Helsinki y Tallin ✏️ Blogs de Finlandia

Tras pasarse toda la noche nevando, amanecimos más blancos que los días anteriores, ¡qué bonito! Después del desayuno, pusimos rumbo a la terminal oeste de Helsinki para coger nuestro ferry a Tallinn. Para llegar fuimos en el tranvía 4 hasta Rautatientori y allí, en la terminal de autobuses, el 15, 15 ó 15V nos dejaba en el puerto, donde ya esperaba el barco. El ferry tiene 9 pisos, los 5 primeros son para automóviles y el resto para pasajeros, especialmente las cubiertas 6 y 7, que es donde están los bares, restaurantes, tiendas, guardería, etc.

Puntual a las 10.30 pusimos rumbo a Tallinn, una vez más, haciéndonos hueco a través de los bloques de hielo, aunque una vez ya en alta mar, no había hielo. Llama la atención la tranquilidad y calma del Báltico, un mar "liso", sin olas. Íbamos un poco asustados, días atrás un ferry de pasajeros quedó atrapado en el hielo más de 6 horas hasta que llegó un barco rompehielos a abrirles el camino. Pero no pasó nada.

De nuevo, y puntualmente, a las 12.30 desembarcamos, pasamos el control de pasaportes y salimos fuera. La temperatura exterior era mucho más cálida que en Helsinki, se podía ir sin gorro, sin bufanda y sin guantes bien.

En el puerto no hay señalización sobre cómo llegar al centro, pero es fácil, ya que o se sigue a la gente, o se va hacia donde se ven las torres. Por el camino, a la izquiera queda una pequeña iglesia de madera, pertenece a la Iglesia Metodista, es original y bonita.


Por fin entramos al casco antiguo por la calle Pikk. Vimos el ex-cuartel general de la KGB y la torre Epping antes de llegar a Raekoja plats. La plaza es bonita, está libre en todo el centro, y está rodeada por el ayuntamiento, la farmacia más antigua del mundo y el restaurante Olde Hansa. en la puerta de éste último, una chica vestida al estilo medieval, vendía almendras garrapiñadas con canela (40 coronas un paquete), ¡buenísimas!

Al ser lunes, la mayoría de las iglesias estaban cerradas, así que sólo pudimos verlas por fuera: San Olaf, Espíritu Santo, catedral de Santa María. Sin embargo, la catedral Alexander Nevski sí estaba abierta. El exterior es impresionante, es la típica construcción religiosa ortodoxa, con torres que acaban en forma de bulbo; el interior no es gran cosa, es simplemente austero.


Junto a la catedral, está el castillo de Toompea, y aquí está también el palacio presidencial. Desde los jardines se puede ver el resto de la ciudad, la Tallinn moderna.

Llegó la hora de comer, y fuimos al restaurante Turg, en la calle del mismo nombre, junto a Raekoja plats. Pedimos un entrante (alitas de pollo aliñadas), dos platos principales típicos estonios (salchichas de cerdo, con cebolla morada caramelizada y puré de patata), cerveza, agua y té, por 32€ dos personas. Muy bien de precio comparado con el Olde Hansa, el Peppersack o el Koldsu Nortu.


Ya después, y saliendo por la puerta Viru, nos acercamos al centro comercial Viru Keskus. Es un sitio muy moderno, con muchas tiendas, ni qué decir tiene que las hay españolas: Zara, Mango, Vero Moda. Recomiendo un puestecillo que hay de helados y granizados de helados, muy ricos y baratos.

A las 21.30 salió el ferry de vuelta, llegamos a Helsinki a las 23.30 y ya estaba el bus 15 allí que nos llevó de nuevo al centro para coger el tranvía de vuelta al hotel.

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El último día en Helsinki decidimos tomarlo con más calma para disfrutar de la nieve, del primer día que vimos el sol, y de lo que nos faltaba por visitar.

Nos fuimos directos a la iglesia excavada en la roca, casi no llegamos a verla abierta, fuimos los últimos en entrar, pero lo conseguimos. Viéndola por fuera, cualquier diría que ahí hay una iglesia, aunque por dentro tampoco lo parece mucho, sino fuera porque hay una pequeña cruz en el centro. No es una iglesia bonita pero sorprende el tejado, formado con 22 km de hilo de cobre.


Un poco perdidos, con tranvía, autobus y un largo paseo, llegamos al parque Sibellius, donde está el monumento al célebre músico. Costó un poco llegar hasta el monumento, con la nieve por la rodilla, se hace un poco cuesta arriba, a pesar de que había que ir cuesta abajo. El monumento está compuesto por una serie de tubos paralelos metálicos como los de los órganos de las iglesias. Al poco tiempo, pusieron también un busto de Sibellius, ya que los habitantes se quejaron de que realmente los tubos, no eran un monumeto al músico.


Una vez dejamos el parque, ya habíamos visitado todo lo "visitable", pero nos quedaba aún ir al mercado de Hakaniemi. Como ya era un poco tarde, el mercado abierto ya estaba desmontado, pero el cerrado aún estaba abierto, valga la redundancia. Cogimos el metro en Kämppi y fuimos a Hakaniemi. El mercado es un edificio de 3 pisos con tiendas dedicadas a todo lo imaginable e inimaginable: ropa, regalos, bisutería, pan, carne, pescado, frutas, verduras, costura, etc.

Compramos unos pasteles de Karelia y empenadas de arroz, carne, de col, etc. Como soy una amante del té, en la tienda de tés me hice con unos cuantos finlandeses: lapones, de coco y anís, de bayas, etc. De ahí nos fuimos al centro comercial Kämppi, que además está conectado bajo tierra con el centro comercial Forum de manera que se puede evitar el salir al exterior con nieve y frío. Comimos, hicimos las últimas compras y nos fuimos al hotel a disfrutar de la sauna, la piscina y de un paseo por los jardines y la playa privada del hotel.

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Y llegamos al día de la despedida. Después de disfrutar un poquito más de la piscina, recogimos y nos fuimos al centro de nuevo a coger el autobus que nos dejó en el aeropuerto, en Vantaa.

La sorpresa llegó en el momento de facturar: nuestro vuelo venía con retraso por lo que perdíamos el enlace, pero en el mostrador de KLM lo resolvieron todo muy bien. No pudieron recolocarnos en uno directo de Finnair puesto que quedaba un asiento libre, pero 3 horas más tarde estábamos ya rumbo a París con Finnair y de París a Madrid con Air France.

En el aeropuerto había un Stockmann, donde venden una lata pequeña de carne de reno a 108€. Y nos encontramos con la selección española de aikido, también, al menos habían ganado.

Con motivo del retraso, nos indemnizaron con bebida/comida por valor de 10€ y 50€ de descuento para otro billete con KLM.

Sin embargo, salimos con retrado de Helsinki debido a la niebla, en la pista de despegue iabn todos los aviones en fila, uno detrás de otro. La llegada a Charles de Gaulle fue a la carrera, cambio de terminal, pasar control de nuevo y los penúltimos en embarcar. Ya en ese momento vi que mi maleta no subía en el avión y la de mi novio sí, y efectivamente, al llegar a Barajas su maleta salió y la mía no. No hubo ningún problema, al día siguiente por la tarde la recibí en mi casa.

Y fin del viaje.

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