RUSIA: De San Petersburgo a las montañas de Altai ✏️ Blogs de RusiaRecorrido de tres semanas recorriendo Karelia de San Petersburgo a Murmank, Moscú y el anillo dorado, una parte del Transiberiano de Kazan a Novosibirsk, Tomsk y las montañas de Altai. Verano de 2012.Autor: Globaltrote Fecha creación: ⭐ Puntos: 5 (6 Votos) Índice del Diario: RUSIA: De San Petersburgo a las montañas de Altai
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Etapas 1 a 3, total 5
Para lo incomodo que son los aviones de Vueling pude dormir casi las cuatro horas de vuelo que separan Barcelona de San Peterburgo.
Llegué a las 4.30h (2.30h en España), pasé las formalidades sin cruzar palabra en ingles, desayune un café para ponerme al día con la guía, descubrir que un autobús me llevaba a una parada de metro desde donde poder llegar al hotel. A las 5.30 arrancaba el primer autobús, entendí a la empleada lo que costaba el billete, 23rub (0.51eur). Logré bajarme en la parada adecuada, tomar el metro y llegar al hotel. Era demasiado pronto para darme una habitación así que deje el equipaje y tome una de las bicicletas que el hotel cortesmente deja a disposición de los clientes. NASHOTEL, COJONUDO. Así pues, en plan verano azul, pero con el cielo encapotado y a una temperatura que solo ha superado los 20grados algunos minutos del día, me recorrí todo San Peterburgo el primer día, haciendo paradas cuando llovía para gestiones como comprar los billetes de tren que me faltaban, entrada para espectáculo en el Mariinsky, billete de avión y obtener informaciones varias. Vamos, que de verano poco y de azul menos. El día cundió y de qué manera!!!!, sobretodo si tenemos en cuenta que aquí el día tiene 19h de sol!!!!!. A eso de las 20h estaba molido, así que retirada, ducha, cena y cama. El día siguiente lucia un sol de fantástico, salí a la calle a desayunar en chanclas y ... Dios, que frío!!! Estaba a tope, sobretodo después del descanso y del pedazo de desayuno que me metí, por lo que, bici en mano, me recorrí el resto de la ciudad, esta vez con sol, que se agradece. Que diferente se ven las cosas con sol!!!!. A mediodía tuve tiempo de ver un espectáculo de danza en el Liceo de la ciudad. La casualidad quiso que ese día interpretasen El Pájaro de Fuego, de Stravinski, que era la música con la que mi profesora de párvulos nos ponía para calmarnos cuando nos íbamos de madre. Vamos, la primera pieza clásica que he escuchado en mi vida. Mereció la pena, por el inmenso curro del espectáculo, la música, el entorno... lo disfrute mucho. Cuando salí del teatro había llovido. Perfecto. No volvió a llover hasta ultima hora. El último día lo pasé en el Ermitage. Se trata de un gran museo con importantes cuadros en un marco incomparable y carismático. A la tarde tome el autobús a Novgorod. Hoy ha empezado el día con sol, lo que me ha hecho disfrutar del centro de esta tranquila ciudad de 240.000 habitantes y de regreso a San Peterburgo, adivinas? Si, ha vuelto a llover. Ahora estoy haciendo tiempo en la estación de tren para tomar el primero de muchos, esta vez hacia Petrozavodsk. Catedral de San Isaac Iglesia del Salvador sobre la sangre derramada. Catedral de Santa Sofía de Nóvgorod. Iglesia de la Transfiguración. Candados en Puente sobre el río Volkhov. Etapas 1 a 3, total 5
Entregué el billete a la provodnitsa, que es como aquí se llama a la encargada del vagón - habitualmente mujer -, se lo quedó y me indico mi numero de litera. Como el billete era de 2a clase, el compartimento tenia cuatro literas, de las cuales sólo una estaba ocupada. Mi compañero de viaje se llamaba Serguei, tenia unos 50 años y era militar retirado. Me pregunto por mi itinerario y cuando le respondí puso tal cara de sorpresa que me dí cuenta en ese momento de mi contribución a las emisiones de CO2 por este viaje. La provodnitsa entro con un juego de sabanas. Serguei me enseño a montar la cama: se toma el colchón enrollado de la litera superior y se desenrolla de pies a cabeza, apareciendo la almohada. El resto es sencillo.
A la mañana siguiente llegue a Petrozavodsk a la hora prevista, estaba contento, mi plan de viaje iba como un reloj atómico ruso, me daba tiempo incluso a desayunar camino del embarcadero para tomar el hidrofoil de las 8:30 a Kizhi. Desayuné, sí, pero cuando llegue al embarcadero me informaron que el único barco salia a las 11:30 y regresaba a las 15:45. Que fracaso!!!, o seguía con el plan de viaje visitando la aburrida Petrozavodsk o volvía la estación, cambiaba los billetes y mañana ya veremos. Petrozavodsk No me arrepiento de haber hecho lo segundo. Kizhi es una isla espectacular. Se trata de una pequeña isla de las muchas que se encuentran en el lago Onega. De poco desnivel y con suaves pendientes se caracteriza por albergar una muestra de las construcciones en madera típicas de la región de Karelia, en un entorno de pastos moteados de pequeñas flores como las que se ven en los Pirineos por primavera. En este marco de silencio solo roto por los trinos de los pájaros, el batido de las hojas por el viento y el tañido de las campanas de una pequeña iglesia, destaca su mayor atractivo, la Iglesia de la Transfiguración, una impresionante estructura construida completamente en madera. Lago Onega desde el hidrofoil Khizi De regreso tuve tiempo de visitar la aburrida Petrozavodsk, comer algo y leer un poco sobre el resto del viaje hasta las 00:15, hora en la que entró el tren por la estación. Lo hace a paso lento mientras las provodnitsas se acercan a las puertas. Cuando el tren se para, las abren, despliegan las escaleras y solo cuando acaban de limpiar con un trapo los pasamanos permiten la entrada y salida de los pasajeros. Repetí la operación del día anterior. En esta ocasión, el compartimento estaba ocupado por un chaval y unas cuarenta latas de cerveza vacías. Cuando vino la provodnitsa no se qué dijo al chaval mientras recogían las latas, que éste se fue afuera a fumar, mientras me sacaba a mi del compartimento para hacerme ella la cama. Tardé en dormirme lo que duro tomarme el te que ella me ofreció (por 0.50eur). El tren llego a Kem a las 9:00h, con el tiempo justo para intentar tomar el barco de las 10:00 según anunciaba la guía (LP). Después de que una empleada de la RENFE rusa (RZD) me ayudase a guardar el equipaje en una consigna soviética, tomo un taxi y encuentro el embarcadero y las taquillas. Allí me dicen que el barco no sale hasta las 12h, pero que regresa a las 17h, tras 2h de trayecto, vamos, que sólo tengo 3h en la isla!. La chica se asombra cuando le digo OK. Después de desayunar unas gachas típicas de aquí y un bocadillo (en Rusia sólo ponen pan por la parte inferior, como si fuera un montadito), doy una vuelta por el pueblo. Se ven casas de madera de grandes ventanas con cortinas de encaje, lecheras a la puerta, montañas de leña y humeantes chimeneas. Hace frío y solo se oye el silbido del viento y los ladridos de los perros. Nadie por la calle. El barco salio puntual. El mar estaba plano y había una espesa niebla. Tras las dos horas comentadas, llegamos a la isla mayor de las Solovietsky. En ese momento, mágicamente, la niebla escampa y aparece el perfil del monasterio de la isla sobre el horizonte. Una imagen fascinante. La isla albergaba un monasterio desde el s. XV que se cerro en el s. XX por el gobierno soviético, quien lo ocupó para transformarlo en un campo de concentración por su localización remota. La isla también ofrece cortas rutas de caminatas de suaves pendientes, motivo por el cual suelen ir de acampada grupos de escolares. En el barco ayudo a Ana, una chica cargada con un mochilón de 120litros y una niña de 11 meses. Mantengo con ella la primera conversación con un ruso/a. Es en ingles y español, ella lo estudia en el Instituto Cervantes. Tiene problemas con la conjugación de los verbos, pero tiene un nivel correcto. Se alegra de que haya visitado esta zona. A ella le gusta mucho, es muy tranquila y la gente muy amable. Islas Solovietsky El trayecto Kem - Murmansk lo hice en 3a clase. Aquí no hay compartimentos y los vagones se parecen a los indios, pero sin la tercera fila de literas. Resulta divertido ver como los rusos adaptan el espacio como si fuera su propia casa: las mujeres van en bata y zapatillas y los hombres sin camisa, pantalones de estar por casa y chanclas. La gente viene y va a fumar en la zona permitida (zona de puertas) o a tomar agua caliente del samovar (una especie de termo que mantiene el agua en ebullición). El paisaje es espectacular, kilometros y kilometros de bosque de taiga salpicados por ríos y lagos, escasas edificaciones de madera y pescadores ocasionales. Llego a Murmansk a las 12h y voy directo al hotel elegido: uno de recomendado por la guia para ´viajeros nostálgicos entusiastas de la era soviética'. No había reservado ante la cara de incredulidad que la gente me daba por respuesta cuando decía que quería ir a Murmansk - a lo que respondía que era para ver el sol de medianoche, algo que me había marcado desde pequeño cuando contemplaba una foto en un libro de los que regalaba la Caja de Barcelona, llamado El Mundo en Colores -. Tampoco me había encontrado ningún turista no ruso por la zona, así que no lo considere prioritario. Error, no solo estaba lleno, sino que las otras dos alternativas también. A la tercera llamada logre una habitación. A pesar de que el hotel era el recomendado por la guía, su emplazamiento estaba fuera del plano de la ciudad, así que su localización fue el reto del día junto con la superación de un frío día de perros. La ciudad no ofrece ningún atractivo mas que el de poder decir que has estado en la ciudad ártica mas poblada del planeta. Una ciudad que disfruta de una temperatura veraniega de 5ºC. Murmansk Son las 01:30 y no hay rastro del sol. No contaba con las nubes de medianoche. A pesar de todo, había luz. Etapas 1 a 3, total 5
Como no podía dejar de experimentar la 'nostalgia soviética', el destino me tenia reservado una segunda oportunidad, pero en toda su magnitud.
El trayecto Murmanks - Kazan debía hacerlo en avión, saliendo a las 6:30 y llegando a las 11:30, con escala de hora y pico en Moscú. Y sí, tal como estáis imaginado una serie de catastróficas desdichas hicieron que perdiese la conexión: no funcionaba el finger, tardó en llegar la jardinera, la cual arrancó tarde porque algunos pasajeros se retrasaron en salir del avión, la pasión de los rusos por las puertas que actúan como embudo, la obsesión rusa de revisar el pasaporte en cualquier momento - es el viaje en que mas veces lo he tenido que mostrar -, las obras en el aeropuerto y su mala señalización. De manera que, cuando con la lengua fuera localizo a una persona que pueda informarme, con el ultimo resuello le pregunto a la azafata que de dónde sale el avión a Kazan, me hace da larga explicación que, ante mi cara de Ya-ne-panimaiu (Mi no entender), hace un gesto con la palma de la mano elevándola del mostrador a la cabeza. Ya panimal de golpe. La gestión del nuevo billete, el transporte a un hotel para descansar, una comida y el regreso al aeropuerto fue fácil de conseguir. El hotel estaba en un suburbio soviético cerca del aeropuerto, se trataba de un edificio de muros prefabricados. La habitación tenia suelo de linóleo, paredes de papel pintado y escaso mobiliario anterior a la caída del muro de Berlín. Parecía el decorado de la serie Skazhite (Cuéntame, en ruso). La comida se daba en el comedor de lo que parecía un gran polideportivo donde entrenaban mujeres con cuerpo de atletas de lanzamiento de peso. El menú consistió en unas sopas de ajo y una pelota del caldo. Regresé a la habitación, veo las noticias, en ruso, y me entero que ha empezado el Ramadán. Me echo una siesta, tras la cual volví al aeropuerto con tiempo suficiente para tomar el vuelo a Kazan sin problemas. Elegí iniciar la ruta transiberiana en Kazan porque, según la guía, se trataba del 'Estambul del Volga, un lugar en el que Europa y Asia se miran con curiosidad desde sus iglesias y minaretes'. La verdad es que no se pueden comparar ambas ciudades ni desde google earth. Para empezar el rastro musulmán en Kazan es minúsculo: una moderna mezquita en el Kremlin de la ciudad, otras dos con algo de historia en el casco antiguo y el taxista que me llevo al hotel, un tipo con la cabeza rapada y las muelas de oro que me repetía: Tartar - muslim. Por lo demás, Kazan ofrece lo mismo que otras ciudades rusas, un interesante Kremlin (patrimonio de la humanidad), iglesias de cúpulas con forma de cebolla, barrocos edificios y museos locales. Sin embargo, la visita me pareció interesante por el ambiente provinciano de la ciudad, la luz limpia y templada, sus amplias calles y edificios bajos me daban la sensación de estar en una ciudad en medio de la nada. Esta vez la guía recomendaba un lugar para comer que estaba lleno de locales haciendo cola, buena señal. Servían las especialidades locales: ensaladas, empanadas y tartas. Yo tome las empanadas de carne con patata y arroz con pasas y una tarta de queso fresco local. Todo excelente y muy barato. Por la tarde tomé el tren a Yekaterinburgo. Tras la comprobación del billete y el pasaporte, el provodnit me felicitó por la Eurocopa. Esta vez el compartimento estaba completo. Lo ocupaba una matrimonio con un niño pequeño y un tipo que hablaba muy poco. Cuando entré estaba todo copado por la familia: un reproductor de DVD, botellas de agua, yogures, restos de la cena... El hombre recogía haciéndome espacio mientras intentaba comunicarsar. Es una pena, pero no podía seguirle la conversación. Llegué al destino a las 11h (9h en Moscú). Yekaterimburgo era el primer destino en el cual cambiaba de huso horario, debiendo recordar que TODOS los horarios de tren figuran en horario de Moscú. Hecho este muy importante. Tanto la guía como las paginas web que había consultado no recomiendan especialmente la visita de esta ciudad, pero a mi ya me estaba bien una parada en el largo trayecto transiberiano, así que profundizaría en el día a día ruso hasta las 4h (2h en Moscú), hora en la que salía el tren a Tomsk. Lo primero que veo cuando salgo de la estación es una tienda de licores que abre las 24h del día, llamada Alcoholmado MAGNO. Brillante!. Una cosa así solo se puede encontrar en la patria de Boris Yeltsin. Lo mas destacado es el lugar donde se pelaron a los Romanov, al zar Nicolas II y toda su descendencia, incluida la célebre Anastasia. Parece ser que el ADN de los cuerpos exhumados hace unos diez años en un bosque próximo, certifican que todos ellos perecieron. Sus restos están enterrados ahora en San Petersburgo. Una vez visto esto, me zambullí sin rumbo por la ciudad, descubriendo lugares interesantes como un jardín donde había varias estanterías de libros que la gente podía tomar y tumbarse a leerlos en pufs en medio de los parterres, calles comerciales al estilo ruso de tráfico peatonal, tan impersonales como las de cualquier otra ciudad, o parques donde la gente se sienta a charlar, siempre con una cerveza en la mano. Y es que en Rusia se bebe mucho. Ya lo decía Vladimir de Kiev, el padre del Estado Ruso cuando en el s. X rechazó el Islam: 'La bebida es la alegría de los rusos, no podemos vivir sin ello'. Así pues, no es extraño que hoy en día los quioscos de aquí no vendan periódicos o revistas sino miles de diferentes tipos de cerveza y cigarrillos. Y como allá donde fueres haz lo que vieres, después de cenar, me fui a un pub a tomarme unas cervezas hasta la hora de salir. Lo hice prácticamente solo, ya que los locales debían estar compartiendo su birra en cualquiera de los jardines de la ciudad. A las 3h llegué alegre a la estación. Recogí la mochila de la consigna mientras escuchaba los sugerentes destinos de los trenes que aguardaban en los andenes, lugares como Pekin o Vladivostok. Un grupo de jóvenes se bajaron de uno de ellos para fotografiarse en la estación. Hablaban inglés. Compro agua y algo de embutido para comer en el viaje, ante la sorpresa de su procedencia: Olot. A las 4h llegó el Tomchi, el tren que me debía llevar a Tomsk en 28h de viaje. La provodnitsa me dijo algo en tono muy bajo, me entregó el juego de sábanas y me condujo sigilosa por el pasillo hasta mi compartimento. Con las luces apagadas hice la cama con la luz del pasillo, dos personas ya dormían. Al día siguiente me levante tarde tanto para la desconocida hora local como para la moscovita. Tenía un cacao horario importante. Voy al samovar a hacerme un te en una botella de agua. La provodnitsa casi me golpea la mano, me hace gestos de que, efectivamente, la botella se arruga con el agua caliente. Mira al cielo y me presta una taza. Una guapa camarera entra en el compartimento y pregunta por el menú que quiero para almorzar. Elijo sopa y carne con arroz, que resulta ser muy básico para la parafernalia que tienen montada. Ya por la tarde, paso el rato leyendo y contemplando un paisaje siempre plano y siempre verde, alternando los pastos con los pequeños bosques de abedules (?). La provodnitsa pasa el aspirador por las alfombras del compartimento y pasillos. Cae la noche y bajo del tren en una estación. Hay una neblina que huele a ceniza y me acuerdo de los incendios de l'Alt Empordà. Llego a Tomsk a las 9:20h (6:20h en Moscú). Tomo el trolebús nº4 a voleo para que me acerque al centro y justo me deja delante del hotel. Sorprendentemente me registran a las 10h. Me ducho, desayuno una tortilla XXL, salchichas, queso y un capuchino y salgo a ver la ciudad. Quién me iba a decir que el primer sitio en Rusia donde iba a pasar calor era en Siberia!. Llegamos a los 30ºC. El atractivo principal de Tomsk son las impresionantes casas de madera tradicionales levantadas con troncos de unos 40-50cm de diámetro uno sobre otro al estilo de las cabañas de las películas del oeste. Muchas están forradas con listones que forman diferentes diseños y todas cuentan con amplios ventanales decorados con elaborados marcos, todo ello de madera. La ciudad también cuenta con algún edificio centenario interesante, jardines y un modesto e interesante museo sobre la opresión soviética que, aunque pequeño, da una buena idea de lo que debió ser vivir en esa época. En la actualidad hay muy pocos indicios de la vida comunista, parece mentira que hayan pasado ya 25 años. Y sin embargo me sorprende que todavía queden huellas de represores como Lenin, en estatuas y nombres de significadas avenidas en las ciudades rusas. Los restaurantes abren aproximadamente de las 12h a 00h de forma ininterrumpida, de manera que comer aquí es lo más fácil. Comí pasta en una restaurante moderno muy agradable y cené carne de oso en otro clásico, de los de toda la vida. De regreso al hotel grupos de gente hacen corrillos con cervezas en la mano en el paseo fluvial. Una neblina no deja ver la otra orilla del río.Pregunto a la chica de recepción si es normal. Ella responde que no, que hay muchos bosques alrededor de Tomsk y que puede ser causada por un incendio. Cataluña y Siberia. Tan lejos, tan cerca. Etapas 1 a 3, total 5
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