![]() ![]() 日本. Primer viaje: primavera 2009. ✏️ Blogs de Japon
Diario de un viaje en pareja a Japón.Autor: PaRaP Fecha creación: ⭐ Puntos: 3 (1 Votos) Índice del Diario: 日本. Primer viaje: primavera 2009.
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Llevo fascinado por Japón desde pequeño. No soy un otaku, ni gran aficionado al manga, no me harto de comer soba en casa ni me considero un fanático de los RPG con personajes andróginos; tampoco tengo una katana, ni practico zazen en ayunas ni hago katas ante el espejo por la noche. No es nada en concreto lo que me fascina de Japón. Es todo.
Por eso cuando ahora me preguntan cuál será mi próximo viaje nunca sé qué decir. No es que no me interese viajar por el mundo, sino más bien que después de visitar Japón me siento satisfecho, como en paz. Ir a Japón, para mi, era algo tan platónico que no lo veía ni realizable. Hablaba de ello, leía sobre ello y prácticamente lo soñaba pero no me había planteado materializarlo. Fueron muchas las casualidades que me empujaron a hacer el viaje, pero sin el apoyo de mi chica, que se apuntó tan o más emocionada que yo a esta aventura, nunca me habría lanzado. Francamente, me resulta muy difícil empezar a relatar un viaje como este. Hay multitud de sitios web por Internet, blogs, fotografías y artículos con información más interesante, completa y objetiva que la que yo pueda transmitir aquí. Datos de gente que reside, trabaja y "vive" (en el sentido menos literal de la palabra) ahí. ¿Qué puedo aportar yo a esta masa de información? ¿Más ruido? ¿Más infoxicación? Probablemente. Pero me insisten en que lo escriba y, además, tengo ganas de hacerlo. Así que... ahí va. Salíamos del aeropuerto del Prat, en Barcelona, a las 10 de la mañana del día 26 de marzo de 2009, en un avión de Lufthansa hacia Frankfurt. Pedimos al facturar la posibilidad de cambiar el asiento a salida de emergencia y no nos pusieron ninguna pega. Por pedir que no quede, oigan. Durante el viaje almorzamos algo y llegamos a Frankfurt a la hora prevista. Allí nos esperaba destino Narita un Boing 747, un avión militar diseñado en su momento para transportar mercancías pero que ahora se dedica a llevar a más de 400 pasajeros de un lado a otro del mundo. Teníamos reservados los asientos de cola 55B y 55C, de los pocos de clase turista que van en pares en lugar de en grupos de 3 o 4. Lufthansa se hartó de darnos de comer a todas horas, contribuyendo así a evitar el canibalismo durante las 12 horas que permanecimos sentados rodeados de colegiales japoneses. El avión acompañaba el planeta en su rotación, así que dejamos el sol atrás en un periquete, sólo para verlo aparecer de nuevo pocas horas después justo delante, como si se hubiera olvidado algo. Pese al estrés que parecía llevar al sol, a nosotros las horas se nos hicieron largas y algo incómodas, prácticamente no pudimos dormir y llegamos totalmente reventados a Narita.
Por la mañana, hacia las 8, poníamos los pies en tierras niponas. Compramos un billete para el Narita Express hacia Tokyo y una tarjeta SUICA, tarjeta prepago principalmente para transporte, que nos permitiría pasar por las entradas de metro más rápidos que un rayo. En Japón prácticamente todas las tarjetas de transporte son de proximidad (imagino que RFID para quien le interese), por lo que sólo acercándolas ya puedes pasar por las entradas de las estaciones. Aunque "poder" es un decir, ya que poder puedes siempre, al no existir barreras físicas que se abran y se cierren para pasar.
Mientras íbamos en el Narita Express aún parecía una ensoñación haber viajado más de 10.000 quilómetros por el aire y estar de nuevo pisando suelo firme en el otro lado del mundo. Pero cuando durante el trayecto compramos una botella de agua con la tarjeta SUICA nos dimos cuenta que ya no estábamos en España. Eso sería equiparable a plantarse en medio de un vagón de Renfe e intentar agitar en el aire una tarjeta integrada de metro esperando que caiga algo de beber del cielo. Llegamos a la estación de Ueno en Tokyo y nos dirijimos al andén de la línea Yamanote, algo parecido a la línea circular de Madrid, pero que lleva más de 3 millones y medio de pasajeros al día en sus trenes. Desde Ueno sólo había una parada hasta la estación Okachimachi, la que sería nuestra estación de referencia durante los 4 días que íbamos a estar en Tokyo. Con las mochilas en la espalda nos dirigimos, sin pérdida ni desorientación, hasta el hotel que habíamos reservado. El primer contacto con las calles de Tokyo fue todo un shock cultural, especialmente sorprendente era encontrarse todas las bicicletas sin atar ni encadenar de ninguna manera. Así como muchas aceras decoradas con plantas de los vecinos, en algunos casos incluso con pequeñas figuritas. Que todas esas cosas siguieran ahí la mañana siguiente parece otorgar algo de esperanza a la especie humana. El hotel era el Villa Fontaine Ueno. Se trata de un hotel de negocios perteneciente a una cadena que tiene alojamientos en varios distritos de Tokyo. Al preparar el viaje estábamos dudando cuál de ellos coger, queríamos uno de los más baratos, pero el de Ueno nos echaba algo para atrás por algunos comentarios sobre el barrio ("alta concentración de homeless", "poco atractivo", etc.). Al final probamos suerte y debo decir que quedamos totalmente satisfechos. La zona donde está, pese a estar cerca de Okachimachi cuyo oeste parece prácticamente una extensión de la zona "techno-trance" Akihabara, se trata de un barrio residencial muy tranquilo. Está muy cerca de un íntimo parque y de algunas oficinas, por lo que es un sitio perfecto donde observar la realidad japonesa en un dia laboral cualquiera. Como era muy temprano (en Japón, en general, el checkin es a las 15:00), dejamos las mochilas en el hotel y nos fuimos a dar una vuelta. Decidimos dedicar el día a explorar los alrededores, no teníamos mucho jet-lag, pero tampoco estábamos para lanzar cohetes. Nos dirigimos de nuevo a Okachimachi y allí descubrimos, puramente por azar, el mercado Ameyoko. Se trata de un mercado que crece paralelo a la línea Yanamote, quedando por debajo de esta y que va desde Okachimachi hasta la estación de Ueno. Es un mercado bullicioso, donde se venden especies, pescados y alimentos de todo tipo, lleno de mercaderes gritando para atraer la atención, al más puro estilo "pescado fresco, cariño, aún se mueve", pero en japonés, chillando bastante más y en ocasiones desde encima de un taburete. No sé si será la época en la que fuimos, pero pese a que ahora, al localizarlo por Internet, parece ser un punto algo turístico, la realidad es que no nos lo pareció en su momento. Todo el mundo era japonés y la gran mayoría parecía o bien pasear o bien ir a comprar, quedando poco sitio para guiris haciendo fotos como nosotros. El mercado, junto con sus paraditas de comida y el traqueteo del tren pasando cada pocos minutos por encima de nosotros me recordó inevitablemente a Blade Runner. En medio de Ameyoko encontramos también una pequeña sala arcade, la única que encontramos sin ningún letrero (al menos visible) de prohibido hacer fotografias. Los amantes de los videojuegos encontrarán ahí más de una reliquia interesante, como un King of Fighters 98 (que por cierto, me sorprendió inicialmente ver Blast City como letrero de la máquina, descubrí más tarde que se trataba del modelo de "cabinet", o mueble", fabricado por SEGA). Decidimos ir a comer temprano, según la costumbre europea-japonesa, así que hacia las 12 ya empezamos a buscar sitio donde alimentarnos. Nos alejamos de Ameyoko en dirección este, pero, como he comentado, se trataba de un sitio algo residencial, con lo que a priori no vimos restaurantes a la vista. Observando, sin embargo, vimos a bastante gente trajeada haciendo cola delante de distintos puestos de comida para llevar. Decidimos probar suerte con un puesto situado casi en frente del hotel. Si algún consejo podemos dar después de nuestro viaje a Japón, es el siguiente: nunca se debe tener miedo a probar algo nuevo, a atreverse a hacer algo distinto, aunque requiera tener cierta cara para intentar hacerse entender. Así que hicimos cola, sin preguntar quién era el último por motivos obvios, hasta que llegó nuestro turno. Aquí descubrimos que la tradición de poner los platos a la vista de los consumidores no se trata únicamente de algo turístico, sino de una tradición realmente arraigada en muchas paraditas y restaurantes de Japón. Esta tradición es sumamente útil para el turista no japonés-hablante, ya que le permite elegir a ojo, simplemente señalar y decir un "kore kudasai" (algo así como un "me llevo esto, por favor", pronunciado tal como se escribe, una de las grandes ventajas del japonés frente al inglés, por ejemplo) para obtener lo que quiera. Nos atendió una chica, que nos miró entre curiosa y divertida cuando le soltamos un muy entrenado "konnichiwa" (palabra algo más complicada de pronunciar correctamente que la expresión anterior, ya que se debe hacer una especie de pausa en lugar de doblar la "n" y decir el "wa" algo más "ba" que no "ua"). Una vez agotado todo nuestro vocabulario japonés con el saludo de turno, sacamos la Lonely Planet, guía que nos acompañó durante todo el viaje, y la usamos para pedirle a la chica que nos recomendara algo. Parece que nos entendió, rió, y nos señaló unas albóndigas que, si mal no recuerdo identificó como "teriyaki" (pese a no ser pinchos). Le pedimos para dos con los dedos y nos los empezaron a preparar. No pagamos hasta el final, momento en el que descubrimos otro momento "only in japan": la forma de dar, recibir y tratar el dinero. Parece ser que al dinero se le otorga un respeto especial; por eso se entrega siempre con las dos manos, extendiéndolo, con una reverencia y la persona que lo recoge lo hace también con las dos manos y lo guarda sin doblar, de la forma más pulcra posible. Nos entregaron un par de bentos (equivalente al tupper, por decir algo, de aquí) en una bolsa con sus respectivos waribashi (palillos japoneses de usar y tirar) y decidimos imitar, de nuevo, a los hombres de negocios que había por la zona: nos dirigimos a un pequeño parque y nos sentamos en un banco a comer. La estampa del parque era absolutamente memorable: en una zona unos niños jugando con sus bicicletas, en otro lado varios hombres de negocios comiendo y en otra esquina varios homeless, en aparencia, que en ningún momento pidieron ningún tipo de limosna ni molestaron en absoluto. En Japón todo está perfectamente ordenado, incluso la gente en el parque. Con la barriga llena volvimos hacia el mercado para recorrerlo hasta el final, con el objetivo de llegar al famoso parque de Ueno. Uno de los motivos por los que decidimos viajar en marzo a Japón, era para disfrutar de los cerezos en flor, aunque al llegar al parque comprobamos que era algo temprano y que aún no estaban en su momento de espectacularidad total. Todo llegaría... Perdimos la noción del tiempo curioseando por el parque. Vimos paraditas de comida, gente por doquier paseando y nuestro primer santuario (Tosho-gu) y pagoda. Contemplando curiosos una llama en memoria a los genocidios de Nagasaki e Hiroshima, un japonés se nos presentó y habló con nosotros en inglés, bastante mejor que el nuestro, durante un rato. Nos recordó quién ganó la guerra, nos recomendó visitar Senso-ji en el distrito de Asakusa y nos contó que el santuario y la pagoda que estábamos viendo habían pertenecido a una estructura mucho mayor destruida en una guerra. Vimos muy poco del parque y me apena decir que no volvimos en los siguientes días, hecho que, junto a muchísimas otras cosas que no voy a ir comentando para tampoco aburrir a nadie, justifica un segundo viaje a Japón. El no haber podido dormir bien en el avión comenzaba a hacernos mella. Era temprano pero decidimos volver al hotel para dormir sin apenas cenar (únicamente alguna galleta que traíamos). Por el camino vimos como una chica se comía un pescado empalado bajo la atenta y amorosa mirada de quién parecía su novio. La chica monísima. La imagen de ella tragando un pescado pinchado en un palo inolvidable. Creo que nos enfundábamos los pijamas a eso de las siete de la tarde. A las 2 de la madrugada levantamos la cabeza, pero conseguimos echar otro sueñecito hasta una hora decente. El día siguiente queríamos visitar Omiya por la mañana. 📊 Estadísticas de Diario ⭐ 3 (1 Votos)
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