La Bérgamo desconocida y Milán monumental ✏️ Blogs de Italia

Salimos de Zaragoza con media hora de retraso (2 retrasos de 3 vuelos con Ryanair) a las 18.45, dejando una tarde gris a nuestras espaldas, para llegar a Bérgamo una hora y 45 minutos después bajo el diluvio del año. Mira que la aplicación del tiempo de mi Iphone me lo había advertido….bueno pues ingenuos de nosotros no le hicimos ni caso… y así nos fue.

El aeropuerto me pareció un poquito surrealista, pequeño, desorganizado, algo sucio y con un montón de equipajes en las cintas de recogida dando vueltas y cayendo de ellas al suelo, sin que los dueños aparecieran por ningún lado (imagino que estaban todavía desembarcando).

Nada más salir cogimos en la puertecita misma el autobús para Bérgamo que nos llevó en 15 minutos a la Estación Central que se encontraba a tan solo 700 metros de nuestro hotel pero que se nos hicieron eternos bajo la lluvia torrencial que caía.

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Llegamos empapados y hambrientos así que subimos a dejar las maletas y salimos a cenar algo. El hotel era el Bergamo Central Hostel (Via Ghislanzoni 30) que había leído que era barato y estaba bien situado. Bien situado estaba: cerca de la Estación y de la parada del autobús a la Cittá Alta. Barato no tanto: 58,00 euros (demasiado para lo que encontramos) aunque con desayuno incluido (4 galletas y un mal café de máquina). Ni se os ocurra pasaros por allí: la habitación doble consistía en una cama de 80 y dos literas, con unos lamparones en las colchas raídas que ni las chinches habrían querido; la persiana no funcionaba; las paredes parecían una reliquia de la Gran Guerra llenas de desconchones y manchas de todo tipo y color; los grifos no habían visto una bayeta en años y la ducha había que cerrarla con dos dedos para no quedarse con ella en las manos. Por la noche, muerta de frío, no fui capaz de levantarme a por la manta que había visto tirada en el suelo del armario, que debía tener más pulgas que un perro callejero. No he pasado más asco en mi vida. Lo mejor que nos pudo pasar en ese sitio fue dejarlo al día siguiente.

En fin, lamentando nuestra mala suerte (llovía a cántaros, estábamos empapados, con los zapatos llenos de agua y el hotel era un asco) salimos a intentar cenar algo. Dimos una vuelta a la manzana encontrando dos sitios con la cocina ya cerrada (solo eran las 10!!!!!!) y finalmente en la entrada de la calle que llevaba al hotel nos topamos con La Bruschetta (Via G. D´Alzano), que casualmente había anotado una recomendación sin dirección y que tuvimos la suerte de encontrar. Aquí ya nos empezamos a sentir mejor: calentitos, con el servicio muy amable, nos fuimos secando poco a poco mientras disfrutábamos de una tabla de quesos de la tierra con un aperitivo de prosseco que nos sirvieron al llegar. Después pedimos una pizza que nos recomendaron de pepperoni picante y salmón a la plancha. Todo buenísimo, con bebidas y cafés, pagamos 44,00 euros y nos invitaron también a un limoncello. Y al salir había dejado de llover!!!!!! Todo parecía ir mejor así que volvimos al tugurio a dormir y olvidar, y pasamos la noche entre fríos sin atrevernos a movernos por temor a despertar a las pulgas.

Al levantarnos, entumecidos por el frío, la humedad y el terror a los bichos, comprobamos que seguía lloviendo, así que después de un proyecto de microdesayuno en el hotel, nos dirigimos a la parada de autobús más cercana en busca de un medio de transporte hasta el funicular que sube a la Cittá Alta, rodeada de la muralla veneciana (quedan bastantes vestigios de la época veneciana de la ciudad como dicha muralla, edificios o leones en los dinteles de las puertas). Aquí comenzó a cambiar ya nuestra moral y también nuestra imagen de la ciudad hasta entonces enturbiada por las circunstancias.
La subida en funicular (funciona desde 1887) es preciosa y el desembarco en la parte alta, en la Piazza Mercato delle Scarpe es espectacular. (Aun se puede subir más en otro funicular hasta la zona del castillo pero no llegamos hasta allí).

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Nos encaminamos por Via alla Roca hasta el parque delle Rimembranze que circunda el recinto fortificado de La Rocca y donde las vistas de la ciudad baja y los Alpes eran fantásticas a pesar del día encapotado. El parque, dedicado a la memoria de los fusilados durante la ocupación austríaca es precioso, muy bien cuidado y con un montón de rincones desde los que tomar bonitas instantáneas. Una pena lo de la lluvia porque el sitio daba para más pero la climatología no acompañaba.

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Bajamos por la misma calle hasta la Piazza Mercato de nuevo y subimos por Via Gombito hacia la Piazza Vecchia, pasando por la torre del Gombitto y disfrutando, ya sin lluvia, de la ciudad. Paramos a tomar un capuccino en la pastelería Cavour, de aire antiguo y muy bien ambientada, con frescos en los techos y un montón de botes llenos de todo tipo de caramelos y pastillas dulces. En el salón de té tenían variedad de pasteles para tomar en porciones, y compramos también unos pastilleros preciosos para las mamás.

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Continuamos ascendiendo hasta llegar a la Piazza Vecchia, una construcción medieval preciosa, con una gran fuente de leones de piedra en el centro (fuente Contarini, alcalde veneciano que la hizo construir en el siglo XVIII), el Palazzo della Ragione (encima del balcón, el león de San Marco recuerda la dominación de la Serenissima) y a la derecha, la Torre Civica que cada noche a las 22.00 horas da 100 toques de campana en recuerdo del toque de queda, antiguo cierre nocturno de las puertas de la ciudad.

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Por debajo del Palazzo Della Ragione se accede a la Piazza del Duomo, donde se encuentran el baptisterio (construido originariamente en el interior de la basílica), el Duomo (reedificado en la época de los comunes y que no pudimos ver porque había alguna autoridad italiana desconocida para nosotros), el mausoleo de Colleoni (al que se entra por una capilla lateral de la basílica) y la basílica de Santa Maria Maggiore. Impresionante la Basílica :shock:. Tanta impresión me llevé que después el interior del Duomo de Milán me decepcionó. No hay un centímetro libre en los techos y paredes en lo que me resultó la decoración barroca más increíble que he visto.

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Tras las fotos de rigor, salimos por la puerta trasera de la basílica a la Piazza Rossate y nos dirigimos hacia las murallas para contemplar la ciudad desde el otro lado. Allí tomamos un autobús, por aquello de ver la ciudad desde otra perspectiva, que nos bajó hasta el hotel, donde recogimos las maletas y nos dirigimos a la Estación Central. Compramos los billetes de tren para Milán (salen cada hora y se pueden comprar en máquinas expendedoras, en las taquillas y en el kiosco de revistas) y dejamos Bérgamo en busca de la capital de la moda, a donde llegamos a las tres de la tarde.[/size][/size][/size][/size]

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Llegamos a Milán en una horita justa y nos recibió un sol radiante que nos animó a ir hasta el hotel caminando (como kilómetro y medio desde Estación Centrale). Antes de salir de la Estación buscamos la oficina de turismo en la primera planta y una amabilísima señora nos informó en perfecto castellano de lo imprescindible en Milán. Además nos dijo que la Pinacoteca de Brera era gratuita ese día así que nos organizamos para verla después de comer dejando el Duomo y la zona de los alrededores para el día siguiente (aunque a última hora aún nos pasamos por allí).

La primera impresión de Milán no nos dijo gran cosa. Como ciudad no tiene mucho encanto en su conjunto, pero hay lugares que merecen la pena. Está bien para una escapada sin grandes pretensiones.

El hotel (Ibis Milano Centro) fantástico. Todo nuevo, limpio, amplio….tras la experiencia de Bérgamo una maravilla, vamos. Nos costó 267 euros por tres noches (sin desayuno). Está en Via Finocchiaro Aprile, 2 y esta calle desemboca en Piazza della Repubblica donde se coge la línea de metro amarilla que en tres paradas deja en la Piazza Duomo. En dirección contraria en la calle Lazzaretto se coge el tranvía (unos cuantos añitos tienen.....).

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En fin, un hotel muy bien comunicado, agradable y totalmente recomendable.

Dejamos las maletas y nos dispusimos a disfrutar de Milán, por lo que nos dirigimos caminando hacia el barrio de Brera para entrar en la pinacoteca de Brera situada en el Palacio homónimo (precioso el patio de entrada). El barrio es muy pintoresco, con pintores a pie de calle y tenderetes varios. Los locales son muy chic y había mucho ambiente, tanto en la calle como en los bares. La pinacoteca todo un descubrimiento pues no entraba en nuestros planes a priori y nos sorprendió gratamente. La colección de pintura italiana principalmente, es una maravilla y contiene obras de Mantegna, El Greco, Rubens, Tiziano, Rafael, Guardi, Rembrant y muchos más. Descubrimos que aquí se encuentra El Beso de Hayed, pero para nuestra desgracia y tal y como nos contó una compungida azafata del museo “el Presidente de la República lo había prestado” y nos quedamos con las ganas. También hay una sala dedicada a la pintura moderna con obras de Picasso y Modigliani entre otros.

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Tras empaparnos bien de pintura nos dimos una vuelta por el barrio buscando un lugar en el que disfrutar del Happy Hour y cuando por fin lo encontramos no estuvimos muy afortunados en la elección y nos llevamos un fiasco con “el aperitivo” (al día siguiente la cosa fue muuuuuuyyy diferente).

Seguimos paseando y fuimos a dar a la Piazza della Scala casi sin querer, así que nos quedamos por allí disfrutando de la plaza (había una exposición de botellas de Coca-Cola tuneadas y algunas eran bastante chulas) y de la estatua de Leonardo Da Vinci.

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Nos adentramos en las Galerías Vittorio Enmanuelle (repletas de gente pues al ser la Semana de la Moda, en el centro había un gran escenario para desfiles y la parte de detrás entre bambalinas estaba copada por maquillaje y peluquería) con sus tiendas de alta costura. Nos hicimos las fotos de rigor pisando los testículos del toro milanés y contemplamos los mosaicos del techo en el centro octogonal que representan los continentes. Las cúpulas del techo de metal y vidrio son preciosas y ……..los escaparates también…..y sus precios!!!!

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Llegamos así a la Piazza del Duomo para quedarnos boquiabiertos con su monumentalidad y aunque ya había anochecido y la Piazza estaba abarrotada de gente (un gran escenario reducía visiblemente la grandeza de la plaza que pudimos contemplar en todo su esplendor dos días después) la iluminación de la fachada era espectacular.

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Como estábamos cansados, no se nos ocurrió nada mejor que volver andando hasta el hotel (qué majos eh????) así que recorrimos Corso Venezia y Corso Buenos Aires dejándonos seducir por el ambiente del Cuadrilátero de la moda. Era noche de fiesta y estrenos por aquello de la Semana de la Moda y había mucho ambiente en todas las boutiques, con prensa, vestidos largos, tacones, fracs y limousinas en las puertas, mucho glamour y muuucho dinero por allí. Qué dientes más largos se nos pusieron!!!! De camino pasamos por la puerta de la Iglesia de San Babila (que no vimos claro, era tarde) reconstruida en varias ocasiones y que alberga una imagen muy venerada por los milaneses. Y por fin llegamos, agotados al hotel, donde nos tomamos un café y nos fuimos a dormir en blancas y limpias sábanas.

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El día amaneció frío pero sin lluvia así que compramos el billete de metro para 48 horas (5,50 euros) y nos fuimos directos al Castillo Sforzesco, que es una gran muestra del pasado glorioso de Milán (700 añitos tiene el castillito?) La parada del metro deja justo en la plaza de entrada al Castillo, que aquel día estaba plagada de carabinieri porque dentro del castillo, en el patio, el partido de Berlusconi se había montado una fiesta propagandística tremenda.

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El castillo es una construcción muy bien conservada, que a lo largo de su historia ha sido estructura defensiva, residencia ducal y fortaleza estando en manos de milaneses y ocupadores de la ciudad indistintamente, hasta que fue restituido definitivamente a los milaneses convirtiéndose en un monumento emblemático que atesora grandes obras de arte. Está rodeado por un frondoso foso en el que al parecer suele haber gatos, pero yo no vi ni uno (huirían por el frío). No sé si porque era domingo o porque era el fin de semana de algo de los museos europeos (como lo de la Pinacoteca de Brera), el caso es que la entrada a la colección del museo era gratuita (ahhhhhhh pero había que coger el ticket de todos modos y mostrarlo a la señorita de la entrada no sé para qué y por supuesto también a todo aquel que lo pidiera).

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Vimos el Museo de Arte Antiguo cuyos techos todavía conservan frescos de la época de los Sforza y de la época española y cuyas obras más emblemáticas son el Arco de la Pusterla dei Fabbri (estaba en la muralla de la ciudad), la Armería y la Pietà Rondanini, última e inacabada obra de Miguel Angel (impresionante!!).

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También disfrutamos de la Pinacoteca, una de las más importantes de la ciudad, que alberga obras de Canaletto (uno de mis favoritos), Bellini, Mantegna, Ticiano y Tintoretto entre muchos otros. Unas 1500 obras en total con una espléndida representación del renacimiento italiano.

Además de éstos, en el Castillo se encuentran también el Museo de Artes Decorativas (muy curioso), el Museo del Mueble (con sus 6 siglos de historia del mueble), el Museo Egipcio (colección fruto de las excavaciones de una expedición italiana en El Faiyúm), el Museo de Instrumentos Musicales (con variedad de instrumentos históricos), el Museo de Prehistoria y Protohistoria (muestra las sucesivas civilizaciones que residieron en Lombardía), una colección de grabados, el archivo fotográfico, varias bibliotecas y un Centro de Estudios.

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Salimos por la parte de atrás del castillo, la que da al Parque Sempione y paseamos entre sus castaños, tomamos un vermú en el kiosco del parque y llegamos hasta el Arco de la Paz. El parque nos encantó. Diseñado al estilo inglés con su estanque, sus puentes, su pabellón y su frondosa vegetación estaba llenito de gente en bicicleta, corriendo, leyendo o haciendo yoga y aun así se respiraba una tranquilidad sorprendente.

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Nos llegamos andando hasta el Cementerio de la ciudad al que denominan con muy buen criterio “Cementerio Monumental”. Yo no he visto cosa igual en la vida. Es bonito, pero en mi opinión se les fue un poquito la pinza y creo que es demasiado para un Cementerio. Os dejo algunas fotos para que os hagáis idea de las tumbas, mausoleos y galerías. Habíamos oído que era digno de ver pero no pensé que fuera a impresionarme tanto.

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Comimos de camino al hotel en Jol Hosteria Hamburger en Via Maroncelli 2, unas hamburguesas (todo muy sano y muy Light, jejejeje) estupendas, enormes y buenísimas, hechas a conciencia por el dueño del garito, con bebidas y patatine pagamos 19 euros. Y nos fuimos a descansar al hotel que falta me hacía mientras veíamos en el bar a Alonso ganar en Singapur.

Por la tarde nos encaminamos hacia los Navigli dispuestos a descubrir por fin el secreto del “aperitivo”. Los navigli son canales antiguos de navegación a cuyas orillas se encuentran gran cantidad de tiendas y restaurantes.

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El ambiente era fabuloso pues había un mercadillo de antigüedades y muchísima gente. Tomamos el aperitivo en un local que tenía buffet libre de pasta, embutidos, arroces varios, pinchos, ensaladas….todo muy rico y nos sirvió para cenar.

Tuvimos que esperar un poco a que se quedara libre una mesa (ya habíamos desistido en otro local que nos daba 40 minutos de espera) pero mereció la pena y el dueño era simpatiquísimo intentando hablar en español y gesticulando como un loco.

Por la noche volvimos en tranvía al hotel y tras un cafecito subimos a la blanca habitación……a descansar........

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