Santiago: Redescubriendo una vieja amiga ✏️ Blogs de España

Como ya vamos teniendo una edad... y aunque barajamos revivir nuestras épocas de piso de estudiantes, al final optamos por quedarnos en un hotel nuevo que han abierto en las afueras.
Fuimos llegando todos el viernes por la tarde. El barullo de ilusión, maletas, abrazos y bromas apuntaba a que el fin de semana prometía y mucho.
Quinta da Auga es una maravilla que han reconstruído sobre una antigua fábrica de papel, a orillas del Río Sar, en el que la piedra y el líquido elemento son los principales protagonistas... como en Santiago.Un cuatro estrellas con una decoración que combina la tradición gallega con un toque francés y que pronto tendrá Spa (cuando fuimos nosotros todavía no estaba funcionando).
Justamente fue en Filigrana, el restaurante del hotel, donde empezamos el intenso fin de semana de despedida y re-descubrimiento. No es precisamente barato (salimos a unos 45 euros por cabeza incluyendo el vino)... pero merece mucho la pena. Tomamos unos entrantes entre los que destacaban los grelos gratinados al San Simón sobre cachelos (patatas), la empanada de maíz, las croquetas caseras de lacón con chorizo y unos estupendos huevos al nido con crujiente de ibérico.¡Ay! ¡cómo hemos cambiado desde las salchichas con arroz y solís!
Después nos clavamos entre pecho y espalda un arroz caldoso de rape y almejas de Carril de esos que hacen temblar el mundo.
Tras el primer "digestivo" en el hotel llamamos a un taxi para que nos llevase al centro, con intención de rememorar nuestras hazañas nocturnas en la ciudad del Apóstol.
Empezamos por un clásico: el Modus Vivendi. Creo que está considerado como el primer "pub" de Galicia. Lo cierto es que tiene una forma muy curiosa (y los techos bajos) porque eran las antiguas caballerizas del Pazo de Somoza.

*** Imagen borrada de Tinypic ***

Después continuamos por los locales que están en la Praza de San Paio... la parte trasera del convento de San Paio. Como llovía un poco, no encontramos en la plaza tanto ambiente como de costumbre... pero sí dentro de sus locales: Borriquita de Belem, Carrilana... no dejamos ni uno en nuestro peregrinar. Quisimos ir al "ultramarinos"... y nos lo encontramos muy cambiado. Muy moderno, con un pincha que abunda mucho en la música internacional de los 70's...
La intención era retirarse pronto porque al día siguiente teníamos las actividades de multiaventura... pero en Santiago no se perdonan los churros y los bocatas del Galicia... y no abre hasta las 6h de la mañana, así que recurrimos a otro clásico: Liberty. Imagino que para quien no lo ha "vivido" será difícil comprender el extraño apego que se le tiene a esta discoteca. Con su pincha y camareros eternos (que deben de estar cerca de la edad de la jubilación)... sigue teniendo un aire trasnochado a pesar de la reforma que le hicieron hace unos años. Después de mi "completo con todo" del Galicia (un bocadillo que algunos llaman "la bomba" y que sienta de gloria después de una noche de marcha) regresamos al hotel para dormir unas horitas antes de enfrentarnos al Rafting que, inconscientes de nosotros, habíamos programado para la mañana.

---

Lo hicimos a través de Itineris, una empresa de turismo activo con la que algunos ya habían hecho una ruta en Quad en Villalba. Nos llevaron hasta el Río Ulla para echarnos unas risas enfundados en los neoprenos. El tiempo acompañó admirablemente. El novio: al agua, por supuesto.

Al terminar nos llevaron al Hotel Balneario de Compostela, donde nos habían programado una opípara comida: lacón con grelos hasta decir basta. Creo que hay pocas cosas en este mundo que entren tan bien como una comilona después de pasarse la mañana remando, gritando, riéndonos... Pero el subidón de adrenalina no había terminado ahí: campo de multiaventura de Brión, 17 hora zulú y los chicos de Itineris con las marcadoras listas para que nos zurráramos de lo lindo en el Paintball.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
El novio: acribillado por bolas de pintura.Retorno al HB para sumergirnos en las aguas de su balneario. No viene mal relajarse después de un día y una noche intensos.... ¡y vaya si nos relajamos! Yo quería meterme en la cama y dormir hasta que el mundo se terminase... pero nos vestimos y nos preparamos para otra de las costumbres compostelanas sagradas: los vinos en el Franco.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Aunque la calle tradicional de vinos es el Franco (nada que ver con el generalísimo, en realidad el nombre de la archiconocida rúa tiene que ver con que fue puerta de entrada de los pregrinos que venían por el camino francés -ahora se entra al Obradoiro por otro sitio-), la Raíña ha ganado mucha popularidad, y yo diría, en mi modesta opinión, que los mejores bares "de chateo" están ahí: O Celme do Caracol, el San Jaime, el San Yago... Albariño y tapas para todos. Mención especial para un rías baixas sobre lías que se llama Mar de Envero que está triunfando merecidísimamente.

Por si no hubiésemos ingerido suficientes calorías como para hibernar dos años... nos fuimos a cenar. Otro sitio que cuando éramos estudiantes ni existía ni nos podríamos permitir: A Curtidoría, un restaurante ubicado en la calle de A Conga que en tiempos fue una antigua fábrica de curtidos.

*** Imagen borrada de Tinypic ***


Nada mal la cena: zamburiñas, revueltos, timbal de ciervo con setas, entrecot de ternera gallega... Y nada mal volver a vivir la impresión de contemplar la catedral de noche, envueltos en una suave bruma, tumbados sobre el granito de la Praza do Obradoiro.

Nos acostamos en el empedrado, como tantas veces habíamos hecho años atrás, y nos dejamos embelesar por la sensación de que la fachada barroca se te viene encima. Allí tendido, me acordé de una anécdota: hasta no hace mucho tiempo vivía en una de las torres (la de las campanas o norte) un viejo sastre que se ocupaba de las vestimentas religiosas de la catedral. Al parecer, en pleno tejado de la basílica criaba gallinas y un cerdo. Ése es parte del encanto de Santiago, tan universal y tan pueblo a la vez. Tras ese momento mágico continuamos con la celebración con unas copas en Garoa, un pub situado en la plaza Rodrigo de Padrón que tiene como especialidad la caipirinha. La corriente nos llevó hasta el Sónar, y después a la Armería. Yo no podía más con mi cuerpo ni con mi espíritu, y como pretendía levantarme al día siguiente para pasear la ciudad, volví al hotel.

---

El madrugón del domingo se vio recompensado con un sol espléndido desde primeras horas. Sony en mano, decidí bajar a desayunar al Derby, una de las cafeterías más antiguas de Santiago y en la que, por lo visto, hace muchos años tenían lugar tertulias muy sonadas. Hoy es uno de esos bares con solera, en el que los camareros todavía llevan chaquetas blancas.

*** Imagen borrada de Tinypic ***

Un zumo y unas tostadas después, subí por la calle de las Huérfanas hacia Cervantes. Llegando a la plaza, pasé por uno de los escasos edificios modernistas que hay en la ciudad. Quizás sea porque es una rareza el cemento en el Casco Histórico, pero siento debilidad por sus líneas rectas y los adornos bajo los balcones que lo caracterizan. Me llevé una pequeña decepción al no encontrar a ninguno de los castañeros que se instalan con sus características locomotoras. No pude comer ninguna de sus maravillosas castañas asadas (un auténtico placer, sobre todo cuando el frío aprieta y sientes el calor en las manos al pelarlas), ni fotografiarlos con sus batas azules y las manos tiznadas por el carbón.

Al llegar a Cervantes me invadió la nostalgia. Una de las tradiciones destinadas a los novatos, y a aquellos que visitan la ciudad por vez primera es tratar de ver los pies del literato en el fondo de la fuente... Es como subir las escaleras de Platerías de dos en dos. Bajé por Casas Reales hacia Bonaval, desviándome un poco por la Plaza de Abastos. El tradicional mercado no es ni de lejos tan grande como el de la Boquería... pero tiene algo que lo hace especial.
Entre las iglesias de San Félix y San Agustín, mariscos, carnes, frutas y verduras ponen la nota de color a este recinto que presume de ser el segundo más visitado de la ciudad (después de la Catedral, claro). La cooperativa que lo gestiona ha introducido servicios modernos como el "shopper", la compra por teléfono o Internet... pero aún así ha sabido mantener el aire tradicional, con su alboroto, la mezcla de olores, la algarabía de las gallinas, las paisanas con sus cestos...
*** Imagen borrada de Tinypic ***
*** Imagen borrada de Tinypic ***
*** Imagen borrada de Tinypic ***
*** Imagen borrada de Tinypic ***

Bonaval es uno de los sitios que más me gustan.

*** Imagen borrada de Tinypic ***

Está la Iglesia de Santo Domingo de Bonaval (que alberga el Museo do Pobo Galego, la famosísima escalera y el Panteón de los gallegos ilustres), el CGAC o Centro Galego de Arte Contemporánea y el Parque de Bonaval. El arquitecto portugués Álvaro Siza fue el encargado de proyectar, tanto el edificio del museo, como el parque. Santiago es una ciudad con abundancia de zonas verdes... una de las más conocidas es la Alameda (desde la que se obtiene la instantánea más típica de la Catedral)... pero mi favorita sin duda es ésta.

*** Imagen borrada de Tinypic ***

*** Imagen borrada de Tinypic ***
*** Imagen borrada de Tinypic ***
*** Imagen borrada de Tinypic ***

Un antiguo cementerio y la huerta de los monjes son la base de este parque que ofrece unas vistas de la basílica compostelana muy diferentes a las habituales. También resulta curioso fijarse en las chimeneas, que antes hablaban del "poderío" económico de su propietario... casi todas las grandes chimeneas que podemos otear desde Bonaval pertenecen a casas propiedad de la Iglesia. Otro rasgo más de la ciudad.

Desde uno de los rincones menos frecuentados de Bonaval también puede verse lo que para mí es una curiosidad: el único cementerio privado de Santiago. Creo que pertenece a los miembros de la cofradía numeraria del Rosario (que tiene más de 5 siglos, iglesia y camposanto propios...).

*** Imagen borrada de Tinypic ***

Mientras recorría los caminitos bordeados de árboles me llamaron mis amigos para decirme que ya se habían despertado y proponerme que fuésemos a comer. Mientras se duchaban aproveché para ir hacia la Quintana y sentarme en las escaleras que separan la Quintana de Mortos de la de Vivos. Nuevamente, granito sobre un antiguo cementerio.

A mi espalda, la verdadera Casa de la Parra, y pegada, la "casa que tiene una parra" con la que muchos la confunden... y las palomas siempre dueñas del lugar, disfrutando también del pródigo sol de invierno.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Me reuní con mis amigos y despedimos el fin de semana comiendo en el Gambrinus, un restaurante italiano que nada tiene que ver con la cadena de cervecerías. Su dueño, Franco, es un italiano que se enamoró de una compostelana, se lió los bártulos a la cabeza y se trajo a la ciudad del apóstol sus recetas y uno de los mejores tiramisú que he probado en la vida. Nosotros lo conocimos cuando todavía estaba en un pequeño local del barrio de Conxo, pero ahora está en un curioso y estrecho edificio de tres pisos en plena Plaza de Fonseca.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Con el recuerdo del mascarpone aún en los labios me despedí de las losas de piedra que la Unesco declaró Patrimonio de la Humanidad

---