A MODO DE PRESENTACIÓN
Antigua capital del Reino de Escocia, sede del parlamento escocés, cuna de la reforma: Edimburgo, extendida a los pies de una colina, es una ciudad con una fascinante aureola de misterio.
Pasear por Edimburgo tiene algo especial, porque es como hacerlo por las páginas de una novela.
Gloriosos episodios históricos, sangrientas batallas, historias de asesinos y fantasmas recorren las oscuras callejuelas de la Old Town, el casco histórico, declarado patrimonio universal por la Unesco.
Una milla separa su imponente castillo del Palacio de Holyrood. La milla real o Royal Mile es la arteria principal de la ciudad para los visitantes, el punto de encuentro que recorreremos una y otra vez.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Más allá de los jardines de Princess Street, la New Town, la elegante ciudad construida en el siglo XVII para descongestionar la superpoblada parte histórica. Cuadriculadas calles en las que destacan las elegantes casas georgianas: el Edimburgo más glamoroso y urbano.
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Tradición y vanguardia. La ciudad estalla de energía cada mes de agosto con su festival, que atrae a miles de turistas cada año. Nosotros hemos venido en Junio a conocer la ciudad y contamos con tres días para ello, en los que intentaremos también acercarnos hasta Dean Village o a Leith, las afueras de la ciudad, pequeños pueblos absorbidos por la urbe.
Van a ser tres días intensos que llevo preparando unos cuantos meses. Lectura de guías, páginas web como “Visit Scotland”, diarios de Escocia escritos en “los viajeros” con mención expresa a Edimburgo o diarios dedicados íntegramente a la ciudad, como el de Alrok, al que debo unas cuantas ideas.
Me ha gustado preparar este viaje que hacemos solos, sin nuestras hijas (nosotros decimos que nos vamos “de novios”) Las niñas se han quedado con los abuelos, (tranquilas, chicas, al siguiente viaje venís) Edimburgo nos espera. ¿Me acompañáis?
DATOS PRÁCTICOS
Hemos volado con Easy Jet desde Madrid. El vuelo ha salido con algo de retraso. No habíamos hecho ningún viaje con esta compañía y nos ha parecido bastante parecida a Ryanair, que conocemos más ya que tiene varios vuelos con salida en Zaragoza, nuestra ciudad.
Llegamos en tres horas aproximadamente (con el horario inglés es una hora más temprano) y, como sólo llevamos equipaje de mano, rápidamente a coger el bus que nos llevará al centro. Hay varias posibilidades, pero optamos por la más sencilla que es coger un autobús de la empresa Airlink que simplemente conecta el aeropuerto con la estación de Waverley y alguna parada intermedia más. El billete de ida y vuelta cuesta 6 libras y está justo al salir del aeropuerto, muy bien anunciado. Hay una taquilla de venta de billetes antes de llegar al autobús. No tiene pérdida.
Como el autobús tiene dos pisos y hemos salido de los primeros, nos permitimos el capricho de situarnos en los asientos delanteros del piso de arriba. Al principio nos desconcierta el sentido del tráfico, aunque no tardaremos en acostumbrarnos a él.
Las primeras vistas de la ciudad son espectaculares. Me voy creyendo que sí, que es verdad, que por fin estamos en Edimburgo.
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Me daba un poco de miedo la temperatura que pudiera haber por aquí. No hace mucho frío, de hecho brilla el sol, pero ya en la calle, tampoco me sobra algo de abrigo. Claro que hay gente que va en manga corta o tirantes, pero para nosotros que venimos de climas más cálidos, fresquito moderado.
Nos alojamos en una guest house (las hay a patadas por aquí). La nuestra se llama Balmore y está como a un cuarto de hora del centro, en Place Gilmore. Nos ha costado 70 libras la noche con desayuno incluido. Aunque muy hábiles nosotros, nos equivocamos al reservar y pusimos un día menos. Al darnos cuenta y añadir otra noche, el precio había subido a 80 pounds.

LA LLEGADA
Nos acomodamos y salimos a tomar contacto con la city. No sé si el sábado por la tarde es el mejor día para esto. Nos dirigimos hacia Grassmarket.
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Muchas cuadrillas (sobre todo de hombres) por la calle, algunos seriamente perjudicados por los efluvios del alcohol. Otros van disfrazados (vimos a uno de bebé, un plátano andante, marineritos…). Para colmo hay una marcha nocturna o algo así por el cáncer de mama (esto lo descubriremos luego) y vemos a un montón de chicas minifalderas, con boas y plumas rosas, y camisetas pintadas con sujetadores y no sabemos qué pensar. Lo de las chicas nos mosqueó porque iban todas iguales, con esa pinta. Era un poco raro… Lo de los hombres se explicó solo más tarde: habíamos atravesado por una zona con clubs de striptease y locales de alterne.
Bueno, nosotros a lo nuestro. Propongo dar un paseo por la Royal Mile. Compruebo que todo me suena, las calles y sus tramos (que no siempre se llaman igual) los lugares de visita, los pubs… es lo que tiene estar tanto tiempo preparando los itinerarios, viendo fotos y leyendo sobre Edimburgo, que me parece que ya he estado en todas partes.
Nos vamos deteniendo en alguno de los lugares que visitaremos durante estos días: como el Museo de los Escritores, dentro de un callejón, con sus losas de piedra grabadas recordando frases de escritores célebres.
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Por todas partes hay grupos haciendo “tours” nocturnos, en algunos los guías van disfrazados de forma tétrica, serán los de los fantasmas o historias terroríficas, que Edimburgo tiene un rato. Llegamos hasta el Castillo, hay unas gradas dispuestas para algún espectáculo en la explanada. Damos media vuelta y Milla abajo, tropezamos con la iglesia neogótica del siglo XIX conocida como “The hub”, hoy convertida en centro de información.
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Más allá la estatua de Adam Smith (lo estudié en una asignatura de economía en mis tiempos de estudiante y le tengo un poco de tirria), Saint Giles…
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Más tours; una chica de aspecto eslavo baila descalza en la calle, un grupo de chicos vestidos de negro hacen un espectáculo con fuego... Los pubs están a rebosar, pero hoy nos va a dar un poco de corte entrar. Hay gente vociferando, algunos con aspecto amenazante (quizá el alcohol). Pasamos por el pub de Deacon Brodie`s (el personaje inspirador de Dr. Jekyll y Mr. Hyde).
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Entramos a una tienda de recuerdos y curioseo un poco, a las niñas habrá que comprarles algo pero ¡menudos precios! My husband va fotografiando aquí y allá aunque la luz se va yendo por momentos. Estamos cada vez más cansados y decidimos volver por la zona de Grassmarket, más cercana a nuestro alojamiento. La chica de aspecto eslavo sigue con sus bailes y ahora un muchacho la acompaña a la guitarra y otro con unos palitos se encarga de la percusión. Lo hacen sorprendentemente bien, da ganas de quedarse a verlos, pero nadie lo hace.
Una vez desviados hacia la derecha, nuevamente lugares en los que “ya he estado”, como “The elephant house”, el pub dónde la Sra. Rowling escribió alguna de las andanzas de Harry Potter (eso dicen) y la estatua al perrito más famoso de Edimburgo: Greyfriars Bobby, el terrier que durante catorce años permaneció en la tumba de su amo.
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¡Qué historia tan conmovedora! Quiero foto. Unos chicos se paran y uno de ellos se ofrece a hacernos alguna a los dos. Pues sí, vale.
Unos cuantos sitios llevan el nombre de Greyfriars, también hay una iglesia y… sí, el cementerio. He oído y leído sobre el cementerio de Greyfriars, lo tengo en el itinerario de mañana, pero como está abierto, pues entramos.
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Solitario y tenebroso, me lo imaginaba más pequeño. Aquí está enterrado el perrito Bobby, una pequeña lápida lo recuerda, pero en nuestro primer contacto con éste cementerio no la encontramos, sí la de su amo, el policía John Grey. Pasamos junto al siniestro mausoleo de los Mackenzie;
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Observamos las jaulas de hierro con las que preservar las tumbas del expolio de los robacadáveres… Tiene gracia la cosa, con la marcha que lleva el personal a escasos metros de aquí y nosotros inmersos en un lugar tan siniestro, evocando terribles sucesos, paseando entre las tumbas. Dicen que el cementerio está embrujado, que suceden fenómenos extraños... En la creciente oscuridad, a mí me da un poco de cosa y empiezo a pensar cosas raras como que nos cierren la puerta y nos quedemos dentro. Mientras nos vamos retirando no dejo de asombrarme al ver las ventanas iluminadas de casas habitadas que asoman entre unas lápidas y otras de los muros.
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Salimos, la gente sigue de marcha, pero ahora parece todo más tranquilo (los horarios no son iguales que en España), lo único que ahora se ve a algunos en fases más violentas, hay alguna bronca, vaya, (normal, el proceso es igual en todas partes). Comento que aquí a la gente se la ve más abierta y espontánea, menos encorsetada que sus primos ingleses. Es otra cosa. El acento es diferente, hablan como a golpes y mucho más alto (es sólo una impresión, ya que acabo de llegar) no creo haber visto muchas películas escocesas, pero sí irlandesas y no sé por qué me los recuerdan …
De regreso hacia casa caminamos por el Barrio de la Universidad, aunque ya machacaditos. El día se ha hecho intenso y agotador. Se impone parar en algún sitio a cenar o comprar alguna cosa en algún supermercado (hemos visto uno abierto). Quiero volver a casa, ponerme cómoda y descansar. Optamos por comprar un par de ensaladas de esas que vienen preparadas, algo de embutido y a correr.
Así transcurrió nuestro primer día, lo he contado desordenado, pero así son las tomas de contacto improvisadas, un batiburrillo de cosas que luego hay que ir ordenando mentalmente. Es lo que voy a intentar hacer.