Nos despierta la lluvia, como no. Desde nuestro habitación no se puede ver mucho paisaje pero si se adivina mucha vegetación. Desayuno buffet, bollería, embutidos, cereales, zumos, huevos, etc. No nos decepciona aquello, es precioso.
Se levantan unos acantilados enormes y con mucha vegetación a ambos lados de la playa, y a nuestras espaldas la playa este y más vegetación. Todo el recinto esta señalizado con las rutas de emergencia en caso de que hubiera un tsunami por la zona. En el del 2004, en la zona en la que estábamos nosotros, hubo más de 5.000 muertos a causa del tsunami. Se ponían los pelos de punto. Tras mirar al horizonte y asegurarnos de que no venía ninguna ola gigante fuimos hacia la playa este y desde allí hasta la playa Phra Nang una de las más bonitas del mundo según ponía en la Lonely Planet.
De camino a la playa bordeamos el Rayavadee, uno de los hoteles más lujosos de la zona, 500 euros la noche aproximadamente. Y también de camino, somos abordados por una banda de monos del lugar.
Nos observan como te observa el portero de la discoteca cuando llevas zapatillas puestas. Al parecer lo que estos simpáticos animalitos buscan siempre es algo que llevarse al estómago, y como yo soy más grande que sus estómagos no nos hacen nada.
Pero a un chico que merodeaba por allí con un pincho de pollo en la mano y haciéndoles fotos, le quitaron el pincho y una bolsa de plástico donde llevaba otro pincho y no le dieron una paliza pues no sé por qué. Llegamos a la playa y la Lonely no mentía. Una pasada de playa. No encuentro palabras para definirla así que me limitaré a poneros una foto y remitiros al Google para que la veáis. Es una pena porque por mucha cámara buena que lleves la foto nunca plasmara lo que uno ha visto en el lugar. La playa parecía la Puerta del Sol, convivían todo tipo de personas: bañistas, escaladores, vendedores de comida y bebida, tatuadores, masajistas, excursionistas que desembarcaban en la orilla cual piratas, monos, gatos y perros. Esa mañana la dedicamos a tomar el sol y a bañarnos. Mientras hacías esto podías mirar escalar a la gente por allí. La verdad es que podía ir cualquier persona porque las mil y una formas de las paredes daban para cualquier tipo de dificultad de escalada. Yo estaba de vacaciones y lo más que había escalado en mi vida fue una tapia de dos metros cuando tenía 15 años. Hoy en día no podría ni subir un bordillo así que decidí mirar y admirar a los que allí estaban porque suficiente teníamos con los raspones de mi novia. Comimos y a descansar al hotel que todavía teníamos el cuerpo roto del día anterior. Al levantarnos de la siesta miramos alguna excursión que hacer al día siguiente y cogimos la que iba a la islas Phi Phi y para más adelante ya veríamos cual cogíamos. Ese día y el resto de los días de la playa ya cenábamos en el restaurante del hotel. Cenamos unas almejas que no sé cómo nos las hizo el tío pero estaban divinas y la salsa de escándalo. Le pedimos pan al camarero para hacer unos barquitos: “Boy, boy, bring us bread for make little ship”. Menos mal que tenía nociones de inglés que sino…Fijaros si es bueno el inglés que tengo que el resto de los días que estuvimos cenando comimos otras dos veces almejas pero fuimos incapaces de que nos las hicieran igual que el primer día. A dormir. Las islas Phi phi nos esperan, no confundir con Phiphi Estrada.
Se levantan unos acantilados enormes y con mucha vegetación a ambos lados de la playa, y a nuestras espaldas la playa este y más vegetación. Todo el recinto esta señalizado con las rutas de emergencia en caso de que hubiera un tsunami por la zona. En el del 2004, en la zona en la que estábamos nosotros, hubo más de 5.000 muertos a causa del tsunami. Se ponían los pelos de punto. Tras mirar al horizonte y asegurarnos de que no venía ninguna ola gigante fuimos hacia la playa este y desde allí hasta la playa Phra Nang una de las más bonitas del mundo según ponía en la Lonely Planet.
De camino a la playa bordeamos el Rayavadee, uno de los hoteles más lujosos de la zona, 500 euros la noche aproximadamente. Y también de camino, somos abordados por una banda de monos del lugar.
Nos observan como te observa el portero de la discoteca cuando llevas zapatillas puestas. Al parecer lo que estos simpáticos animalitos buscan siempre es algo que llevarse al estómago, y como yo soy más grande que sus estómagos no nos hacen nada.
Pero a un chico que merodeaba por allí con un pincho de pollo en la mano y haciéndoles fotos, le quitaron el pincho y una bolsa de plástico donde llevaba otro pincho y no le dieron una paliza pues no sé por qué. Llegamos a la playa y la Lonely no mentía. Una pasada de playa. No encuentro palabras para definirla así que me limitaré a poneros una foto y remitiros al Google para que la veáis. Es una pena porque por mucha cámara buena que lleves la foto nunca plasmara lo que uno ha visto en el lugar. La playa parecía la Puerta del Sol, convivían todo tipo de personas: bañistas, escaladores, vendedores de comida y bebida, tatuadores, masajistas, excursionistas que desembarcaban en la orilla cual piratas, monos, gatos y perros. Esa mañana la dedicamos a tomar el sol y a bañarnos. Mientras hacías esto podías mirar escalar a la gente por allí. La verdad es que podía ir cualquier persona porque las mil y una formas de las paredes daban para cualquier tipo de dificultad de escalada. Yo estaba de vacaciones y lo más que había escalado en mi vida fue una tapia de dos metros cuando tenía 15 años. Hoy en día no podría ni subir un bordillo así que decidí mirar y admirar a los que allí estaban porque suficiente teníamos con los raspones de mi novia. Comimos y a descansar al hotel que todavía teníamos el cuerpo roto del día anterior. Al levantarnos de la siesta miramos alguna excursión que hacer al día siguiente y cogimos la que iba a la islas Phi Phi y para más adelante ya veríamos cual cogíamos. Ese día y el resto de los días de la playa ya cenábamos en el restaurante del hotel. Cenamos unas almejas que no sé cómo nos las hizo el tío pero estaban divinas y la salsa de escándalo. Le pedimos pan al camarero para hacer unos barquitos: “Boy, boy, bring us bread for make little ship”. Menos mal que tenía nociones de inglés que sino…Fijaros si es bueno el inglés que tengo que el resto de los días que estuvimos cenando comimos otras dos veces almejas pero fuimos incapaces de que nos las hicieran igual que el primer día. A dormir. Las islas Phi phi nos esperan, no confundir con Phiphi Estrada.