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México a nuestro aireAutor: Nachingo Fecha creación: ⭐ Puntos: 4.6 (8 Votos) Índice del Diario: México a nuestro aire
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Etapas 4 a 6, total 15
Después de desayunar nos dirigimos a la estación para coger (allí es tomar) el autobús que nos llevara a Teotihuacan (35 pesos la ida, y otros 35 la vuelta). Llegamos pronto a la estación, para asegurarnos que cogíamos el horario que nos interesaba. Habíamos leído bastante sobre los autobuses mejicanos, que si de lujo, de primera… Todas muy buenas críticas. Y la verdad es que se responden a la realidad en todos los casos que nosotros conocimos. Todos superlimpios, todos supercómodos… Todos, menos este, que olía a chotuno que tiraba p’atrás… De todas formas el camino hasta llegar a las pirámides es muy cómodo, y vas viendo los barrios del DF según vas saliendo, cómo se ocupan todas las colinas, las casitas de colores… Me gustó el viaje. Otra cosa que sorprende de los sitios turísticos, yacimientos o como lo llames, en México, es que los vendedores de artesanías, además de en las entradas/salidas, con sus tenderetes, están también dentro de los recintos. Teotihuacan nos gustó mucho (entrada 51 pesos). El recinto tiene una entrada, pero tres o cuatro salidas. Primero vimos la zona de la pirámide de Tlaloc y Quetzalcoatl, situada de frente según entras. La pirámide del Sol es impresionante. No en vano es la tercera más grande del mundo. Cuando estuvimos nosotros se podía subir hasta arriba, y allá que fuimos. Yo pensaba que se iba a hacer más duro, pero me pareció asequible. Está bien organizado, con un camino de subida y otro de bajada para que no haya problemas. Y las vistas desde arriba, espectaculares. Luego, en la pirámide de la Luna, no te dejan subir hasta arriba. Está un poco peor conservada y no me extraña que no lo permitan, porque las escaleras están bastante escarpadas (aunque es una pena para intrépidos aventureros como yo). Desde allí se ve una bonita perspectiva de la Calzada de los Muertos. También vimos el templo de los Jaguares. ![]() ![]() Y por supuesto los puestos de artesanías. Compramos, después de mucho regatear, y subir, bajar, irse, venirse, perseguirnos, perseguirle, una figura de obsidiana dorada (en México aprendimos que hay cuatro tipos de obsidiana, dorada, plateada, negra y arcoiris, dependiendo del color que refleje al incidir sobre ella la luz) que representa cabeza de un indio que nos pareció preciosa. El autobús de vuelta ya fue otra cosa, limpio, con un aire acondicionado que nos vino divinamente… Al llegar al DF de nuevo anduvimos callejeando por los alrededores del Zócalo. El cielo del atardecer nos permitió disfrutar del palacio de Bellas Arte, del edificio de correos y otros bastante chulos. Cuando ya anochecía, oímos música que provenía de un bar situado primer piso, y pensando que era música en directo decidimos subir a tomar una cervecita. Música en directo ese día que era jueves, no había pero el camarero, muy amable, nos comentó que los viernes y sábados si que tocaban allí y que se podía bailar. Era un amplio salón decorado con grandes espejos y allí se estaba divinamente. Así que nos tomamos un par de cervecitas animados por buena música. ¡¡ Nuestra primeras “Coronitas” puramente mexicanas!! (aunque allí son Coronas, y cuando pides coronita te miran raro). Y para cenar, lo que nos habían advertido de nuevo que no se nos ocurriera: tomar tacos al pastor en un puesto callejero. A mi me supieron a gloria, y afortunadamente no tuvieron consecuencias funestas. Etapas 4 a 6, total 15
Este día nos tocó excursión larga: a Puebla (bueno, el nombre es la Heróica Puebla de Zaragoza, o algo así, pero para entendernos más fácilmente, Puebla). Está a unas dos horas del DF. Es una ciudad bastante grande, por lo que la estación de autobuses se encuentra alejada del centro. Así que para acercarnos tuvimos que coger un combi. Pasan catorcemil, cada uno de un padre y de una madre, con los carteles de los destinos escritos en el parabrisas. En cuanto vimos uno que ponía Zócalo, para allá que montamos. Intentando seguir más o menos en el plano el trayecto, medio adivinamos nuestra parada, que nos dejó bastante cerca de la zona vieja. Esta zona está estupendamente conservada y/o restaurada, con todas las casitas pintadas de colores vivos, y da gusto pasear por las calles. Vimos la Iglesia de los jesuitas. Y luego ya nos acercamos al zócalo. Allí está la catedral, que personalmente me gustó bastante más que la del DF. Después de callejear un rato nos acercamos a ver el museo Amparo, ya que nos habían recomendado vivamente que no podíamos dejar de ir a verlo. La verdad es que el museo no es la bomba, pero no está mal. Lo que pasa es que cuando te recomiendan algo mucho, luego te medio decepcionas. Como ya habíamos hecho hambre, nos acercamos a comer a la plaza del Zócalo, a uno de los laterales con soportales, concretamente en el restaurante Mi Viejo Pueblito, que nos encantó. Aquí probamos los famosos chiles en nogada. Es un plato que no puedes degustar siempre ya que sólo lo preparan en temporada de nueces y nosotros tuvimos la suerte de estar en la fecha oportuna. Espectaculares. Cuenta la leyenda que fueron el invento de unas humildes monjas, para obsequiar la visita de nosequé personaje importante, y que tiene los colores de la bandera mejicana: verde de los chiles, rojo de la granada, y blanco de la salsa de nuez. En el restaurante coincidimos con una señora de Logroño, que tenía familiares en México y había ido nosecuantas veces. Nos comentó: - Habréis ido a la capilla del Rosario… - ¿capilla del Rosario?¿Mande?. - Hombre, será posiblemente de lo más bonito, no ya de Puebla, sino de todo México. - Ah, pues ni idea, pero habrá que ir a verla… Así que para allá que nos fuimos. Es una capilla lateral que está dentro de la Iglesia de Santo Domingo. En cuanto la vimos, nos quedamos alucinados. Está totalmente cubierta de pan de oro de 23 quilates, donación del pueblo. La luz entra por las vidrieras de la cúpula haciendo brillar el oro. Nosotros estuvimos sobre las 6 de la tarde, cuando empieza a cambiar la claridad del día y dentro de la capilla con los juegos de luz se originaban unos reflejos increíbles. Mientras contemplábamos este espectáculo sentados en uno de los bancos del templo, un “ guía voluntario “ , nos relataba todo la historia del lugar, de forma didáctica y entretenida y nos descubría pequeños detalles del artesonado que ante tanta belleza global podían pasarnos desapercibidos. Estuvimos más de 30 minutos sentados allí disfrutando de esta belleza. También intentamos ver la biblioteca palafoxiana, pero cerraba pronto, y cuando fuimos ya no hubo manera (por cinco minutos, cagüen….). Y de nuevo, entre paseíto y paseíto, se nos hizo la hora de abandonar esta bonita ciudad, hacia el DF. Por el camino para tomar el combi de vuelta hacia la CAPU (la estación de Puebla), al pasar por una iglesia, vimos que a la puerta había un grupo de mariachis que empezaban a cantar y que entraban, y allí que nos metimos nosotros detrás para ver que era aquello. Se trataba del acto de graduación de la Facultad de Medicina. Sólo estuvimos un ratito, que se nos echaba el tiempo encima. Y vaya si se nos echó… Cogimos el combi relativamente pronto, pero con lo que yo no había contado era con la hora punta de Puebla. No voy a decir que similar a la del DF, pero vamos, que si lo juntas con las calles que estaban en obras no avanzábamos de ninguna manera. Angustia, sudores, carreras… Al final llegamos cinco minutos más tarde de la hora de salida del autobús de vuelta. Que afortunadamente había llegado tarde de su destino anterior y todavía no había salido. Así que fue montarnos en él y arrancar. De nuevo la suerte de nuestro lado. Etapas 4 a 6, total 15
Si el día anterior nos tocó viaje largo, este día nos toco viaje más largo: a Taxco, la ciudad de la plata (bueno, Taxco de Alarcón). Como íbamos a salir muy pronto del hotel y no asistiríamos al desayuno, avisamos en la recepción del hotel y ellos amablemente se ofrecieron a prepararnos algo para tomar y nos lo llevaron a nuestra habitación por la noche Después de un buen madrugón, de pegar la hebra en la estación de autobuses con un paisano, y de un viaje de alrededor de tres horas, llegamos a Taxco. Bueno, llegamos a la parte más baja de Taxco, que se asienta sobre unas colinas. No es una ciudad llana, precisamente. Así que ala, para arriba. Una cuesta que daba miedico. Realmente no es una ciudad muy grande, y todo lo interesante está situado alrededor de la Parroquia de Santa Prisca, así que llegamos enseguida. Después de un reconfortante café para reponer las fuerzas por la agotadora subida, nos lanzamos a ver lo más importante de Taxco: las tiendas de plata. Quizá sea una exageración, pero cada local es una tienda de plata. También hay algún café o restaurante, pero no recuerdo haber visto otro tipo de negocios. Y todos intentan que entres en el suyo. No sé la de tiendas que pudimos ver. Bueno, no solo ver. También comprar: que si para mi madre, que si para la de Adela, que si las hermanas, cuñadas, sobrinas, primas y demás familia…. Todas fueron bien surtidas con las compras. Encontramos joyas de plata muy bonitas y originales y de excelente precio. También compramos cosas para nosotros, y algún otro regalo que no fueron de plata, sino unas máscaras bien chulas (luego las vimos más baratas más adelante, pero como vete tú a saber si las íbamos a encontrar, creo que hicimos bien en comprarlas). Por supuesto que no todo fueron compras: visitamos la Parroquia de Santa Prisca, y alguna que otra iglesia. La comida la hicimos en un restaurante en la plaza, justo enfrente de la famosa iglesia, en un sitio llamado La Parroquia. Este local nos lo había recomendado el señor con el que estuvimos platicando en la estación de autobuses y acertamos siguiendo su consejo. Nos dieron uno de los balconcillos que daban a la plaza, y se estaba genial. La comida también estuvo estupenda. El día anterior me vi obligado a elegir entre los chiles en nogada y el mole poblano, así que este día me desquité eligiendo el segundo. Adela se pidió unos crepes de cajeta que le supieron a gloria. El camarero pasó un poco de nosotros, ya que fuimos tarde a comer, pero como estábamos tan a gustito no nos importó mucho que se demorara en servirnos (realmente nos juntamos con algunos que fueron a merendar…). Y para que no nos pasara lo del día anterior, de andar con agobios para llegar a la estación a tiempo (que aquí realmente no existe estación como tal, sino que para en una plaza), bien prontito emprendimos el camino de vuelta. Eso sí, haciendo alguna que otra parada técnica en alguna tienda que había quedado desatendida por la mañana… Como resumen de las tres excursiones que hicimos desde el DF, yo me quedaría con la de Teotihuacan, para mi imprescindible. La siguiente elegiría la de Taxco, aunque lo que mayormente hiciéramos fuera comprar, pero es que el pueblo es muy acogedor. Puebla no es que no me gustara, pero es más similar a lo que ya conozco, y aún gustándome, no me llamó tanto la atención. Etapas 4 a 6, total 15
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