semáforo se ponía en verde, la cola para hacerse la foto con Hachiko triplicaba la del lunes, habían varios puestos abiertos, un chico dando abrazos gratuitos y una violinista promocionándose en la calle que tocaba a las mil maravillas. De nuevo el Starbucks estaba repleto de gente, así que lo volvimos a descartar y nos metimos en unas cuantas calles más lejanas, entrando de vez en cuando en alguna tienda y buscando todo lo que podíamos encontrar de nuevo. ![]() Lo cierto es que estas tiendas están repletas, con varios pisos, pasillos muy estrechos donde apenas caben dos personas y estantes llenos de cualquier tipo de cosa. Son como supermercados pero comprimidos a su máxima expresión y en donde puedes ir tanto a hacer la compra del día, como a comprarte ropa, como a buscar productos tecnológicos, como a encontrar tu sección de disfraces y fiestas, como también secciones de contenido erótico. Todo allí metido en una o varias plantas, desde el suelo hasta el techo lleno de cualquier producto que te puedas imaginar (imposible contar cuántos diferentes Kit Kat pudimos encontrar). Y, lo mejor de todo, todo en orden, sin apenas cosas fuera de lugar o ropa por el suelo o productos revueltos como a veces encuentras aquí en España en tiendas de ropa muy concurridas en donde la gente deja las cosas donde les parece, el suelo está lleno de ropa caída, sucia y chafada o no ves las cosas con orden. Ya sólo nos quedaría un día más en Tokio capital, pues al día siguiente nos tocaba viajar a Nikko en una excursión que fue menos productiva de lo que nos hubiera gustado. Etapas 7 a 9, total 21
![]() Día 9 - Excursión a NikkoExcursión a Nikko que, finalmente, fue menos productiva de lo que hubiésemos querido pero que nos dejó grandes visitas y preciosos lugares.
Día de excursión, Nikko nos esperaba con gran interés por nuestra parte debido a lo bien valorado que está. El madrugón no nos lo iba a quitar nadie, pues el shinkansen desde Ueno hasta Utsonomiya lo teníamos reservado a las 6:30 de la mañana aproximadamente, por lo que debíamos madrugar para estar en Nikko a primera hora de la mañana, sobre las 8:30, y empezar las visitas sin la aglomeración de gente.
El viaje en shinkansen muy cómodo, espaciado y sin ningún sobresalto para, en poco más de una hora, llegar hasta Utsonomiya donde cogeríamos otro tren más local hasta Nikko. En este último tren encontramos numerosos estudiantes por toda la estación que subieron y se dirigían a clase. Íbamos por el camino pensando que a dónde se dirigirían aquellos chavales, pues no es que se bajaran en la primera o segunda parada, sino que algunos se bajaban en paradas a 40 o 50 minutos de donde habían cogido el tren. ¿No tenían institutos más cercanos a los que ir? Nunca lo hemos descubierto, pero es algo que vimos por todo Japón. Por las fechas que eran no sabíamos realmente si estaban de vacaciones o no (raro sería, pues iban todos con mochilas y el uniforme escolar), pero buscamos y vimos que las clases terminaban a mediados del mes de julio, así que todavía les quedaba un tiempo. Llegamos tranquilamente a Nikko y adquirimos el billete Chuzenji Onsen Free Pass, pues queríamos llegar a visitar las cascadas Kegon y este billete nos salía más económico según las cuentas que habíamos realizado. Esperamos pacientemente el bus en un día que, hoy sí, lucía espléndido, con Sol y calor, excelente para ver el pueblo. Era nuestra primera vez en un autobús japonés después de haber leído en muchos sitios cómo utilizarlos, la subida por la puerta de atrás, el pago al salir delante, la pantalla con los pagos dependiendo de dónde vinieras, etc., y no fue muy complejo de entender cuando ya veníamos sabedores del tema. Nuestra primera parada era la “última” en los términos en que la gente parece que visita los tres santuarios y templos famosos desde abajo hasta arriba. Preferimos ir desde arriba hasta abajo, sabiendo además que el último templo estaba en obras y quizá no entrábamos, así que paramos cerca del mausoleo Taiyuinbyo y el santuario Futarasan. Dimos una vuelta exterior y los vimos por fuera, aunque sinceramente tampoco es que encontramos la entrada exacta, pero nos hicimos una primera idea de lo que podía ofrecernos el lugar. Paseando tranquilamente entre el frondoso bosque bien cuidado entre uno y otro por un camino de piedras lleno de linternas típicas japonesas, llegamos al plato fuerte, el santuario Toshogu. Allí ya había un grupo numeroso de gente, la mayoría chinos. La verdad es que, creo, fue el santuario o templo más caro que visitamos, o uno de los que más. También es verdad que mereció la pena. Después de unas escaleras bastante empinadas, entramos al santuario en una especie de camino con varios edificios entre los que destacaba uno que quedaba a nuestra izquierda sobre el que había mucha gente parada cámara en mano. Allí se encontraban los tres monos tan típicos del Whatsapp con las manos tapándose la boca, las orejas y los ojos y que, como ya habíamos leído, eran bastante más pequeños de lo que parecen en las fotos. ![]() Continuamos el camino pasando por algún torii y admirando la arquitectura tanto de los edificios como de la decoración que llevaban, llenos de dragones tallados maravillosamente u otras figuras tanto humanas como fantásticas. Subiendo otras escaleras parece que llegamos a otro de los lugares principales, con el edificio principal al frente aunque con algunos andamios en obras. No accederíamos a él, pero sí nos dirigimos a la derecha donde el camino continuaba para salir de la estructura de edificios principal y encontrar un camino de piedra que bordeaba la montaña (el paisaje siempre espectacular con el bosque montañoso alrededor) y llegaba a unas escaleras que subían de forma muy pronunciada. Aunque no eran excesivamente muchas, sí había una buena cantidad de ellas y con la suficiente pendiente como para cansarte subiéndolas. El calor tampoco ayudaba, por mucho que los árboles nos protegían del Sol directamente. Veías, además, ancianos ayudados por familiares subir lentamente hasta arriba del todo. Ya arriba, una pequeña zona de descanso con su fuente y su máquina de bebidas (la papelera de esa zona estaba desbordada de tanta botella y zumo), y un pequeño edificio con un mausoleo detrás y en donde se veía un grupo de gente dentro rezando oraciones junto a un monje. Después de unos minutos de descanso, procedimos de nuevo a bajar, con cuidado de no caer pues había zonas pronunciadas, y volviendo a la zona de edificios principales que cada vez estaba más y más repleta de gente. Justo cuando íbamos a salir recordamos la figura de los elefantes tallados por un escultor que nunca había visto un elefante. La teníamos justo enfrente del edificio donde estaban los monos y, quizá por esto mismo, pasaba más desapercibida, pero era curioso de ver. Finalizada la visita a este imponente santuario, continuamos la bajada (buena elección ante las zonas con más pendientes) y llegamos al templo Rinnoji, en obras y tapado completamente, por lo que al final decidimos no visitarlo pese a que sabíamos que se podían incluso visitar las obras desde arriba del templo. Continuamos bajando, andando esta vez, hasta volver a encontrar el pueblo justo en la zona donde está el puente Shinkyo, aunque no estaba muy concurrido de gente. Después de buscar algún sitio para comer algo, nos fuimos a la parada de bus a esperar al que nos llevaría a la zona de las cataratas. Sabíamos que estaba a un buen trozo de camino, pero la verdad es que no estaba nada cerca. El pueblo parecía dividirse en varios tramos e incluso parecía que se juntaba todo en esa carretera principal y apenas habían calles secundarias. Dejando ya casi atrás el pueblo, nos adentramos en más zona montañosa, con frondosos árboles y comenzamos una subida hacia arriba en un trayecto casi de un hora de duración. Por fin, llegamos arriba del todo donde vimos el lago a nuestra izquierda aunque nuestro objetivo quedaba a la derecha y estaba perfectamente señalizado. Nos dirigíamos hacia las cataratas, en cuya entrada habían unos cuantos puestos de comida y souvenirs. Nada más adquirir nuestra entrada para bajar al mirador de las cataratas, un amable trabajador vestido de traje y corbata (se moriría de calor el pobre) nos hizo señas para que le siguiéramos y nos llevó hasta el ascensor por el cual bajaríamos montaña abajo durante un rato, más o menos un minuto aproximadamente (no iba muy rápido) hasta llegar a un largo pasillo en el que parecía que estuviéramos en el polo norte, pues hacía bastante frío y estaba muy húmedo debido a todo el agua subterránea que allí se acumula. Salimos por fin al mirador, compuesto de dos plataformas y con una pequeña tienda y donde se pueden observar perfectamente las cataratas, especialmente la principal. Quizá podría estar algo más cerca, pero está en buen lugar para poderse observar bien. ![]() Visitada la catarata queríamos dar una vuelta más por la zona, acercarnos al lago y luego bajar en autobús hasta una parada que nos dejara relativamente cerca para ver el abismo de Kanmangafuchi, pero un pequeño malestar acabó por hacernos volver más prematuramente de lo que teníamos previsto y nos hubiera gustado, por lo que cogimos de nuevo el autobús pero ya pensando en llegar hasta la estación. La bajada fue por otra cara de la montaña, mucho más boscosa, llena de vegetación y en la que, a veces, parecía que el autobús se iba a caer cuesta abajo en una zona llena de curvas y con vistas espectaculares. Ya abajo descartamos totalmente seguir con la visita pese a dejarnos varias cosas que nos hubiera gustado ver y tomamos rumbo a la estación. Volvimos a coger el tren de vuelta a Utsonomiya y allí paramos un rato para tomar algo en los alrededores de la estación mientras veíamos si podíamos reservar un shinkansen a Tokio más temprano que el que teníamos ya reservado. Sin embargo, no pudimos encontrar ninguno en horas cercanas que tuviera asientos libres, por lo que es un buen consejo el que se reserven los asientos con bastante antelación u os quedaréis muchas veces sin posibilidad de coger el tren que queríais coger. Por tanto, decidimos subir al primero que pasaba y usar uno de los dos vagones que tienen con asientos no reservados, a ver si había suerte y teníamos sitio. Pero no fue así ya que los vagones estaban llenos y tuvimos que hacer gran parte del trayecto de vuelta de pie en los pasillos entre los vagones. En la última parada antes de Tokio sí que pudimos sentarnos y llegar más cómodos al último trayecto antes de volver al hotel. Al día siguiente sería el último día en Tokio y debíamos visitar el santuario Meiji y la zona de Shinjuku como principales. Etapas 7 a 9, total 21
📊 Estadísticas de Diario ⭐ 5 (8 Votos)
![]() Total comentarios: 3 Visualizar todos los comentarios
CREAR COMENTARIO EN EL DIARIO
Diarios relacionados ![]() ![]() ![]() ![]() ![]()
![]() |