Al día siguiente, salimos temprano hacia el aeropuerto. El vuelo con Turkish Airline se desarrolló sin retrasos ni incidencias. Esta vez la comida fue un poco más frugal que en anteriores trayectos.


No me voy a extender mucho con las conclusiones del viaje porque a lo largo del diario he ido contando todo lo que recuerdo de cada sitio, y a estas alturas, varios meses después, sería complicado añadir nada nuevo que resulte útil.

Para mí, la principal conclusión es que al fin he podido cumplir uno de mis objetivos viajeros: visitar Capadocia. Y realmente me ha encantado, los paisajes son singulares, de esos que permanecen en la memoria. No me importaría volver más tranquilamente, de hecho, tengo la intención de hacerlo más pronto que tarde. Además, tengo que intentar de nuevo lo del globo...


En cuanto al resto de lugares que visitamos antes de llegar a Estambul, Konya y Esmirna estuvieron bien para hacer noche y dar una vuelta, Pamukkale me pareció un lugar especial que merece la pena conocer pese al deterioro y a la masificación; además, cuenta con el fantástico complemento de la interesantísima Hierapolis. Y qué decir de Éfeso, una de las ciudades antiguas mejor conservadas del mundo, aunque yo ya la conocía.


Por fin, Estambul, una maravilla de ciudad, me ha gustado muchísimo: sus contrastes, sus edificios, sus palacios, el ambiente, la comida… Todo. Bueno, todo salvo los precios de los principales monumentos, que me parecen realmente exagerados. Por fortuna, hay muchos lugares que se pueden visitar gratis, como las mezquitas y los restos arqueológicos al aire libre. Además, pasear por sus calles y sus barrios es un plus. Y recorrer en barco el Cuerno de Oro y el Bósforo resulta una actividad fantástica y apta para cualquier bolsillo. El transporte también es barato. Así que una buena experiencia consiste en subirse al tranvía y dejar pasar paradas, conociendo la ciudad más allá del centro y el día a día de sus habitantes. A veces irá petado, pero… da igual, más genuino. Y te puedes topar con cualquier cosa, persona o imagen. En cuanto a la comida, la zona turística no es barata, pero tampoco puedo calificarla de cara respecto a nuestros estandares. En cualquier caso, es posible encontrar sitios más auténticos y económicos alejándose un poco de lo más concurrido. El secreto está en investigar y decidir lo que desee cada cual sobre calidad, cantidad o precio, pues es cierto que en Estambul se come bien.


Lo peor, la enorme cantidad de visitantes que unidos a los millones de lugareños convierten la urbe en un caos. No caímos en la cuenta de lo que podía ser aquello en el puente de mayo. Así que mejor evitar las fechas de máxima afluencia turística porque Estambul se llena. Por lo demás, muy bien. Aunque me han servido para visitar lo más destacado y llevarme una buena noción de la ciudad, los tres días y medio que permanecí allí pasaron muy deprisa y se hicieron cortos. Lógicamente, me faltaron muchos sitios interesantes por recorrer, lo que en el fondo agradezco, pues eso me animará a regresar en un futuro que espero no sea muy lejano.
De modo que… ¡hasta la vista, Estambul!
De modo que… ¡hasta la vista, Estambul!


