Entregué el billete a la provodnitsa, que es como aquí se llama a la encargada del vagón - habitualmente mujer -, se lo quedó y me indico mi numero de litera. Como el billete era de 2a clase, el compartimento tenia cuatro literas, de las cuales sólo una estaba ocupada. Mi compañero de viaje se llamaba Serguei, tenia unos 50 años y era militar retirado. Me pregunto por mi itinerario y cuando le respondí puso tal cara de sorpresa que me dí cuenta en ese momento de mi contribución a las emisiones de CO2 por este viaje. La provodnitsa entro con un juego de sabanas. Serguei me enseño a montar la cama: se toma el colchón enrollado de la litera superior y se desenrolla de pies a cabeza, apareciendo la almohada. El resto es sencillo.
A la mañana siguiente llegue a Petrozavodsk a la hora prevista, estaba contento, mi plan de viaje iba como un reloj atómico ruso, me daba tiempo incluso a desayunar camino del embarcadero para tomar el hidrofoil de las 8:30 a Kizhi. Desayuné, sí, pero cuando llegue al embarcadero me informaron que el único barco salia a las 11:30 y regresaba a las 15:45. Que fracaso!!!, o seguía con el plan de viaje visitando la aburrida Petrozavodsk o volvía la estación, cambiaba los billetes y mañana ya veremos.


Petrozavodsk
No me arrepiento de haber hecho lo segundo. Kizhi es una isla espectacular. Se trata de una pequeña isla de las muchas que se encuentran en el lago Onega. De poco desnivel y con suaves pendientes se caracteriza por albergar una muestra de las construcciones en madera típicas de la región de Karelia, en un entorno de pastos moteados de pequeñas flores como las que se ven en los Pirineos por primavera. En este marco de silencio solo roto por los trinos de los pájaros, el batido de las hojas por el viento y el tañido de las campanas de una pequeña iglesia, destaca su mayor atractivo, la Iglesia de la Transfiguración, una impresionante estructura construida completamente en madera.

Lago Onega desde el hidrofoil


Khizi
De regreso tuve tiempo de visitar la aburrida Petrozavodsk, comer algo y leer un poco sobre el resto del viaje hasta las 00:15, hora en la que entró el tren por la estación. Lo hace a paso lento mientras las provodnitsas se acercan a las puertas. Cuando el tren se para, las abren, despliegan las escaleras y solo cuando acaban de limpiar con un trapo los pasamanos permiten la entrada y salida de los pasajeros. Repetí la operación del día anterior. En esta ocasión, el compartimento estaba ocupado por un chaval y unas cuarenta latas de cerveza vacías. Cuando vino la provodnitsa no se qué dijo al chaval mientras recogían las latas, que éste se fue afuera a fumar, mientras me sacaba a mi del compartimento para hacerme ella la cama. Tardé en dormirme lo que duro tomarme el te que ella me ofreció (por 0.50eur). El tren llego a Kem a las 9:00h, con el tiempo justo para intentar tomar el barco de las 10:00 según anunciaba la guía (LP). Después de que una empleada de la RENFE rusa (RZD) me ayudase a guardar el equipaje en una consigna soviética, tomo un taxi y encuentro el embarcadero y las taquillas. Allí me dicen que el barco no sale hasta las 12h, pero que regresa a las 17h, tras 2h de trayecto, vamos, que sólo tengo 3h en la isla!. La chica se asombra cuando le digo OK.
Después de desayunar unas gachas típicas de aquí y un bocadillo (en Rusia sólo ponen pan por la parte inferior, como si fuera un montadito), doy una vuelta por el pueblo. Se ven casas de madera de grandes ventanas con cortinas de encaje, lecheras a la puerta, montañas de leña y humeantes chimeneas. Hace frío y solo se oye el silbido del viento y los ladridos de los perros. Nadie por la calle.
El barco salio puntual. El mar estaba plano y había una espesa niebla. Tras las dos horas comentadas, llegamos a la isla mayor de las Solovietsky. En ese momento, mágicamente, la niebla escampa y aparece el perfil del monasterio de la isla sobre el horizonte. Una imagen fascinante.
La isla albergaba un monasterio desde el s. XV que se cerro en el s. XX por el gobierno soviético, quien lo ocupó para transformarlo en un campo de concentración por su localización remota. La isla también ofrece cortas rutas de caminatas de suaves pendientes, motivo por el cual suelen ir de acampada grupos de escolares.
En el barco ayudo a Ana, una chica cargada con un mochilón de 120litros y una niña de 11 meses. Mantengo con ella la primera conversación con un ruso/a. Es en ingles y español, ella lo estudia en el Instituto Cervantes. Tiene problemas con la conjugación de los verbos, pero tiene un nivel correcto. Se alegra de que haya visitado esta zona. A ella le gusta mucho, es muy tranquila y la gente muy amable.

Islas Solovietsky
El trayecto Kem - Murmansk lo hice en 3a clase. Aquí no hay compartimentos y los vagones se parecen a los indios, pero sin la tercera fila de literas.
Resulta divertido ver como los rusos adaptan el espacio como si fuera su propia casa: las mujeres van en bata y zapatillas y los hombres sin camisa, pantalones de estar por casa y chanclas. La gente viene y va a fumar en la zona permitida (zona de puertas) o a tomar agua caliente del samovar (una especie de termo que mantiene el agua en ebullición). El paisaje es espectacular, kilometros y kilometros de bosque de taiga salpicados por ríos y lagos, escasas edificaciones de madera y pescadores ocasionales.
Llego a Murmansk a las 12h y voy directo al hotel elegido: uno de recomendado por la guia para ´viajeros nostálgicos entusiastas de la era soviética'. No había reservado ante la cara de incredulidad que la gente me daba por respuesta cuando decía que quería ir a Murmansk - a lo que respondía que era para ver el sol de medianoche, algo que me había marcado desde pequeño cuando contemplaba una foto en un libro de los que regalaba la Caja de Barcelona, llamado El Mundo en Colores -. Tampoco me había encontrado ningún turista no ruso por la zona, así que no lo considere prioritario. Error, no solo estaba lleno, sino que las otras dos alternativas también. A la tercera llamada logre una habitación. A pesar de que el hotel era el recomendado por la guía, su emplazamiento estaba fuera del plano de la ciudad, así que su localización fue el reto del día junto con la superación de un frío día de perros.
La ciudad no ofrece ningún atractivo mas que el de poder decir que has estado en la ciudad ártica mas poblada del planeta. Una ciudad que disfruta de una temperatura veraniega de 5ºC.


Murmansk
Son las 01:30 y no hay rastro del sol. No contaba con las nubes de medianoche. A pesar de todo, había luz.
