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Nueve dias sin noche

Nueve dias sin noche ✏️ Blogs de Noruega Noruega

NUEVE DIAS SIN NOCHE
Autor: Lwrence  Fecha creación:  Puntos: 3.3 (3 Votos)
NUEVE DIAS SIN NOCHE VIAJE DE LAPONIA

NUEVE DIAS SIN NOCHE VIAJE DE LAPONIA


Localización: Noruega Noruega Fecha creación: 08/05/2008 02:43 Puntos: 5 (1 Votos)
NUEVE DIAS SIN NOCHE VIAJE DE LAPONIA DEL 03 AL 12 DE JULIO DE 2007 PER LLORENÇ ESTELL

PROLOGO


La oscuridad es silenciosa. El frío es como un cristal. La luz del sol, no cede al silencio, ni los Trolls han vuelto a hacerse visibles en las Islas Lofoten. Los glaciares siguen estando presentes en pleno julio, y los fiordos son tan solo miniaturas de espectáculo natural en vivo. El pueblo Sami me muestra sus especiales facciones, y no consigo encontrar entre tantas tonalidades de verde, el color de los ojos de aquella chica Sami. Si es posible ver a Papa Noel en julio, ¿por qué no es posible tomar el sol a las dos de la madrugada? Laponia, no es un país, ni un estado; ni tan siquiera una región. Pero Laponia es aquel lugar, donde sé, que algún día, mis pies volverán a pisar.

MARTES 3 DE JULIO... ... 1º DIA... ... BARCELONA-KARASJOK EMPIEZA LA AVENTURA

Las colas en el mostrador de Spanair, eran increíbles. Faltaba poco más de una hora para la salida del vuelo, y tan solo una apurada chica intentaba facturar a las casi 200 personas que íbamos a embarcar en un charter hacía el aeropuerto de Cabo Norte. Con algo más de 20 minutos de retraso, despegamos de Madrid. 3700 kilómetros nos separaban de nuestro destino. El aeropuerto de Lakselv, llamado también North Cape Airport, era casi de juguete. Una única y pequeña sala en la cual nos agolpábamos todos los viajeros servía de sala de espera, sala de recogida de maletas, y sala para los primeros contactos con los responsables de las agencias oportunas. A medida que íbamos saliendo, unas chicas nos indicaban a que autobús dirigirnos, dependiendo de la agencia y ruta contratada. La primera, y grata sorpresa nos la llevamos en el mismo momento en que nuestro autocar arrancó. Teníamos un autocar de 56 plazas para un grupo de tan solo 21 personas. Íbamos a estar anchos. Nuestro autocar, adornado por el exterior con el nombre de Asturias, era conducido por Santos, un asturiano, al igual que Javier Pedrosa, nuestro treinteañero guía, que nos pidió desde el primer momento en que lo llamáramos Javi. Primeras instrucciones y primera toma de contacto con nuestro reducido grupo. Una familia de Asturias con sus dos jóvenes hijos, otra familia de Cáceres con dos hijos algo más pequeños, 5 parejas de distintas edades y un chico riojano sólo, iban a ser nuestros compañeros.

Salimos del aeropuerto, para en tan solo unos minutos parar. Como se suponía que tendríamos hambre, nos detuvimos al lado del aeropuerto, en el pequeño pueblo de Lakselv. Donde nos detuvimos era una explanada con su gasolinera, supermercados, tiendas y bares. Podíamos comprar la cena, puesto que esta noche no estaba incluida. Lakselv, es un pequeño pueblo de 2500 habitantes, el cual es un importante nudo de carreteras hacia varios destinos de Noruega y Finlandia. Curioseamos en las tiendas del lugar y empezamos a acostumbrarnos con los precios altos de Noruega. En los supermercados, la comida aún estando más cara que en España, es aceptable, pero en los bares y restaurantes es increíblemente caro. Tras esta parada, emprendimos camino hacia Karasjok, que estaba situada a unos 75 kilómetros. Por el camino, empezamos a familiarizarnos con una particularidad de nuestro guía: Hablaba, y hablaba sin parar, abusando de sinónimos y algunas veces divagando en exceso sobre un tema. Dos palabras empezaron a repetirse con asiduidad: Austeridad y funcionalidad. Llegamos a Karasjok, capital del pueblo Sami. Pueblo éste del cual aprendimos, y mucho durante todo el viaje. Estábamos en la región de Finmark. Nos alojamos en el hotel Rica Karasjok, donde empezamos a descubrir el significado de Austeridad. Las habitaciones reunían todo lo necesario para ser confortables, pero con un sentido sencillo y práctico de su función. Nada de lujos, nada de ostentaciones, y nada de comodidades más o menos europeas. Austero y funcional. Con un tiempo prudencial para alojarnos, fuimos a ver el parque Sami que se encuentra casi en el mismo recinto que el hotel. De hecho el parque Sami y el hotel se comunican por unos caminos de tierra. Una adolescente vestida con el traje típico Sami, el “bunad”, nos dió la bienvenida, y la pegatina correspondiente a modo de ticket. Primero vimos una exposición de fotos sobre los Samis, hechas por un fotógrafo español. Bonitas. Después entramos en una sala donde había diferentes fotos que representaban a los Samis de los distintos países en los cuales habitan: Noruega, Suecia, Finlandia y Rusia. Con cada foto un símbolo Sami. En esta sala se nos proyecto un video de unos 5 minutos en ingles, sobre los Samis.

Posteriormente se abrió una puerta que nos condujo a una especie de pequeño cine, donde se nos proyectaron curiosas imágenes sobre las creencias Samis: los chamanes, las auroras boreales, los espíritus, los símbolos. La música acertadísima y la locución en castellano lo hacían más interesante de lo que en realidad era. Al salir de allí, teníamos tiempo libre para visitar la ciudad y acercarnos a los lugares de interés que nos recomendó Javi. Los Samis, son la población indígena que ha habitado estas tierras desde tiempos remotos. Su tierra, es popularmente conocida como Laponia. Su economía se basa particularmente en la cría de reno, pesca, caza y artesanía. Es una de las culturas más antiguas del mundo. De hecho se cree que llegaron a la península escandinava hace más de 4000 años. Encarna y yo, nos acercamos primero al edificio del parlamento Sami, el Sámediggi. Por fuera destaca por su estructura y originalidad, de madera marrón, alistonada, y rodeado de vegetación. El parlamento Sami, tiene potestad para crear y desarrollar leyes para su pueblo, leyes estas que deben ser refrendadas después por los cuatro países que administran el territorio de Laponia. El parlamento estaba cerrado, no obstante la visita del mismo por el exterior, era una preciosidad. Además paseamos por sus alrededores casi solos. Después del parlamento nos dirigimos hacia lo que podría llamarse el centro de la ciudad. Karasjok, a pesar de ser la sede de un parlamento, tiene tan solo 1500 habitantes, y un aspecto a veces como de ciudad fantasma. Estábamos en Noruega, y debíamos acostumbrarnos a la ausencia de bullicio en las calles. Noruega tiene 4 millones de habitantes, y en algunos lugares su densidad de población es inferior a 10 habitantes por kilómetro cuadrado. En varios lugares de las zonas más norteñas, existen áreas casi completamente deshabitadas. Los Samis se calcula que son alrededor de 50.000, y que más de la mitad viven en Noruega. Caminamos hacia la iglesia del pueblo, cerrada también, y construida en 1807. Al lado de la iglesia hay un pequeño mirador sobre el resto de pueblo y también sobre el río Karasjokka. Cruzamos el puente del río y nos acercamos a otra pequeña iglesia que estaba en obras. En el camino, un cartel ofrecía souvenirs. El agua del río, no estaba tan fría como pensábamos y a pesar de que el sol, lucia con todo su esplendor, una ligera brisa hacia recomendable el utilizar un jersey o chaqueta de abrigo. Karasjok, era un pequeño pueblo sin vida.

Pasamos por delante de un Púb, donde vimos a las primeras personas que no eran turistas como nosotros. Decidimos regresar hacia el hotel, y descansar antes de ir a cenar. Antes de llegar al hotel, nos adentramos en el parque Sami, observando las diversas construcciones de los indios Samis. El parque cuenta también con columpios y balancines, pero de construcción moderna, nada de Sami. Nuestro guía nos había recomendado para cenar, un restaurante típico lapon que estaba al lado del hotel, donde cenaríamos alrededor de un fuego, sentados cómodamente en unos bancos de piedra y refugiados en una especie de tienda india gigante. La oferta era tentadora, pero el precio también, y por ser el primer día, quisimos ser prudentes. En el hotel nos encontramos con Luis, el riojano y con Miguel Ángel y Nuria, una encantadora pareja de Madrid, con la que compartimos muy buenos momentos durante todo el viaje. Como que la oferta del restaurante del hotel, no nos convencía, decidimos regresar al pueblo y buscar algún sitio para cenar. Y uno de los pocos que nos podían servir era el Grill House, una casita de madera con terraza en el exterior y en cuyo interior hacían unos platos combinados que nos sacaron del apuro. Probamos el reno por primera vez, y sobre todo el agua, del grifo. Javi nos recomendó que siempre bebiéramos agua corriente, que en los restaurantes ya nos la servían sin nosotros pedirla y que ofrecía todas las garantías. Comprar agua embotellada era un error y además caro. Cenamos bien, reímos, empezamos a conocernos y sobre todo a familiarizarnos con un fenómeno. Eran las 11 de la noche y parecía que fueran las 5 de la tarde. La luminosidad solar no disminuía. El sol de medianoche empezaba a mostrársenos. Regresamos los 5 al hotel y Encarna y yo, decidimos caminar un poco más por los aledaños del hotel, que nos condujeron al edificio de la radio y al del museo. Eran más de las 12 de la noche. No veíamos el sol, puesto que las pequeñas montañas del lugar, lo ocultaban, pero lo notábamos, lo percibíamos... ¿cuándo oscurece aquí? Había que dormir, si, pero el sueño no aparecía. Empezábamos a tener los biorritmos algo alterados, pues mi cerebro no percibía la noche. Y tan sólo era el primer día de viaje. Con ausencia de persianas en la habitación e intentando inútilmente crear una atmósfera oscura, cerramos los ojos, o lo intentamos. Pues las cortinas no conseguían ocultar toda la luz. Mañana llegaríamos al Cabo Norte. La punta más septentrional de Europa.

MIERCOLES 4 DE JULIO... ... 2º DIA... ... KARASJOK-CABO NORTE EN LA PUNTA DE EUROPA.

Hoy fué el primer día que nos tocó madrugar. De hecho daba la impresión de que no nos hubiésemos acostado pues el sol, seguía con la misma intensidad a estas horas de la mañana que en la noche anterior. Desayunamos en un buffet bastante abundante y emprendimos camino hacia Cabo Norte, hacia la joya del viaje, que en esta vez, se visitaba al principio y no al final como suele ser habitual.

Pasamos de nuevo por Lakselv y empezamos a bordear el fiordo de Porsanger. Los paisajes que veíamos desde la ventana de nuestro autobús eran preciosos. El fiordo de Porsanger, es extensísimo, dando a veces la sensación de ser un inmenso mar, con las montañas acariciando su orilla. La escasa nieve que aún adornaba las cumbres, nos proporcionaba unas imágenes tan bellas como curiosas.

Durante el trayecto, Javi empezó a contarnos cosas sobre la región, sus gentes y sus costumbres. Y de nuevo, su manera peculiar de contar las cosas, fue argumento suficiente para bromear sobre él.

Después de unas dos horas de trayecto por la carretera E6 paramos en el pueblo de Olderfiord o también llamado Russenes, (nariz rusa) para tomar un café, baño, comprar o sencillamente estirar las piernas contemplando las precarias instalaciones de un camping semivacío. La orilla del Porsanger nos mostraba la salvaje belleza de piedras y agua a modo de playa. Seguimos camino hacia nuestro destino, deteniéndonos cerca del mediodía en la localidad de Jakov, donde íbamos a comer. Javi nos propuso que comiéramos en un restaurante “típico” donde el plato estrella era el bacalao, rebozado de una manera especial y acompañado de una sopa de calabaza. La broma, nos salió por 194 coronas por persona, unos 24 euros cada uno, con cerveza incluida. El lugar estaba bien. Un pequeño restaurante de madera, al lado del agua, y donde algunos pescadores llegaban con sus capturas para depositarlas en un almacén contiguo al restaurante. Nos sentamos en una buena mesa, con el sol acariciándonos a través del cristal, y los paisajes a vista de nuestros ojos. Proseguimos camino hacia el Cabo Norte, cruzando un túnel de más de 7 kilómetros que nos unía con la isla de Mageroya, donde está el Nordkapp. Se podría decir que la isla no pertenece a la península Noruega, pero el hecho de estar unida por un túnel, “salva” este detalle y se la considera parte insular de Noruega y por ende, la parte más septentrional de Europa. La silueta de la población de Honningsvag, era visible antes de cruzar el túnel, alargada, construida en línea recta bordeando la costa. Al salir del túnel, nos acercamos falsamente a ella, para dirigirnos en un desvío, primero a nuestro hotel, el Rica Nordkapp. El hotel parecía un inmenso barracón militar, de varias alas, todas de color cobre y emplazado en una desértica explanada. Nos dieron las llaves de las habitaciones, y unos pocos minutos de descanso para dirigirnos a la primera excursión opcional del viaje. La excursión a la isla de los pájaros. Manu y Olga, una de las parejas del viaje, no vinieron. Manu tenía la firme intención de bañarse en las heladas aguas del fiordo.

Y lo hizo. El resto nos fuimos hacia la localidad de Gjesvaer, donde una barca nos esperaba. Antes de embarcar, nos quedamos mirando los secaderos de bacalao que había en el exterior. Montones de bacalao, permanecían colgados, secándose por el sol del ártico. La mayoría de trajes de abrigo que el barco ponía a nuestra disposición estaban ya adjudicados por otro grupo de Condor que llego primero.

No obstante con el abrigo de nuestros propios polares, fue más que suficiente para soportar el aire del mar de Noruega. La isla de los pájaros no es una isla, sino tres: Storstappen, Bukstappen y Kirkestappen, siendo la primera la más grande y conocida de ellas. Al acercarnos, la barca se movía un poco más haciendo un “divertido” balanceo y en algunos casos alguna salpicadura del agua. La isla estaba llena de especies de pájaros que no habíamos visto jamás al aire libre: Cormoranes, Frailecillos, Gaviotas, alguna Águila y varios mas que jamás habíamos oído. Era curioso ver a los Frailecillos, los “puffins” con su pico rojo, sobrevolar sobre el agua, como si caminaran por ella en busca de comida. El griterío de las gaviotas, era espectacular, y aunque de pájaros vimos un montón, me imaginaba una mayor concentración de ellos, más rebosante de aves. Aun así, la excursión valió la pena. Bordear las tres islas, contemplando y escuchando a las aves, es sencillamente precioso.

Lo único negativo, el precio. 77 euros por cabeza. Después de dejar la embarcación, nos subimos al autobús para dirigirnos ahora ya sí, hacia el Cabo Norte. Antes, paramos en un mirador, donde los que quisimos, nos pudimos entretener en tomar fotos del hotel y de la bahía de Honningsvag, mientras el autobús se iba en busca de Manu y Olga. Con el grupo de nuevo entero, aún realizamos otra parada “cultural” antes de llegar a Nordkapp. En medio de la nada, una tienda de recuerdos y dos cabañas samis donde nos esperaba el señor Nell. Nell, era según Javi, el dueño de todos los renos que hubiésemos visto por el lugar, y Nell, nos esperaba vestido con el traje Sami, con un reno, para dejarse fotografiar a cambio de un donativo. Y claro, la foto con Nell y su reno, era casi obligada. Una cosa nos advirtió Javi. No tocar los cuernos al reno. Después de las fotos, y las compras, ya, al fin, llegamos. Una especie de extraña sensación de excitación recorrió mi cuerpo. Siempre buscando los lugares más lejanos, los mas altos, los más... Esta vez habíamos llegado a la punta de Europa. En pleno Circulo Polar Ártico. Estábamos en el famoso 71º 10’ 21’ de latitud norte. A “escasos” cientos de kilómetros del Polo Norte. Teníamos tiempo libre dentro de una pequeña planificación de horario.

En 1533, el ingles William Chancellor, buscando un paso hacia China e India, a través de los mares polares, bautizo este lugar como Cabo Norte. El lugar, es un enorme complejo, una enorme plataforma de granito, de más de 300 metros de altura sobre el Océano Polar Ártico, que previo pago permite acercarse a esta punta septentrional de Europa. Al entrar hay una enorme sala donde a mano izquierda está ubicada la tienda de souvenirs, y la oficina de correos, desde la cual se puede comprar un sello y mandar una postal con un matasellos especial. A mano derecha está la cafetería restaurante y también unas escaleras que conducen a los niveles inferiores donde se ubican bastantes cosas aparte de los solicitados baños. En el segundo subterráneo hay un enorme pasillo, donde en los laterales hay expuestas recreaciones con muñecos de los aventureros que anduvieron por estas tierras. Una habitación llena de motivos tailandeses sirve de homenaje a un rey tailandés de la dinastía Chakka, que visitó el lugar. Fotos de fauna del lugar, una capilla y un pequeño cine, donde se proyecta una película de imágenes del lugar desde el aire. La película es espectacular, preciosa y de una calidad acertadísima. Merece la pena esperar el tiempo que sea necesaria para verla. Al fondo del pasillo hay un bar, que parece más bien como un bar de noche, el cual tiene un enorme bacón al cual asomarse para contemplar el fenómeno de este lugar en este tiempo: el sol de medianoche. Desde primeros de junio hasta finales de julio, el sol no se oculta jamás. Desciende hasta rozar el horizonte para volver a subir de nuevo, produciéndose un día sin fin. En este punto, en este lugar, en este tiempo, se trataba de ver “bajar” el sol, y volverlo a ver subir en los minutos siguientes. El sol de medianoche. Pero es cerca de las 12 de la noche, cuando mejor se puede apreciar esta “bajada y subida”. Pero eso aquí.

En otros lugares de Noruega, o de las tierras altas de Finlandia y Suecia, cambia el horario y quizás algo la luminosidad, pero se sigue sin ver la luna y las estrellas. A la hora que Javi nos indicó, teníamos la cena preparada. Las mejores mesas, las que estaban al lado de la ventana, eran para nosotros y además teníamos un entrante en la mesa a modo de bienvenida, que no tuvieron el resto de grupos que iban llegando. El resto de la cena, era a modo de buffet libre y completísimo, donde la gula hacia su aparición implacable. Durante la cena, vimos como lentamente una fina neblina iba haciendo apto de presencia, como si el humo de una hoguera cercana hubiese empezado a invadir el lugar. Poco a poco la neblina se fue haciendo más intensa y un viento muy fuerte, empezaba a soplar. Encarna y yo, nos maldecimos por no habernos acercado antes a la bola de hierro que expuesta en la punta de la plataforma, marcaba el lugar más septentrional del viejo continente. Lo que instantes antes era claridad y nitidez, ahora era viento, niebla y frío. Las manos se congelaban fuera de los bolsillos y aunque la intensidad de la luz disminuyó y el sol solo se intuía por detrás de la cada vez más intensa niebla, intentamos hacer todas las fotos que pudimos, buscando los pocos momentos de calma de las ráfagas cada vez más fuertes de viento. Con la cara y las manos congeladas, regresamos al edificio, a contemplar o al menos intentarlo la puesta de sol y su inmediato amanecer. Habíamos perdido el resto del grupo. Nos recuperamos unos instantes y armados de valor volvimos a salir hacia la bola, la bola del mundo. Poco a poco nos encontramos a más miembros del grupo, que como nosotros estaban sorprendidos del cambio brutal de tiempo que se dio en unos pocos minutos. Más fotos, y ya hartos de frío, regresamos de nuevo al recinto. Pero aún nos sobraron energías para salir al exterior, a la entrada, para hacer unas fotos de unas esculturas en forma de moneda, que hay a la derecha del edificio principal. A las 12 y media de la noche, nos subimos al autocar. A pesar de todo, Javi nos comentó que habíamos tenido suerte, pues estábamos teniendo un tiempo fenomenal; Que él no siempre conseguía ver el sol de la misma manera que lo estábamos viendo nosotros. En el autobús, Javi nos dió un certificado a cada uno con el espacio para el nombre en blanco, para que lo pusiéramos nosotros. El certificado expedido con la fecha del día, dejaba constancia de nuestro paso por este lugar.

Era curioso, pero estos certificados los había visto yo en la tienda de souvenirs de Nell, el del reno. Como nos íbamos con un sabor agridulce del lugar, Santos, nuestro chofer nos condujo hacia la localidad cercana de Skardsvag, para contemplar el sol y de paso, mostrarnos el campo de fútbol más septentrional de Europa. En estos lugares, a cualquier cosa se la podía denominar como la más norteña del continente. Y además era cierto. Paramos en un mirador, donde el sol se podía contemplar en todo su esplendor, libre de nieblas, y sobre todo, nosotros, libres de frío. Eran más de la 1 y media de la madrugada, cuando llegábamos al hotel. Pero no tenia sueño. Mi cerebro acostumbrado al binomio noche-sueño, no entendía el noche/dia-sueño. El sol de medianoche me había atrapado. Y también alguna picadura de mosquitos. Los mosquitos en esta zona no pican. Empujan. Y en algunos casos sus picadas son dolorosas. Mi tobillo empezaba a dolerme, y una pequeña ampolla se estaba formando en él. Había visto en mi brazo a los famosos moquitos tigre, pero me preguntaba como demonios llegaron a mi tobillo. Quizás, en la primera noche en Karasjok, donde dormí con los pies fuera de la cama. Mañana, u horas mas tarde, sufriría las consecuencias de la picada. El trayecto de hoy: 230 kilómetros.

JUEVES 5 DE JULIO... ... 3º DIA... ... CABO NORTE- ALTA HIELO, PIEDRAS Y MOSQUITOS

Al sentarnos en el restaurante del hotel a desayunar, la sensación de estar dentro de un barracón militar, se acentuó. Las mesas eran enormemente largas, como preparadas para un “rancho” colectivo.

Tan solo las lindas camareras, con cara de muñeca, rubias, ojos claros y tez blanca, me hacían dar cuenta de que aquello eran las tierras del norte. Javi nos recalcó que fuéramos puntuales, pues éramos un grupo y no debíamos de hacer esperar a los que eran más puntuales que los demás. Y de nuevo, carretera y rumbo a Honningsvag. Teníamos la mañana libre pero con algunas actividades “optativas”.

Javi nos llevó al bar de hielo de Honningsvag, creado por dos amigos suyos, Pedro y Gloria, ex guías de Condor y que enamorados de estas tierras se habían quedado a vivir en ellas. El bar estaba en el centro del pueblo, y el autocar nos dejó a escasos metros de él. Si queríamos visitar el bar de hielo, el Artic Bar, la entrada costaba 105 coronas, 13 euros por persona. Caro. Pero aquí, todo es caro. El bar de hielo, tenía a modo de preámbulo una tienda de souvenirs, desde la cual, Pedro, el dueño nos contó como lo hacía, como lo reconstruían cada año, como lo cuidaban, lo que íbamos a ver en él, y sobre todo como protegernos de los 5 grados bajo cero que había en el interior. La gran mayoría entramos en el Artic Bar. La curiosidad a veces sale cara. Antes nos pusimos unos ponchos rojos térmicos, con los que parecíamos los teletubis. Dentro, una gran sala, con diferentes espacios diferenciados. Un iglú, una barra semicircular de bar, un trineo, un espacio para sentarse con pieles de reno para que no se nos enfriara el trasero, y algunos tópicos más de la nieve. Nos sirvieron una bebida dulce primero y después otra en unos vasos de hielo. Nos hicimos fotos, reímos, jugamos con los trineos, con el iglú e imitamos a los camareros de discoteca, pero la visita resultaba bastante prescindible. De no haber entrado, no me habría perdido gran cosa. Curioso es, pero no lo bastante para pagar 13 euros. Al salir del bar, algunos se quedaron comprando en la tienda y el resto nos fuimos a descubrir Honningsvag.

Pequeña ciudad de tan solo 3000 habitantes, la capital de la isla Mageroya, tiene un puerto, también apodado él más septentrional de Europa, en el que atracan varios cruceros llenos de turistas. Lo más interesante para ver, era su iglesia y callejear sin rumbo por sus calles, llenas de casitas de madera y que cuanto más altas estaban, mas belleza ganaban al destacar con sus vivos colores del verde de la colina que teníamos a nuestra espalda. La iglesia de Honningsvag, es relativamente joven. Fue construida en 1885, después que unos terribles huracanes en 1882 destruyeran la que había anteriormente. La iglesia, fue el único edificio que quedo en pie en el pueblo, después del paso de las tropas nazis en la segunda guerra mundial. Tras la guerra, la iglesia alojó a la población mientras se reconstruían las casas. Javi, ya nos había contado en el autocar, como el pueblo noruego tenía un recuerdo bastante amargo de la Segunda Guerra Mundial, debido a la ocupación de todo el país por parte de Alemania. Entramos en ella, y comprobamos la belleza de su sencillez. De estilo neo-gótico, tiene un pequeño altar, con una única imagen en un lienzo donde se ve a Jesús y San Pedro. Lo que más me sorprendió de la iglesia era su luz natural. Sus enormes ventanales le daban una gran iluminación. En Noruega, la mayoría de las iglesias son protestantes. Más del 90% de la población es luterana. Por fuera, su brillante color blanco, le da un aspecto precioso. Una pequeña y cuidada plaza delante de la iglesia, sirve como mirador y punto de partida, para descubrir los rincones más alejados y coloristas de Honningsvag. Pusimos rumbo hacia una pequeña colina, desde la cual creíamos que obtendríamos unas vistas impresionantes del lugar. Y así fue. Una ligera caminata nos llevó hacia la ladera de una colina, donde un providencial banco, servia de mirador sobre toda la ciudad. Un barco de Hurtigruten, el expreso del ártico, hizo su entrada en el puerto. Instantes después otro mucho más grande de Costa Cruceros, ensombreció por tamaño al primero. Al cabo de un rato de estar observando el tráfico portuario vimos que por la cuesta subían Berta y Roberto, juntamente con Luis.

Los esperamos y después de que pasearan algo por el lugar, emprendimos el regreso. La llegada de Berta fue providencial para mí. Una picada de mosquito la noche anterior, me había producido una ampolla, que al reventar me dejo la herida al aire libre y con un escozor tremendo. Berta me dió una tirita con la que pude calmar algo el escozor. Pero el pie, empezaba a dolerme. Bajamos de la montaña y nos fuimos paseando tranquilamente hacia el puerto, hacia su faro. Las calles estaban vacías, tristes, sin vida. Y era la una del mediodía de un día súper soleado. Algunas casas que tenían sus garajes abiertos, nos mostraban motos de nieve cubiertas por lonas, esquíes y demás utensilios de invierno. La hora de comer y de partir se acercaba, por lo cual nos fuimos hacia una cafetería que habíamos visto antes al pasar, para tomar un tentempié ligero a modo de comida. La cafetería Tre Kokker, era un local pequeño pero encantador. Servían desde dulces y pasteles hasta platos combinados. Encontramos mesa y al poco de llegar nosotros, aparecieron Miguel Ángel y Nuria. Como si de una concentración sorpresa se tratara, la familia Prieto de Asturias también apareció por el local. O no había más lugares en Honningsvag o la casualidad hizo de las suyas. Los pasteles de la cafetería eran tan deliciosos como los ojos de la camarera que los servia. A las dos del mediodía, emprendimos de nuevo camino hacia la ciudad de Alta. Los paisajes de la región de Finmark, seguían siendo espectaculares, y desde dentro mismo del autobús, mi cámara de fotos, no paraba de disparar. Hicimos la breve parada de rigor y en pocos minutos más llegamos a nuestro destino. Al llegar a Alta no fuimos primero al hotel, sino que nos dirigimos directamente hacia el museo al aire libre de la ciudad. Un museo de Petroglifos. Este museo, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, conserva unos grabados rupestres de cerca de 6000 años de antigüedad. La ruta por el museo, por el parque, se hace siguiendo un itinerario perfectamente indicado, donde cada conjunto de pinturas esta indicado por un numero. Una guía del museo en castellano que nos dieron a la entrada, nos servía perfectamente para situarnos en el lugar y saber interpretar mejor los dibujos. La mayoría de las figuras a lo largo del camino, están pintadas de color pardo rojizo ya que sin color resultarían muy difíciles de captar con la mirada. El recorrido de tres kilómetros de longitud se suele hacer en unos 90 minutos. Empezamos a caminar cada uno por nuestro lado, hasta que Isidoro tomo “las funciones de guía” y en cada parada se encargaba él de leer las explicaciones del catalogo. Resultaba curioso ver la capacidad de dibujar de unas personas de hace más de 6000 años, como diferenciaban los renos de los alces, o como dibujaban a las personas, los animales o los objetos. Lo único negativo del lugar, la cantidad de mosquitos que pululaban por el aire.

Poco a poco, el grupo fue dispersándose, y reencontrándose mas tarde. Lo mejor del museo, los grabados sin duda, pero sobre todo el adorno que le brindaba la vegetación del lugar, el sol y el estar en un sitio único. Mi tobillo, se había hinchado una barbaridad, y cada vez me costaba mas caminar. Por suerte la visita termino y nos llevaron al hotel. Al Rica Alta. Alta es una ciudad alargada, de 10.000 habitantes y cuya calle principal y casi única mide varios kilómetros de distancia. El hotel estaba bien. Las habitaciones eran amplias, aunque seguíamos con la austeridad noruega. Unos minutos de descanso, y a cenar. Después de la cena, teníamos la opción de acercarnos caminando hasta la cima del monte Komsa, para ver el sol de medianoche además de unas preciosas vistas de la ciudad, cosa que hicieron la mayoría. Yo sencillamente no pude. Mi tobillo me dolía demasiado y la hinchazón era tan evidente, que cada vez que apoyaba el pie en el suelo, veía las estrellas. Empezaba a preocuparme. Me quedé en el restaurante con Isidoro y Luis hablando de banalidades, hasta que un noruego con unas cuantas copas encima, se empeñó en intentar contarnos su vida. Se rompió la tertulia. Aproveche para tumbarme en la cama, que mi pie descansase y ponerme al día de las noticias con la BBC. Mañana sería otro día. Los kilómetros de hoy: 270.

VIERNES 6 DE JULIO ... ... 4º DIA ... ... ALTA-TROMSO VIDA NOCTURNA

Hoy tocó madrugón. Y además tirón de orejas por salir 8 minutos tarde. Quizás por ello Santos, nuestro chofer, en los primeros momentos apretó un poco más al acelerador. Seguíamos bordeando la costa Oeste de Noruega, contemplando como el mar de bañaba unas costas carentes de playa, pero ricas de paisajes espectaculares. Ver algunos glaciares desembocar en el mar, contemplar pequeñas cascadas de agua, y todo ello acompañado del intenso color verde de los árboles era un paraíso para nuestros ojos. Algún reno solitario se atrevía a cruzar la carretera mientras nuestras cámaras de fotos intentaban captar el momento. Javi, seguía contándonos cosas del pueblo Sami, del origen de la palabra Laponia, y de cómo los Samis, no querían ser llamados Lapones, pues su significado era algo despectivo. Nos habló de la riqueza del país, de cómo se obtenían subvenciones para casi todo, de la tundra y la taiga, del idioma de los Samis... etc. etc. A veces, sus palabras, sin dejar de ser interesantes, causaban un efecto somnoliento. Su tono de voz plano, con constantes divagaciones y abusando de los sinónimos, eran el mejor somnífero en las largas travesías del autocar. El pueblo Sami, tiene hasta 10 variantes de su propia lengua. Como anécdota citar que existen más de 400 palabras para denominar a un reno. Los Samis son un pueblo con una antigüedad de más de 4000 años. Aunque todavía hay cuestiones pendientes sobre los derechos de los Samis y sobre los recursos naturales de Laponia, los Samis gozan hoy en día de reconocimiento oficial y el idioma y cultura Sami se enseña en varias Universidades escandinavas. Después de unas dos horas de viaje, paramos en Gildetun, donde tomamos un café y probamos unas magdalenas gigantes que vendían en la cafetería.

El lugar era un perfecto mirador para contemplar como el mar de Noruega se adentraba en tierra firme. Al otro lado de la carretera, había unas tiendas de recuerdos, como no. Al pie de la cafetería hay un árbol de madera, con las distancias a varias ciudades en sus ramas. De nuevo al autobús proseguimos camino hacía Odden, para tomar un ferry que nos cruzara por el fiordo de Lyngen y nos llevara hacía Lyngseidet. Durante la corta travesía pudimos subir al piso más alto del ferry, o bien sentarnos en la cafetería. Eso sí, antes de llegar, teníamos que estar todos dentro del autobús, pues se salía rápido, y el que no estuviera, no subía. De Lyngseidet nos dirigimos hacía Svensby para tomar otro ferry que nos llevara hasta Breivikeidet, cruzando el fiordo de Ulls. Como esta travesía era algo más larga, teníamos la ocasión ideal de tomar algo en al cafetería a modo de almuerzo. La lentitud, la “pachorra”, nórdica era desesperante. Casi estuvimos a punto de quedarnos en el ferry, pues apuramos demasiado en la cafetería y cuando llegamos al autobús, este ya arrancaba. En poco más de media hora llegamos a Tromso. Capital del condado de Troms, esta ciudad de unos 55000 habitantes, está situada sobre una pequeña isla entre el continente y la isla Kvaloy, más al este. Tromso posee una gran industria de elaboración de pescado, y era la primera gran ciudad que veíamos en todo el recorrido. Pero al llegar a ella, primera desilusión. Teníamos previsto subir en teleférico a la colina de Storstein, desde la cual podríamos disfrutar de una impresionante vista de la ciudad. Y el teleférico estaba cerrado por motivos técnicos. Con el autobús, y a modo de “sustitución”, nos fuimos a ver la iglesia de Tromso, la Tromsdalen Kirke. Esta iglesia, construida en el 1965 posee la mayor vidriera de toda Europa, de más de 23 metros de altura. Pero si su vidriera es preciosa, el órgano de la iglesia, que esta semioculto en lo alto de la puerta de entrada, es también digno de ver. Y después de esta mini visita, Javi, nos recomendó que visitáramos el museo Polaria. Como no haríamos la excursión del teleférico, hicimos la del museo. Cambiamos paisajes por cultura. Nos llevaron al hotel, el Rica Ishavshotel. El mejor de todos. Teníamos tiempo libre para pasear por el pueblo, hasta que a una hora indicada, Javi nos recogería en la recepción del hotel para llevarnos al museo. Encarna y yo nos acercamos a lo que se suponía que era el centro de la ciudad. Nos detuvimos en un puesto de gambas cocidas que vendían en una barca atracada. El chico nos ofreció primero una a modo de degustación, y ciertamente, que ricas que estaban!!!. Nos sentamos en la plaza que había enfrente, después de contemplar los tenderetes de souvenirs, camisetas y frutas. Fuimos a un súper a comprar la comida para el día siguiente, pues mañana no teníamos ninguna comida incluida. Tromso, que fue antigua capital Noruega durante la ocupación Alemana, era lo más parecido a una ciudad española. Había tiendas, muchas, y vida en las calles, y gente paseando en ellas, e inmigrantes, y bares... al menos en esas horas. Tromso era conocida como la Paris del norte. Después del mini paseo, fuimos hacia el hotel, para reunirnos con Javi y que este nos llevara al museo. Mi pie seguía hinchado, aunqué algo menos. El dolor había disminuido. El museo Polaria es bastante curioso e interesante. Ofrece una rica exposición sobre las exploraciones polares de los siglos XIX y XX, con algunos equipamientos originales utilizados en estas. Hay una sección dedicada a las expediciones de Admundsen. Primero vimos un video sobre los animales y plantas que habitan por estas tierras. Pero lo que más nos llamó la atención y donde estuvimos más rato, era en una especie de piscina gigante en la cual media docena de focas nadaban y se dejaban fotografiar. Hay también una pecera bastante grande, donde hay peces, algunos de los cuales estaban tan quietos, que parecían de cartón piedra. Ver el museo no estuvo mal, aunque hubiese preferido el teleférico. Después del museo nos fuimos a caminar de nuevo por las calles de Tromso. Vimos cerca del museo marítimo otra iglesia que estaba cerrada. Hace unas horas, Tromso tenía vida. Ahora era una típica ciudad Noruega. Los comercios cerrados, (eran las 5 y media de la tarde) y las personas que antes paseaban por sus calles, ahora habían desaparecido.

Desierta. Pero como tampoco había donde esconderse, poco a poco nos íbamos encontrando con otras personas del grupo, unos en una parte, otros regresando de otra. Regresamos al hotel, a descansar y a esperar la hora de la cena. Hoy teníamos una larga mesa para todos nosotros y un sabroso buffet para llenarla. La cena, fue una de las más divertidas. Compartí tertulia con Isidoro y sus dos hijos, los cuales no paraban de bromear sobre cualquier cosa; contamos chistes, anécdotas de viajes, arreglamos el mundo, y después nos fuimos a caminar. Nos dijeron que en la iglesia que habíamos visitado esta tarde, a medianoche había un concierto de música clásica, y hacia allí nos fuimos. Cruzamos a pie el puente Tromsoy bru, de 1040 metros de longitud y nos fuimos hacia la iglesia.

Según Javi, una experiencia “fascinante” era ver cruzar el Hurtigruten por debajo del puente, en medianoche. El Hurtigruten, el expreso del litoral, son unos modernos barcos que hacen la travesía por todo el litoral Noruego, desde Bergen en el sur, hasta Kirkenes en el norte. Esta ruta está bautizada como la más hermosa del mundo. El trayecto se realiza en varios días, varias etapas, deteniéndose en los lugares más bellos de todo el litoral. De echo, la silueta roja y negra de los barcos, son todo un referente en Noruega. Al llegar a la iglesia, sorpresa. Había que pagar. Y nos negamos. Además ya debía de estar a punto de terminar. En un momento que se abrió la puerta, mientras estábamos negociando, pudimos ver que la asistencia era más bien escasa. Por lo cual, después de hacer unas cuantas fotos mas al sol de medianoche, regresamos al hotel. Pero la noche no había terminado. La familia Prieto, (Isidoro, Ángeles, Omar y Álvaro) junto con Encarna y yo, nos fuimos a descubrir como era la “marcha” en Tromso. Primero entramos en un bar, que tenía dos plantas y que Javi nos había recomendado, en el cual nos dejaron entrar sin pagar. Lógico. El bar estaba vacío. Después de preguntar varias veces, cual era el sitio de moda o más animado del lugar, nos terminamos sentando en una terraza al aire libre. Eran casi la una de la madrugada. Pero la luz del sol, parecía de las 5 de la tarde. Comprobamos una cosa. Que los noruegos beben, y mucho. Tienen un serio problema con el alcohol. Otra cosa curiosa es que mastican nicotina. El tabaco es caro, por lo cual compran unas cajitas parecidas a las cajas de vidrio del caviar, y mastican nicotina sin parar. Fumar está prohibido en la mayoría de lugares. Unas mujeres ya de vuelta de muchas cosas y que rondaban la cincuentena, se acercaron a nosotros. Isidoro les dijo que Encarna y yo éramos italianos, aunque creo que su interés más que en nosotros, era hacia Álvaro y Omar. Reímos con ellas, y sobre todo de ellas. A la una y media, nos echaron de allí. El bar cerraba....Pero si era pronto!!!!!!! Lo más acertado era irse a dormir, pues dentro de cinco horas teníamos que estar ya de pie, y hoy ya habíamos hecho 330 kilómetros. Las ballenas y las Islas Lofoten nos esperaban. O eso creíamos.

SABADO 7 DE JULIO... ... 5º DIA... ... TROMSO-STORMARKNES NOS QUEDAMOS SIN BALLENAS

Un nuevo madrugón y al autobús. Javi seguía teniendo la costumbre de hacernos los primeros momentos de viaje amenos con sus comentarios. O al menos lo intentaba. Nos siguió contando sobre las costumbres del pueblo Sami, sus creencias, sus líderes, los chamanes de las tribus, sus ritos, y sobre todo la mitología y las leyendas de estas tierras. Además nos hizo una extensa clase sobre los tipos de ballenas que íbamos a ver. Y como de leyendas estábamos hablando, nos detuvimos unos instantes en una especie de parque para niños, lleno de figuras gigantes de Trolls, de seres monstruosos pero con un toque gracioso. Nos hicimos fotos con ellos, los toqueteamos y jugamos a ser niños por unos instantes. Al emprender de nuevo la marcha, en unos minutos llegamos a la isla de Senja, la segunda más grande de toda Noruega. Los paisajes seguían siendo delicadamente bellos.

A pesar de ser grande, tardamos poco en cruzarla para llegar al pueblo de Gryllefjord, donde cogeríamos un ferry para cruzar en poco más de dos horas el fiordo de And, y llegar después a Andenes. Antes Santos detuvo el autobús para que pudiésemos contemplar la espectacular belleza que era la entrada del fiordo en la isla. A nuestra espalda el mar de Noruega, frente nuestro el fiordo. En medio, una carretera zigzagueante, adornada de cientos de tonalidades verdes. En el Ferry nos pusimos en la parte más alta, y empezamos a familiarizarnos con el vaivén de los barcos, con el viento, y con lo que suponíamos nos encontraríamos en el safari de ballenas. Hubo quien se durmió en la cubierta, otros charlamos, otros sencillamente nos quedamos contemplando el paisaje, el cual a veces parecía que estuviésemos en alta mar, y no cruzando una fiordo. Tras dos horas de balanceo y con un sol de justicia, llegamos a Andenes, y una vez subidos en el autobús, llegó la mala noticia. No había safari de ballenas. Según Javi, el viento que soplaba, hacia inviable la salida, e incluso un barco que había ido en busca de los cetáceos, tuvo que regresar rápidamente. La seguridad estaba por encima de todo. A nosotros no nos parecía que hiciera tanto viento, claro que en alta mar, la cosa cambia. Nos quedamos todos con una cara de tristeza que era un poema, pero en fin, resignación y otra vez será. Javi quedó en devolverlos los 110 euros por cabeza que costaba la excursión. Había que buscar alternativas al día, que eran más bien pocas. En Andenes, no había mucho que hacer. Comer y pasear. Encarna y yo nos dirigimos hacia el faro, al cual se podía subir, y desde lo alto disfrutar de unas vistas de toda la ciudad preciosas. Pero el faro tenia limitada la subida. Tan solo podían subir siete personas cada hora y antes había que comprar los tickets en una oficina de turismo que estaba al pie del faro, pero oculta por los almacenes del puerto. Después de comer, nos encontramos con Nuria y Miguel Ángel, los cuales si que pudieron subir al faro. Nuria intento sacarnos los tickets para nosotros, pero no le dejaron. Cupo completo. Cerca del faro, había un pequeño museo. El centro ballenero de Andenes. Un museo dedicado a las ballenas, su biología, su lugar en el ecosistema y el estado de las investigaciones científicas sobre ellas. El centro ballenero, también era el lugar donde se contrataban los safaris de ballenas, safaris de unas 4 o 6 horas de duración, y en los que tras una hora de navegación mar adentro, sé tenia la casi absoluta seguridad de ver alguno de estos animales. En el museo, hay también una sala con un esqueleto de ballena, y varios objetos sobre la captura de ellas.

La parte más infantil, esta en la planta inferior, donde dos maquetas de una ballena y un calamar, representan la lucha que suelen mantener estos bichitos en el fondo de las aguas. Dejamos el museo, donde al salir vimos a un grupo de turistas que les estaban devolviendo el dinero de la excursión, para ir hacia el autobús. Se acercaba la hora de partir. Estábamos en las Islas Vesteralen. Si el paisaje hasta ahora había sido precioso, a partir de ahora era espectacular. Describirlo me resulta difícil.

Decenas de lagos salpicaban las pocas extensiones planas de las islas, mientras cascadas de agua, desfilaban entre las montañas para ir a caer en algún pequeño fiordo o lago. Algún glaciar, se atrevía a desafiar la altura, y llegaba hasta el mismo borde del agua. Y como gotas de colores en un mar azul, casitas aisladas de madera de vivos colores le daban el toque humano a todo este espectáculo de la naturaleza. Las aguas cálidas de la corriente del golfo, hacen que los contrastes térmicos sean aun más bellos. Continuamente me iba cambiando de lado en el autobús, intentando captar con mi cámara toda aquella preciosidad. A veces lo conseguía; otras dejaba que la imagen de lo que estaba viendo se gravara a fuego en mi memoria. Quizás en las formas caprichosas de las cumbres, se escondían aquellos seres mitad fantasía, mitad leyenda, esperando para volver de nuevo a la vida. Los Trolls.

Llegamos al hotel, el Vesteralen. Por fin íbamos a estar dos días en un mismo hotel, y podríamos ordenar con más calma la ropa que ya empezaba a estar desorganizada. En la entrada del hotel, vimos a un grupo de 7 chicas, que se disponían a celebrar la despedida de soltera de una de ellas. Disfrazadas, llenas de bolsas de bebida, se iban a encerrar en una habitación del hotel para beber y empezar la fiesta. Pero tan solo tenían alquilada la habitación por espacio de tres horas. Curiosa manera de celebrar estas cosas en Noruega. En el hotel, había un pequeño museo sobre el Hurtigruten y su fundador Teníamos tiempo libre, y primero quisimos hacer una pequeña siesta. El día, se había estropeado por la ausencia del safari, por lo que ahora teníamos bastante tiempo para sencillamente no hacer nada. Después de la siesta, nos fuimos a caminar por las calles de Stockmarknes. Los 3000 habitantes que tiene el pueblo, debían de estar escondidos, pues las calles estaban desérticas. Fuimos caminando por toda la longitud de la ciudad, hasta que casi en las afueras del pueblo nos encontramos con Miguel Ángel y Nuria. Seguimos con ellos hasta donde parecía que el pueblo dejaba de serlo, y mientras hablábamos sobre los trabajos de cada uno, sobre fútbol, y el viaje, poco a poco fuimos regresando al centro de la ciudad. Nos quisimos quedar a cenar en el Púb del pueblo, el lugar donde parecía que se congregaba toda la vida diurna y nocturna. El Púb Robrygga tenia una terraza en el exterior donde nos sentamos con Berta, Roberto, Olga y Manu que también estaban cenando allí.

Probamos la carne de ballena, que tenia una textura parecida al hígado, bebimos cerveza y como no reímos. Otro grupo de Condor termino de llenar las mesas que quedaban libres en la terraza. Era sábado, y en el Púb había un concierto de un grupo local. Eran las 22.45 de la noche y una camarera nos dijo que si queríamos quedarnos al concierto, debíamos de pagar 100 coronas. Nos pareció un robo, habiendo cenado y bebido allí, pero en fin, era lo que había. Le dijimos que nos dejara terminar la cerveza, mientras veíamos como poco a poco iban llegando jóvenes de la localidad para la audición.

Ni ballenas, ni faro, ni concierto. Hoy no era el mejor día. Con Berta y Roberto, nos fuimos por detrás del hotel, para ver una vez más el sol de medianoche. El sol empezó a ocultarse por detrás de una pequeña montaña, y aunque la luminosidad no disminuyo en exceso, nos quedamos un rato esperando a que volviera a asomarse por sobre las montañas. Cansados de esperar y aunque la luz del lugar no bajó mucho de intensidad, nos fuimos hacia el hotel. De lejos se oían los acordes de la música que no nos dejaron oír en directo. Mañana visitaríamos las Islas Lofoten, un archipiélago de 5 islas al lado de las Vesteralen y que estaban habitadas desde hace más de 6000 años. Hoy tan solo habíamos recorrido 300 kilómetros.

DOMINGO 8 DE JULIO... ... 6º DIA... ... STORMARKNES EL FIORDO DEL TROLL

Que alegría no tener que hacer las maletas!!!. La cafetería del hotel, parecía el casco de un barco, donde las vistas al mar, se habían sustituido por vistas a las ventanas de las habitaciones. Después de desayunar, nos fuimos en autobús hasta el extremo de la isla, hasta Melbo, donde cogeríamos un ferry para cambiar de isla. Las islas Lofoten cuentan con centenares de islas, islotes y escollos, habitadas por unas 26000 personas. Sus pequeñas cumbres se encuentran a menudo cubiertas de hielo o nieve. Los fiordos y los estrechos de las Lofoten son las aguas más ricas del mundo en arenques y bacalao. El paisaje, seguía siendo increíblemente precioso. Mi capacidad de asombro, se veía de nuevo sobrepasada. Hicimos una breve parada en un mirador, donde tras subir un camino de madera perfectamente indicado se obtenían unas vistas preciosas de pequeñas entradas de agua, adornadas por el verde de la vegetación. El mirador se empezó a llenar con la gente del otro grupo de Condor, y el lugar fue perdiendo parte de su encanto. En unos pocos minutos más llegamos hasta la población de Svolvaer. Esta ciudad de algo más de 4000 habitantes es el puerto más importante de las Lofoten.

Caminamos por sus calles desangeladas, hasta que llegamos al puerto, donde había algo más de actividad. Una cafetería que parecía ser la más grande del local, tenía por nombre BACALAO. En la parte más alejada de la ciudad, encontramos unas casas de alquiler, como apartamentos, destino ideal para unos días de relax, perdidos en una isla de Noruega. De allí, nos fuimos con el bus, a la ciudad más al sur de la isla, Hennigsvaer. Allí nos hicimos una foto de grupo. Era la única que teníamos. Por las calles de la ciudad, encontramos bastantes nombres en castellano, además de dos tiendas de souvenirs de un español que vivía allí. En su fachada la bandera española le delataba. El pueblo parecía más animado, quizás por ser casi el mediodía. La carretera nos ofrecía las mejores fotos que pudiésemos soñar, con agua en ambos lados y los sempiternos glaciares desafiando las temperaturas. Nuestra próxima parada, iba a ser en Kavellvag. En Kavellvag, tomamos el ferry con el que iríamos a ver el fiordo del Troll. El barco, era el Lofoterga, uno de los barcos más antiguos del país y patrimonio del gobierno noruego. Los Trolls, los seres “mitológicos” que según algunas leyendas poblaron y reinaron estas tierras, eran unos seres deformes, monstruosos, que como no podían ver la luz del sol, los humanos acabaron derrotando. Algunas montañas, se cree que son Trolls, convertidos en piedras, esperando el momento de volver a la vida y recobrar su reinado. El fiordo del Troll, era, es, uno de esos lugares donde los Trolls tenían su reino. ¿Íbamos a ver alguno? Tuvimos suerte, y como llegamos los primeros, pudimos coger las mejores mesas en la parte delantera del barco. El siguiente grupo de Condor, al llegar, tuvo que conformarse con las pocas sillas vacías en la cubierta y los bancos del interior. Esta vez fuimos afortunados nosotros. El ferry, lentamente empezó su marcha, hacia el fiordo del Troll. Daba la impresión de que estábamos navegando en mar abierto, bordeando la costa noruega.

Empezaron a servir la comida; primero una sopa, para la que hubo que hacer una larga cola. Después de la sopa, muy buena, el segundo plato se hizo esperar. Estábamos llegando al fiordo y la comida se posponía para después de la visita. Las gaviotas que volaban a nuestro lado, nos servían de distracción, lanzándoles trozos de pan, que ellas rápidamente recogían del agua. Al llegar al fiordo, empezó el espectáculo. En el barco sonó música, que lo hizo más espectacular, mientras lentamente íbamos enfilando la entrada. Altas paredes naturales y cuyas superficies permanecen heladas la mayor parte del año, nos recibían. Todos nos agolpamos en la parte delantera del ferry para tomar las mejores fotos. Como una inmensa cala, sin playa, sin arena, pero con una explosión de colores naturales, con música de fondo y el ferry navegando muy lentamente, deslizándose por las aguas, suavemente, delicadamente.... Me fui hacia la parte posterior del barco, vacía, y desde allí hice las mejores fotos de la entrada desde el interior. Al girar el barco, como ya tenia la posición ganada, pude recrearme todo lo que quise con el paisaje sin las aglomeraciones de instantes antes. Javi bautizo el fiordo del Troll, como el más bonito de toda Noruega. Quizás es exagerado, pero sin duda merece la pena visitarlo, sea en ferry, o en lancha rápida como vimos en algún momento. Después de la visita, el segundo plato. Bacalao o ballena. Deliciosos los dos. Y bebiendo cerveza, en un ferry, con semejantes vistas, y con un sol implacable, aquello era lo más parecido a una fiesta en alta mar. Tras más de 4 horas de navegación, llegamos de nuevo a puerto, donde ya en el autobús, nos detuvimos en la iglesia de Lofotkatedralen. Lo mejor, él observarla desde lo lejos. Antes de llegar a la iglesia, en el mismo camino, hay una gran piedra con una cruz grabada en ella. Esta cruz, a medio camino entre las cruces cristianas y las celtas, tiene una gran importancia histórica, y aunque muchas veces la piedra en cuestión se utiliza erróneamente como mirador, su antigüedad se remonta a más de 1000 años. Por la lectura del panel informativo que había, descubrimos que era una especie de altar, llamado Trollsteinen. Y después del barco, y de la iglesia, nos detuvimos en busca de la imagen mas fotografiada de cualquier catalogo de viajes de Noruega. La roca conocida como “la cabra”. Cierto que no era la imagen más bella del viaje, pero sí una de las más curiosas. Hicimos las fotos de rigor, mientras Javi nos contó que en esta roca era habitual ver escaladores. Después de la roca, ya sin más parones, nos fuimos a coger el último ferry para regresar al hotel. Había una cola inmensa, y el ferry iba con retraso. Nosotros nos saltamos la cola, pues al tener reserva, teníamos preferencia sobre la cantidad de autos que pacientemente esperaban su turno para cruzar. Mientras esperábamos sentados en unas rocas, pudimos ver peces, estrellas de mar, y lo más curioso: medusas. A las 20.45 de la tarde, llegamos al hotel, y Encarna y yo decidimos ir a cenar a la pizzería de la ciudad, Ny Italiensk Napoli. Las pizzas eran inmensas, y eso que pedimos la pequeña. Las grandes eran como una rueda de motocicleta. En la pizzería, había una pista de baile. El local ya lo ponía: cafetería, restaurant, pizzería, discoteca.... Después de las pizzas, volvimos al Púb de la noche anterior. Queríamos tomar unas cervezas No era el lugar más animado, pero era el único que había. Nos sentamos en una mesa con Manu, Olga, Berta y Roberto, y compartimos charla y anécdotas. En otra mesa, parte del resto del grupo estaba cenando. Hoy no fuimos a ver el sol de medianoche. Hoy fuimos directos a la cama. Mañana abandonábamos Noruega. Nos adentrábamos en Suecia. Pero eso sería mañana.

LUNES 9 DE JULIO... ... 7º DIA... ... STOCKMARKNES-KIRUNA SI HOY ES LUNES, ESTO ES SUECIA

Hoy abandonábamos Noruega, sus paisajes, sus costas, y sus fiordos. Una larga jornada de bus, nos conducía hasta Suecia, hasta Kiruna. Javi nos volvió a regañar por la impuntualidad de algunos. De hecho, no fueron más de 5 minutos, pero Javi era muy estricto en ello. Y con el autobús dirigiéndonos hacia tierras suecas, Javi empezó con sus explicaciones sobre Suecia y sobre lo que íbamos a ver.

Antes de abandonar Finlandia, nos detuvimos cerca de la famosa población de Narvik, en Bjervik. Aprovechamos para ir a los servicios, comprar la comida del mediodía y lo más importante cambiar coronas danesas por euros, en la oficina del Sparebanken. Tan solo íbamos a estar unas horas en Suecia, y no consideramos oportuno adquirir algo de moneda sueca. Javi nos habló de la famosa vía del tren, que era una de las más septentrionales de Europa, y que nosotros veíamos desde el autobús a nuestra derecha. Cerca de la una del mediodía llegamos al Parque Nacional de Abisko. Hacia frío, una sensación que no habíamos tenido demasiadas veces en el viaje. En la entrada del parque había unas mesas en las cuales nos sentamos para comer. En algunos instantes unas inoportunas gotas de lluvia empezaron a caer. Después de la comida, entramos en el parque. Lo más resaltable es el cañón del río, que desemboca en el lago Tornetrask. Hicimos una pequeña caminata, bordeando el cañón, cuyo recorrido estaba muy bien señalizado por una pasarela de madera. Las vistas desde lo alto del cañón eran espectaculares, con el agua brotando desde el interior de una gruta y que caía espectacularmente en forma de cascada y que fue fotografiada por todos. Bordeamos el cañón, cruzamos algún puente, e incluso nos adentramos en un trozo de más difícil acceso donde se podía ver la desembocadura del río Abiskojakka en el lago Tornetrask. Me gustó la visita, la pequeña excursión por aquellos lugares, y de haber tenido más tiempo me hubiese adentrado más por los senderos, para llegar a la desembocadura, pero el tiempo era escaso. De regreso al autobús, nos fuimos directos hacia Jukkasjarvi. Esta visita era opcional, pero como teníamos el dinero de las ballenas que Javi nos debía, nos apuntamos. De hecho, todos lo hicimos. Primero de todo fuimos al hotel de hielo. O eso pensábamos. No había hotel. Vaya racha; sin ballenas, sin hotel de hielo... en el lugar donde se suponía que estaba el hotel, había un descampado, y a su izquierda, una especie de nave industrial, donde había una exposición de figuras de hielo. Helen, la chica que nos atendió, nos comentó que en verano el hotel no está; que tan solo funciona en invierno, y que tienen una lista de espera de más de dos años; que realizan muchas bodas dentro del hotel...todo esto estaba muy bien, pero no lo íbamos a ver. Y ataviados con unos ponchos de color gris, entramos en la exposición de figuras de hielo, la Linnaeus in Ice. Dentro del edificio, la cosa no estaba mal. Un montón de figuras de hielo, muy bien hechas, nos esperaban. Figuras de animales, de personas, de objetos, otros que parecían sacados de películas de ciencia-ficción...era curioso el tocar las figuras, el notar el frío en nuestras manos. Había que tener cuidado al acercarse a las figuras, pues al estar encima de hielo, las caídas o resbalones eran habituales. En un ala contigua de la nave, había una especie de barra de bar gigante, donde se podía beber chupitos de Vodka Absolut, al helado precio de 120 coronas suecas. Unos 10 euros.... Enfrente del bar, había un montón de bloques de hielo apilados, esperando ser reconvertidos en estatuas. En el exterior, una cabaña con un fuego muy reparador dentro. En la entrada de todo el complejo había, como no, una tienda de souvenirs. Terminada la helada visita, nos fuimos hacia la iglesia. La iglesia de madera de Jukkasjarvi, fue construida en 1608. Lo que más nos gustó de ella, fue su altar; 3 frescos representando las costumbres de la zona, sus creencias animistas, el sincretismo de los lugareños y los intentos de conversión al cristianismo. La iglesia era pequeñita, pero tenía un encanto especial. Los Samis son animistas. Creen que todo elemento de la naturaleza, de los animales, de los minerales, tiene un alma. Y después de la iglesia, ya nos fuimos hacia Kiruna. Según Javi, Kiruna, es el municipio más extenso del mundo, con más de 20.000 kilómetros cuadrados, y donde tan solo viven 30.000 habitantes. Kiruna cuenta con un riquísimo yacimiento de hierro, del cual se extraen 20 millones de toneladas al año.

Desde cualquier parte de la ciudad, se podía ver la silueta inconfundible de la explotación minera. Nuestro hotel era el Scandis Ferrum, en el centro del pueblo. Dejamos las cosas en la habitación y nos fuimos a pasear un poco. Queríamos ver lo más cerca posible la mina, y por ello bajamos por un parque donde los mosquitos no paraban de revolotear alrededor de nosotros. Llegamos a la estación de tren, y nos conformamos con ver desde allí, la mina de carbón. Subimos por una cuesta hasta llegar al edificio del ayuntamiento, donde multitud de banderas suecas ondeaban al viento. Seguíamos estando dentro del círculo polar ártico, pero la luminosidad de la tarde, era distinta. Estaba nublado, y la temperatura era tan solo de 11 grados. Después de comprobar que en Kiruna, las personas también se esconden, nos fuimos al hotel a cenar. Hoy era la última cena donde estaríamos todos juntos, pues que Isidoro y familia, nos dejaban para ir hacia Estocolmo. La cena estuvo bien, y después de cenar, nos fuimos con Berta, Roberto, Manu y Olga a ver la iglesia de Kiruna. Estaba lloviendo. Y casi, casi, casi, intuimos la noche. La iglesia de Kiruna que está en el centro de la ciudad, es un edificio de madera grande y curioso. Fue construida en 1912 en forma de tienda lapona. Su exterior esta adornada con unas bellas estatuas. Nos estábamos haciendo fotos al abrigo de unos paraguas. Casi no me lo podía creer. Regresamos al hotel, donde el resto del grupo seguía charlando. Nos despedimos de Isidoro y familia. Me encantó conocerlo, y a sus hijos. Tenía una fina ironía que me hacía reír. También dijimos adiós a Berta y Roberto, nuestros compañeros de autobús. Los eche de menos también. El día, no había sido de los mejores. Me dió la impresión de que el paso por Suecia, era más como una etapa puente hasta llegar a Finlandia, que no porqué los atractivos turísticos los mereciera. Ayer estábamos en Noruega; hoy en Suecia, y mañana en Finlandia. No está mal para tan solo haber recorrido hoy 300 kilómetros. Parecía una gimkama de países. Mañana veríamos a Papa Noel. Al auténtico. ¿O no?

MARTES 10 DE JULIO... ... 9º DIA... ... KIRUNA-ROVANIEMI NAVIDAD EN JULIO

Hoy teníamos un maratón de autobús. 425 kilómetros nos separaban de nuestro destino: Rovaniemi, Finlandia, y Santa Claus. El termómetro marcaba 7 grados cuando nos fuimos de Kiruna. El paisaje por las carreteras suecas era monótono. Como si una película sin fin se estuviera proyectando por las ventanas. Árboles, árboles y más árboles. Cerramos los ojos en alguna cabezada y al volverlos a abrir, seguíamos viendo lo mismo. Árboles. Hicimos una parada técnica, como le gustaba llamar a Javi estas paradas, en el pueblo de Pajala, a escasos kilómetros de la frontera finlandesa. Estaba lloviendo, pero eso no nos impidió acercarnos hacía un gigantesco reloj solar que estaba en el suelo de la plaza.

Después tomamos un café en un local, que tenía el baño dentro de una caja fuerte. La cafetería había sido un banco anteriormente, y en la cámara acorazada, estaban los servicios. Después del café, nos esperaba otro país. A Finlandia entramos por la localidad de Pello, y tras casi 4 horas de trayecto, llegamos a nuestro destino. La Santa Claus Village. Una fina lluvia nos recibió al bajar del autobús.

Estábamos en el límite del Circulo Polar Ártico, y para que no nos olvidáramos de la temperatura que hace por estas tierras, tuvimos que echar mano de los chubasqueros y los paraguas. La villa de Santa Claus es como un inmenso centro comercial lleno de tiendas y restaurantes. No hace falta ser un niño, para contagiarse de una magia especial. Encarna y yo nos fuimos lo primero de todo, a ver a Papa Noel, y hacernos una foto con él. Por delante teníamos una larga cola que además avanzaba muy despacio. La casita de Papa Noel, adornada con peluches, motivos navideños y fotos de personajes famosos, está a la entrada del recinto. Un cartel de madera y una foto de su típica imagen, la hacen inconfundible. A Papa Noel en Finlandia, lo llaman, Joulupukin. Hace unos años, el secretario de la ONU, Butros Gali, mandó desde Rovaniemi una carta a todos los niños del mundo. Y esta ciudad fue “proclamada”, como la casa de Papa Noel, como el lugar donde todos los niños podían pedir sus deseos, y a la vez ser contestados por esta figura de aspecto tan bonachón. La cola avanzó y al llegarnos el turno a nosotros, un chico vestido de Elfo, nos sorprendió. Directamente nos dijo que si veníamos de Barcelona. ¿Quizás nos oyó hablar en catalán? Entramos en una sala, donde sentado en una silla, con pieles de reno, y motivos navideños estaba el mismísimo Santa Claus. También nos preguntó que como estábamos, en castellano, y siguiendo su papel, nos contó los problemas que tenía para entrar por las chimeneas en Barcelona. Era un Papa Noel muy real, con parte de la barba auténtica, y unos gestos lentos y calmados. Frente a él, un Elfo nos hizo una foto, que después nos enseñó en una pantalla gigante. E incluso nos hizo otra para que escogiéramos la que más nos gustaba.


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comment_icon  Últimos comentarios al diario Nueve dias sin noche
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Izarbe10  izarbe10  08/05/2009 19:06
Enhorabuena por el diario. No te animarias a poner alguna fotos? Tienen que ser preciosas.
Te dejo mis estrellas. Un saludo
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fjmajo
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22-02-2008
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Fecha: Dom Feb 11, 2024 02:09 pm    Título: Re: Noruega: Consejos

Buenas,

Necesito ayuda viajer@s.

Vamos 13 días a las Islas Lofoten y queremos hacerlo en camper o autocaravana, pero no sabemos desde donde alquilarla. Tenemos solo los vuelos hasta Oslo por esa misma razón.

Opciones:

* Volar a Tromso y alquilar allí. Hacer la misma ruta, viendo puntos diferentes a la ida con respecto a la vuelta, para dejar la camper en el mismo lugar y volver a Oslo desde Tromso.

* Volar a Evenen y lo mismo que en la anterior opción.

* Volar a Bodo y alquilar allí. En este caso no sé si al cruzar o en el mismo lado del...  Leer más ...
alexan2038
Alexan2038
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11-02-2024
Mensajes: 1

Fecha: Dom Feb 11, 2024 04:49 pm    Título: Re: Noruega: Consejos

Hola. Subiré con la furgo a Noruega, desde Barcelona. La cuestión es que en Dinamarca, para ir a Suecia por el puente Oresund son 130€ para furgo campers, me parece una sobrada. Sabéis si desde Dinamarca hay algún ferry, donde trasladen tb furgos, que salga más económico? Gracias.
fpvcl
Fpvcl
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19-03-2011
Mensajes: 227

Fecha: Dom Mar 31, 2024 10:09 pm    Título: Re: Noruega: Consejos

Hola! Queremos ir este verano a Noruega, iríamos una semanita con una niña de 1 año.
Qué creéis que merece más la pena Islas Lofoten (lo que tenía en un principio en mente) o mejor zona sur o zona de los fiordos?
Qué elegiríais si tuvierais que elegir solo una zona? Gracias!!
erta
Erta
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12-07-2007
Mensajes: 432

Fecha: Lun Abr 01, 2024 09:23 am    Título: Re: Noruega: Consejos

La zona de los fiordos es más famosa, y tiene obviamente cosas increíbles, pero las Lofoten son un lugar muy muy especial y menos masificado, al menos hace años. Si no os pone nerviosos no ver lo famoso yo iría a Lofoten, aunque quizá una semana sea demasiado. Creo ue cogiendo avión podeis combinar dos cosas.
elnegrowalter
Elnegrowalter
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09-06-2018
Mensajes: 279

Fecha: Mar Abr 02, 2024 07:30 am    Título: Re: Noruega: Consejos

Si vais con una niña de 1 año, creo que mejor los fiordos (Bergen, Flam, Geiranger, etc) es precioso y tienes todo a "pie de calle" y con la niña es mas fácil. Las Lofoten son increíbles, pero es mas para hacer caminatas y los caminos son algo exigentes.
En las 2 partes veras cosas increibles y cada una tiene su encanto.

Saludos
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