![]() Índice del Diario: Istambul
01: Prologo
02: Primera noche
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El neon alumbra la mercancia que cubre las aceras, el claxon de los vehiculos es un dialecto más con el cual conversar en la distancia. Se respira un caos cargado de coherencia. Antigua Constantinopla Reina de las Ciudades, cuna de civilizaciones y unión de Europa y Asia. Estambul Estamos en Estambul una ciuda viva donde cada calle y cada metro es una lucha constante por sobrevivir a los actos de compra-venta. Estambul ciudad de mercaderes encara el siglo XXI enfrentandose a una sociedad estupida. La sal, el aceite, las pieles, las sedas, etc. han dado paso a las copias y las replicas para gozo y disfrute de una sociedad que necesita estar identificada, encasillada, codificada. Una sociedad sin valores que se sustenta en el consumo exacerbado de todo aquello que se identifique con el nuevo “Dorado”. Hemos cambiado el oro por bolsos, las sedas por relojes, bufandas y camisetas todo ello fiel copia de un original exorbitantemente caro que identifica a una determinada clase social (carente de clase) a la que se desea y envidia pero que cuesta reconocer. La estupidez humana se delata asi misma autoengañandose y generando extrañas coartadas para defender y justificar lo que hace con agrado. Comprar lujo a precios baratos, o no tan baratos. Estambul como siempre reacciono bien y se enfrento a todo un clasico “los chinos”, sus bolsos, sus relojes, su ropa, etc. son replicas fieles del original (o eso dicen) ¿pueden los chinos decir lo mismo? Seguramente si. Pero en Estambul hay algo más, el olor del tabaco aromatico de sus “narguiles”, el sabor de sus tes, la consistencia de sus cafes, la textura de sus Kebabs, su yogur liquido, sus quesos; meros aperitivos de su plato fuerte Santa Sofia, la mezquita Solimán, la mezquita Azul, Topkapi, la Cisterna, Galata, San Salvador de Chora. Decir mercado es hablar de Estambul. Podemos comprar 100 gramos de curry, un diamante, o la mejor falsificación que te imagines, sin recorrer 100 metros, siendo testigo del secreto de Turquia, el mejor guardado por sus gobernantes, de aquello de lo que nadie habla, “Su Gente”. Son el mejor activo, dan y administran la vida a una ciudad maravillosa, en donde se convierten en actores de primer nivel y nosotros en unos simples secundarios. La noche se convirtió en espontánea anfitriona, las luces y el buen tiempo hicieron el resto. Caminamos, como si la ciudad no nos fuera ajena, con una rapidez y espontaneidad sorprendentes. Nos sentíamos como en casa, cuando apenas llevábamos 2 horas en un país en el cual nunca habíamos estado. ¿Extraño?... no, Istambul. Nos acercamos con paso firme al Tranvía el cual nos adentro en el centro de Istambul hasta cruzar el “Puente de Galata”, como llevados por un extraño deseo caminamos cuesta arriba peldaño a peldaño hasta encontrar la eminente “Torre de Galata”, allí majestuosa, rodeada de edificios y alzándose sobre todos ellos se mostraba altiva y desafiante. Nos adentramos en sus tripas y ascendimos por ellas hasta su cúspide la cual nos sorprendió con una de las vistas más bonitas de esta bella ciudad. Acompañados por la noche, ayudados por la luz y mecidos por una calida brisa fuimos presas fáciles de su belleza. Topkapi, Mezquitas, Puentes, El Cuernos de Oro. Todo a media luz. Abandonamos, no sin cierta pena, su interior y nuevamente nos dejamos llevar por sus callejuelas y sus ríos de gente. Nos acompaño por el camino decenas de tiendas dedicadas a la música en todas sus vertientes con paradas técnicas y estratégicas de puestos de frutas y de kebabs, que nos hicieron más amigable el camino de subida hacia cualquier sitio. De repente, un viejo Tranvía nos seduce con tal virulencia que lo tomamos sin saber exactamente cual es su destino. Su color rojo, la madera que decora su interior, el arcaico mecanismo que maneja su conductor, sus luces interiores y su olor nos traslada a principios de siglo. Subimos por una calle peatonal repleta de gente con comercios y hostelería en cada centímetro de fachada a paso lento pero seguro, haciendo sonar una vieja campana casi a cada instante y cruzándonos a medio camino con su hermano gemelo. Finalizamos en una gran plaza en donde nuestro viejo Tranvía se convierte en contrapunto de tanta modernidad. Plaza Taksim es el epicentro del Istambul moderno, zona de encuentro y puerta de entrada a la ciudad más contemporánea. Decidimos bajar por el mismo sitio dando caza a nuestro viejo Tranvía. Conocemos de primera mano la frenética vida de la calle más comercial del moderno Istambul donde cientos de personas caminan, compran, comen o toman un te mientras otros rezan en las mezquitas del entorno, donde se mezclan con cierto encanto decenas de Embajadas. Damos por finalizado la jornada, no sin antes agradecer a nuestro estomago su capacidad de sacrificio con la comida del avión, agasajándole con unas sabrosas viandas y de paso, dando el merecido descanso a nuestros cuerpos, antes de un reparador sueño. 📊 Estadísticas de Diario ⭐ 3.5 (2 Votos)
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