Impresiones de una escapada de ochos días en julio de 2018 al norte de Marruecos sin ningún dato de interés práctico para el nuevo viajero. Autor:Agus1973Fecha creación:⭐ Puntos: 4.3 (3 Votos)
En aquellas primeras horas de un nuevo día y la tranquilidad que se respiraba me hacían lo suficientemente autónomo para no necesitar los servicios de un taxi en el aeropuerto de Tánger. Y lo que menos me apetecía era subir en uno, el transporte que menos me gusta con diferencia. ¿Por qué? Tal vez por la sensación de ir en una "burbuja diplomática" ,mi necesidad obsesiva de viajar como la mayoría de autóctonos , no aislarme de los olores característicos de humanidad de cada región que se producen en los transportes colectivos, no ser ajeno al bullicio y la vulnerabilidad que produce los transportes compartidos, las sonrisas y las preguntas de curiosidad, etc... , y todo lo que sucede en ellos que casi es la tercera parte de las experiencias gratificantes de mis viajes.
Así que dejé atrás la fachada de la vetusta terminal del aeropuerto y cogí la ancha y única autovía que moría en el aeropuerto en busca de la parada del transporte público a dos kilómetros de allí. Los taxistas ni se molestaron en preguntar,nadie importuno al tío que llevaba una pequeña mochila de cuarenta litros a la espalda.
El sol, a esas horas era clemente con el caminante, la autovía estaba flanqueada en un lateral por un polígono, y yo caminaba por la acera disfrutando de las primeras sensaciones con el poco equipaje que llevaba. No había facturado ninguna maleta o mochila grande. Llevaba lo justo y eso me daba todavía más libertad de movimientos.
-Perdona, chico,¿dónde está la parada de autobuses urbanos al centro de la ciudad?- consulté en mi inglés sucio y sin entonación indígena a un muchacho con rostro de hastío que conseguía mantener la verticalidad gracias al apoyo del mástil que ondeaba la omnipresente enseña nacional.
-Ici,ici...Monsieur!- Me indico en un francés elemental,quien respondió más por intuición que por comprensión. La parada, sin señalizar, enfrente de una rotonda y una gasolinera se encontraba.
Pese a economizar en palabras y gestos en su respuesta, fue él quien me sacó de mis primeras cavilaciones y me indicó que aquel vehículo que venía hacia nosotros con un ronroneo agonizante era el que iba al centro. Alcé el brazo para que parara y accedí en la furgoneta adaptada para el transporte público.
La primera impresión visual de Tánger era de una ciudad profundamente adormecida con la reminiscencia de un pasado más glorioso. Como si estuviera esperando al príncipe azul que la despierte de ese lapso desgarrador y amargo. Las avenidas por donde circulábamos eran anchas y modernas.
No nos entendimos, quien se encargaba de cobrar y yo, era infranqueable el muro de ofuscación que nos separaba para cualquier intento por hacerme entender o el hombre,sencillamente, no quería perder su tiempo con aquel ejemplar ibérico. Así que me dejó, con la mayoría de pasajeros, en un lugar totalmente desconocido de la ciudad, sin referencias.
Después de tomar un té calentito en un local, comencé mi interrogatorio ciudadano para lograr llegar a la estación de autobuses. Nunca pensé que podía ser tan difícil y enrevesado tal menester en conseguir llegar, pero lo fue. Pregunté como cuarenta tangerinos y cada uno de ellos me enviaban en una dirección diferente. ¡Tan difícil es decir no lo sé en vez de mandarme al lado opuesto! Todavía hoy no sé cómo llegué preguntando. Supongo que fue porque, visto el panorama, preguntaba cada diez metros que andaba y así.entre retrocesos y avances, conseguí contemplar el minarete afilado de la mezquita Siria próxima a la estación como perfectamente describía Lonely Planet.
Una explanada polvorienta precedía a la estación por el área que la abordé. Era chiquita y destartalada con un patio interior curioso. En aquellas horas el trajín de gente era considerable, aunque me pareció insignificante para una ciudad como Tánger con una población de un millón de habitantes. Esa estación necesitaba urgentemente un lavado de cara, su aspecto hacía pensar que no la restauraban desde la época que el transporte se hacía en diligencias.
- ¿Dónde vas? - Me preguntó un ansioso y acelerado marroquí.
- A Chefchauen,amigo.
Y en una repisa exterior invadida por una montaña de monedas de una las ventanas de venta de billetes le compre el ticket a uno de los vendedores de la compañía que también iba acelerado .Salí fuera, a los andenes, y pregunté de dónde salía mi autobús. La señalización era inexistente y el orden no era precisamente una cualidad en aquellas tierras africanas.
Me alegró ver que mi autobús no era tan viejo como la estación, mas mi alegría duró poco cuando arrancó el autobús y siguieron sin poner el aire acondicionado y no tenía abertura los cristales. Al menos uno más viejo tendría ventanas y podría refrescarme un poco. El bochorno era insoportable en su interior, el trayecto de tres horas se conviertió en un infierno, en una fundición de hierro se debe estar mejor,pensé.
La autovía de Tánger a Tetuán estaba impoluta e impecable, sus flancos bien cuidados e inseminados forzosamente de banderas flamantes del Estado marroquí ,como si estuviéramos en la época de los patriotismos más recalcitrantes y oscuros de la historia, le daban un toque verbenero y surrealista. Quedaba claro que estaba en Marruecos, que esto ya no pertenecía al protectorado español, por si había alguien que lo dudase después de tantas décadas.
Dejamos a mano izquierda Tetuán, a lo lejos, y la autovía se transformó en una carretera estrecha y sinuosa que progresivamente ascendía. La existencia,definitivamente, se había transformado en más agreste y la pobreza se agudizaba.Los campesinos se veían de vez en cuando en los flancos de la carretera al lado de fardos amarillentos, de terruños grotescos para el cultivo o protegidos por la sombra de los escasos árboles de aquella zona; normalmente, con caras resignadas soportando estoicamente el calor insoportable de esas horas. Sin embargo, la peor parte se lo llevaban algunos asnos sujetos a estacas, obligados a soportar las altas temperaturas sin ninguna sombra que los protegiera,como si ellos fueran seres indoloros.
Al final, la tortura se acabó cuando divise las primeras construcciones de Chefchauen, encastrada en una ladera y protegida por la accidentada geografía de las estribaciones del Rif. Ascendí a pie las calles más modernas de la población, en la parte más alta estaba la famosa medina que era una de las atracciones turísticas, y allí se dirigían mis pasos.
En una de las callejones perpendiculares de la insulsa zona nueva unos adolescentes estaban embrollados en el inicio de una pelea.El más fortachon, que parecía el matón del pueblo, empujaba intimidatoriamente a uno de los chavales más frágiles del grupo. Cada vez se caldeaba más la situación hasta que aparecieron cuatro adultos y pararon lo que estaba a punto de desembocar en un torrente de golpes. No creí que la disputa tuviera nada que ver con chicas; sino, más bien, por cualquier estupidez relacionada con el sometimiento. Mientras iba siguiendo mi ascenso lastimero pensé qué espinoso debería ser los primeros escarceos sexuales, sobre todo, con el sexo opuesto para aquellos jóvenes y más, claro está, para el sexo femenino. La absurda coerción, probablemente, condujera a los más libidinosos, en el mejor de los casos, a relaciones homosexuales siendo heterosexuales. Y en los más trágicos..., mejor no pensé.
Cedí, después de varios intentos infructuosos por encontrar el hotel que había reservado, a que me guiara un desdentado e insistente marroquí por las callejuelas azuladas de la medina. Y, esta vez sí, llegamos al Hotel Antonio. Le di la propina que esperaba y accedí al establecimiento.
Un patio interior más recargado que el estilo barroco del siglo XVIII con unas escaleras de caracol que comunicaba con las plantas superiores. Aparte de estar todo muy recargado para mi gusto el sitio era acogedor.
Me dediqué al atardecer, después de una merecida siesta, a explorar el encantador casco viejo. Según lo leído, aquí había mucho descendiente de los moriscos expulsados del Califato de Granada en 1942 por los reyes católicos e incluso en este lugar vivieron una importante comunidad de judíos sefardíes hasta que poco a poco fueron abandonándola hasta quedar a mediados del siglo XX el testimonio de su paso en el legado material. Una de las anécdotas más curiosas sobre los sefardíes fue cuando un contingente español llegó y ocupó, a principios del siglo XX, la localidad. Cual fue la sorpresa, después de siglos de aislamiento, que oyen hablar a algunos ciudadanos en un extraño español,eran los sefardíes, que pese a ser expulsados de España mantuvieron la lengua, generación tras generación.
Me sorprendió ver las placas de las calles de la medina en árabe y español. Siendo la segunda una lengua no enraizada en aquella localidad y que tanto tiempo ya nadie tenía como lengua materna, a pesar de que había personas que lo hablaban bastante bien. Investigando por Internet descubrí que la junta de Andalucía derivó 600,000 euros para la pavimentación y arreglos de los espacios públicos, según un artículo del ABC de la edición del 21 de agosto del 2010, aunque no decía nada de las placas. Sin embargo, a pesar de la buena voluntad de la junta, no le veía ninguna lógica ese cártel bilingüe, que parecía más una injerencia cultural que un acto de buena voluntad.
Cené cuscús con verduras a las nueve de la noche en uno de los restaurantes del centro, plagado de extranjeros. Aquello era una extensión más de Port Aventura pero sin atracciones, es lo que se habían convertido muchas poblaciones del mundo ante el boom turístico. Y aunque todos tenemos derechos a ser turistas, esos movimientos migratorios transfiguraban inevitablemente el paisaje perdiendo uno de los grandes atractivos por los que se vieron atraídos los primeros viajeros: la singularidad idiosincrásica de los territorios.
Antes de dormir, en la sobria azotea del hotel pero con una hermosa panorámica, estuve charlando con una pareja de australianos, delgados y con muy buena planta para la edad y el oficio que tenía el hombre: constructor. Habían cogido unos meses sabáticos para conocer en profundidad Marruecos y visitar a familiares en Suiza. Luego se unió una chica oriental a nuestra conversación y se atrevió a hablar en castellano con dificultad, comentándome que era una enamorada de España y que conocía muchos sitios del territorio. La chica, pese a no ser muy guapa, tenía un atractivo anhelante. Y aquella noche, en sueños, por supuesto, soñé en las lejanas tierras con escenas oníricas con ella que quedarían para siempre enterradas en mi memoria como un bonito recuerdo .
Volví a desandar los pasos recorridos del día anterior hasta Tetuán, no sin antes almorzar en una de las panaderías cercanas a la estación de Chefchauen donde la abeja maya y sus primas revoloteaban la repostería de la sucia vitrina sin pudor y ante la pusilanimidad de los camareros; costumbre muy extendida, por cierto, en las ciudades que visité en territorio marroquí.
El río Martil, al noreste de la estación de autobuses de Tetuán, recorría su lecho alejado de la ciudad, como si sus pobladores primigenios, embrujados por una locura colectiva, lo hubieran proscrito a la soledad. Resultaba misterioso verlo pasar solitario en el fondo de la vaguada, aunque no alcanzara a comprenderlo tenía que haber una razón práctica en ello.
Dejé la estación y ascendí por la avenida Hassan II, paralelo al jardín de los enamorados, que en esas primeras horas ya podríamos bautizarlo como el jardín de los marchitados por el calor.
Entré a la medina por un vano de la muralla, no tenía ninguna prisa en buscar alojamiento, esa era una de las ventajas de ir con un equipaje liviano durante todo mi viaje, que la mochila no me molestaba ni me incomodaba en mis exploraciones. Enseguida percibí la singularidad de aquella medina que parecía mantenerse alejada de la mercadotecnia turística y permanecía intacta en el tiempo con sus comercios tradicionales. Me enamoré inmediatamente de ella, y no entendí cómo se mantenía alejada del circuito turístico, aquella joya mucho más auténtica y hermosa que las de Chefchauen y Tánger. Pasé varias horas adentrándome por sus callejones y viendo la actividad mercantil que tenía un ritmo sereno, al menos, en aquellas horas. El calor se soportaba muchísimo mejor en aquellas callejuelas.
Salí por una de los accesos de la muralla,Bab M´kabar,y lo primero que vi fue una vertiente sucia con azulejos de tonalidades blancas y azules, pensado que estaba en la escombrera municipal, pero no, era el cementerio de la ciudad. No les importaba mucho a los tetuaníes tener aseado el lugar de descanso de sus familiares fallecidos, tal vez valdría más la pena coger la costumbre hindú de incinerarlos que ver aquel espectáculo ominoso. Recorrí el cementerio siguiendo senderos que acababan difuminándose, que me obligaban a caminar por las sepulturas ante la indiferencia de los pocos marroquíes que pululaban por allí. ¿A quién le importaría que pisara o meara en las miles de sepulturas que había? Creo, viendo el panorama, que a nadie.
El sol,ya en su cenit, era inclemente, insoportable. Así que fui a refugiarme durante un rato ante la copa de un bello ejemplar de pino.
-Mi abuelo era español. Yo trabajo con el párroco de la iglesia de Bacturía- me comentaba en español un autóctono que me intercepto enfrente de la iglesia.- Soy un buen guía que podría enseñarte toda la ciudad.
-No, muchas gracias, ya he visto todo.- le respondí amablemente.
-Ves. Allí arriba.- señalando una colina cercana que se veía una fortificación en su base-. Es el antiguo destacamento de los regulares españoles de la época del protectorado. Podemos ir y te lo enseño; he hecho de guía de muchos españoles.
Mi respuesta siempre fue negativa ante su insistencia hasta que se rindió.
La verdad, que no fueron muchos, quienes me molestaron pidiendo dinero o servicios en Tetuán.Se notaba que no era, para mí fortuna, muy turística.
Eran las tres de la tarde cuando busqué alojamiento. Me alojé en la pensión Iberia por 19 euros (solo quedaba una habitación doble). Las habitaciones estaban limpias pero su mobiliario, sus colores y el edificio tenía más semejanza a un sanatorio que a un hospedaje.
La plaza Hassan II era un lugar cercado por vallas y cuerpos de seguridad del Estado marroquí. En uno de sus lados estaba la fachada de uno de los palacios reales que hay diseminados por Marruecos. Aquella plaza no pertenecía al pueblo, a quienes le negaban su disfrute. Era surrealista que un rey en el siglo XXI siguiera teniendo actitudes anacrónicas. Y, además, aquel palacio, seguramente lo utilizara cuatro o cinco veces al año. Todo un despilfarro de dinero y autoritarismo.
Ascendí la medina por el área más pobre y sucia, la más deprimida, para llegar al antiguo acuartelamiento español. En el camino, unas niñas sentadas en una escalera de los callejones me pidieron si les podía dejar el móvil. Mentí, les dije que no tenía. Aunque no entendí muy bien para qué querían mi móvil, a quién querrían llamar o si saldrían corriendo cuando el ingenuo turista les entregara confiado el teléfono.
Vi alguna mujer de edad avanzada con la vestimenta más tradicional andando con dificultad por aquellas empinadas callejuelas, realmente no era la mejor zona de Tetuán para envejecer o tener una minusvalía,para salir de aquí ni las motos servían en las calles estrechas con peldaños para una persona de movilidad reducida.
Ya arriba, entré decidido por el que un día debió ser el acceso principal del acuartelamiento. En el soportal, en una estancia en el lado izquierdo, había cuatro marroquíes sentados que me comentaron que estaba prohibido entrar. El interior, lo poco que vi, tenía un estado de conversación lastimoso. Me conformé con rodear el edificio por su parte superior.
Después de cenar me senté en una plaza a ver a los marroquíes disfrutar de la fresca. En aquellas horas la gente aprovechaba para callejear y disfrutar de las temperaturas más agradables.
Recordé viendo a los niños jugar a fútbol la primera vez que supe de la existencia de Tetuán. Fue con catorce años cuando fui a la casa de un amigo y me enseñó unos periódicos deportivos que guardaba su padre de la temporada 51-52 de la liga española. Ojeando sus páginas amarillentas por el tiempo me llamó la atención una crónica de un partido de fútbol: A. Tetuán 3- R. Madrid 3 en el campo de Varela. Un partido que los de casa ganaban 3 a 1 en el descanso y acabó envuelto en polémica arbitral e invasión del campo con incidentes que fueron reprimidos por las fuerzas del orden público. No me llamo la atención los incidentes, algo que solía ocurrir con cierta frecuencia, sino el nombre del equipo local.¿ De dónde era el A. Tetuán? De Marruecos. Me dijo mi amigo. Al principio me extraño que un equipo africano jugara la liga española, luego, tiempo más tarde, comprendí la razón. En aquella época Tetuán pertenecía al Protectorado español, pero no dejaba de ser, por ello, una hazaña que un equipo africano dirigido, eso sí, por españoles llegara a la primera división y jugara en ella una temporada.
Antes de dormir estuve leyendo la obra ambientada en la época del Protectorado español de María Dueñas, Tiempo entre costuras,un libro muy bien escrito y documentado pero algo ñoña para mi gusto.
Me costo menos de lo que pensé encontrar la parada de los gran taxis a Ued Lau en Tetuán. Esta vez, no como los tangerinos,los tetuaníes demostraron tener más luces y me indicaron el camino correcto. Además tuve suerte, llegar y salir. Era la última plaza libre del vehículo que faltaba para ocupar y hasta que no está lleno no salen normalmente.
Se encontraba cerca de la estación de autobuses.
Me alojé en un cuchitril de hotel a primer linea de playa atendido por un marroquí que hablaba bien el español. Era muy nervioso y solicito, pero el negocio le quedaba grande. Y eso que eran cuatro habitaciones contadas. El baño era un desastre, la alcachofa de la ducha disparaba chorros de agua en todas las direcciones posibles y el sifón de la pica de baño era una cascada de agua cuando abría el grifo, los pocos huéspedes marroquíes eran jóvenes fumadores empedernidos de porros que tenían ambientado con el perfume de esta droga el pasillo estrecho que daba a las habitaciones. Mi habitación era un camastro con una pequeña mesita con una ventana lo suficientemente grande para que pasara una gaviota adulta siempre que no extendiera las alas,bien colocadas al cuerpo y la cabeza agachada. Lo único decente era el precio del alojamiento:130 dirhams y que tenía a dos pasos la playa.
Desde el año 2001 que no me alojaba en un hotel tan cochambroso, en Zamora en el día de la hispanidad ,haciendo el camino de Santiago por la vía de la plata, que estaba lleno de chinches y suciedad. Si me alojé fue porque llovía , era el único sitio con una habitación libre y era una ciudad, si hubiera sido un pueblo me habría ido a cualquier rincón a dormir como he hecho en alguna ocasión.
Ued Lau no tenía ningún encanto urbanístico, era lo más feo que te puedes echar a la cara. Su única atracción era la playa y pasear por el ancho paseo marítimo al atardecer. Pero tenía curiosidad en ver cómo disfrutaban los europeos de origen marroquí o los marroquíes que vivían en Europa de uno de sus Benidorm africanos.
Lo primero que hice fue colocarme el bañador e ir directo a pegarme un chapuzón al mar mediterráneo. La playa estaba muy concurrida de marroquíes. Las mujeres no llevaban bañadores ni bikinis y menos senos descubiertos, todas llevaban prendas que ocultaban sus cuerpos, los hombres, en cambio, no tenían ningún pudor en enseñar sus cuerpos excepto los genitales y sus nalgas. Solo cuando salían del agua las prendas mojadas se ceñían algo en sus cuerpos que recordaba que aquellas mujeres tenían curvas.
El agua estaba buenísima ,podría haber permanecido horas y horas dentro. Pero viajaba solo y mis pertenencias más preciadas estaban debajo de mi toalla en la arena excepto trescientos euros que había dejado escondido en el hotel por si tenía la peor desgracia de todas, a cuatro metros de distancia de mí. Así que entre y salí varias veces para no dejar mucho tiempo sola mis cosas.
Comí en uno de los pocos restaurantes concentrados en Corniche una "parrillada" de pescado recién pescado inacabable. Imposible de acabar uno solo. Ya no comí nada más hasta el día siguiente por el empacho.
Luego fui a la terraza del Hotel a leer El cielo protector de Bowles,un escritor norteamericano que pasó mucho tiempo viviendo en Tánger cuando era una ciudad internacional. Sus personajes principales ,tres jóvenes occidentales,desprovistos de las armas de sociabilización de la vida cotidiana de su época,viajan por el norte de África del siglo pasado como viajeros desprovistos de la prisa y la inminente necesidad que nos aqueja, en mayor o menor medida, a la mayoría de mochileros o viajeros modernos. Esa obsesión enfermiza de ver muchísimas cosas en el menor tiempo posible, como si fuésemos ráfagas de viento. ahora estoy, ahora ya no estoy. Y va explicando sus peripecias y sus tormentos. El desenlace de la obra es un canto a la tragedia,un desenlace funesto. Sin embargo, me encantó leer este libro, mucho más interesante y real que Tiempo entre Costuras.
Antes de dormir paseé por el paseo marítimo a la penumbra de las tenues luces de las farolas y luego acabé en un pequeño parque de atracciones con el clásico autos choques de toda la vida. Golpeándome contra los marroquíes en mi particular cruzada cristiana.
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Gracias, Jotaatar. He mirado y me parece que sale mucho de la ruta pq no vuelvo a Fez, iríamos de allí a Marrakech. Lo que estoy viendo es que son muchísimas horas de carretera. Es muy exhaustivo?
Recomendáis tour organizado?
Buenas, nosotros hicimos algo similar en 2008 en coche de alquiler. Te paso nuestra ruta.
Día 1: Fez
Día 2: alquilar coche Fez
Fez- Ifrane _ Azrou _Aïn Leuh _ Sources de l’Oum er Rbia__ Khénifra
Día 3:khénifra___Midelt__Gorges d’Aouli__Gorges du Ziz__Source Blue de Meski_ Merzouga
Día 4: Ruta desierto y dormir en el desierto
Día 5: Merzouga _ Garganta del Todra__ Garganta del Dades
Día 6: Garganta Dades __ Skoura __ Ouarzazate ___ Aït Benhaddou-Tizi n Ticha_ Aït Ourir
Día 7: Aït Ourir __ Cascadas de Ouzoud __ Marraquech
Día 8: Marraquech
Este viaje que te propones es bonito en coche de alquiler y en primavera o principios de otoño con muchas mas horas de luz diurna porque ahora vas a tener luz diurna entre las 8 am y las 18.30 pm (en los valles menos aún) por lo que, como quiera que Marruecos es un destino comodín para el turismo español, por su cercanía y facilidad de viajar a él (sobre todo con vuelos low cost), te sugeriría que realizaras una ruta de "ciudades" ya que esos 8 días te permitirán patear unas cuantas y ademas sin necesidad de alquilar un coche (desplazamientos entre ciudades en tren que no te obligan a madrugar o que puedes utilizar en trayectos vespertinos para aprovechar al máximo las horas diurnas para visitas)
Día 1 – Sábado 8/11: Llegada a Fez a las 17h
Día 2 – Domingo 9/11: Fez. Todo un día en Fès te permitirá ver lo mas clásico a nivel turístico.
Día 3 – Lunes 10/11: Fez → Meknes (en tren, 45' , 40 dh en 1ª clase, múltiples frecuencias). Visitas lo que te convenga en Fès y cuando te plazca, tren para Meknes.
Día 4 – Martes 11/11: Meknes → Rabat (en tren, 2 h, 115 dhs en 1ª múltiples frecuencias, noche en Rabat ciudad). Visita de Meknes y partida en tren tras la puesta de sol, con tu equipaje en depósito en el alojamiento escogido mientras visitas Meknes. Un día bien aprovechado sinntener que madrugar, te permitirá ver lo mas relevante de la ciudad a nivel turístico e incluso tener un paso en calesa.
Día 5 – Miércoles 12/11 : Rabat. Un día competo en Rabat te permitirá visitar lo mas turístico de la ciudad, incluso de noche con los monumentos iluminados. Rabat es una de las ciudades mas seguras en el pais
Día 6 – Jueves 13/11: De Rabat a Casablanca, para visitar lo mas relevante (Mezquita Hassan II, medina, Plaza de Naciones Unidas-Souk, Plaza Mohammed V y Mercado Central, con una cerveza si encarta en el Rick's café o una buena comida en la Taverne du Dauphin. Desde Rabat en tren de alta velocidad, 60 dhs en 2ª clase, 45' totalmente factible, y todo caminando o en tranvía, saliendo de Rabat sin madrugar. De Casablanca a Marrakech en tren, 285 dhs 1ª clase, que sugiero pagar porque son 3 horas de trayecto. Múltiples frecuencias que te permiten ajustar tu horario de visitas en Casablanca, en especial si escoges los horarios de las 17.44 o 18.44 pm (con llegadas respectivamente a las 20.35 y 21.35 pm, horarios nocturnos que en una ciudad como Marrakech no son relevantes a menos de que quieres ir a buscar un alojamiento en lo mas profundo de la medina.
Día 7 – Viernes 14/11:Marrakech
Día 8 – Sábado 15/11: Marrakech vuelo sale a las 22:50
NOTA CONSIGNAS : en Casablanca, el Hotel Al Walid - Black Rocks que está justo al lado de la estación de tren Casa Voyagers, admite consignas de equipajes, cobran 60 dhs por maleta por la jornada diurna, hay que mostrar pasaporte tanto a la entrega como a la regogida y llevar una fotocopia del pasaporte que se quedan ellos.
Trenes : www.oncf.ma
Estación de tren en Meknes : Meknès Al Amir
Estación de tren en Rabat : Rabat Ville para llegada desde Meknès
Estación de tren en Rabat : Rabat Agdal para TGV desde Rabat a Casablanca
Estación de tren en Casablanca : Casa Voyageurs para llegada con TGV y para salida hacia Marrakech
Opcional : estación de tren de Rabat Ville para ir a Casablanca en tren convencional que permite llegar tanto a la estación de Casa Port como a la estación de Casa Voyageurs, aunque sugiero esta segunda si se lleva equipaje para dejar en consigna y porque ademas, delante mismo d ela estación esta el tranvía.
NOTA : Tranvias en Casablanca y Rabat
· El Tramway Casablanca
Tramway en Plaza Mohammed V
El Tramway es un muy buen medio de transporte en Casablanca. Funciona desde las 5.30 am hasta las 22.30 / 23.30 pm y a efectos turísticos pasa por algunos de los puntos mas destacados y de interés como pueden ser la Plaza de las Naciones Unidas (y Medina), la Plaza Mophammed V (y Parque de la Liga Arabe), la Plaza de Hassan II, o la propia Avenida Mohammed V (Mercado Central).
Su coste es de 7 dirhams por viaje y persona en billete sencillo; los billetes son tarjetas (recargables) que se compran directamente en las máquinas expendedores sitas en todas las estaciones, en metálico y en dirhams o bien con tarjeta de crédito; tanto para acceder a la estación como para salir de ella, es necesario pasar el billete por el lector; en todas las estaciones hay personal de la Sociedad Casa-Tram que ayudan al viajero.
El precio del billete simple al comprarlo la primera vez es de 7 dirhams (incluye un viaje)y el precio de la recarga para cada uno de los 10 viajes que permite recargar es de 6 dirhams. Recargar las tarjetas es muy simple en los terminales automáticos de venta que hay en cada estación y en la pantalla táctil se van indicando los pasos a seguir así como el importe a pagar para cada operación; no es necesario recargar uno a uno los viajes puesto que en función del tipo de tarjeta de viaje, el sistema ofrece las diferentes opciones (recargar 1, 2, 10 ....) las pantallas de los terminales están en árabe, francés e inglés, pero no en castellano.
El tramway en la estación de Casa Vogayeurs
· El Tramway Rabat
Tramway (Catedral de San Pedro)
El tranvía une diferentes puntos de ambas ciudades y a efectos turísticos pasa por algunos de los mas destacados y de interés como pueden ser la Av Mohammed V (a la altura de la estación de tren de Rabat Ville), la Plaza As Joulane, (Catedral de San Pedro), la Avenida Hassan II (con parada y giro a la altura de Bab Chellah, la avenida que conduce directamente a la Gran Mezquita y a la calle Souika), la medina (bueno, no por ella, sino por su perímetro, puertas Bab el Lahlou y Bab Chellah), por un buen trecho de las murallas (con Bab Rouah, Bab el Had como puntos significativos con paradas del tram), el Jardín Botánico y la Biblioteca Nacional (con parada delante) y tiene parada cerca de la Torre Hassan y Mausoleo Mohammed V, además de Salé donde, a efectos turísticos la parada mas interesante es la de Bab Lamrissa delante de la medina de Salé.
Su coste es de 6 dirhams por viaje y persona, y los billetes son tarjetas de un solo uso que se compran directamente en las máquinas expendedores sitas en todas las estaciones, (en metálico y en dirhams o bien con tarjeta de crédito); también se pueden comprar en kioscos normalmente allí donde venden tabaco, prensa, etc. A diferencia de Casablanca, estas tarjetas no se pueden "recargar". Los billetes NO caducan, es decir, uno puede comprar 6 billetes por ejemplo y utilizarlos cuando le convenga.
En Rabat el billete se valida en el interior del tranvia. No olvidar validarlo puesto que pasan los revisores; el no validar el billete supone una sanción de 50 dirhams.